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domingo, enero 19, 2025

Este 19 de abril suspira caños y sombreros en memoria del “Trinche” Carlovich

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El 19 de abril de 1946 nació en Rosario Tomás Felipe Carlovich en un modesto barrio cercano a la cancha del Club Atlético Central Córdoba donde quedó como el máximo ídolo que hoy reflejan las banderas y las intervenciones artísticas con su rostro de mirada adusta, bigotes a lo chamaco y el pelo largo que llevó hasta el fin de sus días, cuando un asalto en la pandemia pretendió llevarnos a un “Trinche” que sigue vivo entre su gente.
Hoy amaneció con sol, el mejor aliado en un mundo que soporta todo lo que le tiran. Pero apenas unos días antes, acaso como un presagio, se jugaba con lluvia un partido en Central Córdoba, como si en esas gotas llorásemos de tristeza todos los que vimos un fútbol donde pasaban jugadores como Carlovich, del potrero genuino, con altas dosis de divertimento, muy distinto al pragmatismo que buscan hoy los equipos del fútbol moderno.

La estatua al «Trinche» que está en lo alto de una tribuna del Estadio «Gabino Sosa»

Era de poco hablar el “Trinche” y tal vez hoy estaría mirando con resignación algún retazo de calidad, alguien que pudiera como él decir: “damela a mí”, “andá a buscarla”.
Fue una gran figura del ascenso y dejó marcas imborrables en sus pasos por Ligas de Santa Fe, Mendoza y Córdoba. Pero tuvo un puñado de partidos en Primera división, en dos gigantes del interior, Rosario Central y Colón.
En 1965 debutó en Sporting de Bigand, pueblo lindante a Rosario. Cerca siempre estuvo Rosario Central, que lo subió a “Trinche” al primer equipo para jugar por un torneo Reclasificatorio (oficial), el 23 de agosto de 1969, de locales frente a El técnico que lo puso fue Francisco Erausquin al iniciarse el segundo tiempo en lugar de «Hijitus» Gómez. Una semana después será titular en los once de Rosario Central que visitaron a Los Andes e igualaron sin goles. En ambos partidos fue compañero de Carlos Timoteo Griguol, el 5 auriazul.

Carlovich en el año 1965 con la camiseta de Sporing de Bigand (gentileza: Daniel Console)

El estadio de Newell’s era una caldera la noche del 17 de abril de 1974, porque jugaba la Selección un amistoso donde los técnicos Juan Montes y Griguol debieron armar un combinado del fútbol rosarino. Cinco de cada equipo y uno de Central Córdoba, que venía muy bien en Primera B, con el 5 Carlovich como figura. Ese día le tiró un sombrerito a Miguel Angel Brindisi y ensombreció a figuras que poblaban el mediocampo de un equipo que meses después se presentó en el Mundial de Alemania ’74. Lo reemplazaron en el primer tiempo. Apenas quedaron unos pocos registros de ese partido que no fue televisado y donde solo se tienen fotos de la revista «El Gráfico», ya que el gran diario «La Capital» de Rosario estaba paralizado en todo el mes de abril de ese año, por una huelga de trabajadores gráficos.

Partido donde el combionado de Rosario venció a la Selección, a la derecha se alcanza a ver al «5» Carlovich

“El Trinche” había cumplido el sueño de su vida y la oralidad empezó a crecer en torno a ese fenómeno. De hecho, lo compró Independiente Rivadavia de Mendoza donde lo apodaron «El Rey».
Y en un fútbol que borra frontera e idolatra a las individualidades, lo comparan con Maradona. De hecho, una producción de la televisión española (Informe Robinson, años 2000) globalizó su figura. Cuando la masa empezó a preguntar más sobre quién había sido realmente Carlovich, en septiembre de 2015, el periodista Daniel Console escribió el primer trabajo de investigación, avalado por sus 30 años de trayectoria en la redacción de La Nación. Presentó junto a Carlovich el libro “El séptimo fue duende”, que está agotado.

¿Cómo jugaba el crack? Jugaba libre, suelto, siguiendo su instinto y su albedrío. Repentinamente, un pase suyo podía terminar en gol.
Cinco segundos antes, revoleaba los ojos y ¡tac!, te la daba. Tenías que estar despierto, nada más”, dice uno de los que atacantes que esperaba, Luis Berazain, clase 1953, recuerda el después de las prácticas en las que su amigo le decía: “¿Querés ser mejor goleador? Me llevó donde estaba un cartel publicitario de Thompson y Williams y me decía,  pegale a la letra o, con la derecha y con la izquierda”
Sin demasiado despliegue físico, aprovechaba su cuerpo longilíneo para usufructuar el espacio. Y mandaba alguna fantasía animada para los espectadores, el caño que es táctica y el sombrero que busca la estrategia. A veces era el “doble caño” o el “doble sombrero” (de ida y de vuelta a algún rival desprevenido…). El desequilibrio con inteligencia.

Colón de Santa Fe, año 1977. De bigotes, abajo a la izquierda. El capitán es el ensenadense Di Plácido

Podemos apoyarnos en otros relatos en primera persona para “ver” a Carlovich otra vez: “No tenía la dinámica que los técnicos quieren”, consideró Roberto Di Plácido, uno de sus compañeros en Colón de Santa Fe, hoy radicado en Ensenada y siempre ligado al fútbol.
En medio de sus rasgos de brillantez futbolística, no faltaban los instantes en que la gente se despertaba de un letargo por una “locura”, cuando se paraba arriba del balón, en pleno partido, o amagaba que iba a sentarse encima de ella.
Era un estratega, patrullando de 5 o de 10 con el tranco largo, sin correr demasiado, ni meter cambios de ritmo, pero manejaba los tiempos de su equipo.Otra de sus grandes virtudes fue entender “cuándo soltarla y dar el pase que oxigenaba”. Era zurdo, “tenía una mano en el pie”.

¿Dónde se formó? En los potreros. Allá en el barrio Belgrano o en Echozartu.
Los domingos en Rosario era día sagrado para el jugador de raza, en torneos libres organizados por los clubes, donde se jugaba por plata. Otro poco estallaba la pasión del gol en los pueblos, a más de 60 kilómetros de la Capital de la Bandera, cuando en una noche por ejemplo jugaban ocho equipos y salía un campeón, y después se juntaban los 8 campeones en otro desafío. Sabían competir ahí algunos profesionales, como los hermanos Killer. Y ahí lo encontraban a Carlovich.
Por eso, don Miguel Ignomiriello le encontró una mentira piadosa, luego de verlo llegar “rengueando” al entrenamiento de Central, cuando ya subía a trabajar con la Primera. El DT platense le preguntó qué le pasó y “Trinche” le atribuyó un mal apoyo al bajar del tranvía. “Pero esa lesión fue por jugar en los huecos, como le dicen en Rosario a los potreros”. “Ignomiriello transformó el fútbol amateur en algo profesional para los chicos de Rosario Central”, decía Aldo Poy, ícono de ese club. Carlovich fue testigo de esos cambios y exigencias en el entrenamiento y la conducta en general, como la puntualidad en los horarios.

Carlovich atiende un capítulo de su vida, en una noches de festejos con amigos y ex jugadores

La pelota no significó una herramienta de trabajo sino un instrumento para ser él mismo, porque el “Trinche” fue la personificación del potrero. Su imagen era la de un hombre pachorriento, un movimiento algo cansino, “a media máquina”. El estilo “Trinche” se puede comparar al de Daniel Willington, un 10 de Vélez de buen porte y pegada excelsa, que además solía tener hábitos particulares, como ponerse “al lado de la sombra los días muy calurosos”.
En tiempos donde no había tantos atletas ni velocidad, y las presiones por el triunfo estaban algo minimizadas respecto al presente, hubo tardes donde buscó un compinche —en el vestuario o la tribuna— En cambio, Carlovich podía tener salidas inauditas, como apostarle algo a un compañero o socio que iba a meterle uno de sus chiches o lujos, a tal o cual adversario. Iba y cumplía, caño o sombrero, a veces “doble”.

“La quería tener todo el tiempo, era un goce jugar con él a pesar del sacrificio porque uno por ahí tenía que correr más”, explica “Garufa” Daniel Ocampo, clase 1960, que tenía 18 años cuando debutó en Primera y en los partidos de visitante en Buenos Aires, Chacarita, Tigre o Morón, “cuando nos veían chiquitos y nos ponían la pierna fuerte él se ponía adelante nuestro para defendernos, acá estoy yo”. Ocampo lleva en el alma la vuelta olímpica de 1983 al ascender a la vieja Primera B con Juan Miguel Echecopar de director técnico, una gloria del Estudiantes multicampeón con Zubeldía.

Amando Pineda, “Muchinga”, clase 1954, fue otro crack que jugó hasta los 40 y ex compañero de “Trinche” en Central Córdoba. “Te deleitaba, tenía un carisma especial, pero también era bicho, de saber usar los codos en un corner. No era de pegar, pero cuando lo buscaban, en la próxima ligabas, pero los árbitros no lo podían agarrar cuando él pegaba”.
No pudo zafar Carlovich una tarde de 1982, contra Cambaceres, cuando de local fue expulsado por el árbitro Juan Carlos Biscay por agresión sobre Luis Gatti en el minuto 65. Esa tarde fue de victoria enorme para los de Ensenada 1-0, con el debut del técnico Henry Magri, ex jugador de Estudiantes y River. C. Córdoba formó con Quinto Pages, Julio Ocampo, Pires, Murillo,  Oviedo, Daniel Ocampo (Mainonis), Díaz, Carlovich, Guerrero, Cortez y Otero. Cambaceres: Canale, Saltarelli, Jesús, Protzukov, Saucedo, Cáceres, Gatti, Bassani, Roque Fernández, Mirasso, Héctor Sánchez y González (Nikitiuk ).

Con la 10 de Central Córdoba de Rosario, en una de sus últimas apariciones en canchas de Buenos Aires

Otros ejemplos de su particular forma de ser: no se vendaba. Pero a pesar de la rebeldía y la guapeza en el campo de juego, afuera era callado, introvertido. El menor de siete hermanos, un padre inmigrante yugoslavo —plomero, al que supo ayudar—. Todos los contemporáneos querían jugar con él y si jugaba él, la cancha de Central Córdoba tenía otra recaudación y otros colores, ya que sus tribunas mezclaban a hinchas y banderas de los “Canallas” y los “Leprosos” para ver al ídolo de los “Charrúas”. La Asociación Rosarina le entrega una plaqueta en los 100 años de Central Córdoba.
Si faltaban algunas alegrías y sorpresas que depara la vida, Juan Iturrez, periodista del diario La Capital, fue testigo del aplauso que “Trinche” recibió en la cancha del clásico rival Argentino de Rosario, los “Salaitos”, en marzo de 2020, semanas antes de su muerte. Un poco antes, hubo un hecho trascendental en un hotel donde concentraba Gimnasia, en Rosario, donde el DT Diego Armando Maradona recibió al Carlovich y en un cálido abrazo le firmó un autógrafo y le escribió de puño y letra: “Para el Trinche, que fue mejor que yo”.

El paredón del estadio «Gabino Sosa», a la vista del barrio Tablada, en Rosario. Abrazo de Trinche y Diego

“Noble, sencillo, humilde y un crack con mayúsculas; lo amé, y por su popularidad me arrastró para todos lados”, confesó Luis Berazain, quien hoy llevará una rosa roja a la tumba donde descansan los restos de Tomás.
Ese mismo día, uno de sus amigos “Cuchi” Lescano quedó conmovido porque la leyenda de su pueblo le confesó: “Ahora que saludé a Diego me puedo morir tranquilo”.
Esas mesas del restaurante Pico Fino que se están poblando de recuerdos, porque ahí eligió pasar sus últimos días el “Trinche”. Como no podía ser de otra manera, el futbolero lo retrató en un sector muy concurrido de la zona sur, alli cerca de su casa del barrio Belgrano.
Las canciones de algún artista fue alegrando las tardes mustias donde faltan goles en el mítico «Gabino Sosa», pero por allá se oye la voz de Augusto y La Banda del Crack. «Trinche, el charrúa te extraña, Trincheee».
Los homenajes no se detienen. En nuestra ciudad de La Plata se viene un documental inspirado en el juego de Carlovich, producido por Raúl Di Cola, sobrino del legendario «Pancho» Varallo (histórico goleador del fútbol argentino).
Como si fuera un clamor popular, un llamado a la esencia, mientras la vida pasa y hoy tenemos otro 19 de abril, sin él, mientras el cielo se abre y nos inspira un sombrero por encima de la mediocre realidad del fútbol.

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