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miércoles, junio 18, 2025

Alfredo Rodríguez, el que pasó por todas las categorías del fútbol y cumplió una promesa

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Sonríe Alfredo, cumple 55 el 18 de junio, fecha que agendó este periodista desde que el kiosco de diario colgó aquella Guía de la revista “Sólo Fútbol”, que publicaba cada jugador, de la A a la D, de los regionales y las ligas no solo del amplio territorio nacional. El 18 de junio de 1970 nació Alfredo Enrique Rodríguez, el tipo de arquero tipo muralla, acostumbrado a revolear puños para sacar ollazos, pegar gritos de terror y cachetear pelotas duras que ya cambiaron por éstas que obligan a no salir tanto. Hoy es Entrenador de Arqueros y sabe bien de qué va la cosa.
Alfredo es un caso asombroso, porque no hay divisional en que no haya caminado, es decir, Primera D (Villa San Carlos, 18 años, citado como el 12 para una final); Primera C (Cambaceres, el gol de 75 metros que incluyó su hazaña al día siguiente en Fútbol de Primera, programa de mayor rating en el país), Primera B (Cambaceres), Nacional B (en Independiente y en Quilmes, forma parte del cuerpo técnico de Omar De Felippe y devolvieron a dos grandes al círculo máximo); Liga Profesional (hoy en Central Córdoba de Santiago del Estero, campeón de Copa Argentina 2024 y éste año compitieron en Copa Libertadores y ahora los espera la Copa Sudamericana. A todo esto hay que sumar su etapa de formación en una Liga de fútbol infantil (LIFIPA), las Divisiones Juveniles de la AFA (Estudiantes) y la Liga Amateur Platense (Trabajadores y Estrella) y una en el interior semi profesional como la Liga Confluencia (Deportivo Roca), más los torneos regionales del Consejo Federal que afrontó con Estrella.

En la cancha de Cambaceres, con los arqueros de inferiores

Y el equipo más valioso, que no rescinde de contratos ni depende de resultados: Analía, su compañera, sus hijos Kiara y Thiago, su mamá Stella y seguramente en el cielo “Pito”, el papá que bancó hasta el último día. El “Mono” estuvo hasta ayer en nuestra región de vacaciones, y cumplió una promesa. “Luego de haber ganado la Copa Argentina, pensé en la buena que uno puede ayudar y así lo hice, con algunos guantes de obsequio en los clubes de barrio donde estuvo”. Y aquel refrán que dice “se empieza por casa”, lo tuvo en primer lugar en el CF Villa Lenci, sus vecinos, donde se identifica con tanta gente con vocación de servicio; y siguió por la ciudad en la que se crió, Berisso, con Saladero, Villa San Carlos y Estrella, y concluyó en Ensenada, donde los dirigentes lo presentaron ante los pibes como “nuestro arquero  que en el año ’96 metió un golazo de atrás de mediacancha”, en el arco de la calle Quintana, por donde volvió a mirar con el alma veinte años después del gol de arquero, el del empate con un derechazo que impactó de lleno al balón y viajó 75 metros para dormirse en la red. «¡Gol histórico, de Chilavert, qué digo Chilavert… de Alfredo Rodríguez!», festejó por el canal Gabriel Decharras, que volvió a entrevistarlo el jueves pasado.

Tal vez no abundó en detalles, Alfredo estuvo de pie, habló al viento y luego caminó unos pasos para entregar esas prendas de EneVé, una empresa que lo respaldó su sueño desde que era semi profesional. Puede que no haya tenido tiempo para decirle a tanto pibe que él vestía de buzos multicolores por su primer ídolo boquense Navarro Montoya, y que cuando usaba pelo largo el señor del transporte escolar (“otro Rodríguez”, no de la familia) le dijo: “Sos el Loco Gatti’”, como hoy podría decirle “Dibu” a cualquiera que ande loco por atajar.
Es hombre de confianza de uno de los entrenadores más respetados del fútbol grande, del que habla agradecido, “el Omar”, y cuando se expresa así, naturalmente, nos trae al recuerdo un modo que tenía su padre, cuando lleno de orgullo daba un comentario sobre “el Alfredo”. Después busca la palabra correcta, más pulcra y justa: “Soy un ayudante, un consejero”. El encargado de armar el mate bien temprano y empezar a trabajar.
Pasó todo muy rápido, cuando Alfredo atendía una verdulería en la esquina de 16 y 162, en Berisso, las calles Orden y Comercio, donde soñaba y hasta jugaba atajando alguna fruta redonda. “Yo empecé a jugar a la pelota por un vecino, que vivía enfrente al campito; armó un equipo de edad libre y nos anota en Casa de Cultura de Ensenada, ahí en el cemento me vio atajando Juan Buszczak, que me propone ir a Saladero FC cuando armaba la ’70”.

—Soñaste con la Primera como todo chico, ¿probaste suerte?
—Fui a Gimnasia y no quedé por tema de altura, y Gustavo Zwar, que es un hermano de la vida y compañero del secundario, me llevó a la Cuarta de Trabajadores de la Carne. La primera jugó un partido desempate por el descenso y fui al banco con 15 años (suplente de Augusto). De ahí a Villa San Carlos, voy al banco de primera. De pronto, me encuentro que voy probarme a Estudiantes y el Bocha Flores me dijo que si conseguía el pase de la Villa iba a ser jugador. Así fue, porque en ese momento era difícil, pedían plata, pero termino firmando, hago un año en Cuarta y me quedaba un año más, cuando estudiando en el Colegio de Astilleros me llega una carta para ir a trabajar, y en épocas de vacas flacas, mis viejos no me podían bancar… tuve que hablar con Estudiantes para seguir entrenando pero con las categorías más chicas, y era lógico que no me citaran. Jugué dos partidos, en la auxiliar de calle 1 contra Newell’s (fui suplente) y otra con Vélez, debajo de la Autopista.

En 1990, en San Carlos, con el buzo de Navarro Montoya

—¿Cómo sigue tu historia?
—Volví a Villa San Carlos y me encontré con el viejo y querido Jorge Valdez (DT de reserva, y en la primera la dirigía Balicchia). Un compañero era Cristian Rodríguez, que es de mi categoría, con él y sus hermanos Pablo y Sebastián (“Chirola”) jugábamos en los partidos del barrio y hasta venían a casa a tomar el mate cocido.
Sonríe Alfredo y recrear en su mente cada detalle de aquella Primera D, la categoría amateur del fútbol argentino.
En San Carlos el titular era Pablo Bonatti, que un día se quemó las manos y vuelve a tener un lugar con la 1.
—¿Ahí sí agarras continuidad?
—Juego en cancha de Barracas Central y me vieron de Deportivo Roca, un compañero mío me dio un papelito con un número de teléfono de un intermediario. Me daban una plata por semana, voy, pero en 1993 Roca ascendió a la Liga Nacional de Basquet y todo el dinero del fútbol fue invertido en ese deporte.
—La suerte parecía decirte que no…
—Vengo a prueba a Cambaceres de Ignomiriello, pero me dice que no tenía lugar. Me llevan a Estrella por intermedio del presidente de Kuligowski, empiezo suplente de Pablo Rodríguez. Después me toca ganar el campeonato de 1994 en la Liga con un equipazo: los hermanos Vallejos, Bozok, Cantero.


Un partido entre Estrella y Fuerte, en 1995, lo vieron de «Camba», ya que Abel Herrera (DT) y el presidente Luis Ferella fueron a ver al 9 de las Cebras, Luis Monteporzi pero el empate sin goles tuvo una labor formidable del “Mono”. y pensaron en llevarse al arquero de 24 años. Justo allí la Primera B Metropolitana pasaba a ser profesional, y dejaban de pagar viáticos para ganar un sueldo.
—Y volviste a esperar en el banco…
—Debuté con Defensa y Justicia, en el entretiempo salió con un desgarro Pablo Vercellone (hoy entrenador de arqueros de Atlético de Madrid). Alternábamos con el Tío Alejandro Rojas”. Camba descendió y en Primera C empezó a gestarse una epopeya: el bicampeón invicto. Pero Alfredo en cancha de Comunicaciones se rompió los cruzados.
El final de su historia fue feliz, en Estrella, obteniendo tres campeonatos 2002, 2003 y 2004, de la mano de Valdéz.

Y la sonrisa brota con su propia ocurrencia metafórica: “Hice del jardín de infantes a la facultad”. Se entiende, de la Liga infantil a la Copa Libertadores de América, el último amor, cuando los albinegros de Santiago del Estero dieron un “Maracanazo” venciendo a Flamengo.
—Para clasificar ganaron la Copa Argentina, ¿fue lo máximo que consiguieron?
—Antes con Omar (De Felippe) salimos campeones con Emelec. Todos los logros son importantes, como en su momento fueron importantes los ascensos de Quilmes y de Independiente.

La nueva función específica lo encontró interesado en lo laboral en la época que florecían en la AFA: la tendencia de un DT para incorporar entrenador de arquero empezó cuando en el Mundial ’78 puso a su ayudante Rogelio Poncini; y recién prendió en la Divisional superior en los noventa, con Pepé Santoro en el Independiente de Trossero, con Claudio Basigalup en el Lanús de Cúper, con Carlos Barisio en Ferro y con Esteban Pogany en Boca.
“Fue una evolución constante, desde los sistemas de juego, los guantes, los botines y la pelota…. Hoy la pegada del jugador hace que tenga menos efecto y viaje más recto y a mayor velocidad. La preparación física hoy nos llevó a un atleta y los jugadores tienen más fuerza que los de antes”, analizó quien desde 2012 es el entrenador de arqueros del DT De Felippe.

En el Maracaná, la noche de una hazaña

Pero antes de Omar, hizo escuela, en el predio privado CN, con Gustavo Piñero donde tuvo la oportunidad de entrenar a chicos que hoy trabajan muy bien: Armendi (Gimnasia), Toschi (Estudiantes), Dobler (Inter de Miami). Pasó a Gimnasia, en fútbol amateur, y cuando se desvinculó Troglio, queda en un interinato con Kuzemka en un debut atípico: por la última fecha de la Copa Libertadores. El DT nacido en Berisso decide armar su grupo con el ayudante Martín Saggini, Gabriel “Chino” Romero (PF) y Alfredo Rodríguez (EA). El destino le puso una continuidad cuando llega Maturana sin gente en su equipo y se quedó a colaborar. Después viene Julio Falcioni, que tenía a Omar De Felippe y a Omar Piccoli. La aventura sigue al renunciar a la presidencia José Muñoz y la nueva CD lleva a Sanguinetti al plantel superior, y ahí Alfredo quedó sin trabajo,
Pasé un tiempo a Defensa, hasta que Piñero necesitó alguien en juveniles de  Racing, y la llave para primera fue porque Piñero se va a la Selección de Maradona y lo dejó a Rodríguez en la Primera, con Miguel Russo.
“Acá la continuidad dependería del éxito de Miguel, que cuando se fue, pudiendo quedarse como empleado de Racing, oyó la voz al teléfono de Omar. “Se alinearon los planetas”, y Omar cumplió con eso que me había prometido. Ascienden con Quilmes y con Independiente, van a Emelec y salen campeones; lo llaman de bomberos en Vélez y lo salvan del descenso; Newell’s, Atlético Tucumán, Platense, Central Córdoba de Santiago del Estero (dos veces, y en la última consiguen la gloria de la Copa Argentina).

En 1 y 55, con Cambaceres

La vida de Alfredo es una vuelta al fútbol por todas las categorías y competencias que puede haber. ¿Qué le faltaría? La selección Argentina, lo único que no se dio, aunque ya de pibe integró los combinados de la liga infantil LIFIPA y la de mayores de la Liga Amateur. Vivió la época en que las pelotas eran pesadas y el jugador podía buscar una comba que sería letal para Alfredo. Hoy, pelota, habla, y aconseja que con los balones nuevos… a veces la orden puede ser que el arquero no salga, y es por el tipo de pelotas”.
—¿Te gusta este fútbol comparado al que vos jugaste?
—Los niveles de los jugadores se han equiparado, se hizo muy competitivo, hay una camada de jugadores de calidad que no podes retener. Es apasionante. Lo que más te marca esto es lo que tardan en acostumbrarse a los que vienen de afuera. Cualquiera se le atreve a cualquiera.

Un apasionado, siempre atento a la radio, a internet y a los amigos, como ese hincha de Estrella que lo acompañó en la entrega de guantes… «El Conejo» Bolaño. La risa es el arte de los Rodríguez. “Si me hubiera conocido antes llegaba a atajar en la primera de Boca”, dijo una vez Analía, cuyo padre Oscar Pedrazza (fallecido) jugó en la reserva de Estrella.

La noche era muy fría cuando llegaron con los regalos a la cancha de Estrella, que tuvo a Alfredo como el 1 del partido número 1, hace veinte años. Por dentro sintió una primavera. Y se aguantó el llanto cuando de regreso a La Plata la voz de la hija se le coló para siempre en el corazón… “Papi, cuánta gente te quiere”. Es que su padre no cambió su corazón buenazo, y cuando ganó la Copa Argentina y entró a la Libertadores, el premio esta vez podía ser para los clubes donde iba caminando o en bici, en Berisso, especialmente. El mismo «Mono» que tenía la verdulería con su padre, cerca de donde vivía un periodista que tomó la Guía de la revista y agendó su nombre y su fecha de nacimiento, que casualmente escribe esta nota un 18 de junio, hace cincuenta y cinco años, en agradecimiento a la persona, al Alfredo, como decía su padre.

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