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miércoles, enero 8, 2025

Feliz cumpleaños, don Juan Ramón Verón: 80 historias de «La Bruja», una por cada año de vida

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Su padre Juan Verón nació en Mercedes, Corrientes, donde se hizo a la vida como campesino. Isabel, su madre, también de origen correntino pero de Esquina.
Habían emigrado juntos en busca de un mejor porvenir económico en Buenos Aires y aún sin hijos, a don Juan le esperaban arduas horas de trabajo en Berisso, en el frigorífico Swift, donde fue operario en la sección matambreros.


Juan Ramón Verón nació el 17 de marzo de 1944, en La Plata, en la primera sala de maternidad provincial, en 1 y 69. Pero su crianza estuvo en Berisso.
Habitaron una casa de adobe, en la calle 5 (antigüa denominación), hoy calle 23 entre 165 y 166, barrio de Villa España. En aquel tiempo la ciudad de los inmigrantes aún no tenía autonomía municipal. Cuatro hermanos Verón poblaron de sueños la casita sencilla: Isabel, Valentina, Arturo y Juan Ramón. Alrededor había pocas casas, en su mayoría de madera y cinc.

A cinco cuadras estaba la canchita del Centro de Fomento Deportivo y Cultural 25 de Mayo, en 167 entre 17 y 18. Y también estaban cerca de un campo de juego del Club Atlético Villa San Carlos, “queríamos jugar ahí, pero los más grandes nos sacaban”, evoca Juan.

Arturo Verón —el hermano mayor, que el 6 de junio festejará sus 87 años— fue el que le inculcó la pelota. «Pateá también con la otra», le indicaba al zurdo cerrado. Hoy disfrutan encontrarse y con buen humor y unos mates salen recuerdos. «Cuando vendíamos peras». O la vez que Juan lloró, no quería ir al arco pese a la insistencia de Arturo, que además le puso unos zapatos y lo ató fuerte con piolas ya que le consiguieron un calzado más grande.

Curioso destino. De aquella institución barrial, 25 de Mayo, había surgido el crack Ruben Carriquiri (clase ‘28), que integró la primera de Estudiantes, cuando Juan Ramón recién era un niño y no sabía que iba a jugar en ese club. Sin embargo, el que le consiguió la prueba fue Ismael Juan Delgado, otro ex jugador de los albirrojos en la década del cincuenta, que solía mirar chicos y lo vio en 25 de Mayo.

En 1957 se mandó en el tranvía 25 hasta La Plata con un amigo. Encararon hacia el primer estadio que vieron, pero encararon hacia el de Gimnasia. Equivocados, no era ahi la prueba. Además, como cuenta Juan, «el portón estaba cerrado». Legaron a 1 y 54. Ahí probaban para la Novena división de Estudiantes la dupla Stella y Rodolfo Pedrillo, quienes aprendieron a mirar fútbol al lado de Alberto “Mocho” Viola (un ex defensor del equipo que llamaron Los Profesores).

En familia, siempre se hablaba de volver de visita a Corrientes para ver a los parientes. Una vez se alargó su estadía en el litoral y un emisario del Club Estudiantes fue a preguntar qué pasaba, a la propia casa. Los atendió su hermano, que mandó una estafeta postal a Corrientes, al domicilio de la tía Genoveva. El mensaje lo invitaba a reintegrarse a la brevedad.

Hubo un tiempo difícil, muy difícil, por la irreparable pérdida física de su madre. Juan andaba en la frescura de los 15 años. Papá tuvo que viajar por otro trabajo. El pibe, que era una promesa para firmar algún día el contrato profesional, tuvo que trabajar y ayudar en casa. Entró al Swift, “donde acomodaba las medias reses que estaban colgadas en rieles y las íbamos empujando”. A esas cámaras frías entraba abrigado, junto a otros operarios, en el turno de la noche.

La Sexta división marchaba bien y ganó una de las zonas en el campeonato Juvenil de la AFA.  Una categoría ‘44 que daría frutos dulces, ya que además del hábil wing izquierdo, por la otra punta correteaba Ruben “Pelusa” Bedogni, bancaba atrás Oscar “Cacho” Malbernat, y auxiliaban el mediocampo un dúo de Ensenada, Eduardo “Bocha” Flores y Carlos Oscar Pachamé.

Con 18 años fue papá el 4 de junio de 1962, al nacer Mónica Verón. Más tarde, su señora Soledad María Cepeda dio a luz a María Alejandra Verón —en 1963— y a Néstor Fabián Verón —13 de febrero de 1965—. El primer hijo varón vistió la camiseta del Pinchaen las categorías más chicas, pero abandonó en Séptima ante un inconveniente de salud.

El sueño del pibe se cumplió en el estadio La Bombonera, en la última fecha que consagró a Boca, al goleó 4 a 0 y dar la vuelta olímpica tras ocho años. El jueves de esa semana Juan ya había jugado en Reserva ante los boquenses.

El entrenador Saúl Ongaro lo eligió aquel domingo 12/12/62 a un equipo renovado, con tres debutantes absolutos, además de Verón, lo hicieron Eduardo Flores y Daniel Epeloa (surgido de Berisso, de la calle Londres y Trieste, a una cuadra de la avenida Rio de Janeiro). En el arco, había otro berissense, el “Ruso” Juan Oleynicky (vivía en el barrio Nueva York), Manuel Castillo, 3 José Gutiérrez, José Albrecht, Ruben Cheves, Daniel Epeloa, Juan Rulli, Federico Horster, Ruben Koroch, Flores y Verón.

En una jugada fue al piso y sintió el rigor de un pisotón de José Silvero, guapo correntino que era el capitán de Boca. Así lo recibía el fútbol de Primera, al que llegó ya con el mote de “Bruja”. Esta ocurrencia fue de un compañero de la clase ’44, el tolosano Hugo Mercerat, quien provocó las carcajadas al verlo de pelo largo y con nariz algo punteaguda: “Te pareces una bruja”.

En 1963 bajó a jugar a la Tercera, en los preliminares de cada domingo. Ese año iniciaba su trabajo deportivo integral el DT Miguel Ignomiriello, como la distribución de los jugadores en tres categorías, la “A” profesionales netos, la “B” posibles reemplazantes, y la «C» con los elementos terceristas. Se encargó del doble turno y convenció a la comisión directiva que encabezaba Mariano Mangano sobre el celoso cuidado de cada juvenil, en lo alimenticio y habitacional. Juan Ramón pasó a vivir en La Plata, cerca del Estadio, y en los ratos libres colaboraba con trabajos de pintura dentro del club.

En 1964 fue figura de “La Tercera que Mata”, como apodaron al equipo juvenil que llenaba las canchas. Subcampeones, a dos puntos de Rosario Central. Enrique “Tinga” Flores era un media punta (el 8 o entreala derecho) y señala el valor de las concentraciones que hacían en el hotel Del Lago, en Chascomús (no existía el Country) y “la ventaja de tener a Juan, que pateaba y cabeceaba bien, brillaba, aunque no le podías exigir que recupere la pelota. ‘Yo no estoy para eso, peleen ustedes en el medio’”, le contestó una vez.

En 1965 llegaron Osvaldo Zubeldía y Argentino Geronazzo, revolucionarios tácticos. La “Bruja” pasó a integrar el equipo principal, tal cual se preveía a finales del año 64. Vendieron al exquisito Adolfo Bielli a Rosario Central y encontró su chance recostado sobre la izquierda del ataque. De 34 fechas llegó a jugar 27, con 9 goles, metiendo dos más que Marcos Conigliaro (nuevp refuerzo ese año, el más caro de la historia de Estudiantes hasta ese momento).

“Los dos primeros goles los metí en la cancha de Banfield, perdimos 3 a 2”. El primero entró a los 9 minutos, bajo la lluvia, con un remate violento desde la derecha que no pudo contener Edilberto Righi. Significó el primer gol oficial en el ciclo Zubeldía. El local lo dio vuelta 3-1 y en el minuto 89 otra vez Verón, con desvío en el rival Calics y con un arquero que la agarró cuando ya había entrado. Triunfo bandileño, 2-3.

La Ciudad y el país hablaron de Estudiantes porque se convirtió el 6 de agosto de 1967 en el primer chico en ganar un torneo regular, el Metropolitano. “Verón ha logrado la casi unanimidad de simpatía de las tribunas adictas”, se escribió en una revista partidaria Estudiantes en su sección “Se comenta…”.

Realizó su primer gira, por Europa. Al volver, ya andaba en su primer automóvil Peugeot 404, casado y tres hijitos: Mónica, de 5, María Alejandra, de 3, y Fabián, de 2.

Fue a la Selección mayor. El martes 22 de marzo de 1966, al cabo de una práctica en el estadio de Atlanta, la dupla Osvaldo Zubeldía y Antonio Faldutti anoticiaron a la prensa sobre los nuevos preseleccionados para el Mundial de Inglaterra: Basile (Racing), Viverti (Huracán), Schneider (Platense) y Verón (Estudiantes). Ya eran 28 jugadores y debían quedar 22.

En ese proceso estuvo pocos meses viajando para entrenar, viajando con «Cacho» Malbernat y el «Gallego» Antonio Rosl (otros dos platenses) hasta Ramos Mejía, donde se concentraban en instalaciones del Colegio Ward.

Llegó a jugar un amistoso ante el Sion de Suiza, en el viejo Monumental de River, 1 a 1, una noche en la que el gol fue de Ruben Berón, de Ferro. Pero a los dos días se armó un revuelo y Faldutti renunció porque la AFA no lo tomaba como “técnico con iguales derechos que Zubeldía”. La AFA se la acepta y atrás se despide Zubeldía (que no había dejado de ser entrenador de Estudiantes). Significó una esperanza que se hizo trizas para Verón, ya que el Mundial estaba cerca, con 22 años.

La espectacularidad de sus goles engarzaron dos joyas en 1968. El 27 de abril, semifinal de Libertadores, una chilena suya en tiempo suplementario y el 1-1 con Racing que clasificó al Pincharrata.

Llegó el Palmeiras, en tres partidos finales, y anotó tres goles, uno en cada jornada. El primero en La Plata entró a la memoria colectiva del fútbol continental: una apilada que concluyó con un remate a la red del arco de 57. El video televisivo es defectuoso, no tiene el registro de la acción completa. Quedó una foto cuando ya pateó y la pelota superó al arquero, que inmortalizó un reportero de la revista El Gráfico y unos dibujos publicados por el mensuario de dicha revista, Sport. Y el grito de Juan, de ese 1 a 1 contra Palmeiras, que es el que está en la tapa de esta nota de Vive.

“De todos los goles, elijo el de Manchester porque fue la culminación de lo que habíamos iniciado”, dijo una vez. Una jugada de pelota parada, que el 16 de octubre de 1968 abrió el marcador en suelo inglés, donde primera vez que un equipo visitante dio la vuelta olímpica. Entre la Copa Libertadores y la Intercontinental fue el máximo anotador, con 10.

En 1969 volvió a la Selección. Fue un amistoso internacional en Asunción, Paraguay, 0 a 0. Alcanzó a jugar cuatro partidos con la albiceleste —dos ante los guaraníes y dos ante Francia—.
Fue el capitán de Estudiantes en los dos cotejos contra Peñarol que definieron la Copa Libertadores de 1970, ya que Malbernat estaba suspendido.

¿Gol de Verón o gol de Conigliaro? El 26 de agosto de 1970, ante el Feyenoord, se jugaba el partido de ida por la Copa Europeo Sudamericana. En La Bombonera (sobre arco del Riachuelo) llegó un córner que ejecutó Conigliaro. Algunos dijeron que fue olímpico, y en la TV “nos parecía que rozó en Verón”, decía el relator, cuando el 11 intentó desviarla de cabeza en el primer palo. Desde entonces, para los más finos estadistas, quedó flotando una duda: ¿Verón tiene un gol demás o un gol menos?

Para la mayoría había sido gol de Verón. Así fue que, en 2023, cuando Mauro Boselli convirtió un gol ante Tacuarí, se indicó que con sus 19 goles en torneos internacionales «logró alcanzar a Verón”. Es decir, le computaron el tanto a la “Bruja” ante los holandeses.

Zubeldía fue incorporando a Primera a una hornada a otros pibes que venían en otros equipos campeones de Tercera, de la mano del DT Juan Urriolabeitia. Esos cracks tienen nombre y apellidp: Daniel Romeo, Camilo Aguilar, Pedro Verde. Los tres llevan una amistad profunda con Juan Ramón: “Es un hermano de la vida”, coincidieron los tres.

El tandilense Romeo agregó: “Me ayudó mucho cuando debuté con 17 años en la primera, él me lleva 8. Se hablan por teléfono cada día.
El juniense Aguilar sumó el esfuerzo de quien peleó por triunfar: “¡A Verón lo vi jugar con fisura en la pierna derecha! Calcita de yeso, buen vendaje, medias y a jugar! Los pibes veíamos eso y después nos tocaba entrar, ¡cómo no ibas a correr y meter!”.
El pampeano Verde apeló a una metáfora: “conocí a las estrellas y una de ellas era Juan. Compartíamos eternas concentraciones, caminatas por el Country y charlas técnicas con Zubeldía”.

La vida puso en otra relación a Verón y Verde, concuñados. Juan se volvió a casar, con María Cecilia Portela Goyena, que es la hermana de la esposa de Pedro, Sara Rosa Portela Goyena. Otra coincidencia: las dos parejas trajeron a la vida tres hijos (Juan Sebastián, Yesmil, lani; y por otro lado, a Pedro, Francisco, Samanta).

En 1971 Estudiantes jugaba por cuarta vez consecutiva la final de Copa Libertadores. Verón no pudo estar en el tercer y último partido, en Perú, por una lesión en el metatarsiano. Perdió a manos de Nacional y dejó la conducción Ignomiriello. A fin de año asumió Carlos Salvador Bilardo y levantó el ánimo y el rendimiento, sacándolo de la zona baja de la tabla. El “Narigón”, sin el título habilitante, dirigió por última vez de local ante Racing, golearon 5 a 2 y doblete de Verón.

Los hinchas y la platea oficial (la techada, que en un principio no le tenía paciencia) deliraba con una canción memorable: “¡Si ve una bruja montada en una escoba, ese es Verón, Verón, Verón, que está de broma…!”

Lo que pareció “una broma” fue lo del club de México que se interesó en su contratación y lo probó, pero como no consiguieron organizar un partido, recurrieron a un particular método: lo hicieron patear penales. Juan se volvió, sin jugar, sin firmar y sin rencor.

La bronca se la sacó jugando. El DT Silvero le preguntó cómo estaba para jugar una noche en un amistoso contra Gimnasia, por la Copa Diario El Día. “Sin problemas”, le dijo. Golearon 5 a 0. Fue el jueves 17 de febrero de 1972, con esta secuencia goleadora, que nos recita el periodista Patricio Cermele: PT 41 Verón; ST 7 Daniel Romeo, 35, 38 y 39 Verón (¡tres goles en cuatro minutos!). Lo sufrió el arquero Hugo Orlando Gatti: “Le metí uno de zurda, uno de derecha, uno de cabeza y uno de tiro libre mientras acomodaba la barrera”.

Quien atajó para Estudiantes ese clásico fue Mario Gabriel Flores, el popular “Bambi”, quien mantiene una relación entrañable con su ex compañero. “¿Sabes que nos decía Zubeldía sobre Juan en la previa a los partidos? “Consigan algodones para guardarlo bien”. Elogios que alcanzan la dimensión de un as, del nivel de Maradona. “Juan era un crack de esos y todavía no entiendo cómo no pudo jugar más para la Selección nacional? Pero hoy pienso que el destino fue justo con él, viendo la carrera de su hijo, con mundiales incluidos y gozando de este presente en Estudiantes”.

En 1972 arregló con Panathinaikos de Grecia. Dejaba siete años atrás como profesional albirrojo, y llegaron tres temporadas en la ciudad paradisíaca de Atenas, con un título y en contacto con un “monstruo” en la dirección táctica, el húngaro Ferenc Puskas.

Verón vuelve en 1975 para jugar en Estudiantes y el 9 de marzo de ese año nació Juan Sebastián Verón, un hijo destinado a ser crack. Se jugó un clásico en 1 y 57 y Verón estaba concentrado, cuando le dieron la noticia en City Bell y Bilardo (en su segundo ciclo como DT) le dijo que disfrutara de ver al recién nacido. A la tarde, hizo un gol en un movido 3 a 3.

Días después de la Navidad del ‘75 se proclamaron subcampeones del Torneo Nacional, detrás de River. Un equipo con tridente endemoniado en el ataque: El “Tano” Ruben Galetti, el “Fantasma” Miguel Benito y la “Bruja” Verón. El periodista Osvaldo Tomatti, “Mercurio”, firmó su comentario tras un nocturno en Avellaneda, jugando con lo esotérico: “La Bruja y El Fantasma”.

En esa etapa se habían asentado otros chicos del Club. El arrecifeño Horacio Rodríguez, un recio defensor de bigotes que “en toda su carrera no vi a un jugador con tanta inventiva. La fama no lo cambió, ya siendo figura no tenía ego. No iba a decirte ‘el partido lo gané yo’. Es introvertido y no le gusta que lo halaguen”.

René Manceda se recuerda nervioso en su debut, pero mucho más cuando a los 20 minutos recibió una habilitación de Verón, que mediante un taco lo dejó solo con el arquero: “la tiré a las nubes y le pedí perdón… ‘No te hagas problemas, pibe’, me respondió Juan”.

Miguel Reguera, mediocampista, sostiene que “con los jugadores distinto es sencillo porque resuelven en menor tiempo que nosotros, los jugadores normales. Era un tipo muy silencioso, ni estridente cuando ganaba, ni se angustiaba cuando perdía”.

En 1977 viajó a Colombia para encontrarse en un idilio con el Junior de Barrranquilla. “Mi llegada se dio por mi amigo Alberto Poletti, que jugó conmigo en Estudiantes y el técnico argentino José Varacka aprobó mi contratación”, dijo en un libro del periodista Gabriel Jessurum. La “Bruja” quiso llevar a Camilo Aguilar, tenaz delantero de Estudiantes.

En pleno torneo desplazaron al DT y le preguntaron a Verón si era capaz de jugar y dirigir. Pidió consejo a dos visionarios que dirigían en Colombia en ese mismo instante: Zubeldía (Nacional de Medellín) y Bilardo (Deportivo Cali).

Con Verón en la doble función empezaron los festejos. Un “triplete” en el clásico con Unión Magdalena, la clasificaron al Hexagonal Final y la coronación por primera vez en la historia. La  noche del título, bajo la llovizna en el Campin de Bogotá, Juan “no se puso de titular”, pero decidió entrar, en reemplazo de otro argentino, Carlos “Pinza” Vidal. En ese plantel convivieron más compatriotas, el arquero Juan Delménico, Eduardo Solari, César Lorea y el ya citado Aguilar.

Eran campeones y a la fecha siguiente el Estadio se movió al ritmo del vallenato. Recibían al Atlético Nacional que dirigido por Zubeldía buscaba una plaza en la Libertadores. “Maturana me tira un caño adentro del área, y atrás mío estaba Camilo, que la agarró y la metió. ¡La calentura de Osvaldo, porque que con el empate clasificaban!”, deslizó Juan. Y lo sacó a Camilo, su amigo. “¿Cómo le vas a hacer un gol a Osvaldo?”, le reprochó.

“A veces me sacaba yo”, sonríe la “Bruja”, pero realmente se enorgulleció siempre por su acierto: “Camilo Aguilar no jugaba con el técnico anterior, lo puse de titular y salió goleador”.

En diciembre de 1977, mientras regresaba al país en un avión de Avianca, conoció a Germán Guerrero Vargas, dirigente del Cucuta Deportivo. Verón no iba a volver a Junior y quería un retiro grande en Estudiantes. Aquel colombiano que buscaba jugadores en Argentina lo convenció y Juan se puso otra camiseta colombiana. Hizo contratar al goleador Aguilar y a Hilario Bravi, y si bien no será DT, sugirió en ese rol al argentino Oscar Cadars.

Tenía buen ojo para recomendar jugadores, especialmente juveniles. Y al Cucuta le hizo comprar a Iguarán, que estaba iniciándose en Junior. “Traiganlo, que respondo por él”, le dijo al presidente. En el futuro irá al Mundial de Italia 90 por Colombia.

En 1980 volvió a Estudiantes, con 37 años, compartiendo con plantel con Abel Herrera, Hugo Gottardi, y una corriente joven que también dará que hablar: Carlos Bertero, José Luis Brown, Julián Camino, Claudio Gugnali, Miguel Russo, Patricio Hernández, José Daniel Ponce, Christian Guaita, Adriano Custodio Mendes y Sergio Gurrieri (todos bicampeones 82-83).

El 2 de noviembre de 1981, ante Rosario Central, en La Plata, corrían 54 minutos cuando anotó el 2-0 y último en Estudiantes, llegando a ser 96. Aquel partido finalizó 2-2. Juan quedó como “el séptimo jugador más longevo en marcar un tanto con la camiseta Pincha”, afirma el socio y estadista Darío Caceres. También ocupa el séptimo puesto de los “máximos artilleros”, con la misma cantidad que Ernesto “Tecla” Farías. Al rival que más le convirtió fue a Racing (10), Huracán (6) y Gimnasia LP (5).

Se retiró el 22 de noviembre, de local ante Atlético Tucumán. Lo sustituyo en el entretiempo el pibe Hugo Ruíz. Había totalizado con los colores rojiblancos 336 compromisos (Rodrigo Braña completó 335, según consigna el Museo oficial del Club).

En tren de seguir con estas tablas “paralelas” que reflejan la historia, Verón está en el puesto 11 de los futbolistas con mayor cantidad de partidos jugados; 28.886 minutos en cancha. Solamente fue expulsado 8 veces.

En 1981 firmó para Argentino de Quilmes, que era conducido por Malbernat, el capitán del mítico plantel de Zubeldía. En el torneo de Primera B jugó el último clásico lugareño frente a Quilmes. Fue el final de «La Bruja» en un campeonato de AFA.
Completó, en el plano local e internacional, 544 partidos y 172 goles.

Fue abuelo por primera vez el 28 de diciembre de 1981 al nacer Jonathan Verón. El pibe gozó del fútbol desde chico hasta la adultez, siendo campeón en la Liga Amateur Platense, con sus amigos de San Lorenzo de Villa Castells.

En 1985 Juan firmó su última planilla oficial, en una liga afiliada al Consejo Federal de AFA. Con 41 años fue jugador del Club Juventud Unida de General Madariaga. En la última fecha, ante El León, sufrió una fractura en la pierna izquierda, con tres meses de yeso.

Entre su debut oficial en 1957 en Novena y su adiós en la Liga Madariaguense habían transcurrido 28 temporadas como jugador.

Pero no tuvo más problemas físicos y siguió en su ritual de jugar, destilando su calidad con la Mutual de ex jugadores del Club Estudiantes (el equivalente a lo que hoy es un Senior). Los partidos entre amigos siempre lo tuvieron a disposición, en cualquier lugar: quinta, predio o complejo.

En 1986, la Selección se agigantaba en la Copa del Mundo de México, cuando en Octavos de Final venció a Inglaterra y la gambeta zigzagueante de Maradona se consideró hasta hoy “el mejor gol de la historia de los mundiales”. La prensa le preguntó al doctor Bilardo esa tarde en el Azteca por esa obra de arte y señaló que “Juan Ramón le hizo uno igual al Palmeiras, en La Plata”. Curiosamente, la madre de Juan, y la de Diego, nacieron en la misma ciudad correntina, Esquina.

En el mundo de los Directores Técnicos su nombre también quedó en un libro de actas histórico: fue uno de los socios fundadores de la Primera Escuela Técnico Docente “Adolfo Pedernera”, que abrió en La Plata en 1989. Actualmente, es el director general de la Escuela de Técnicos “Osvaldo Zubeldía”, la número 89, perteneciente a la Asociación de Técnicos del Fútbol Argentino (ATFA).

Con otro amigo y gloria pincha como “El Bocha” Flores se puso el buzo y dirigió varias camadas. Por lo general conducía Cuarta y Reserva, donde era admirado por su pasado. Y algunas observaciones, tajantes, a su manera: “Si no corrés, no salís a ningún lado más”, cuenta Sebastián Massa, un crack de la 74, dirigido por Juan Ramón.

También fue parte de un grupo histórico, la categoría 1973, supercampeones desde prenovena a quinta. Tuvo el gusto de dirigir a Martín Palermo, que forjó una trayectoria inmensa, con un Mundial. Debutó en Primera de la mano de Romeo en 1992, cuando tenía edad de Cuarta y estaba al mando de la “Bruja”.

El 10 de julio de 1993 debutó en Primera Juan Sebastián, por decisión de José Silvero (el mismo que le pisó la mano a Juan Ramón el día de su debut en 1962). La “Brujita” jugó de titular ante Rosario Central, en el estadio de 60 y 118, por la ronda de perdedores de la Copa Centenario. También tenía 18 años, lo mismo que su padre en el “bautismo” de 1962.

Como técnico recibido, Juan Ramón se fue a Guatemala, un país que en su juventud lo ovacionó como a un verdadero ídolo (en una larga gira de Estudiantes en el verano de 1966). Ahora llegaba al municipio de Santa Lucía, para organizar a un nuevo equipo, el Azucareros de Cotzumalguapa, que en 1992 logró el ascenso a la Liga Mayor.

Exito más resonante aún fue el que gestó desde el vestuario con el Comunicaciones guatemalteco. Dos títulos (1994-95 y 1997-98) en definiciones con sistema de Hexagonal, tal como había sucedido en Colombia. En los «cremas» lo volvieron a acompañar la escuela pincha, Camilo Aguilar y Pedro Verde, completando el grupo de trabajo un recordado amigo platense, Juan José Vazquez (“Jota”) y el preparador físico Ricardo Paladino.

En 1998 desembarcaron en aquel país Eduardo Manera y Daniel Romeo para tomar las riendas de los seleccionados «tecos», con asesoría de Carlos Bilardo. Por supuesto que en la semana no faltaron las reuniones de trabajo y las comidas, evocando epopeyas albirrojas: Verón, Bilardo, Manera, Romeo, Aguilar, Verde.

El 14 de junio de 1998 Juan Sebastián Verón debutó en una Copa del Mundo; y fue con un triunfo ante Japón 1-0, el estadio de Toulouse, Francia. Juan Ramón cumplió un viejo sueño frustrado gracias a su propia sangre.
Empezaron a buscarlo para opinar sobre el hijo: “Hablamos más allá del fútbol, porque esto es un deporte pasajero. Lo más importante es que sea el mismo buen chico de siempre”.
Los valores y la unidad familiar es destacada por su sobrino Gonzalo Verón, que suele pasar gratos momentos con sus hijos Joaquín, Abril y Pedro, muy queridos por el tío Juan.

En el 2000 volvió al país y otra vez a Estudiantes, invitado a trabajar por el recordado Julio Alegre, el vicepresidente que lo quiso como hombre en contacto con las filiales y para la observación de promesas en distintos partes del pais.

Los domingos, a las 10, tuvo su “misa”: jugar al fútbol en la cancha de once de un predio en Villa Elisa, el Prado Español. Allí formaron un club, el Real La Plata, y viajaron varias veces a San Pablo, Brasil. Lo formaron aficionados y ex jugadores, como el caso de Juan Carlos Rulli, quien fuera multicampeón con Racing en los años 60. “El día que no me marquen, no juego más”, se mofaba Juan. Jugaba al trote, caminaba y se encargada de todas las pelotas paradas y los penales. Jugaron allí hasta la pandemia, con 75 años cumplidos. Ah, también se sumaba Juan Sebastián, al que le metía algún chascarrillo: “¿¡Adónde jugaste vos!?”.

En septiembre de 2018 regresaron a Manchester, a aquel estadio donde convirtió el grito eterno. Viajó con Malbernat, Gabriel Flores, Conigliaro y Eduardo Flores. La «Bruja» se al el arco donde hizo el gol y explicó: «La falta fue casi en mitad de cancha. Me la hicieron a mí. El tiro libre lo pateó Madero y yo entré cabeceando al segundo palo».

El legendario goleador vio debutar el 7 de marzo de 2021 en la Primera pincharrata a Deian Verón, uno de sus nietos.

Son diecisiete cariñosos nietos y nietas. Matías, Estefi, Aldana, Evelyn, Ignacio (hijos de Mónica); Jonatan, Carlos, Florencia, Lucas (de Alejandra); Braian, Joshua, Joel, Justine (de Fabián); Bianca, Bautista (de Yesmil), Iara, Deian (de Sebastián).

Agustina Amaro es el nombre de la mujer con la que mantiene una relación sentimental en los últimos años. Además, ella es la secretaria de la Escuela de Técnicos “Osvaldo Zubeldía” que dirige Juan Ramón.
Amaro, que ama al fútbol, y hace pocos meses se presentó como entrenadora docente del fútbol infantil masculino y ayudante de la categoría 2011 (prenovena) del Club Estudiantes de La Plata.

La “Bruja” también juega muy bien al tenis. Y en su función dentro del Club representa una de las imágenes fuertes, representante de la Cultura Pincharrata, en todo tipo de eventos, como las reuniones con socios de las filiales del interior del país y en el exterior.

El Junior, su otra casa deportiva, lo agasajó a lo grande. Desde un inmenso telón con su apellido que cubría una tribuna, hasta las huellas de sus dos pies y la leyenda “Juan Ramón La Bruja Verón, dos temporadas, 36 goles”, en un lugar bellísimo conocido como La Ventana de Campeones (estructura de 33 metros de alto con vidrios reflectivos, en pleno Caribe colombiano. Allá le compusieron un tema musical, “Maranguango goleador”, de Antonio Del Villar.

En su tierra natal, acaso porque su juego tenia danza, como un tango, cuando pasó lo del cabezazo triunfal a los ingleses, nació la letra de “La bruja pasó la escoba”, un tango que habla de él, de los autores Eduardo Pagola y Jorge Sobral.

Con tu fe de trotamundos
Te viniste desde Europa
Y nos trajiste la Copa
Con un fervor muy profundo.

Bailaste a los iracundos
y en el ballet de la globa,
la Bruja pasó la escoba
¡Y a casa Campeón del Mundo!

¡Salud, Juan Ramón Verón! Que la vida y este domingo tan especial nos depare más regalos, en conmemoración de los 80 de tu natalicio, allá por 1 y 69, a unas doce cuadras del estadio donde nació tu leyenda y donde hoy vuelve a jugar Estudiantes. ¡Felicidades!

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