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domingo, julio 7, 2024

«¡Cuántas copas levantamos desde que te conocí…!»

Para leer

Si sos socio, hincha, seguidor o no, futbolero de hoy o nostálgico, no importa el género ni la edad, aunque si te parás a pensar desde la experiencia el peso es mayor y talla fino en la definición…  ¡Explicamelo vos, hinchún, con las palabras que quieras! Si querés “mística”, que la escuchamos en tanta vuelta por la vida, casa de familiares, amigos, laburo, potrero donde haya un corazón latiendo por Estudiantes. Sea cual sea la ecuación, “se ganó”, y sí, también es Campeón, en un año donde se vio un equipo perdonavidas, que cambió rápido de Director Técnico y al nuevo no le fue fácil remontar, perdiendo cartas valiosas, pero con una que le quedaba en el mazo y con todo el suspenso… la supo jugar.

Pero seguí con el 9, el que vino de Francia y España, Guido Carrillo, el simil de «Caldera», en su versión de «el amor después del amor», que en el fútbol no son besos, son goles.
Y clavó el 1 a 0 que no se borrará más en la memoria del Club que cuenta las estrellas y son dieciocho: quince del firmamento entre los más grandes (locales e internacionales), más tres que se cuentan por ascensos con título: 1911, 1954 y 1995.
El aire sigue raro, no llueve, pero vos lloras. Las camisetas te deschaban el cuore, poblando las calles, con ésta que el hincha y el club en su evolución se merecía… Levantar la Copa Argentina, no es de todos los días. Seis partidos, casi como un Mundial, pero entrecortado por otras programaciones.

«No es para cualquiera ganar una final”, parlaba Juan Sebastián Verón, con ese ADN que a pesar del traje dirigencial no puede sacarse el vestuario ni el tufo a camiseta transpirada.
Arranquemos, por la emoción, porque el fútbol es éso, antes que nada. Un número 9 que la calzó con más hambre que fineza técnica, y te hizo temblar de emoción, como una noche de 1994, cuando otro 9 de alma arrabalera José Luis Calderón sellaba el 1 a 0 y la vuelta cuando una canción era hit (recién estrenada por todo el tablón), una de Fito Paez que fue videoclip y la llegamos a ver en alguna videocasetera cuando la revista El Gráfico sacó una producción en los kioscos.
«¡Todos los momentos que viví, todas las canchas donde te seguí…!
(Todas las mañanas que viví, todas las calles donde me escondí…!)
¡Cuantos campeonatos festejamos, cuantas copas levantamos desde que te conocí”…
(El encantamiento de un amor, el sacrificio de mis madres, los zapatos de Charol!)
Sí, está bien, “Mariposa tecnicolor” refleja la espiritualidad pincha, porque si faltaba locura tras el miércoles 13, después Fito salió a cantar en el estadio UNO, las noches del 15 y 16.

Espíritu de sacrificio, fuerza y seguridad. Tres atributos del equipo de Eduardo Domínguez, ahí me gusta más. Un hombre que pasa a la historia del Club en una temporada donde “arrancaste para atrás, te metiste en el medio, ibas para el costado, después quería ir para arriba, y volvió a quedar ahí, y saliste para arriba nomás”, hace un mapeo Cacho Massa, el día después, desperazando con su musculosa Topper, de ex entrenador, de la mesa chica de La Raya (donde paran, entre otros, Mostaza Merlo, el Coco Basile, Panadero Díaz, sus amigos).
No es fácil armar grupos en el fútbol, mucho menos en el rubro profesional. Ya lo sostenía Alejandro Sabella, que en la vida llevaba una lucha entre la emoción y la razón; el carácter que te dice hace así y el juicio que te dice asá.
9 meses lleva Eduardo Domínguez en City Bell, misma fecha que las madres esperan el nacimiento de un hijo. Su hermano Federico Domínguez (otro ex jugador) estaba en el estadio y eso lo descubrieron algunos, cuando —al ganar Estudiantes por un escueto 1 a 0—,entró al trote y se abrazó con las ganas de un hermano. “Te quiero mucho Edu, ¡sos ganador carajo!”. Eduardo nació en el 78 y Federico en el 76, y éste fue más afotunado como crack, campeón de la Libertadores con Vélez y de un torneo local con Independiente 2002, pero como técnico la sonrisa es del “Barba”. El ser humano por lo general alaba a Dios, y los creyentes pincharratas empezaron a creer desde que lo bautizaron “El Barba”, en alusión a las imágenes religiosas de Jesucristo.
Hubo que caminar sobre las brasas, ver sombras para después conocer la luz, entender los defectos y afianzar las virtudes, para que jóvenes y expertos transmuten. Decepciones como la noche en que se terminó la Copa Sudamericana: “Hay que levantarse”, se oyó en el auditorio de UNO, donde más de una vez lo acompañó Brenda Bianchi.
Once días después seguía esta undécima Copa Argentina, y el deseo en aquel vestuario del Malvinas Argentinas de Mendoza, ante el Independiente de Tevez, fue vital, como conseguir un vaso de agua en la tribuna de Lanús, donde todos apretados y con una agobiante presión atmosférica dejaba al borde del desmayo a cientos de personas.

“Cuántos campeonatos festejamos, cuántas copas levantamos desde que te conocí”, vuelve la melodía de Fito, que en el estadio no tiene un piano eléctrico sino unos bombos e instrumentos de viento. Un himno a la alegría, que transforma. Y como purretes avanzaron hacia la formación del equipo, once socios vitalicios, una idea de la Copa Argentina. Los citaron del auspiciante Axion en un hotel céntrico y fueron como reyes en un transporte, todos juntos, para jugar a su manera ésta final. Así como la copa la trae un motociclista del sponsor Motomel y la pelota en una caja de RapiCuotas. En lugar de los “Niños Escoltas” ésta vez entran los “Viejitos Piolas”, que tratan de dominar la emoción, saludan como les sale, miran las tribunas repletas. Están ahí, entre los once pinchas, Luis Viña y Micki Ferroni, amigos que habían presenciado la final del Mundial de Clubes en Dubai, contra el Barcelona de Messi.

En La Plata, a la misma hora, otro hincha de años sufrió el inicio. Un buen hombre de unos 70 años tropezó al entrar al restaurante de UNO. No era una señal positiva, y a medida que pasaba el partido, el rival era una amenaza. Cuando finalizaron los 90 minutos y su cena, nos miramos a los ojos: “Yo vi la primera”, me dice, con su camiseta blanca sin numerar, don Héctor Cabrera, que en 1967 fue al viejo Gasómetro, la final que fue pesto ante Racing, 3 a 0, “entré gratis ese día, estaba en Buenos Aires, haciendo el servicio militar”.
Aquella vez esperó 40 años para la consagración. Aquí y ahora, serían 13 años para volver a eso que llaman gloria, que el último día había sido en diciembre del 2010.

Decía el jugadorazo que fue el doctor Raúl Horacio Madero que “el fútbol era un modus vivendi, pero después me ayudó a querer cosas, a querer a un club, y a tener sentimientos como futbolista que yo no tenía hasta entonces”. Es “el sentido de pertenencia”, frase tan en boga hoy.
Voy a argumentar por qué ésta vez Estudiantes vuelve a tener un grupo fuerte en el día a día. Porque así como están en cancha Andujar (40 años) y Boselli (38), dos que una vez llegaron y no se pueden ir, también están los que hicieron amigos en juveniles y desearon volver tras el paso por Europa, Sosa (38) y Carrillo (32).

“Los hombres de la casaca de Alumni”, apodaban a Estudiantes antes de su primera estrella (Copa de la República 1944, una suerte de Copa Argentina), cuando lucir la roja y blanca a bastones era el legado del Alumni, primer equipo del amateurismo en dar clases de balompié. Camisetas que hay actualmente (modernismo mediante) en color gris, blanco, como las hubo dorada y negra (el color que casi infarta a Bilardo al ver que le traían un juego).
Roja y blanca, con pantaloncito negro y las medias grises fue la decisión de utilería para salir a jugar el “giorno” caluroso del miércoles.
Como pasa en las mejores familias, todo ésto se planifica. Y sino, vea el juego que estrenó en los festejos: “Como en el 83”, leíamos en los dorsales; eran camisetas exclusivamente preparadas por Matheu por si se daba el festejo. Así vistió Estudiantes cuando de la mano del “Narigón” triunfó el 14 de febrero de 1983, en Córdoba. Un hincha que fue a Córdoba hace 40 años pero no pudo estar en Lanús por problemas de salud, Marcelo Arzich, me envía un audio de Wathsapp a las 23.30, en su desahogo, la voz recita éstos versos: “Dale campeón… dale campeón”. Esperó por ésto para tomar la decisión de una recuperación personal. El mismo Arzich que había perdido a su mejor amigo del tablón yendo en un tren en la final con Independiente, cuando la delantera tenía a otro 9 de raza, Hugo Gottardi, (un sediento goleador como Calderón o como Carrillo), quien vio la final en Lanús junto a su hijo.

Vaya esta nota color para las nuevas generaciones, que miran la vida desde otro ángulo, que no es mejor ni peor, porque la vida es transmutación.
En los festejos vi a Leonardo Mansilla, «Leo», como se hizo querer desde su rol del empleado administrativo, ex jugador amateur en Everton, y que Estudiantes adoptó hace 25 años, como allá en la década del sesenta le pasó a su abuelo Ramón Mansilla, utilero. No puede más con la emoción de toda una vida y sale hacia el campo, a abrazarse con ese jugador al que le conoce el alma. Igual que él, haría lo mismo cualquier otro hincha que tiene la fortuna de trabajar adentro.

Es la hora de festejar, el recreo. Entre los que siguen mis crónicas folclóricas, tal vez haya  un memorioso, un fana que vio arriesgar un pronóstico hace ya dos meses (en el auditorio de conferencias de UNO hice la cobertura de unos productos oficiales del Club Estudiantes, entre los cuales estaban las tablitas de asados y picadas, «Regalando Pasión», fábrica que introdujo en el mundo del fútbol, un veroniquense y amigo campechano como Diego Carosella. Que tras obtener la licencia de la AFA, la Selección fue campeona mundial, y con la misma «puntería» les pasó al firmar con Boca y River, que logaron otros títulos. No sé si serán talismanes de la suerte, para mí que es casualidad, pero en Estudiantes a éstas cosas las ven con ojos especiales.
Ya está. El triunfo ante Defensa y Justicia fue justiciero, y con lo justo, pero tampoco se va a analizar tanto. Y en el país donde el éxito futbolístico parece cosa santa, los de la mística Pincharrata siguen con el coro.
¡Salud, campeones!
«¡Vos me das alegría, yo te doy mi amor, la razón de mi vida, es salir otra vez campeón”,

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