Se empezó a jugar después del Mundial de España, y tras el dolor humano por lo vivido en Malvinas, por los pibes, con las tropas rendidas en junio, y el fútbol que empezó en julio, comunicado en las letras frías de un boletín de la Asociación del Fútbol Argentino. Había que jugar 38 fechas del Torneo Metropolitano de 1982, que llevó el nombre de “Soberanía Nacional”. En Boca no iba a jugar Diego Maradona —pasó a Barcelona—, y en River no había más Daniel Passarella y Ramón Díaz —ambas figuras en Italia—; y San Lorenzo se había ido a la B.
Presidía al Club Estudiantes Raúl Gerardo Correbo, 44 años, el escribano, dueño de un prestigio en la ciudad; la vicepresidencia de Nelson Oltolina, 52 años, empresario. Desde el torneo anterior estaba el “Narigón” en el banco y había conseguido el pase de Alejandro Sabella, desde Inglaterra, con un equipo que arribó a Semifinales.
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“Borombombón, es el equipo del Narigón”, atronó cuando empezó a andar un morocho que fue refuerzo clave, Marcelo Trobbiani, de Boca; más otro rústico, fuerte, alto, Rubén Agüero, del Club Luján de Cuyo, de Mendoza. Si la preocupación rondó el arco por la ida de “Quique” Vidallé, aquí iba a haber ganancia por la bienvenida a Juan Carlos Delménico. Se sumó un delantero de Huracán, Alejandro Monzón, que entró poco.
Hace cuarenta y dos almanaques se jugó la última fecha, el 14 de febrero de 1983, donde el registro festivo del club en el orden nacional, en Primera, marcaba la cuarta estrella: historiadores con justa razón incluyen la Copa Escobar de 1944 (final con San Lorenzo), la Copa de la República de 1946 (final con Boca) y el Metropolitano de 1967 (final con Racing).
EL “TATA” BROWN TENÍA UN SUEÑO
El DT les recalcó que Independiente, River y Boca estaban armados, le explicó con los videos. Al final, no calculó mal: la tabla final dijo Estudiantes de La Plata 54 puntos; Independiente 52; Boca Juniors 48; solo que River quedó décimo con 34.
Arranque con cuatro triunfos y fue Boca el que complicó en el quinto partido, 0-1 en La Bombonera.
Llegó Independiente a La Plata, empate sin goles, sustentado por la firme defensa de José Luis Brown, 26 años, que tenía un sueño después de siete temporada profesionales. “Quería algún día pasar por el portón de 55 y saludar como un campeón”. “Con Bilardo sabías a qué hora empezaba el entrenamiento pero no a qué hora iba a terminar: trabajaba pelota parada, la ley del orsai, y después te decía ‘vení que vamos a ver un video’”.
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En la fecha 13 fue al Monumental y otro empate en un gol (facturó Ruben Galletti, de bolea, y fue expulsado Sabella).
Llegó en tercera ubicación a la anteúltima fecha de la primera rueda. Se presentó en Liniers, contra Vélez, que con la 10 tenía a Norberto “El Beto” Alonso. Pero el toque y toque fue del Pincha, con una docena de pase, el último fue un taco de Trobbiani para la definición de Trama, 2 a 1. Compartió esa tarde la primera ubicación con Independiente.
La fecha 24 lo anunció libre en el fixture, pero no en el trabajo. José Daniel Ponce, un zurdito que llegó de Godoy Cruz en 1980, laburó día y noche con la pelota, ensayos de córners y tiros libres, “60 o 70 por día”, explicó una vez.
La base del equipo era sólida: Delménico; Camino, Brown, Gette, Herrera; Lemme o Ponce; Russo, Sabella, Trobbiani; Trama y Gottardi.
Boca volvió a ser verdugo en 1 y 57, la tarde en la afonía de la hinchada fue total por un golazo de Miguel Angel Russo. Ganar otorgaba dos puntos (hasta julio de 1995, que se suma un punto más) y aquella caída 1-2 acercó a los Xeneizes: Estudiantes, 32; Independiente, 31, Boca, 30, en la previa al viaje a la Doble Visera de Avellaneda.
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En la 25ª jornada pintó para un partidazo para se respetaron más de lo que jugaron. El goleador del torneo Manuel Morete preocupó hasta que la metió, pero el santafesino Hugo Gottardi iba a emparejar con un grito de mil pincharratas en la popular de las Vías.
Boca cayó en Junín ante Sarmiento —que terminaría en la B—, y luego Boca e Independiente repartieron puntos, al mismo tiempo que el Estudiantes de Bilardo vencía al Ferro de Griguol por 2 a 0.
ONCE MESES SIN ZUBELDÍA
El miércoles 8 de diciembre, día religioso por la Virgen, antes del partido en Junín contra Sarmiento, el plantel albirrojo y la dirigencia visitó la tumba donde descansaban los restos de Osvaldo Juan Zubeldía, y había coincidencias en este ’82 respecto al multicampeón del ’67/’70, que conducía el maestro desaparecido. Era el médico Roberto Marelli, todo un promotor de asuntos que marcan la vida de un ser humano, un doctor que se expresaba como un espíritu.
A diez fechas del final, costó el triunfo, pero la alegría llegó a tiempo un gol de Gottardi, y un penal que “El Gato” Delménico le sacó a Correa a cinco minutos del desenlace. Veinticinco micros cargados de fanáticos volvieron por la ruta.
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El 30 de diciembre fue un jueves y lo esperaba Argentinos, en Caballito, ya que los Bichos no tenían su estadio de La Paternal y le alquilaba a Ferro. Por segunda vez consecutiva Brown falló en un tiro penal, una tarde de nervios donde el árbitro Juan Carlos Loustau (padre de Patricio, hoy en el colegio arbitral de AFA) expulsó a Russo y a Pasculli por agresión mutua, y no toleró a Bilardo retirándolo del banco visitante. Había que ganar o ganar y fue 2 a 0 a Fin de Año, con el compromiso de cuidarse, como hablaron también con el profe Ricardo Echeverría.
SIETE PASOS FINALES EN 1983
Quedaron siete partidos por afrontar, y los más experimentados se dedicaban a aflojar tensiones: Landucci (el mayor, nacido en 1950), Galetti (1952), Sabella (1954), “Titi” Herrera (1955), Brown (1956).
El miércoles 5 de enero llegó River a La Plata, 1-1. Con calor, a los tres días visita a Racing (que hizo de local en Boca todo el torneo), triunfo 3-0, de Gottardi y dos de Trama. Bilardo después de jugar repetía una cabala más, dialogando con el directivo Héctor Branne. “Decíamos este partido es clave, y lo pasamos; después repetíamos este partido que viene es clave, y también pasábamos con éxito».
Ocho puntos en juego (cuatro escalones) y una producción de la revista El Gráfico ilustraba la tapa de todos los kioscos del país. “La lucha por el título”, con Enzo Héctor Trossero y José Luis Brown, con un trabuco cada uno, al estilo de duelos del lejano oeste… Sonrieron, porque el fútbol no es la guerra. En páginas interiores, los disfrazaron con capa y espada. El Pincha ganó y ganó, a Quilmes y a Unión en Santa Fe.
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BILARDO CONTRA LORENZO
Los dos técnicos se habían enfrentado en la final de la Copa Libertadores de 1978, Bilardo con Deportivo Cali, Lorenzo con Boca Juniors, vencedor que definió en su casa, por 4 a 0.
Cinco años y un mes después, se repetían los entrenadores pero con distintos clubes, también de noche. Aquel 29 de enero de 1983, por la anteúltima fecha, no iba a terminar…
Tras finalizar el primer tiempo 0 a 0 un escándalo “nacional”, que apuntó contra Estudiantes y su barra brava, al explotar dos bombas de estruendo en el vestuario visitante.
“Cuando nos íbamos por el túnel de calle 55, ellos salen hacia la izquierda a su vestuario y nosotros a la derecha, y escuchamos las bombas”, recordó alguna vez Brown. “Bilardo nos daba indicaciones, nos refrescamos y salimos a jugar el segundo tiempo, pero Vélez no salía… y Vélez no salía… Claro, las bombas se las tiraron a ellos adentro del vestuario”.
La AFA y su Tribunal se tomó once días para decidir que el partido debía continuar. “Bilardo nos tenía todos los santos días haciendo fútbol solamente por 45 minutos, quería prepararnos especialmente para ese tiempo que faltaba, dividido en un tiempo de 22 y otro de 23 minutos. Si la pelota se iba lejos, también entrenábamos ir a buscarla nosotros”, comentan los ex dirigidos por el Narigón.
Al reanudarse, los hinchas de Estudiantes arrojaron flores cuando asomó por el túnel el Vélez del “Toto”. Un tiro de esquina que conectó con un cabezazo Brown dejó estático a Nery Pumpido (el 1 de Vélez, como el 3 de Estudiantes, fueron titulares en el Mundial de México tres años más tarde).
POSTALES DE CÓRDOBA, 14 DE FEBRERO DE 1983
“El objetivo estaba ahí, dependía de nosotros, teníamos que ganar el último contra Talleres, pero el partido con Vélez a mí me hizo sentir seguro que el título era nuestro”, se emocionaba Brown, antes de su repentino adiós por una enfermedad.
A la última jornada llegó el León adelante, dos puntos más que el escolta. Los dos candidatos coincidieron en Córdoba, el 14 de febrero, “día de los enamorados”, un lunes, con lluvia a la tarde y otro poco a la noche. El fotógrafo de El Día, Carlos Alberto Cermele, saca varias anécdotas en diálogo telefónico, como si el partido fue ayer. Llevó puesta una campera que le compró a un soldado al volver de la guerra de Malvinas, y dice que la campera fue como una cábala para él, así como para Bilardo era usar el mismo calzoncillos. “Viajé con Horacio Villalobos, fotógrafo del diario Popular, y nos hospedamos en el mismo hotel Astoria donde se concentró Estudiantes. Pero lo llamativo era que a un par de cuadras estaba el hotel de Independiente, con los hinchas que prácticamente estaban juntos, pero sin problemas”.
Un grupo de Pincharratas reservaron el hotel Criyón (donde estaban los Rojos), cancelando de inmediato al llegar a conserjería y encontrarse con los jugadores rivales.
Se televisó por el estatal Argentina Televisora Color (ATC), con relatos de Mauro Viale y el comentarista Enrique Macaya Márquez, quien abrió la transmisión desde el campo de juego: “Aquí, en el estadio Ciudad de Córdoba, en el paraje Chateau Carreras…”
Se jugó con la intensidad de toda definición. Talleres parecía incentivado, hasta que lo maniató el penal, que ejecutó “El Tata” para sacarse la mufa (venía de dos errados). Con el tiempo reconoció sus nervios al acomodar la pelota y ver que se acercó Julián Camino para aconsejarle: “despacio y a la izquierda”. Brown se contuvo de insultar al compañero y remató con potencia, a la izquierda de Angel Comizzo.
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El 2 a 0 fue de Gottardi, y el uruguayo Víctor Hugo por radio Argentina le dio rienda a su latiguillo: “ta-ta-ta, gol-gol-gol… ¡de Gol-ttardi!”.
De los tres goleadores principales (Trama 13, Gottardi 11 y Brown 7), dos de ellos sellaron el campeonato.
FOTO DE EL GRÁFICO CON UN HINCHA ESPECIAL
La revista número uno en ventas, que estaba en imprenta los lunes, esta vez retrasó el cierre y la salida en los kioskos. Puso en tapa el grito de Brown y Ponce —trepado a la espalda del hombre nacido en Ranchos—, el tanto que abrió el camino, de cara a esa hinchada que colmó la tribuna para ver al Pincha campeón.
Bilardo fue desahogo en todo momento, en la cancha, en el vestuario y en el hotel. Dedicó la gloria (primera como DT) a su maestro Zubeldía, fallecido hacía un año y un mes, a cuanto periodista se le cruzara. El hijo de Osvaldo, Danielito, estuvo en Córdoba y una fotografía de El Gráfico selló un momento único: el beso y abrazo paternalista del “Narigón”.
“Fue reverdecer el laurel del roble después de trece años, porque la última vez había sido la Copa Libertadores del ‘70”, dice Juan Manuel Cancio, quien fue capturado por un famoso reportero de El Gráfico, en la tribuna. “Me la sacó Ricardo Alfieri hijo, al que después busqué en Buenos Aires. Esa noche lluviosa tenía puesto un Pilotín amarillo que resaltaba y en la imagen salgo trepado a la pared del foso, parado como un energúmeno”. Aquella vez fue de copiloto de “Pichi” Mariños, quien confiaba en el poder cabulero de Juan, hincha presente en Old Trafford ’68. Además, fue uno de los que decidió no alojarse en ese hotel de Independiente, y “tuvimos el privilegio de hacerlo nada menos que en el Estudiantes, el Astoria. Festejamos en el lobby del hotel y yo estuve presente cuando Bilardo se largó a llorar al nombrar a Zubeldía, yo lo escuchaba al lado, mientras salía por la radio”.
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En las dos últimas semifinales que el equipo de Eduardo Domínguez disputó con Boca, ambas ganadas en el nuevo Estadio Córdoba, “al terminar ambos encuentros fui a festejar al mismo lugar de la tribuna que ocupé cuando Ricardo Altieri (h) me sacó esta foto”, remató Cancio, quien supo integrar la CD en el Tribunal de Disciplina y la Comisión Electoral.
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Aquel año 1983 fue muy feliz para la familia Pincha. Es que cuatro meses después volvió a festejar sin darle revancha a Independiente: se encontraron en las finales del Torneo Nacional y volvió ganador de Avellaneda. Después de tanta angustia por la guerra de Malvinas, cuando un pibe Juan Colombo, con edad de Cuarta y ya en Reserva, tuvo que enrolarse en las tropas del ejército. No fue el único de las divisiones juveniles del club. Al final, la vida sonrió con una pelota. Una Pintier que los estudiantes de Bilardo dominaban a la perfección.