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miércoles, abril 16, 2025

Con el debut de Fabricio Amato, la escuela de Estudiantes le da otro buen ejemplo al fútbol

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El Club Estudiantes tiene un  eslogan, que no castiga pero inspira: “el que estudia, juega”. Y tiene un caso ejemplar para el fútbol argentino, Fabricio Amato, con 19 años y sus primeros minutos como profesional (jugó su primera media hora en Primera división), y lo hizo mientas está cursando una carrera universitaria tan complicada como medicina.
Todo un esfuerzo para un joven que llegó con edad de Octava, desde el interior, y con la exigencia siempre mayor que deben manejar los que viven en la pensión de jugadores.
Tal como recordarán los nostálgicos, Amato sigue los pasos de aquel zurdo elegante que fue Raúl Madero (recibido a los 24 años en el mismo año 1963 que llegó al Club desde Huracán) y del batallador mediocampista Carlos Bilardo (arribó a esta ciudad a los 26, ya con el título de médico bajo el brazo, desde Deportivo Español).
La realidad de Estudiantes hoy dice que todos los jugadores pasan obligatoriamente por el colegio secundario que funciona en el mismo Country, donde además viven en una amplia casa de residencia (pensión) los nacidos en ciudades lejanas. Y la promoción de futbolistas amateurs a Primera empieza a tener un doble sabor, porque más allá de las capacidades técnicas, la institución sigue al pie desde 2015 con un plan para que cada chico visualice un futuro, con otra especialidad, haciendo cursos varios, recibiendo charlas permanentes, y embebiendo valores éticos.
“Hoy el 99% de los pibes de Divisiones Juveniles estudian en nuestro colegio, salvo los chicos de Magdalena, porque no se pueden ir tan tarde”, aseguró el profesor Sebastián Turner, coordinador de las áreas educativas Pincharratas.
En el último partido ante Central Córdoba de Santiago del Estero, en el estadio Madre de Ciudades, se recordará no solo una victoria laboriosa que dejó al equipo en zona de Copa Libertadores, sino por el ingreso de otros dos debutantes absolutos: Nehuen Benedetti, de 18 años, y Fabricio Amato, de 19. Detrás de esas caras hubo un pasado de alegrías, de llantos de una viva lejos de la familia de sangre, decisiones valientes que cambiaron la vida para siempre. Dos pibes que este 2023 se completa con más jugadores emergentes de las categorías menores: Ezequiel Orbe y Axel Atum (los dos con 17 pirulos), Martiniano Moreno, Nicolás Palavecino y Agustín Palavecino (tres veinteañeros de la clase 2003).
No es obra de la casualidad, sino fruto del sacrificio constante de dirigentes, técnicos, preparadores físicos, médicos y demás personal de la institución.

Recordé que Amato (nació el 4 de junio de 2004) me había concedido una nota telefónica este mismo año, el día anterior a su cumpleaños, circunstancia que justificó la espera de este periodista: “No puedo atender mañana porque vienen mis familiares y los amigos”. Hacía cuatro años que dejó de verlos con la continuidad de aquellos días de la infancia, de la gente de campo, aunque en Estudiantes no perdió costumbres: el buen día, el disculpe, por favor, muchas gracias y la ronda de mates. Encajó perfecto en este Estudiantes que está en un cambio cultural. Fabricio, el pichón de crack, es también el aprendiz del día a día con otros pibes.
Y el rey de la amable sonrisa: “De mi pueblo es Gatti, pero jugó hace bastante, je”. Hugo Gatti fue un showman del arco, que debutó en la primera de Atlanta porque se jugó por él don Osvaldo Zubeldía (el hombre que fue clave en la revolución de Estudiantes).
Gatti jugó en un club que también recibió a Fabri, Huracán Fútbol Club.

Sin embargo, la casaca sagrada es la del Club Atlético Amigos Gorra de Cuero donde más partidos disputó, en la Liga Regional del Oeste, corazón de la Provincia, cerca de Tres Algarrobos, cuna de Federico Fernández, su nuevo compañero del plantel profesional. «Fabri» nos lleva por los recuerdos. “A los 4 años papá me llevó a Gorra, pasé a Huracán FC y volví a Gorra, hasta que con 13 años fui a Agropecuario Argentino, para 9ª División». Era la temporada 2018 del torneo de juveniles de AFA, de la divisional BN.
“Estuve en una casa de familia y cuando Agropecuario estrenó la pensión vivimos con dos compañeros en un departamento”, recapitula.
Sus padres, Carolina Braun y Gustavo Amato, son de Martínez de Hoz, Lincoln, donde también nació Fabricio. Tiene una hermana dos años mayor, Emilia. Cuando nació el varón, a los 2 años se mudaron a Carlos Tejedor.]
A mediados de 2018 Agropecuario Argentino se bajó del torneo de AFA. Buscó un contacto y un preceptor en el colegio sacó de la agenda de contactos un mensaje que lo llevaría a La Plata. Una prueba en Estudiantes que no fue fácil, porque así como llegó, tuvo que volver a Tejedor, a la espera de ese llamado para presentarse otra vez, pero se estiraba y dolía en su corazón.
Entonces, su mamá fue cuando no dudó en llamar a una querida amiga de toda la vida, que está casada con Carlos Pachamé (símbolo de aquel Estudiantes tricampeón de América y del mundo, además de técnico ayudante de Bilardo en la Selección Argentina).
«Pacha» habló y otra prueba pasó Fabricio, que no dejó dudas en la práctica. Fichó para jugar en los dos torneos de Octava, la Liga Metropolitana y AFA. “Llegué siendo enganche interno y hoy soy cinco”.


Un camino que tampoco será “de rosas”, porque coincidió con falta de lugares en la pensión, pero la familia se movilizó junto a sus ganas, vivió un tiempo en la Capital, en la casa de un amigo de su padre. Entre idas y vueltas, una mañana, después de volver de un partido en la provincia de Córdoba, Fabricio tenía que presentarse otra vez por Liga Metropolitana. Esa circunstancia lo llevó a que lo vieran dormir en el auto, con su padre, a la espera de que amaneciera en el City Bell. No les convenía volver hasta CABA. Los vio el entrenador Ricardo Iberbia (hermano del “Rana” Raúl Iberbia, ex campeón del Torneo de Primera 2010), que al informar sobre la particular situación, se activaron los resortes para que Amato pasara a vivir entre los pensionados.
Otra contramarcha del jugador, que incluyó al mundo, sucedió en marzo de 2020, cuando el confinamiento lo obligó a volver a Carlos Tejedor. Estaba por iniciarse el torneo de Sexta, su segundo año en Estudiantes. En el círculo de entrenadores tomaron nota de que Amato no había faltado a una sola práctica por Zoom. Pasaron siete meses hasta la vuelta presencial a las prácticas.
Sergio Capitanio fue el director técnico que recibió a “ese nene que jugaba de volante por derecha y que fuimos viendo que por su forma de jugar podía ser un gran mediocampista central. Preguntaba cómo mejorar, se quedaba a hablar de los jugadores de Primera. Era muy abierto a escuchar”, subrayó uno de los formadores.
En 2022, mientras su apellido se veía en la lista de Reserva (sin parentezco con Mauro Amato, aquel que se destacó en la categoría más famosa de la historia, la 73, con Sessa, Palermo, París, Gaitán y Casiano), Fabricio ya recibía el fin de año con analítico firmado por por el Ministerio de Educación de la Provincia de Buenos Aires: ¡bachiller! En palabras del profesor Turner, «en el Club cortamos la creencia de que el fútbol y el estudio iban por lugares separados, no pienso que sea así: para mí, cuando están en la escuela, están haciendo doble turno”. Ese colegio de jugadores tiene hoy la dirección de una psicóloga, Belén Oliveros.
La voz de Juan Sebastián Verón se oyó este año en una emisión del programa Acá hay una Escuela: “Hoy tenemos una sociedad distinta a mis tiempos de jugador, y es muy importante lo que pasa adentro y afuera de una cancha, lo emocional. La parte de juveniles es un área sensible. El Club empieza a trabajar a las 5 de la mañana con el primer chico que llega y no se termina hasta las 6 cuando se va el último del colegio”.
Las opiniones sobre su conducta también le dieron un lugar importante en el grupo. “Fabricio es un chico exigente y tranquilo”, reconocen los compañeros; “representa los valores del club, como el respeto y el cuidado de lo que Estudiantes nos da”.

Ese tejido socio-cultural-deportivo en Estudiantes se puso de manifiesto con una apuesta más, desde que Amato contó una de sus inquietudes. “Quiero llegar a ser médico deportólogo, se lo prometí a mi mamá”.
Sin temor a una carrera densa, este 2023 cursa el primer año, coincidiendo con su mayor responsabilidad futbolística: segundo año de Cuarta, titular y capitán en Reserva, con dos citaciones de Eduardo Domínguez a la Primera.
Así, con la mejor energía, los miércoles se toma el micro hasta 7 y 50; sigue a pie, hasta la avenida 1 y, a la altura de sus sueños en el Estadio “Jorge Luis Hirschi”, se interna con el guardapolvo blanco en el Bosque, hasta la Facultad de Ciencias Médicas.
La Fundación Estudiantes, a través de donaciones de socios y particulares, aportó al Club los recursos económicos para cubrirle las clases de apoyo en las materias de anatomía y biología y la de histología y ciencias sociales.
“Necesitábamos el compromiso de que tenía que avisar los parciales y finales, y fue así, porque Fabricio avisa cada vez que rinde. Con 26 años de profesión de médico, me hizo revivir algunas cosas cuando me ponía el guardapolvo en primer año”, se enorgullece el doctor Federico Cicora, miembro de CD y vicepresidente de la Fundación Estudiantes.
“Hay tantas historias detrás de un jugador», reflexiona Leonardo Valente —socio, hijo del ex presidente Edgardo Valente e integrante de la Fundación—. Atesora una fotografía en su retina. “Esta foto se la sacó Fabricio y la mandó en agradecimiento desde la Facultad. Ojalá que tenga suerte en el fútbol, que es lo que más quiere”.

Amato está agradecido a la Fundación: «Me ayudó con la beca en los estudios y están siempre de manera material o de otra forma”, se emociona Amato, que comparte otro recuerdo a flor de piel: “Cuando estudiaba el secundario, acá en Estudiantes, hicimos un proyecto con el profesor Guillermo Santilli, que se llamó Jugadores Solidarios, juntamos juguetes, sillas, frazadas, para donarlos a los chicos del Hospital de Niños. Nos ayudó mucha gente, entre ellos Marcos Rojo y la Fundación Estudiantes”.
El costado social es una tarea que emprendió la Fundación desde la pandemia. Con distintos programas, el último es “Infancias Pinchas”, que atiende pedidos de familias en situación de vulnerabilidad para asociar a sus hijos. En el último acto de entrega de carnets a infantiles y cadetes, precisamente fueron los jugadores juveniles quienes participaron en la entrega. Allí estuvo Fabricio Amato. “Valoro este gesto del Club, porque hay mucha gente que a veces no tiene la posibilidad de hacer algo que le gusta. Para un nene que es hincha, que tenga el carnet de socio es muy lindo, además de que participen de un deporte. A uno le pregunté de dónde era y me pidió una foto”, sonreía Amato.

Machacar sobre el estudio, aprovechar “el tiempo libre” para buscar otra evolución paralela a la cancha, fue una innovación en los años 80 del director técnico Carlos Timoteo Griguol, quien lo aplicó en Ferro, en tiempos del presidente Santiago Leyden, reservando vacantes en colegios con horarios nocturnos. Esa misma idea de “mirar los boletines” lo pudo plasmar en Gimnasia, en la gestión del recordado Héctor “Cacho” Delmar, quien lo dejó hacer.
“¿Qué van a hacer cuando dejen de jugar si no tienen la vaca atada?”, fraseaba como en su campo cordobés el Viejo Griguol.
En Estudiantes, las divisiones juveniles, han merecido una atención permanente durante la presidencia de Mariano Mangano, hace sesenta años, conformando las mismas no solo con el fin utilitario para una futura Primera, sino por el interés cultural, social e higiénico que daban a través de sus entrenadores. El director general del fútbol amateur Miguel Ignomiriello organizaba charlas sobre alcholismo y educación sexual. El hecho de estudiar pasaba por una decisión familiar, ya que en muchos casos había jovenes que trabajaban. Los jugadores del plantel súper campeón de 1967 a 1970, Raúl Madero y Carlos Bilardo, ambos llegaron a Estudiantes desde otras instituciones, y con la meta ya cumplida para su propio beneficio y el alivio de sus padres: ¡estaban recibidos!

“Para estudiar una carrera universitaria necesitas constancia, voluntad, sentarte y estudiar, para eso no necesitás ser un crack, no pasa tampoco por ser muy inteligente”. Pienso que hay que mientras jugás hay que estudiar, porque por más que juegues bien y lo hagas en Primera, tenés mucho tiempo libre, y el tiempo no se recupera”, afirma el doctor Cicora. Su testimonio no es teórico, porque transitó la vereda del jugador y a la misma edad que Fabricio vivió en carne propia las vicisitudes de rendir y entrenar, hasta que en 1990 dejó de jugar para Estudiantes para concentrarse en los estudios que lo llevaron a ser hoy un nefrólogo de referencia en la República Argentina.
Amato tiene los pies en la tierra y la determinación que caracteriza a los grandes, sin perder la cabeza. “Incluso yéndote bien en el fútbol, es por muy corto tiempo”. Asimiló los consejos que le brindan puertas adentro.

Fabricio sigue viviendo en el Country, a la espera de exámenes finales y otra chance en la última fecha de Primera división, cuando por la Copa de la Liga, Estudiantes reciba a Lanús. En un plantel poblado de estrellas, mientras comparte el almuerzo con esas conocidas figuras, campeones de América como Andujar y Boselli (que ya se están despidiendo), ahí están los Palavecino, los Benedetti, Orbe, Amato, los pibes que saben de lágrimas en la pensión, de una escuela única en el país (la de los jugadores) y la cocina, con el amor de esos padrinos y madrinas de una vida que empezó hace cuatro años. El lugar donde vive, estudia, disfruta y sueña. Donde recibe las visitas, los amigos de Carlos Tejedor, del Huracán donde salió el «Loco» Gatti; y los del Club Amigos Gorra de Cuero, que este año  inauguró el estadio “Socios Fundadores”, un club que tiene 19 años, los mismos que el nuevo jugador de la primera Pincharrata.

Tan poderoso como el mismo poder de voluntad, Fabricio desea y apunta en dirección a las metas. A lo mejor, a fin de año, tal vez el Pincha, si todo sale bien el miércoles con Boca, por las semifinales de la Copa Argentina…
Silencio.
Fabricio ya sabe de ciertos “códigos estudiantiles”, no se dice esa palabra.
Sale el sol, domingo sin fútbol, pero entrena, vota y sigue leyendo los libros que pueden ser el futuro después del jugador que ya es. Debutó en Primera y no se lo saca nadie.
¡A seguir así, pichón!

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