El reloj daba las diez y el viento suave del sábado en la Avenida de Mayo traía una experiencia nueva en la célebre arteria que alguna vez fue la del poder. Se realizaba la apertura del Museo del Mate, en la Avenida de Mayo, al numeral 853, mientras del otro lado de la manzana, en Rivadavia, también se puede ver otro ingreso a la experiencia. De la vereda que da con el vecino Café Tortoni, la fachada impone respeto. Es el edificio histórico del Bazar Inglés, con más de ciento cuarenta años. Ahora, una persiana en verde mate lleva una M como logotipo del emprendimiento que une a los amantes de la infusión nacional. Hay historiadores, museólogos, empresarios, amigos, familias. La apertura es el siempre un sabor especial, y en este caso, la compararon con el agua a punto para la cebada inicial. Desde el pasado sábado 13 de septiembre ya está abierto a las visitas y al turismo, de martes a domingos, de 10 a 18 horas. El primer fin de semana pasaron mil personas.

“Esto no es otra cosa que defender las raíces”, expresa Lucas Bazán, se oye a un emprendedor, chaqueño de cuna y radicado en San Fernando donde vende yerba mate.
La adrenalina de los anfitriones y sus primeras sensaciones, como la de los invitados especiales, caso los dirigentes del Instituto Nacional de la Yerba Mate (INYM), que al igual que cualquier invitado sintieron que “el día de mañana vamos a poder contar que estuvimos en el primer día”. La inauguración oficial será en octubre.

Vamos recorriendo las vitrinas, en compañía cordial de las facilitadoras. El piso de pinotea y el techo alto como la historia. “El mate es más antiguo que la Nación”, se adentra uno en el tema. Atrás quedó el eco del salón después del «Volver», de Gardel, interpretado por Martín Abdula, unas óperas conmovedoras, y en medio de la actividad el carisma y la voz de don Yuyo Gonzalo, un ahijado artístico de Horacio Guarany. El templo matero lo tuvo todo, con un toque de alegría y amistades.

PARA IR CEBANDO HISTORIA…
Alberto Plaza es quien dio la bienvenida, el abuelo de esta criatura, y puede contener la emoción de un bonaerense de tierra adentro para decir que “superamos todas las expectativas”. Nació en Bahía Blanca y eligió vivir en Sierra de la Ventana, en Tornquist, con su mujer Anabel. En 1979 tuvo la primera repisa con mates y en 2007 abrió el museo en aquella ciudad, de donde provienen las piezas más bellas y originales de la exposición que ya “ceba” al turismo grande en el corazón mismo de CABA. “El museo es una experiencia de la gente”, sostiene “Beto” Plaza, con el orgullo de presentar al nieto como director, un joven Alexis Holzman Plaza, también bahiense, de veintidós años.

Acá vemos no solo mates, con receptáculos históricos, de todas las épocas. Desde las calabazas en su estado virgen, los revestidos en cuero, de porcelana, y los primeros mates de vidrio con sus respectivas matrices y los papeles del fabricante como un producto aprobado.
“También está el mate higiénico, que lo hizo el Jockey Club. Como la gente no quería compartir la bombilla entonces se hizo una base como un canasto de alpaca, donde entraba un vaso de vidrio y con una cánula de acrílico en el pico, que cambiaban los que iban tomando”, explica Alberto.
“Es un Museo vivo, que lo va a seguir construyendo la gente”, afirma Martín Gómez, sommelier e historiador que en esta casa va a dar clases y el viernes próximo a las 20 horas presentará el libro “La Yerba mate, mitos, verdades y chamuyos”, con espectáculo de jazz incluido.

No es una repetición de estantes con mates simplemente, sino el relato de la historia que atraviesa culturas, un acercamiento a la esencia de las familias productoras. El caminar por el antiguo edificio reconforta con las sensaciones con imágenes de guaraníes y las leyendas de aquellos curanderos que tomaban mates en sus ceremonias. Nos recibe en una foto la sonrisa de Lionel Messi mate en mano compartiendo con uruguayo Luis Suárez en un vestuario,y un mate gigante de Diego Maradona. Y en el espíritu del mentor, Malvinas siempre está. “Todos tenemos que ver con Malvinas y es una deuda que tenemos con los veteranos de por vida”, cuenta Plaza. “Cuando entra un veterano de guerra, nos deja el mate y le damos uno nuevo nosotros”, una costumbre que empezó a darse en su primer museo en Tornquist. Entre los veintiséis módulos también hay dos mates que rinden honores al crucero ARA General Belgrano.

Todo un paseo a mitad de camino entre el Congreso y la Casa Rosada. Lorena Zaganella, de Avellaneda, llegó con sus dos hijos pequeños. “Me impresionó la cantidad. Una de las chicas que guía (Marina) me contó que son todos del creador, hasta las antiguas latas de yerba y algunos paquetes de yerbas que ya no existen, es más lindo de lo que pensaba. Pensar que antes de venir el papá de los nenes me dijo que se podían quedar con él, pero le dije que no, y no me equivoqué, ya que ellos también disfrutaron”.

En pareja, con sabor a pueblo y a trabajo, llegaron de Entre Ríos don Héctor Ferragut y su mujer Isabel, amigos de Beto Plaza. «Empezó en un intercambio comercial, porque somos fabricantes de mates, y terminó en una amistad porque Beto es una persona muy honesta. Inclusive algunos mates antiguos que él ha comprado de nuestra zona se lo alcanzamos nosotros y alguno está por acá exhibido». El fabricante de «Qué Mate» se sintió a gusto al encontrar la cocina a leña económica, que le recordó una que tuvo en su casa paterna, «y me acuerdo de la marca, Carelli». Para Héctor no hay como el mate galleta (angosto) y según Isabel el «torpedo» es el mate preferido (forma redondo).

El «Oro Verde» —la yerba—, que viene desde los antiguos territorios de las Misiones Jesuítico-Guaraníes hasta Buenos Aires por la Ruta de la Yerba Mate, tiene un nuevo espacio. Pero no quedará en muestra únicamente, sino en múltiples eventos e intercambios culturales. Entre otras, se supo que con una maestra misionera de la municipalidad de Apóstoles llegará a la Ciudad de Buenos Aires para brindar enseñanzas a jovenes de algunos establecimientos educativos.
El Museo tiene el brillo del típico entusiasta que lo tomó como un hobbie y que hoy lo vive como una realidad en el centro neurálgico de Buenos Aires, con la administración de una empresa como Pasiones Argentinas.

Degustando algún alfajor de yerba mate en el primer piso, fue como estar en casa, haciendo honor a la leyenda que se encuentra en el ingreso (kilómetro cero): “El mate nos iguala”. Hace dos años, Esteban Buydid, trabajó en la restauración del edificio. Es uruguayo y se autodenomina “rioplatense, pues vivimos la misma idioscincrasia de uno y otro lado del río de La Plata”.
Había un tono admirativo de los directivos misioneros que llegaron especialmente.
Carlos Chaikovski, 62 años, oriundo de Aristóbulo del Valle, ciudad que está en el centro de la provincia de Misiones sobre la Ruta Nacional 14, capital de saltos y cascadas, con un legado laboral que empezó en su padre. “Tanto en el directorio del INYM, como en mi persona, estamos muy orgullosos de que ocurra esto en una ciudad emblemática, que realmente se caracteriza por una pluralidad cultural, que existe tanto en la provincia de Misiones como acá en Buenos Aires. Es un orgullo para nosotros los yerbateros tener esta casa representativa y va a significar difundir la yerba mate por el mundo, y eso realmente es lo que nosotros hoy por hoy estamos necesitando”.

Roberto Ferreyra, nacido en Oberá hace 42 años, director de producción del INYM, representante de la zona del alto Uruguay, dejó su opinión: “Recibimos la invitación con mucha alegría. Hablar de yerba mate para Misiones es como hablar de nuestra esencia, de nuestra cultura ancestral, que se ha transformado en este compartir de un mate que hacemos acá y hacen en muchas partes del mundo. Entonces, este espacio para nosotros es muy valorable y más en este momento que es necesario expresar nuestra cultura y nuestro modo de trabajo”.


Nos fuimos y el show continuaba con esa adrenalina de los anfitriones, compartiendo en familia, trasuntando la pureza del hombre común, que un día sueña, sembrando, y otro día tal vez cosecha. El Beto Plaza, su mujer Anabell, la hija Gianina, su nieto Alexis (director del nuevo museo) y Laura, una amiga de la familia que atiende el museo del mate de Sierra de la Ventana (allá sigue funcionando normalmente), es como uno de esos cuentos felices que aprendimos desde pibes. Sueños que comiezan, como en este caso, en una repisa de una casa sencilla en Tornquist, el 20 de junio de 1979, en el sueño de un coleccionista insaciable como Alberto.
Mire si habrá historia, desde el ingreso de la planta a nuestro continente gracias a los Jesuitas, a la apertura del sábado 13 de septiembre en Avenida de Mayo, los materos seguimos haciendo historia con mucho gusto.