Mar, 25 noviembre, 2025
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El Bosquecito: la historia del predio y la amistad de los dirigentes pioneros a 33 años del comienzo

Fue por amor a los hijos y a los colores de Gimnasia y Esgrima, en la pasión noble del fútbol infantil, los pilares con los que nació un predio deportivo, “El Bosquecito”, al amanecer la década del noventa. De un “tripas corazón” de papás que iban sumando voluntades en la subcomisión de Fútbol Infantil, que quedaron amigos hasta hoy, cuando siguen reservando un viernes para un café o una parrillada en la que imaginariamente siguen los pases como en una cancha, cuando jugaron los mejores momentos de su vida.

Amigos nostálgicos, ávidos de encuentros, insaciables de Gimnasia. Amigos de los que nacieron para desahogarse. Que hicieron historia ayer y siguen juntos hoy. Y el pasado mes de enero despidieron con dolor a Hugo Busteros, uno de los guías, mondonguero, que se ganó el cielo desde aquel tejido artesanal que abrigó las esperanzas de los Lobitos, y no soñó solamente goles sino escuelas (hoy la Favaloro) para Gimnasia. “Era un papá de la 77, y tenía el consenso de medio país en Gimnasia», parafrasea uno del grupo. «No te lo digo como amigo personal, porque Hugo fue alma y motor, e hizo algo maravilloso. Y quisiera que trascienda para que otros sigan: ¿Sabes lo que hizo primero…? Hermanar a todos, categoría por categoría. Trajo vocales, tesoreros, pero formaba amistades. Un día me dijo ‘quedate, si no funcionás te vas, pero dame la oportunidad”.
Son Osvaldo Chirra, José Alonso, Alberto Viñes, Daniel Amerio, Alberto Pagliero, Esteban Chumbita, Juan Ascani, el queridísimo “Tano”.
Una barra eterna de El Bosquecito.
Con el escudo mens sana en la conversa, y el corazón mirando a sur, al Estadio “Juan Carmelo Zerillo”, y unas cuadras más allá a la obra de la que hoy se sienten orgullosos: El Bosquecito. “… Decidimos juntarnos unos padres…” se siente en el aroma de ese café, y la afirmación de uno que acomoda la memoria de otro que olvidó: “Un día que los chicos iban a jugar a Magdalena, en LISFI, conseguimos unas carretillas… Caminamos de rodillas levantando vidrios del terreno… ¡Eramos jovenes, sino imposible!”, apunta Alonso. “Era una comunidad”, piensa en voz alta Pagliero con el tono de lo que es serio, que alcanzó la dimensión fenomenal frente a una institución con las urgencias del plantel profesional. “Eso era tan fuerte como tu propia familia, y empezó llevando a una prueba a mi hijo (Lucas Pagliero, de la 83). Y un día le hinché a un vecino, que vivía enfrente a casa, en 70 entre 10 y 11, para que lleve al nene al fútbol infantil…”, va dictando lo que será una revelación, Alberto Viñes, quien iba a encargarse de averiguar por tema papeles, cuando una vez instalados, quisieron tenerlo de por vida. Sí, eran personas, hinchas del fútbol y de Gimnasia, que entraron con sus hijos, y ad honorem, con dedicación full time, resultaron imparables. “¡E inseparables!”, agregó Pagliero. Hasta hubo un padre que era pincharrata, Juan Natale, pero llevaba al hijo a Gimnasia y un día Hugo le dio uno de esas charlas que lo convenció para sumarse al grupo. Hugo tenía esa capacidad para conversar y amigarse del que por ahí lanzaba una crítica desde afuera… “¡Bien, vamos a analizarlo si lo podemos cambiar! Pero si tenes la idea, por qué no venís y a lo mejor lo propones y vemos si se puede llevar a cabo la idea, te la apoyamos…”
Así, siempre aparecía un invitado por primera vez a esa Subcomisión de Fútbol Infantil, que llega como vocal… ¿Quién fue el Presidente? El verdadero mandamás era un proyecto. Y, en verdad, se fue rotando. Cada mes se notaba un cambio.

La primera cancha de once de El Bosquecito

“MIRÁ… TE IMAGINÁS LLENO DE PIBES…”

Fueron a un lugar no tan amable, con un basural que acumulaba desechos, lomas de tierra con sus desniveles pronunciados, y la mala fama de inseguridad en una parte del barrio. La llegada a calle 58 y 123 fue con incertidumbre. Eran días en que pibes que defendían la azulada franja se dispersaban a la hora de los entrenamientos. Citaban en la rambla de avenida 32, en canchas del Estadio Provincial, una en Villa Argüello bastante similar a una de once, y sino, la más cercana y reconocida por los pibes como “el triángulo” —frente a Medicina—.
Lo cierto es que por mucho tiempo, las infantiles eran locales en una cancha de tierra y superficie dura donde hoy está el Estacionamiento para los ómnibus de los planteles en 60 y 118.

La primer cancha de los chicos estaba en el Estadio Zerillo; de fondo, la calle 118 (hoy paredón)

Conmueven los pormenores del arribo a las tierras berissenses. “Los terrenos pertenecían al Batallón Infantería de Marina (BIM) 3, así nos explicó Huguito Busteros». Por allí estaba el verde descubierto para jugar. Permiso mediante, ahí tenían una cancha. Cuando se dirigieron al BIM (hoy Facultad de Psicología) el jefe no tuvo dramas y aprovechó para llevar algo de beneficio a sus hombres: “Si lo limpian y lo mantienen pueden armar ahí una cancha de fútbol. Pero necesitaríamos unos doce pases libres para la pileta del Estadio». A cambio de la natación de los suboficiales, salían gananciosos los corazones de los Lobitos. Se lo comentaron a Luis Bravis Lopez, gerente general del Club. Y éste dio curso al pedido.

“¿QUÉ NOMBRE LE VAMOS A PONER?”
Al principio “para nosotros era el BIM”… Hasta que Viñes exclamó que “si somos las raíces que vienen saliendo del Bosque, somos El Bosquecito.
Una vez instalados quisieron fervientemente que ese espacio permanezca para la institución. Ante un sondeo, resultó que alguien averigüó que en verdad no era del BIM sino al Puerto La Plata.
Cuestión… El secretario administrativo del Puerto era hincha de Gimnasia y oyeron del tipo. “Les voy a dar una mano desde adentro”. Y los llevó a la oficina para ser recibidos por el director del Puerto que también era hincha de Gimnasia. “Estamos de suerte, ¡vamos Lobo todavía!”.
Alonso relata con agudeza cómo transcurrieron sus siete años (cuatro de presidente) y las ganas que mostraban. “Nos turnábamos para pedir, ibamos en defensa del Club… No había envidia… No existía un pará que voy yo así salgo en la foto…”
Amerio memoriza una visita al Ministerio de Obras Públicas, donde Y estas dependían del Ministerio de Economía de la Nación. «Llegamos hasta ahí y nos recibió Domingo Cavallo«. El propio ministro les dio un consejo: si pensaban hacer una Escuela Primaria, después no los iban a sacar…

Cuentan que una vez encaminado el trámite, con un préstamo por diez años, Alonso y Viñes terminan en una loma de tierra, mirando hacia los cuatro costados… como quien llega a la cúspide en Hollywood. “Es nuestro”…. “… miraaá… todo esto… ahora es nuestro… ¿Te imaginás lleno de pibes con la camiseta de Gimnasia?”.
Solo había en los papeles una “tenencia” con la condición de “mejorara, sanearla y forestarla”.
Durante el primer año unos 150 Lobitos, que en la cuarta temporada ya eran 400 chicos transpirando en cinco ligas. LISFI, LIFIPA, Liga Wildense, AFA y Metropolitana. El mayor crecimiento en la historia del fútbol infantil. Para cada torneo era obligatorio presenciar reuniones, e informar cuando los celulares no existían. En el mano a mano, la gente colaboraba. Se financiaba con las cuotas que pagaban las familias, las entradas vendidas en cada localía, recaudaciones por buffet y aportes de la Comisión Directiva.
Además, las cenas en conjunto del Amateur y el Infantil (una vez rifaron un cero kilómetro cuyo número ganador resultó el de un entrenador); actos con un Polideportivo con 600 personas, los viajes al interior del país (Entre Ríos, Mendoza, Córdoba, con torneos y convivencia para los chicos).
El Bosquecito siguió expandiéndose. La alambrada, la iluminación de la primera cancha de once… El pavimento para el acceso, olvidando las caras largas del fangoso camino de acceso en días lluviosos… Así, hasta celebrar el riego por aspersión.
Hasta un pedazo de la historia grande parecía acercarse al pujante predio cuando los tablones de quebracho que se cambiaban en 60 y 118 llegaron a un ser dos pequeñas tribunas.

Tribuna de la cancha de fútbol infantil, con viejos tablones de la principal

“COMO SIEMPRE, LLEGAN POCOS ENTRE MILES”
A mediados de los años ‘90 se dio otra concepción deportiva, a partir de la decisión de que sean los orientadores y formadores todos ex jugadores, Piñero, Comas, Pedrazzi, Girardengo, Raúl Alterino, el Gallego Fernández, Olivera y Jorge Ruben Gelvez en la coordinación.
El “fulbito” se centralizó en El Bosquecito. Celebró con inauguración su primera escuela “Pancho” Varallo. Pelota y pedagogía. ¿El primer contrato? “Como siempre, de un millón, llegan cinco”, asegura Pagliero con su experiencia de 71 abriles. Los primeros en jugar en El Bosquecito que tuvieron chance en primera: Fernando Zaniratto, Leonardo Mansilla, Nicolás Cabrera, Pablo Bangardino, Braian Robert, Juan Bellini, Santiago Gentiletti, Luciano Aued, Fernando Monetti, Lucas Castro, Alan Ruíz
La pasión de un gol, la transmisión de un sentimiento en un cántico, un micro lleno de ilusiones, un grupo pintando paredes y forestando algún sector del predio.
«Como recordar aquellas tardes con el aroma a gramilla recién cortada y gritos de madres exigentes con los árbitros como pocas, y entre partido y partido las siluetas de ese humo que te perseguía de la parrilla de Quique Rúa y que te obligaba a degustar esos choripanes únicos, esos mediodías largos que unían a innumerables amigos mateando con pastafloras caseras, en distintos grupos, de acuerdo a sus categorías.
Socios vitalicios que formaron un grupo de apoyo “Amor a Gimnasia” y aquí la cita es para don Alfredo Barr, fiel a la causa Gimnasia. ¿Te acordás la donación de tablones viejos del estadio? Con esos pedacitos de tablones vendidos se pudieron comprar las camisetas para los pibes”.

Revista Tribuna Gimnasista. La ’81, con Zaniratto entre los pibes

UN TANO BUENO EN LA OBRA
Su arribo adolescente al Puerto de Buenos Aires le bastó para descubrir la América y maravillarse por la gente y el fútbol, y cuando la prueba en Boca no alcanzó, Juan Ascani, se enamoró de Gimnasia. El «Tano” es una garantía para los amigos y a los 78 años conserva los valores. Lo descubrieron al llevar al “figlio” Amadeo Ascani para la ’81, junto a Lucía, su mujer, y las nenas, esas almas que hoy encuentran afligido. Pero está el grupo y un amigo de esas idas y venidas por El Lobo como el riojano Esteban Chumbita (otro del doble rol, dirigiente y padre, con su hijo mayor “Tebi” en la ’84) que transmitió estas palabas para el amigo: «Querido Tano Ascani: nuestro corazón está contigo, la pérdida de un ser querido es algo muy doloroso, y quiero que sepas que estamos para apoyarte, te admiramos y queremos mucho. Acepta nuestras más sinceras condolencias y mi abrazo fuerte».
Las obras de los vestuarios estuvieron a cargo de Ascani y de Viñes. Café de por medio, brota la más cálida sonrisa de salidas ocurrentes que tenía el Tano, cuando decía: “Podría haber sido estrella de Roma o de Boca… y acá me tienen, en la hinchada más sufrida”.

Familia Ascani, con el «Tano», jefe de familia y ex dirigente de los pibes Lobos

Eran muchos y en un pantallazo brotan los nombres y algún momentos con Mario Quiroga, Hugo Gatti, Daniel Roberts, Carlos Giordano, al doctor Daniel Caprarella (el primer médico deportólogo del país) y Kondraski. El grupo sigue unido. Se charla en el café, donde el hincha (Luis Basile) y Piñero (padre de Gustavo, entrenador de arqueros en la Selección de Maradona) hacen que el viaje pareciera eterno.
Esos dirigentes que aprendían a ser padres y maestros en la búsqueda de recursos, que hablaban de captación de talentos, y tampoco pueden olvidar que tuvieron arriba, como inspirador, a Carlos Timoteo Griguol, quien “bajaba” (pese a que nunca estuvo en pedestal) con las claves para la mentada evolución: “el jugador se hace” —decía el Viejo—, y quería que todos los equipos jugaran “al ras del piso”. De allí el valor de los buenos campos para el aprendizaje, y un tractor corta pasto que también llegará a El Bosquecito.
Un día la Novena división demostró en una estadística que el 80 por ciento eran pequeños de la región y de las propias infantiles.

Afiche de El Bosquecito en las redes del Club Gimnasia

Un día el fútbol se terminó para esa generación, pero no así el amor a Gimnasia, y en cualquier momento, una foto de El Bosquecito actual los lleva a pensar como protagonistas.
“Nunca dejamos de pagar el bono para entrar a la cancha. Ibamos a ver el futbol infantil y pagábamos la entrada”.
Queriendo a Gimnasia, un día se fue Hugo Bustero y quedó Osvaldo Chirra. Hasta que firmó como titular José Alonso, que le pasó la lapicera a Viñes. Después, al Negro lo reemplazó Amerio. Y esa posta apasionante fue para Chumbita. Así es la vida, en movimiento, donde todo pasa y cambia. Aquel Gimnasia y Esgrima, del fútbol infantil, brillaba en las relaciones con una luz surgida de las familias. Fue el campeón de la bonhomía, de la honradez, forjando el carácter y el comportamiento de chicos que han seguido buenas causas. Vaya si hubo Lobitos con ganas de salir adelante, que entre los primeros de El Bosquecito estaba un tal Lucho Zaniratto, el actual timón de la primera tripera y emblema de un sueño que este 2025 es un pedazo de aquel pasado que se mete por otra puerta que se llama futuro.

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