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sábado, abril 19, 2025

Cómo recordaba su crianza en La Plata “Cacho” Bidonde, maestro del teatro nacional

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Héctor Bidonde dejó su “traje físico” el pasado 19 de enero y una estrella de luz de su alma seguro habrá volado hacia otra dimensión, para buscar encarnarse en otro personaje.

Larga vida de 86 años, de un ser humano que se entregó a sus sueños y no paró desde que encontró la vocación. Actor, director y profesor de Teatro, que también brilló en el cine y la televisión. Cuarenta películas y sesenta obras de teatro.

Sus últimos años los vivió «con un teatro en mi casa”, el Paternal Teatro. Sí, en el mismo lugar donde vivía y estaba en pareja, tenía su estudio.
Pero Bidonde había nacido en La Plata en 1937. Era hijo único.

Durante el verano de 2022 conversó con este periodista de Vive con motivo de los 80 años de un club que amó en uno de los tres barrios, la Asociación Coronel Brandsen. Fue uno de los vecinos, de 60 entre 25 y 26, durante seis años (1948 a 1956). Sin embargo, hubo una cuna en una casa de La Loma, 14 y 37 —numeral 244—“en el fondo de la casa de unos tíos que eran de General Lamadrid”. Antes de partir a la Capital Federal hubo un último alquiler en un departamento ubicado en la zona de Diagonal 73 y 43.

Durante la charla telefónica se mostraba agradecido, con muy buena memoria y sentido del humor, pese a que consideró “una infancia de mierda, una calesita donde no podía echar raíces”.

Era muy chico cuando su madre Emma María Pinarello  contrajo tuberculosis, una de las enfermedad temidas de la época, respiratoria.
“La separaron de mí por miedo al contagio, se fue a vivir a Coronel Vidal, y me quedé de mis tíos, pero casi sin compartir con mi viejo, que se fue a vivir cerca del Regimiento 7 (hoy Plaza Malvinas). El pobre viejo, que laburaba de mozo (trabajó en el restaurante La Aguada y confiterías como el American Bar y la del Hipódromo) no supo cómo hacerse cargo de una mujer que se contagió a los veinte años y murió cuando tenía edad de segundo grado. Iba de un colegio a otro y no sabía dónde estaba parado. Una tía me decía: ‘Héctor, vos sos clavel del aire’”.
Cursó el Primario en tres establecimientos distintos, ingresando en el año 1945 a la Escuela 78 (calle 13 y 42); para seguir cuarto grado en el San Vicente de Paul (pupilo de marzo a diciembre) y volvió a la Escuela 78 en quinto grado. Egresó en 1948 de las aulas del Sagrado Corazón (calle 59 y 9).

Más conflictos familiares. «Un tío abuelo Alberto era sacerdote en el Sagrado Corazón y me llevó al seminario menor, pero la experiencia terminó siendo fallida», repasaba Bidonde, que ponía énfasis en la etapa siguiente. “Al terminar sexto, el último día, mi padre me pasó a buscar por el colegio. Fuimos a su casa, al lado de plaza Brandsen. Me pregunta: ¿trabaja o estudia?”.

Adentrados en su juventud, «Cacho», como el director que supo ser, parecía meterse en la intimidad del reportaje y lanzó un posible título: “Esta parte de la nota podría llamarse la ñata contra el vidrio… Yo estaba desesperado por crecer, quería la mayor autonomía”.

«La plaza Brandsen era como mi segunda casa, salvo los inviernos que eran muy crudos, en aquel momento estaba muy descampado todo. La barra de amigos eran una sarta de atorrantes maravillosos. Los miraba y aprendía y me ligaba algún buling. se iban a tomar mates a casa, sin que los invitara, muy amistoso todo, pero con algunos días terribles también. Yo estaba solo como un salame en una casa enorme de la calle 60 y 26”.

“¿Por qué no vamos al club?”. (Hizo un alto y pensó en esos pibes que nunca más pudo ver).
“Ibamos al baile a ver las orquestas de típicas de tango, pero no a bailar. De lunes a viernes yo hacía una aventura rarísima, mientras mi viejo trabajaba en un restaurante en plaza Italia y me dejaba el encargue de hacer el puchero. Me iba de la mañana al mediodía a Brandsen, hasta que volvía a preparar el puchero, que era la comida prácticamente diaria y que él, como hombre de campo, se planteaba con mucha meticulosidad. Rutina odiosa, una especie de calvario, subiendo todos los días a ese monte…”

“Un día pedí permiso en el club Brandsen y me encontré vendiendo pastillas Volpi en los bailes. De vez en cuando iba a jugar al básquet. Mi pasión era aprender a jugar al billar y ahí me enseñaron”, evocaba.

La coincidencia en la fecha de su nacimiento y la fundación de la institución despertaron una carcajada telefónica, el 2 marzo, de 1937, nació Héctor Bidonde, y en 1942 quedó constituida el acta que fundaron vecinos de la zona sudeste platense, e inmigrantes italianos y españoles.

“Tenía 14 años y laburaba de lavacopas. Un día viene mi viejo como un enamorado y me muestra un librito que compró por tres pesos, finales del año 1951”.
Bidonde pasó a representar el diálogo, como en una escena teatral.
—¿Usted qué piensa hacer?
—No sé, papá. Laburar todo lo que pueda
—Usted tiene que defender al ejército del general Perón, carajo
—¿El qué papá… no entiendo?
—Acá le traje una planilla de inscripción.

“Era un prospecto para que pueda ser un hombre armado y aprenda a defender la patria. La cuestión es que me la tragué. Y en 1952 me metieron en la Escuela de Mecánica del Ejército, ahí en el barrio de Constitución, Brasil y Pozos, donde ahora está el hospital Garraham. Vivía preso. Me portaba como el culo, las notas eran flojas, pero amaba el taller y elegí la carrera de técnico motorista. Aprendí a manejar el torno, y todo lo que tenía que ver con ajustes, matricería… no sabía que en eso iba a resultar tan bueno. Estuve ahí dos años, hasta 1953. Era ir y volver parado en el Río de La Plata”.

“Los sábados, cuando estaba libre, me iba a La Plata, pasaba por el club Brandsen y en la puerta  veía el club… puta madre, ahora que tengo tiempo… pero me tengo que ir rápido porque si no tenía una semana de prisión. Aquello era el barrio, el mundo de las barajas, el billar, el basquet, las poquitas disciplinas que llevaban adelante con  muchísimo cariño. El baile y las pendejas… me metí de novio con quien años después fue mi mujer. Ella era del mundo del club, y vivía enfrente al club Iris, en 23 y 43. Y en ese momento de bonanza, noviazgo y trabajo de tornero, había salido bueno, estuve en INDECO, Binoli y en el Astillero Río Santiago.

“Al finalizar 2do año me echaron a la mierda de la escuela de la Armada por pelearme con un jefe de compañía».
Comenzaría su primera experiencia política, con veinte años, junto al grupo Palabra Obrera.
«El 9 de junio de 1956 hubo un amago de asolada peronista y me fui con un revolver viejo a defender a Perón. Llegué a la plaza San Martín y me dijeron ‘salga de acá pendejo’», decía Bidonde.
«Empecé a hacer mis primeros acercamientos al teatro, en el viejo Teatro Argentino, con una actriz como Milagros De la Vega, que me aconsejaba muy bien. Me enamoré del teatro”.

Bidonde retuvo otra fecha, “el 6 de enero de 1957, esos mandatos que la vida te propone, charlando con mi viejo, tomando un San Diego en la madrugada, me agarró tos. Voy al baño y escupo sangre. Ahí nos agarramos un cagazo. No sé que pasó… Morfaba mal, fumaba como chivo, y me agarró lo mismo que a mi vieja”.
Reflexionaba por supuestas causas: “La relación con la religión fue terriblemente conflictiva, mi viejo hizo un pacto con un tío abuelo mío y querían que hiciera el seminario”.
Cuando surgió este inconveniente en su salud, “papá me ofrece ir a Córdoba, estuve tres años en una pensión en Cosquín, curándome del agujero que tenía en el óvolo derecho del pulmón. Volví a La Plata, directamente al Instituto del tórax, cerca del hospital San Juan de Dios. Pedí cama. Tenía 22 años. Recuerdo que en la casa de mi novia, mi primera mujer, mis suegros me atendieron de forma fantástica. Me dieron la extremaunción. El doctor Castellano, jefe del servicio, me operó”.

Los setenta fueron otra vida, el teatro, otros lugares en el mundo, lejos de La Plata. Sin haber completado la secundaria, pudo ingresar en 1974 a la Escuela Nacional de Arte Dramático, casa de estudios de la cual se graduó como realizador escénico y director teatral en 1976.
A partir de entonces, comenzaba otra historia en su vida. La del hombre que ganó las pantallas.

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