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miércoles, enero 8, 2025

«Coco» Sánchez, un vecino destacado en doble festejo por sus 87 años y los 82 del club Brandsen

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Le prometió a sus padres “ser alguien” y empezó con un título de técnico mecánico, alcanzando a conducir la Cámara de Comercio y pasar por la presidencia de Gimnasia. Tiene en su porte la alegría de los cuatro abuelos que llegaron del sur de España, la facilidad para los negocios que vino en la sangre árabe de su madre y el empuje gitano de su padre.
“Coquito” llegó al mundo el 21 de marzo de 1937. Un enamorado que de chico aprendió a cantar y bailar el flamenco, y puede viajar seguido a la tierra familiar. Los Sánchez e Invernón, que se asentaron en la zona sudeste platense, Plaza Brandsen, lugar que nunca dejó. Fue a la Escuela 55 Juan Vucetich, de calle 62 entre 27 y 28. Trabajó de todo hasta inaugurar su empresa en 1968. Por Gimnasia pasó buenas y malas, desde 1977 a 1983, presidiendo en los últimos tres años e  inaugurando el Polideportivo.
Un hito para nuestra ciudad fue el movimiento «La Plata de Pie», que a través de dirigentes del bien público unieron a los colores políticos para encarar las obras que faltaban: Autopista, Zona Franca, Catedral, Estadio Unico.

En la AFA trató con Julio Grondona quien le encargó una misión en el Mundial de 1982. El actual intendente Julio Alak le hizo un reportaje cuando llegó a La Plara y «Coco» era ya un vecino destacado.
Sigue al frente de Brandsen con agilidad mental y algunos achaques físicos pese a lo cual no detiene sus pasos y afronta su tercera edad con los cuidados de su pareja y una familia numerosa, de cinco hijos, diez nietos y un bisnieto

“Si tienen la suerte de llegar a los 80, acuérdense, ahí pueden decir todo lo que quieran, todo lo que no han dicho antes”, les advirtió una vez a un grupo que conforma el Consejo Deliberante platense. Fueron los días en que el Club Brandsen cumplía exactamente ocho décadas de trayectoria y planeaba la cancha de hockey sintético, que ya es realidad.
Norberto Osvaldo Sánchez no nació para ser presidente, pero en su cuna ya se percibía la energía que traía el nieto de cuatro inmigrantes andaluces, hijo de un chofer de colectivos que perteneció a la camada fundadora de la Línea 214.
Recibió sus 87 años, rodeado de sus afectos, tanto los seres queridos como los amigos, aquellos que lo vieron trabajar tempranísimo en la vida. “A los 5 años ya venía al club”, cuando la Asociación Coronel Brandsen recién había sido fundado, el 2 marzo de 1942, y él ya existía.
Las andanzas de “Coco” permiten adentrarnos a la crónica con la emoción de que lleva gallardamente un hombre derecho, que salió de la pobreza de aquella casa donde atendieron el parto a domicilio en la calle 26 entre 61 y 62, numeral 1490.
Enfrente vivió Olegario Sánchez hasta los 96 años, aquel del que copió el buen decir, al que veía vender en un carro de todo (hasta conejos) vestido de chaleco y sombrero, y que antes de partir le pidió a Coco, “oye, quiero que me cantes un flamenco”. Lo que hoy es un gran club de ochenta metros cuadrados, con estructuras que se han modificado y otras que se han mantenido por la calidad de su construcción (el espacio de la gimnasia artística), gracias a otros vecinos, como los Amichetti, un primo de Coco de oficio galponista.

Fue la reiterada actitud de juntarse en la Plaza de 25 y 60, donde italianos, españoles y criollos, compartían la sabiduría y la esperanza de una ciudad más grande, lo que creaba. Primero para poder comer, y después para mirar con espíritu comunitario y buscar la concreción de obras. Así nació el Club que llevó el nombre precisamente de la plaza donde se encontraban para compartir gustos, y para ir “al grano”, con las mismas necesidades espirituales del ser humano de hoy: desenchufarse de las preocupaciones.

“Yo sería concejal sin cobrar un mango. Si vengo tres horas al club, ¿cómo no voy a ir esas horas a la Municipalidad?”, se lo oyó reflexionar otra vez en ese pasillo en el que quiere adornar con flores, como vio en Europa.
El último viernes cortó la rutina y se vistió con el saco blanco para entregarse al momento. En esos momentos, mientras llegaban sus invitados, había gente nadando en la pileta que él mismo pudo inaugurar en 1972 y a la que actualizó cuarenta años después, climatizada y a pedir de los tiempos que corren. Lo vieron pasar por aquel pasillo algunos padres que llevaron a entrenar a sus hijos a la cancha de alfombra sintética de la Sede, ventajas que tiene un club con dos predios, tras el aguacero que dejó abnegado los terrenos de entrenamiento en el Oeste, el predio deportivo de Brandsen. “Es que el club está a la altura de los grandes, como Gimnasia”, se escuchó el comentario de un papá de pertenencia al Lobo y al Coronel.

Don Norberto debe estar orgulloso de este presente, en el club que gobierna y donde se apoya en la juventud que ejecuta tantos proyectos. “Pasé mi infancia acá, aprendí a jugar a las bochas, al ajedrez, al ping pong, al básquet. Con un amigo al que le decíamos Billiken venía a lavar las copas o a atender el guardaropa las noches de bailes con orquestas típicas de tango de Brunelli, De Angelis y D’Arienzo, o la Jazz Casino”. Hoy sigue flotando ese espíritu, con bailes domingueros, a partir de las 21, con Víctor y su orquesta.
“Coco” parece un chico en el disfrute con los amigos. Abrazos y risas. Pasado y presente. Alfredo Luchessi, Raúl Bossio, con sus parejas, saben del caminante que les contó que en la juventud tuvo reparto de hielo y de pan, en un carro; que engrasó autos, fue carpintero y cerrajero. En una bicicleta que le regaló la madre se mandaba hasta 1 y 38 para egresar como técnico mecánico en una de las escuelas de artes y oficios que fundó el gobierno peronista. Su primer trabajo efectivo fue en lo de un primo, que tenía empresa de bobinados de motores, y aprendió a reparar heladeras y lavarropas. Y un buen día, tras hacer el servicio militar en Magdalena, dio el primer paso hacia la independencia laboral. Había descubierto que en los edificios hacían mantenimiento de ascensores, pero no hacían mantenimiento de los equipos de bomba. Se le ocurrió como negocio y con ayuda de un vecino tuvo las primeras herramientas y una moto furgón con la que recorría la ciudad. Así empezó a ahorrar y ver que podía casarse con esa joven que conoció en el baile de Brandsen, Nancy, con quien se casó en 1964 en la Iglesia Nuestra Señora de Luján, de 60 entre 27 y 28, y vinieron los amores de los hijos, todos varones: Claudio, Andrés, Germán, Fernando y Mariano. De allí los diez nietos y el bisnieto.
“Quise ser alguien, cuidar a la familia y a los amigos, hacer el bien para la comunidad”.

Fundó Casa ByMO (Bombas y Máquinas de Oficina), que abrió el 3 de mayo de 1968, mismo día que nacía su segundo hijo, Andrés.
Siguió un consejo de un empresario: “el día que puedas ponerte algo, hacelo en sociedad, aunque creas que perdés el cincuenta por ciento, vas a ganar”. Así fue su relación con Jorge Omar Moracca, quien se encargó de reparar y vender las máquinas de escribir, y Dardo De Crisfófaro, quien lo acompañó en el emprendimiento de venta de casas prefabricadas, “Apolo II”.
A sus 35 años, a las 21 horas del 22 de julio de 1972, fue elegido Presidente de la Asociación Coronel Brandsen. En cinco meses lograron estrenar una pileta semi olímpica, la tercera dentro del casco urbano de la ciudad. “Asumí, me puse el traje y me fui a una reunión de la Federación de Instituciones Culturales y Deportivas. Conocí a José María Prado y a los dirigentes que estaban con él”.
Más apegado a los amigos, se dio un gusto al viajar al Mundial de Alemania 74, “¡fuimos en barco!”.

Al volver, el contador Rubén “Cacho” De Luca, socio y dirigente de Gimnasia,  vecino de la Plaza Brandsen y familiar directo de la gloria del fútbol argentino “Pancho” Varallo, lo invitó a sumarse a la Comisión Directiva del querido “Lobo”. Aceptó estar como vocal suplente en una de las últimas del recordado Oscar Venturino. Un área sensible en lo económico financiero era la publicidad oral y estática, donde empezó a trabajar Sánchez, al tiempo que avanzó en la apertura de un restaurante en 60 y 118 , debajo de la techada, y una parrilla en la esquina del predio, sobre la 60, “El Chaparral”. Pasó a ser tesorero y en 1980 en medio de una crisis interna de la dirigencia albiazul, fue el candidato presidenciable del MORRGIM (Movimiento de Renovación y Recuperación Gimnasista), que ganó por amplio margen las elecciones de diciembre de 1980. El fútbol había caído, y vivía el primero de sus cinco años en la Divisional B.
El básquet fue el motivo de los festejos, pero esos triunfos con un plantel rico en individualidades fue local en Atenas y en Casa de Cultura de Ensenada. Con un puñado de empresarios de la construcción, profesionales de la arquitectura, y mucha ayuda societaria, bajo la gestión de “Coco” se inauguró el Polideportivo en 1982. “Amadeo Cejas fue uno de los mejores dirigentes que vi en mi vida. ¿Te acordás de ese equipo de básquet? Peleábamos con Obras Sanitarias, con Ferro y con los demás… El trajo a dos norteamericanos a jugar en la República Argentina (Metcalfe y Jackson), lo pagaba mil dólares a cada uno y en Gimnasia le dábamos un departamento”.
El Estadio del Bosque también lucía renovado y fue elegido para un partido amistoso previo al mundial de 1982, con varios campeones del mundo. Después, vino la experiencia de un Mundial desde adentro y un pedido de Grondona, mandamás de la AFA. “Julio me pidió que pare a la cantidad de empresarios que merodeaban la concentración y distraían a los jugadores, haciéndole ofertas para jugar en Europa”, y recuerda que entre los “nenes” estaban Fillol, Passarella, Kempes y Maradona, que cumplía el sueño de jugar el primer Mundial.

1982 fue el momento en que estaban para volver a Primera A del fútbol nacional, pero los penales con Temperley (semifinales del Octogonal) detonaron uno de los malestares más grandes en la vida de “Coco” y en todos los triperos. Para ir a lo bueno, reconoció como un acierto traer a un 9 de Boca, Jorge “Potro” Domínguez, que se potenció en el ascenso y como goleador lo vendieron en una suma muy provechosa. Aquel torneo se promovieron juveniles a Primera, que serán figuras del plantel que en el 84 subieron a Primera (Sánchez ya no estaba). Recuerda en un pestañeo a figuras del club como Castagneto, Marchi, Tempesta, Kuzemka y Pedrazzi, entre otros. También evoca la compra del “Bocha” Angel Flores en el 83.

Todas las fichas a su trabajo, el rubro de la construcción. En Plaza Italia 187 construyó un edificio de 29 departamentos, justo al lado de El Expreso (la empresa de colectivos donde se jubiló Don José, su padre). Levantó otro edificio en Mar del Plata. Se hizo importador y recorrió el mundo, trayendo novedades de Japón y Estados Unidos.

Se incorporó a la Federación de Instituciones Culturales y Deportivas de La Plata, Berisso y Ensenada. Allí conoció a José María Prado, quien conocedor de toda la Provincia desde sus labores en Geodesia, en el final de su camino proyectó “La Plata de Pie”. Allí estuvo “Coco” entre los dirigentes encolumnados en un proyecto de los más ambiciosos, un plan de “Rejerarquización” de la Región Capital.
Fue todo un vocero de la comunidad, a la par de otros colegas, dirigentes de bien público, como el escribano Raúl Gerardo Correbo. Fueron convenciendo a la Ciudad que podía tener su Estadio Unico, finalizar las obras del Teatro Argentino, terminar la Autopista La Plata-Buenos Aires, reactivar el Puerto La Plata y la Zona Franca, la refacción del Museo de Ciencias Naturales y el mejoramiento de los accesos a la ciudad. Ese movimiento La Plata de Pie carecía de toda connotación política y fue declarado de Interés Municipal por el Concejo Deliberante, con apoyo de todos los partidos políticos. De esos frentes proyectados, empezaron a tomar forma algunos, en tiempos en que Norberto llegó a ocupar otro sitial muy importante: en 1990 fue electo presidente de la Cámara de Comercio e Industria de La Plata.

Siempre se vuelve al primer amor, dice un tango, uno de esos a los que se aferra en momentos de soledad. En 2002 volvió a presidir a la AC Brandsen. Lo movilizó el dolor de ver a jóvenes en problemáticas sociales duras como las adicciones y su profunda vocación por servir, lo puso a pensar en seguir levantando a la institución, que por entonces ya tenía su segundo predio, inaugurado en la gestión de Carlos Saenz, quien falleciera recientemente, otro querido vecino del barrio, de la misma manzana de la familia Sánchez.
“Coco” volvía a atraer sueños de grandeza y pensó en un símbolo del barrio, Francisco Varallo, “Pancho” o «Cañoncito» (el de Gimnasia, la Selección y Boca que en la década del 20 y 30 del siglo pasado fue el ídolo de multitudes; e hijo de un fundador de Brandsen, don Pedro Varallo). En su vehículo lo condujo hasta la cancha de Brandsen para darle una sorpresa en vida, a los 95 años: inauguraron la cancha de once con el nombre del goleador. “Te acordás cuando Pancho venía a la sede, con 97 estaba lúcido y nos contaba algún gol apasionadamente”, relata el doctor Alfredo Luchessi, quien ha sido colaborador estrecho de “Coco” en varios períodos al frente del Club.
El fútbol de mayores llegará a la máxima expresión de los dos primeros títulos, consagrado “Bicampeón” en la Liga 2007-2008.

En esta etapa empezó a contar con un aliado clave, su hijo Germán Sánchez.
Reincorporaron disciplinas como el patín, la gimnasia artística, el hockey femenino y un salto de calidad en cuanto al natatorio: pasó a ser climatizado. Por si faltaban pergaminos, el 29 de junio de 2012 Coco presentó ante los medios de comunicación más grandes del país a uno de los mayores ídolos de la historia de Estudiantes; Juan Sebastián Verón, a sus 37 años de edad, jugó para Brandsen y fue campeón.

Trabajador de “pico y pala” y con el traje, sus planes laborales lo llevaron a otro nombramiento. En el 2007, en Tucumán, empresarios de pequeñas y medianas empresas de la construcción decidieron nombre, postulados y estatuto de la Confederación de PYMES Constructoras de la República Argentina (CPC), eligiendo al platense Sánchez como titular de la misma. Anteriormente, representó y defendió intereses a través de la Asociación de PYMES de la Construcción (APYMECO) y la Confederación de PYMES de la Construcción de la Provincia de Buenos Aires (FEPYCON).
50 de dirigente de bien público y 50 de dirigente empresario; todo por un legado, por el factor sangre, que lo llevó a crear, sin miedo a perder en el intento. Y a los 87 cumplidos ayer nomás, no quiere parar, proyecta, desde el Club, desde su oficina o en la propia casa.
“Mi único problema es que me faltan años para cumplir con todo lo que uno proyecta con la mente”, dijo en el cumple, estrechado en abrazo con Alfonso Vergel, su primo. De fondo está el escenario que es testigo mudo de tantos actos, de reunión familiar, de ancestros que ya no están pero se sienten.

La familia levantó sus copas y abrazó tan fuerte como nunca, en tiempos donde «Coco» está más viejo pero no menos lúcido, atesorando la experiencia y el amor por lo que mamó desde chico, el bien común que vio en su casa, en su club, en los orígenes de su riquísima experiencia de vida.

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