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lunes, enero 20, 2025

A 40 años de un Gimnasia que salía último y no descendía a Primera C por promedios

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El 1 de diciembre de 1983 fue el último sábado de una pesadilla deportiva que tocó vivir al hincha Tripero, y a su plantel de fútbol profesional, cuando finalizó el torneo de Primera B, de 42 fechas que lo vio aterrizando en la última colocación. El viejo estadio de Arsenal el local lo superó 1 a 0 y selló en Gimnasia la peor performance: fue el equipo que menos puntos sumó, pero no descendió ya que ese mismo año empezó a regir el sistema de promedios.
En la AFA, una reunión del Comité Ejecutivo del 15 de abril de 1982, modificó el artículo 76 del Estatuto de la Asociación, quedando reglamentado que “en todas las divisionales, finalizado el respectivo campeonato, se determinará el promedio de puntos conquistados por todos los equipos en los dos últimos campeonatos disputados, y aquellos cuyos dos promedios de puntos fueran menores serán los dos que descenderán de categoría”.

Por eso, fin de año 1983 fue el alivio para Gimnasia (permaneció en la B), mientras que se fueron a la «C» Villa Dálmine y Central Córdoba de Rosario (los «Charrúas» fueron a un desempate con Español y los “Gallegos” lograron retener la categoría). Lo más curioso fue que al campeonato siguiente de Primera B en 1984 lograrían subir a la «A» Español y Gimnasia.
Un recordado periodista acreditado en AFA, José María Suárez, hablaba sin pelos en la lengua desde el edificio de calle Viamonte: “Este sistema no es utilizado en ningún país de magnitud en lo que hace al fútbol. Si existen excepciones, confieso que lo desconozco”.
Esa temporada 83 que se definía por promedios (toda una novedad) también respiró River Plate, que finalizó anteúltimo en la tabla de posiciones y cuando debía haber bajado tuvo a su favor el promedio. Eso sí, River se mantenía mientras padecía su único descenso de la historia, Racing de Avellaneda.


El viejo Lobo no la pasó nada bien. Un año con cinco presidentes (Sánchez, Breccia, Milazzo, Barros Schelotto y Delmar, éste último elegido para la lista de Unidad que finalmente enderezaría el barco) y cinco directores técnicos (Carlos Della Savia y Juan Carlos Touriño 4 fechas iniciales, Victorio Cocco en 13, Higinio Restelli como interino y toda una rueda Antonio Rosl que pasó de ser el Secretario Técnico a conducir el equipo). Una traumática etapa de la historia que hoy la recuerda el «Gallego» Rosl con una anécdota que pinta la valentía y la desolación: “Antes de largar la segunda rueda vinieron a mi casa el presidente Sánchez y el vice Breccia para que tomara el cargo y les dije que sí… Todavía puedo escuchar la voz de un amigo que esa noche se encontraba en casa: ‘¿Estás loco Gallego… vos vas a agarrar el equipo con éste lío… Vos no estás normal!’. Tenía razón mi amigo, pero el club donde me crié y gracias al que llegué algún día a la Selección nacional estaba destrozado”.

Volvamos a aquel partido que justo hoy cumple 40 años. Cabe destacar que durante el año nunca peligró en descender a la «C», gracias al buen colchón de puntos en los promedios, por la cantidad de puntos que sumó en 1982 (Gimnasia escoltó a San Lorenzo, otro de los legendarios que en esos momentos conoció la segunda categoría por única vez).
Lo cierto que Gimnasia llegó a la última fecha solo para cumplir el fixture allá en el Viaducto, con estos once: Carlos Castagneto; Marcelo Ferrari, Sergio Marchi, Luis Luquez, Darío Tempesta; Abel Alves, Jorge Ferrer, Norberto Toledo; Gabriel Pedrazzi, Sergio Sánchez y Claudio Fernández. En el ST, a los 20 minutos Oscar López reemplazó a Fernández. En el banco quedaron: Gustavo Piñero (en 2010 fue el entrenador de arqueros en el Mundial, en el cuerpo técnico de Maradona), Ruben Acevedo, Carlos Alberto García (lo apodaban el «Gallego», no era «Charly», aunque ambos llevaban exactamente los tres nombres por igual) y Walter Kuzemka (hermano de Ricardo Kuzemka).
En el diario El Día el título no podía ser más preciso: «Gimnasia en una despedida tan pobre como su campaña», mientras que la columna de don Mercurio advertía lo que ya se venía: “Ahora… a esperar el cambio”. Ese mismo periódico contempla otro par de recuadros, dando por hecho a un nuevo DT que finalmente no arregló (Roberto Ferreiro, «Pipo», quien no pudo desvincularse de Deportivo Morón).
«Arsenal mantúvose en la “B” al derrotar al Lobo por 1 a 0», describía el periodista Mercurio. El gol lo hizo Urasún. «Los arqueros solo eran requeridos por los pases hacia atrás de sus compañeros”, completa una línea.


Los hincha triperos no lloraban, y preferían reírse de su propia realidad, ironizando con un cántico que estrenaban ese año: “¡Ganamos… ¡perdemos!, ¡siempre perdemos…!”.
Tan simple como el fútbol, con su cuota de dramatismo infaltable. Pero la que sí sufría y lloraba con dolor era la familia argentina. Siete años de la peor dictadura de la historia, que terminaron unos días después de aquel ignoto encuentro. El 10 de diciembre de 1983 asumió la presidencia el doctor Raúl Ricardo Alfonsín (UCR).
Otra canción que bajaba de la popular del Bosque, donde estaba la barra, fue el “¡Que se vayan!… ¡Que se vayan!”, con clara connotación política para la Junta Militar y no para la gente del Club.
La tabla final de posiciones en la Zona A del certamen donde naufragaba Gimnasia, quedó así:
Tigre 50
Alte. Brown 47
Los Andes 46
Chacarita 43
Sarmiento 43
Colón S.F. 41
C. C. (Rosario) 38
Armenio 37
Arsenal 36
Español 32
Gimnasia 31
En la Zona B fue último Villa Dálmine con 36, es decir, cinco más que el equipo platense.

Era un momento realmente delicado, con infraestructura por demás insuficiente. Estancia Chica era solamente usufructuada por unas 50 familias de asociados, además de los aficionados al automovilismo, en su mayoría residentes en Quilmes, Berazategui, Avellaneda, que concurrían a las carreras de cafeteras, y por el plantel de fútbol profesional para entrenar y concentrar. Se recuerda que el propio DT, toda una personificación del sentir Tripero, lograba algunos favores de comerciantes amigos, para concentrar cuando había problemas en Estancia. Y lo hacían en un hotel de 1 entre 44 y 45, donde el dueño (un hincha) no les cobraba ni un centavo. Y los almuerzos se hacían en la parrilla de otro fanático, Francisco Saggio, el popular y recordado “Gordo Verdura”, que había logrado la concesión de “El Chaparral” en una esquina del predio del Bosque (al lado de las actuales canchas de tenis).
El plantel sufrió penurias para cobrar los salarios, llegando a estar cinco meses atrasados. Y «cargaba la cruz» de cuatro años sin subir, mientras el vecino Estudiantes había engarzado dos joyas en el primer semestre de 1983: campeón Metropolitano (febrero) y Nacional (junio).
Aprovechando el malestar Tripero, un brujo brasileño, Ernesto Di Sopra Casco, entró a la cancha (nadie sabe quien lo acercó o dejó entrar) y untó los postes de los arcos con la denominada “pomada anti-rival”. Gabriel Pierino Pedrazzi era un pibe que ya prometía goles y se enoja por aquel suceso extra futbolístico, incluso pasado cuatro décadas: “Ese tipo nos quiso dar antes de jugar un Valium (fármaco que se utiliza en los problemas de ansiedad), enterró un par de sapos y hablaba de usar calzoncillos rojos”.
Pedrazzi y el «Bocha» Angel Ismael Flores eran los delanteros que tomaban fuerzas para ir por la revancha en la temporada que se avecinaba.

Lo cierto es que los resultados en 1983 habían colmado la paciencia de los más fieles seguidores, como Nelson Meckert que cansado de aquel tobogán, un buen día escribió una carta que publicó el diario La Gaceta, de forma sorpresiva, en la misma tapa del vespertino. “Cuando uno hace cosas, no sabe cómo termina. Y lo comprobé con esa carta, que se publica en la tapa, con la foto de nuestra hinchada y el título: se autoconvoca a la hinchada de Gimnasia”. Al llegar a la sede había tres mil personas. Nos dejaron reunirnos en el Poli, tuvo que bajar Sánchez, hablé, pedimos soluciones”.
Hubo una vuelta de página política, imprevista. En el mes de julio se desmoronó la estructura con la renuncia del presidente Norberto Osvaldo Sánchez, empresario próspero de la Casa Bymo (bombas de agua y máquinas de escribir y calcular, en una esquina de plaza Italia). Cuando “Coco” Sánchez asumió en 1981 había encontrado un plantel devaluado, con doce profesionales, y en 1982 con refuerzos se metieron en las semifinales del Octogonal, perdiendo por penales ante Temperley. “La pelota no quiso entrar cuando teníamos todo para ascender en el 82”, recuerda Sánchez, socio vitalicio mens sana y hoy presidente de la Asociación Coronel Brandsen.
El riesgo de Gimnasia se parecía al del país, es decir, un club endeudado, en medio de una inflación descontrolada, con elevadas tasas de interés, creciente desocupación y recesión económica.


No fue chiste. Pasaron cuatro presidentes en setenta días.
El 20 de julio se fue “Coco” Sánchez, cansado de algunas marcadas divisiones internas. Y en los dos meses siguientes hubo otros tres que pilotearon como pudieron. El vice primero Alejandro Breccia, un arquitecto que llevó adelante las obras que edificaron el Polideportivo. “En casa recordamos un triunfo de papá como presidente, en la cancha de Colón”, reconoció con el tiempo Breccia, cuando el Lobo dio vuelta un partido —con diez hombres— al ganar 2 a 1. Cantar victoria fue cosa de 8 partidos en 42 jornadas del increíble certamen que muchos recuerdan como un espanto.

Cuando pegó el portazo el doctor Mario Milazzo, abogado destacado de la ciudad, se dijo que esta decisión propiciaba la “acefalía”, y a través de ella podía hacerse el llamado a Asamblea para la renovación de autoridades.
Así fue que dio la cara el recordado Hugo Barros Schelotto, quien integraba la CD como vocal, al tiempo que era médico de los planteles superiores. Sus hijos varones, los mellizos, recién se iniciaban en infantiles. Hugo era un destacado obstetra de la ciudad, y en la dura situación financiera llegó a arriesgar su casa, poniéndola como garantía.
“Creo que la salvación de Gimnasia empezó cuando en medio de esa ‘inmolación’ alguien descubre que se podía continuar”, apunta el periodista Carlos Fanjul, entonces redactor del informativo de Radio Provincia.
El artículo 66 del Estatuto mens sana decía: “Si la acefalía comprendiese los cargos de presidente, y vicepresidente Primero, Segundo y Tercero, se hará cargo de la Presidencia el vocal Titular con mayor antigüedad como socio. La Comisión Directiva convocará de inmediato a la Asamblea Ordinaria para dentro de los próximos treinta días para que ésta elija reemplazantes para completar el período”.
«Surgió la solidaridad espontánea. Pero dada la gravedad del estado financiero de la entidad albiazul, todos los paliativos carecen de escasa consistencia, ya que Gimnasia en estos momentos se ve acosado por deudas, algunas de las cuales, como el pago a los empleados, merecen de inmediata solución”, publicaba el diario El Día, el 16 de octubre de 1983, tras una derrota de local ante Quilmes.

Esa tarde plomiza, ni la lluvia los paró. Un grupo de Apoyo recorrió cada punto del estadio «Juan Carmelo Zerrillo» con urnas recaudatorias de cartón para la colecta el dinero. El periodista de pluma excelsa Osvaldo Tomatti (“Mercurio”, tal como firmaba) contó en su columna del único diario de local: “Antes de empezar el partido subió al palco de periodistas una mini embajada del núcleo que se está movilizando, integrado por el Dr. Rodolfo Casamiquela, José Teddy Magariños, Jorge Mucciolo, Oscar Masciadro y Alberto Jumar. Este socio presentó a actual presidente Dr. Hugo Barros Schelotto, como el hombre que, con total generosidad y cariño al club, colabora con quienes se han acercado a buscar la unidad”.
“Vi a un trabajador poniendo 50 pesos argentinos para que puedan pagar a los empleados, que son obreros como yo. Tengo entendido que ya llevan como 120.000 y parte de esa suma se destinó para abonarle al plantel profesional una tajada de la deuda”, describía Mercurio.

Trascendió que había veintitrés juicios, algunos de los cuales contaban con sentencia. Y de las deudas urgentes, los empleados y los servicios generales: le iban a cortar la luz y por ello se corrió la bola de que no podrían seguir desarrollando actividades deportivas en la Sede.
Un socio querido e injustamente olvidado, Pedro Adgi Romano, “Perico”, sin relación directa a ninguna Comisión y colaborador permanente, consiguió un espacio para las reuniones políticas donde se conformó la única de la unidad, en 8 y 57, Colegio Sagrado Corazón (subsuelo donde está el salón del Centro de Ex Alumnos “Don Bosco”).
Se firmaron “las bases para la integración de la familia gimnasista”, tal cual se titula el escrito de tres carillas, firmado el martes 11 de octubre, con la rúbrica de los expresidentes Carlos César Tejo, Laureano “Cholo” Durán, Oscar Emir Venturino y Jorge Tittarelli. También firmó Francisco Gliemmo, entonces delegado de la agrupación Nuevo Gimnasia, y otros socios de la “3 de Junio”, “Aglutinamiento (Calle 8)” y “Movimiento de Unidad Gimnasista” (MUG).

En el último punto de estas históricas Bases se puntualizaba: “Esta Integración propende a que los directivos que lleguen a la institución comprendan que la misma los distingue con su nominación, y que deberán brindarle tiempo, sacrificio y excelente conducta moral, sirviendo a la misma en convivencia y pluralidad, contando con la idoneidad necesaria para desarrollar las actividades que se le confíen”.
Los ex presidentes que suscribieron dejaron constancia de que “no los guía interés alguno de tipo personal en aspiraciones directivas de corte sectorial o político”.
“Quedar al borde de jugar en la C nos sirvió para consensuar entre las dos corrientes importantes del momento”, admite con los años «Pancho» Gliemmo, de valioso aporte a la ciudad y la provincia en el plano industrial y deportivo, recientemente destacado Ciudadano Ilustre de La Plata.
“Gracias a esa rápida organización el club no cerró ni llegó a ser intervenido por Personas Jurídicas”, le confió a este periodista otro socio albiazul, José Luis Alardi, “Tito”. Y en una charla antes de su último adiós, Hugo Barros Schelotto le contaba a este periodista: “Si se metía Jurídicas no iba a ser por ilícitos, sino por un tema administrativo”.
Otro socio vitalicio, Carlos Lizarraga, quien fue uno de los abogados convocados para la reorganización, recordaba que «volvía al club después de haberme borrado como socio cuando nos pasó lo del 70, esa semifinal en Rosario… Aquel año postergué recibirme de abogado por el Lobo que marchaba hacia el título y resultó que camino al partido nos enteramos que presentábamos a la reserva”.

Llegaba 1984. Con nuevo presidente, Héctor Atilio Delmar, el elegido por todas las corrientes políticas del momento. Mientras aquel partido con Arsenal cerraba la peor de las campañas deportivas de la historia, se seguían inscribiendo socios, convencidos que solo el esfuerzo mancomunado de todos les permitiría proyectar hacia el futuro de grandeza que todos los Triperos aspiraban.
Y volvió a escucharse como tantas veces el eslogan que siempre resurgió a la franja azul. ¡Arriba Gimnasia!

 

 

 

 

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