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domingo, junio 30, 2024

Con el estreno del natatorio, ahora sí, San Cayetano completó su paraíso

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No tiene una estación de servicio, no tiene cajero, ni farmacia, pero tiene el confort y la tranquilidad que toda persona necesita; ni construcciones en alto, ni encontrará señal de Wi-Fi en sus playas, pero todo aquel que sepa apreciarla, dirá que es suficiente, que a la Villa Balnearia de San Cayetano no le falta nada. Bien decía mi padre, “rico no es el que más tiene sino el que menos necesita”.
Desde el domingo el oriundo sancayetanense tiene un orgullo, ya que a la tradicional oferta turística le añadió una obra a lo grande y ahora, parece que sí, que completó su pequeño paraíso: dos novedosas piletas “de arena”, que consiguió recrear la idea de estar en la playa. Divididas por un puente, una para mayores y otra de menores, con profundidades de 1,20 metros y 65 centímetros, respectivamente. Llena de detalles: la cascada símil piedra, con tobogán; un puente; las rocas decorativas; revestimiento atérmico en veredas; y de yapa, los juegos para los pequeños y el hidromasaje para los adultos.

Don Miguel Angel Gargaglione, un intendente que hace gala de la transparencia en su gobierno (www.sancayetano.gov.ar) y no por casualidad es reelegido desde hace 16 años, con la emoción en su discurso que habla de su pertenencia, y “el salto de calidad” que significa la inauguración del Complejo Recreativo Aguas del Pinar. Una importante inversión lograda con bienes de capital de la comuna, fruto de los fondos municipales recaudados con el remate de lotes en el balneario, la toma de un crédito blando de la Provincia y recursos de Rentas Generales.
La maravilla comenzó en la mente de Alfredo Irigoin, arquitecto y ex intendente de Laprida (16 años ininterrumpidos), que detalla que el trabajo en Aguas del Pinar fue en cuatro segmentos: estacionamiento; piletas; solárium con mucho espacio verde; y plaza con canchas de fútbol 5, beach vóley, juegos para chicos y pista de salud.

Este cronista se anticipó unos días, antes de largar la temporada alta, siendo testigo de sus días y noches diáfanos en plena Nochebuena, de una ciudad que está entre las menos pobladas de todas las de la Provincia, a 90 kilómetros de Necochea, a 200 de Mar del Plata, a 500 de La Plata.
Primer dato, que servirá para tantos que como este escriba no se trasladan en vehículo: ¡Se puede arribar en ómnibus! Resalta esto porque muy pocos sabían cómo. Bastó con las ganas y algo de logística, porque a éste Balneario hacía tiempo que no apuesta el servicio de alguna empresa de ómnibus de larga distancia. Fue preciso estar atentos a la parada en Orense (Garita de los Bomberos), sobre la Ruta Provincial 72, y articular con un remisero para que allí espere la llegada puntual del Vía TAC. El segundo paso fue el trayecto por el camino de ingreso, unos 18 kilómetros por camino de tierra bien compactada. De hecho, la ciudad cabecera de San Cayetano está aislada de la villa balnearia unos 77 kilómetros. Del otro lado, son 9.611 habitantes, según el último censo.
En el acceso mismo del único camino que nos adentra a las soñadas vacaciones existe un policial donde se sabe quién ingresa y quién egresa. Aquí puede que esté la clave del eslogan de Ciudad Segura, ya que en el balneario el último antecedente de un robo data de 2018. Seguimos bañados de sol y expectativa por un paisaje agrestre, de hectáreas sembradas con trigo, girasol y maíz, por las familias que persisten en el negocio del agro.

“La otra opción era que sacaras un pasaje hasta la localidad de Adolfo González Chaves y combines con otro micro hasta San Cayetano —a la terminal de su cabecera—, donde algún vehículo de alquiler podría dejarme al Balneario. Eran tres pasos. En fin. “Nos queda lejos, pero lo disfrutamos muchísimo”, me suzurra el amigo Sebastián Arias (de la Dirección de Educación y Cultura) que se recibió de periodista en La Plata, donde añoraba siempre a sus santos, San Cayetano y San Lorenzo de Almagro.
“Máxima 20”, el cartel con señalización vial está en todas las calles, sin capa asfáltica, que hacen a la esencia del lugar. Las pares corren paralelas al mar, con nombres de las bondades naturales que armonizan: la 14 es Los Aromos, la 12 Las Acacias, 10 Los Eucaliptus, 8 Las Gaviotas, 6 Los Pinares, 2 Las Dunas; y las calles impares, con el reino animal, 9 El Salmón, 7 Los Pejerreyes, 5 Los Patos, 3 Los Tamariscos. El Parque se llama “del Mar”. “En veranos nos visitan unos 15 mil turistas”, cuenta Victoria Serrano, coordinadora municipal de Turismo. Mayormente están llegando familias bonaerenses, de CABA y de AMBA, tandilenses, platenses, y muchos de Necochea y Tres Arroyos, los distritos limítrofes.

Alojado por uno de los cuarenta residentes permanentes, don Martín Gago, quien construyó dos casas tipo espejo con los ahorros de toda una vida, y el certificado de buen tipo que le han dado por su forma de actuar, laborioso, de los que dan una solución para todo, pintar, soldar, cortar el pasto, el contagio de quien miró mucho a su padre. Martín tiene el cartel de “vendo combustible y leña”, y un cuatriciclo que estaciona con la llave puesta. Su rutina suele finalizar en un atardecer con vista océanico, una matera y charlas entre amigos, como los guardavidas de las dos bajadas.
Y ofrece tanto sus residencias (celular 2983 560894) como el paseo en el cuatri para visitar “El Pagrus I” que era un barco pesquero perteneciente a la flota Costa Brava, de Mar del Plata, que encalló en esas costas en abril de 2006 y que a raíz de una sudestada de 2021 se partió en dos por la fuerza del mar. Está a unos 9 kilómetros hacia la zona del balneario Orense.
Cuando planeaba acercarme en bicicleta, Victoria me advierte que «se puede ir caminando porque es un trayecto de arena muy blanda, o bien con un vehículo doble tracción». Además, están las reglas firmes del ente municipal que con los rodados prestados no se puede circular por la zona de playa. Es un buen motivo para andar por caminos de aventuras. Uno puede tener la bici por una hora, con solo dejarles el DNI y el papel firmado, con la palabra de volver en una hora para que puedan utilizarlas otros turistas.

Contemplaba una tarde sus casas bajas, de distintos estilos. Serán unas ciento veinte, y no aparecía una reja en ventanas. San Cayetano tiene valores y una organización que incluye a varios sectores sociales. “La temporada estival es un momento de renovación, de reencuentro con la naturaleza y de fortalecimiento de los lazos comunitarios”, asegura Carolina Alvarez, de la Asociación Playas San Cayetano.
Subidas y bajadas en una zona verde que se asemeja a Cariló por sus pinos. Más allá, se ven los futbolistas de Fénix, de la tercera categoría de AFA, que corren en sus médanos, una pretemporada que los lleva a pasar cerca del Médano de la Cruz y persignarse por ese ascenso. La primera vez que un club de AFA eligió este balneario fue Villa San Carlos (1993) y cuatro meses más tarde lograba su primer título.

El apetito se abre con un nuevo día y en el pan “riquísimo porque nuestros campos son fértiles y hay buen trigo”, deslizan con el tono campestre y una inmensa gratitud a la madre tierra. Tres molinos harineros, uno de ellos con 70 años de tradición.
“Sanca” tiene su boliche bailable, pero en sonidos, no hay nada como sus amaneceres con el coro de aves, como el Cauquén Colorado, uno de los pájaros comunes, que migran entre la patagonia y San Cayetano donde llegan a procrearse. Tal vez, si el viento silba, por ahí traiga el rumeante sonido de unas vacas. Tal vez por la empatía y la paz del lugar llegó hasta sus arenas un ejemplar juvenil de elefante marino, uno de los que hacen su viaje hacia la Península de Valdez y buscan descansar, como lo vimos frente al refugio de guardavidas.

Sonrisas, calidez, como la de Claudio Bilbao a sus 58 años, dueño del restaurante, con una cocinera experta en pescados Caridad Fernández, dominicana, e Iván Tessone, de 72 veranos, portador en sus ojos claros de la energía del mar. “¿Te reservo la mesa entonces para esta noche…? Dale, flaco, muy bien. Sí, quedate tranquilo que no pasa nada, lo único malo es si venís caminando, no te tropecés”, bromeó Claudio, que fue camionero y unía Sanca con Parque Patricios hasta 2013 al pegar el «volantazo» de su vida y pegarla bien con esta cantina. No se rinde por las crisis recurrentes de la Argentina, le busca la vuelta, como alguna vez hizo “papá que trabajaba con cuero y lana hasta que el mercado se fue apagando; ahora, el negocio es gastronómico”. Cultura del trabajo que transmitió a su hijo, fabricante de los helados “Dolce”, recién estrenados en el Balneario.
“Acá los asados son increíbles”, comenta otro lugareño”. Una de las razones se llama Ochandio, un pueblo a 20 kilómetros donde producen cerdo y, como en tantas ciudades del sudeste bonaerense, tiene su propia celebración, la Fiesta de la Salchicha Parrillera.
Cualquier rincón es amigable. Solo hay que andarlo de puntillas, para no romper el hechizo.

En la silenciosa noche disfruto de la charla con una familia tipo, cuyo jefe de familia tiene unos cincuenta y el cuerpo de atleta que conserva de los años en River, cuando fue campeón de salto en alto, llegando a competir para la Selección nacional.
Otra caminata con Pedro, criado en La Plata y radicado en Bahía Blanca, desde donde suele volver a la ciudad natal por el amor hacia Estudiantes. “Todos los 8 de diciembre llegamos a San Cayetano”, me presenta a Natalia y a su pequeña hija Azul, que construye su propio paraíso de juegos y amistades, con la tranquilidad de permanecer hasta bien tarde, bajo el “farol” y el repiqueteo de una pelota.
También por las noches está lo de Analía para quien desee de algo rico. Desde hace cuatro años, cuando empezó con su hija a vender cosas dulces en el propio living de su casa al bello sueño hecho realidad de un lugar confortable donde se degusta comida casera y los más ricos postres (instagram: analiastefanopasteleria).

“La plaza es chica y esta temporada los que tienen buenos precios, alquilan. En mi caso tengo la clientela que viene siempre”, comenta quien trabaja como administradora de las cabañas “Amanda y Palmira” y la “Casa Pez”, Natalia (291 527-8098).
La villa cuenta con tres campings (Municipal «El Refugio», el Villa Angosta y el «24 de Febrero») con servicios y unas 195 plazas entre cabañas y viviendas en alquiler. Cuando alquilé no había salido el DNU presidencial y me mantuvieron el valor de 30.000 pesos el día, que fue un regalo navideño.
Pero San Cayetano, al que le faltan cosas pero llena el alma, tiene eso que solemos decir cuando se la pasa muy bien: “No tiene precio”.
No tiene una estación de servicio, ni tiene una farmacia, ni tiene cajero; y hasta para conectarse a internet en la playa, hay que raspar una tarjeta, como hacíamos hace tiempo.
Se van los vecinos hacia el oeste del conurbano. Escucho un poco de música, Detrás del muro de los lamentos, como la canta Paez: “Todo resulta un juego, que quita el miedo… Y se detuvo el tiempo”. Sí, Fito, acá es así exactamente. San Cayetano, como ellos sienten, es «el lugar donde queremos vivir».

“No podemos dejar de volver”, confiesa Leo, de City Bell, que viene con su mujer Tini y su hija que ya había disfrutado de un sendero perfecto para la bicicleteada, 3 kilómetros de verde paisaje que los llevó hacia el mirador de la laguna La Salada.
San Cayetano es ecologista, a pesar de que la naturaleza está enojada y la laguna se ha secado bastante. Tiene el arroyo Zabala, con salida al mar, una reserva natural que no está abierta al paso del turista. Su colonia de vacaciones y su Sala de Primeros Auxilios. Su espacio deportivo para paletear y tirar al aro.
Parecía completo cuando la política planificó para marcar un antes y un después, con una fabulosa “pileta de arena”. Desde el primer día ya vislumbraron la ventaja, que avizoraba el vecino Gago, porque “en la playa el viento y la arena molestaban”  mientras del otro lado de la villa, el Complejo era una suave brisa que permitía gozar del clima. Allí, la pile permanece abierta de 12 a 20 y se puede ingresar mediante un pago que difiere, si sos residente de San Cayetano y los que no, mientras que los menores de 13 años no abonan la entrada. El espacio destinado a los mayores cuenta con hidromasaje para seis personas y una confitería con barra en el agua.
“Esto es un verdadero paraíso, con una imitación de piedras que parecen reales”, destacó el artista Estanislao Solari. La parquización estuvo a cargo del ingeniero Gonzalo Bellocq, paisajista marplatense que trabaja en Punta Mogotes y countries.

Hora de volver. Claudio se ofrecerá a acercarme hasta la rotonda de Energía, donde otro remís me llevará a la terminal. Con ese caballero uno pasó la feliz Nochebuena, cuando no llegaban los mensaje y una tormenta cortó la luz por un momento. Y fue San Cayetano, esa cantina, un pesebre en el que se acercaban desde el afecto aquellos comensales que nos desconocíamos. Un pesebre puede pensarse como una disposición del corazón. No tiene llaves ni rejas ni contraseñas. Como San Cayetano balneario, que no tiene cajero ni estación de servicio. Pero está ahí, a disposición de quien necesite alojarse desde la paz más profunda, para hacer un alto en el camino y seguir renovados en los desafíos y rutinas de la gran urbe.

 

 

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