Se nos ha muerto Ruben Oscar Di Bastiano, al que tanto se quería, «El Nene”, «El Tano”, de la historia grande de fútbol que fue profesional de 1970 a 1979 y sudó una vida en varios colores, pero sentía en su pecho a Gimnasia y Esgrima. Se fue uno de los mejores números 3 de la historia platense. Aquel pichón aguerrido que se la jugó como amateur en la parada difícil reemplazando al once que se ausentó la noche del 19 de diciembre de 1970, en la Semifinal del torneo Nacional, cuando no fueron los titulares por un conflicto con la dirigencia. Era otra chance de su amado club de la infancia, de uno de los mejores equipos que podía curar la herida del título que se negó en 1933 con «El Expreso» y en 1962 con «El Lobo». Con 21 años, salió a la cancha, pero los reemplazantes de emergencia de aquella “Barredora de José” no saciaron la sed del pueblo azul y blanco.
“Mientras los hinchas iban para Arroyito por la radio se enteraban que jugábamos los pibes”, recordaba Ruben. Era la Tercera completa en lugar de la Primera: 1 De Thomas; 2 Gottfrit, 3 Di Bastiano, 4 Agostinelli, 5 Berrios, 6 Pérez, 7 Aguayo, 8 Espinoza, 9 París, 10 Maldonado, 11 Miranda. A las órdenes del árbitro Goicochea, resistieron el cero el primer tiempo (un tiro de París movió el travesaño) hasta que el segundo tuvo una ráfaga de Rosario Central, un verdadero canalla en el estadio de Newell’s, con tres goles en veinticinco minutos (Landucci, Bustos, Poy). Ese día, Di Bastiano padre no paró de sufrir, cámara en mano, adentro del campo, ya era fotógrafo de un diario y además trabajó mucho en la Casa de Gobierno bonaerense.
Se nos fue Di Bastiano y desde el teclado, distante y frío, se torna indispensable poner las imagenes donde más era él, en una cancha o en una reunión de amigos, como la última noche en una mesa del salón de fiestas del Club Brandsen, su barrio, donde llegó con Willie Frisón y Juanca Licursi, invitados especiales porque cumplía 83 años la institución, 88 Coco Sánchez y 40 años desde que ellos (los Di Bastiano y compañía) instalaron el fútbol mayor en 60 entre 23 y 24. “Mi barrio es la Plaza Brandsen, donde tanto pateamos y entrenamos, y donde conocí a Panchito Varallo, que me aconsejaba cuando yo hacía las inferiores. Al Lobo entré a los 10 años, en décima”.

“Pateaba como una mula” y eso lo sienten con alegría eterna en el Club Atlético Temperley (64 partidos y 13 goles entre 1973 y 1974), camiseta que adora y que con un gol suyo llevó a los del Conurbano tan alto como el cielo celeste aquel 7 de diciembre de 1973. En la última fecha ante Unión, que era local en Junín, metió un cañonazo que, según confesaba, lo hizo llorar cuando vio que el balón se metió y las tribunas de cemento del estadio Eva Perón vibraban: eran campeones de Primera B.
En 1976 volvió al Bosque como quien vuelve a su primer amor… Convirtió ante River en el Monumental, con un chutazo que le venció las manos al arquero, torneo Metropolitano, en esos días que asomaba Diego Maradona en La Paternal.

En 1977 pasó a otras dos instituciones del ascenso, Argentino de Quilmes (en 1978, 15 partidos, un gol) y Arsenal de Sarandí (1979, 12 partidos y dos goles). En el interior fue una extaordinaria figura de Azul Athletic, campeón en 1980 y 1984, siendo parte de la selección de la Liga Azuleña y jugando dos regionales de AFA. Allá le decían «El Rengo», pero lejos de eso, en la cancha era un crack y fue querido por el respeto. Su estirpe de gigante y una caja toráxica con la que se imponía en el cuerpo.
“Tano me puso el abuelo paterno. “Tano, e’ visto per la calle 7…”
siempre habló poco y buscó alegrar cualquier ronda.
Un golpe helado saber que ya no estará tirando esas anécdotas de un futbolero que, aún retirado, defendía con la palabra, difícil de pasar, porque se manejaba con su verdad y nada más.

Sentía la pasión, tanto como la responsabilidad, y se embalaba en la conversa de cada vivencia en el fútbol. Se comentó que el propio Carlos Bilardo, cuando tomó Estudiantes en el ’75, tentó al jugador para cambiarse de vereda, algo que en esos tiempos solía pasar.
Con el taxi que le dio de comer cuando terminó el fútbol, se bajaba a parar la vóragine y encontraba un remanso en el café «Garden», de 8 casi 48, donde el encargado Ricardo (así lo recordó él) compartía un cortadito y le preguntaba al ídolo sobre partidos y tácticas. Otro de sus lugares preferidos fue el café «Francés», de 6 y 49, donde paraba otra barra de ex jugadores con un personaje que los marcó: Horacio Ortíz. El encargado de compras le propuso a Ruben intentar suerte con el equipo del café ya no en los torneos comerciales, elevando la vara competitiva en la Liga Amateur Platense de Fútbol. Entonces encabezó la movida y llegó a Asociación Coronel Brandsen, donde tenía conocidos ya que su papá solía ir a jugar a las bochas.

Colaboró en el ascenso del Club en 1985 y jugó el primer torneo en la divisional A en un once con el ex pincha y del seleccionado Néstor Chirdo. Les fue bien, pero no pelearon el campeonato. Luego, se fue otros tres años al Club Gutenberg, donde con otros de Brandsen se pudieron dar el gusto de ascender en 1988 (segundos, detrás de Everton).
Tiró los cartuchos con pasión y era cara conocida en los famosos nocturnos del CF Capital Chica de Los Hornos.
En 1990, mientras se estrenaba como DT en Gimnasia con un staff de amigos del fútbol amateur (entre otros, con Luis Agostinelli), el «Nene» fichó en For Ever, aceptando el pedido de su amigo la «Chancha» Norberto París (fueron compañeros en la Semifinal del Nacional ’70). “Ruben, estoy de técnico en For Ever, venite, jugame en la cueva, de 2, tranquilito”. Lo hizo en reserva. Azul y blanco también fue su último color de camiseta.

“Gimnasia me pagaba para que sacara jugadores”, expresó. Por su personalidad fuerte, hasta no fichó a su hijo Lucas, hoy árbitro de AFA. La prueba se la tomó el papá, sí, y le dijo que no quedaba.
En los últimos meses no cambió la sonrisa por más dolores corporales y especialmente la rodilla, de la que no se quería operar, pero viajó o se presentó en toda invitación de los clubes donde jugó.
Llevó con un lindo orgullo la historia familiar de veintidós jugadores, que junto a una veintena de mujeres (integrantes de la Comisión) han sido protagonistas un caso singular en los años veinte del siglo pasado. Fundaron La Sangre Football Club, con la condición de que solo hermanos y primos directos de apellido Di Bastiano jugaran un torneo independiente de aquel entonces. “En ese grupo estaba mi abuelo Lorenzo Di Bastiano, que fue uno de los promotores de la idea y el arquero. Somos una familia muy grande, eh”, decía.

Los Di Bastiano, originarios de Massa d’Alhe, un pueblito de Italia. El primero que pisó tierra gaucha en 1890 fue Andrés Di Bastiano, empleado en las cuadrillas que pavimentaban la naciente ciudad de las diagonales.
Toda una historia de amor, luchas y sueños logrados, que este 12 de junio de 2025 nos lleva a despedir con tristeza a un amigo, el Di Bastiano que llegó a ser profesional una década, se diplomó de técnico y en la calle fue servicial, bonachón y recto. Fruto de su matrimonio con Gladys nacieron dos hijos, Lucas y Anabella.
En la madrugada de hoy Ruben sufrió un infarto que lo sacó del juego. Sus estos serán velados en la calle 2 entre 41 y 42, de las 16 a las 20 horas.
En cada juego de fútbol y en los recuerdos, se te va a mencionar con un gran honor «Tano», «Nene», querido. Que en paz descanses.