El apodo de “los caballeros del rugby”, que los jugadores del San Isidro Club (SIC) ostentan con orgullo, no es un reconocimiento ajeno, sino un rótulo que ellos mismos se impusieron. Pero lejos están de hacerle honor.
En los últimos años, la institución fue escenario de abusos, agresiones y conductas violentas que contrastan con la imagen de elegancia y honor con la que el club intenta presentarse en el mundo del rugby argentino.
Abusos en 2015: el caso que el club quiso silenciar
En junio de 2015, durante una matiné organizada en las instalaciones del SIC, dos chicas menores de 13 años fueron abusadas sexualmente en grupo por jugadores de las divisiones juveniles.
El hecho fue denunciado y generó conmoción en San Isidro, pero el presidente del club en ese momento minimizó la situación entre risas y con explicaciones poco convincentes, lo que reforzó la idea de impunidad y complicidad institucional.
El caso nunca fue esclarecido judicialmente.
Festejos violentos en 2019
Cuatro años más tarde, en 2019, durante los festejos por la obtención del campeonato de la URBA, un nuevo escándalo volvió a poner al SIC en el centro de las críticas. Jugadores del plantel superior agredieron a un hombre mayor en estado de ebriedad y registraron la escena en video, entre risas y burlas. Las imágenes se viralizaron en redes sociales y medios nacionales, pero no hubo sanciones ejemplares ni autocrítica pública por parte de la institución.
Batalla campal en “La Catedral del Rugby”
El último episodio ocurrió este sábado, tras la semifinal entre el San Isidro Club (SIC) y el Club Atlético San Isidro (CASI), disputada en “La Catedral del Rugby”. Finalizado el encuentro, hinchas de ambos equipos protagonizaron una violenta pelea, con golpes de puño y corridas en las tribunas.
En un video que circula en redes, se observa cómo un simpatizante del SIC golpea por la espalda a un joven del CASI, que estaba siendo retirado por personal de seguridad privada.
Una vez más, la violencia, el machismo y la impunidad vuelven a cruzarse con el rugby de elite, dejando en evidencia que el mito de los “caballeros” solo se sostiene en los discursos y no en los hechos.
Una cultura que necesita revisión
Los episodios que se repiten —abusos, agresiones, humillaciones— ponen bajo la lupa a una cultura deportiva que, en muchos casos, ampara conductas violentas bajo la excusa del “código de vestuario” o la camaradería. El silencio institucional y la falta de sanciones muestran que el problema no es individual, sino estructural. Hasta que el rugby no asuma esa responsabilidad, la nobleza seguirá siendo un eslogan vacío.
