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jueves, julio 4, 2024

Desde Etcheverry salió el nuevo campeón para la liga Chascomunense de Fútbol

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Al principio fue la Liga Platense, hasta 2009, cuando cambió por la competencia de la Chascomunense. Los jugadores del pueblo de Etcheverry siempre han sido fieles, y dijeron que no importaba dónde. Lo que le pasa a «la UVE” les pasaba a ellos. Y desde hace catorce años transitan esta senda de jugársela por los colores en diversos distritos bonaerenses, con alguna idea de futuro y el amor inexplicable que despierta el pique de una pelota de fútbol.

Esta historia que leerá es la de un nuevo campeón, de La Plata, cito en un borde de la gran Ciudad. No podrá entenderla si piensa que se describe a un equipo, once que salen a ganar, solamente. Es un grupo de esperanzas, de sueños organizados, y el mismo director técnico lo aclara: «No es solo fútbol, es mucho más que eso». Ese señor Maximiliano Ariel Sparvieri, a sus 37 años, postea su felicidad y explica la receta: «Se trata de incluir, de dar oportunidades y ayudar a cumplir logros personales que nada tienen que ver con lo futbolístico”. Ese pelirrojo de sangre pasional que sin dudas heredó el placer de dirigir y armar buenos grupos de su papá, Carlos Sparvieri. Maxi es su hijo, y el destino al dirigir fútbol parecía guionado: los dos fueron campeones por primera vez a la tercera temporada que tomaron la Primera, y festejaron a la misma edad; con 38 lo hizo Carlos, en Everton, y a los 37 Maximiliano en Unión Vecinal, la UVE. ¡Hijo y nieto de italianos del sur!
Como hemos advertido al prologar, ésto tiene mucho más que ver con el alma. No se hace por dinero. No hay grandes marcas alrededor del campo de juego del estadio «Oscar Moleiro». Anoche, a siete días de la consagración etcheverriana, levantaron la copa en un asado.

Esta tierra de agricultores que ubicamos hacia el oeste del mapa de La Plata tiene, pese a tanto verde, una sola cancha de once jugadores donde hay fútbol oficial. Calles 54 y 229, donde entrenaron y jugaron todo el año; a dos cuadras de una Escuela que tiene su épica, ya que funciona desde 1891, gracias a Hilaria Onzari de Correbo, docente autodidacta, que la fundó y luego donó las tierras al Estado. La misma mujer próspera que en el futuro fue la abuela de Raúl Gerardo Correbo, notable ex presdiente del Club Estudiantes, el que repatrió a Bilardo y campeonó en el 83. La familia Correbo está entre las fundadoras de esta Sociedad de Fomento Unión Vecinal. Obra de bien público y de buena gente, que lleva en su ropa y en la bandera una estrella, el logo y el destino de paz. Hoy se iza en lo más alto entre tantos campeones liguistas que tuvo el 2023.

Quien pase por la «UVE» no va a arrepentirse de la visita. «Es un club que se repuso a muchas adversidades este año y siempre sacó fuerzas, recibiendo el apoyo de la comunidad que se nota quiere y apoya al club», expresa Rodrigo Lezana, 47 años, titular del Colegio de Arbitros de la Liga Chascomunense, y además veedor en un par de jornadas. El veedor va a evaluar el rendimiento de los colegiados y en base a eso se envía una tabla con puntajes al Consejo Federal de la AFA, para designar los árbitros a los Federales.
Fue 3 a 0 el partido decisivo ante el Club Deportivo Castelli. Braian Jones fue autor de los tres goles. El técnico lo sacó del mundillo de la Liga Platense, de Abasto.
Es uno de los pocos no formados en la «UVE», pero que agradece su transformación, según el testimonio: “Profe, estoy muy agradecido por lo que hizo usted por mí; terminar el colegio siempre fue algo que quise, y por ahí por no tenía a alguien que me insista un poco. Me saqué un peso de encima. Mi mamá se sintió orgullosa y sentía que le debía algo, para devolvérselo”, le escribió el feliz goleador un mensaje al DT.

Mensajes de aliento y apoyo son los que abundan. Recuerdan a Juan Cruz Fernández, cuya presencia está en el corazón de todo el equipo, pese a criarse en Olmos, en Peñarol. Ese amigo que los dejó en la pandemia: “Uno a cero es goleada, decía él siempre, pero goleamos por 5 a 1 en el global”, se ríe su hermano Thomás Fernández, entrenador de la reserva y que ayudó a que este Clausura sea una página histórica en la institución donde todos los hermanos varones se pusieron la azul y blanca. Facundo (ex jugador de Defensa y Justicia), Gabriel (el DT del primer campeonato que cosecharon en 2016), ambos, el día 23 de diciembre, escucharon la final ante Castelli por una transmisión radial. Thomás sumó sus ganas hace diez años, justamente siendo dirigido en Sexta por su hermano Juanchi.
“No gana es el que es mejor, sino el que sabe reponerse”, vuelve la voz del «Oso» Thomás, pausada y emocionada, que reconoce que «todos quisimos hacerlo por Juanchi».

Para Unión Vecinal pasaron 28 torneos en esta Liga y cinco veces fueron finalistas. Esta vez sabe a desahogo. Es que vivieron días ingratos. «Dos inundaciones, dos voladuras de techos por el temporal, nos robaron dos veces los cables de la luz, la última vez nos roban la bomba. Le dije a los chicos, teníamos que darle esta alegría, no porque solucionaríamos algo, sino porque le vamos a dar ganas de seguir. Lo que la familia Moleiro hace por este club no lo vi en ningún lado», concluyó Maxi, cuando el grupo coreaba «que de la mano, del Colorado». Durante estas dos finales, hubo un tiempo de espera por una crisis climática que afectó a gran parte de la Provincia. Lluvia y viento que fue un golpe, y otro golpe más triste fue el de «las manos» de oportunistas, malvivientes, que aprovechando la falta de luz habían ingresado a robar la bomba de agua de la Sociedad de Fomeno. “Ahora a laburar, es como hacer otra vez un club”, comentaban con razón, mientras pedían donaciones. «El agradecimiento total a este grupo de jugadores que dieron todo», contó Oscar Moleiro, que colabora con el fútbol desde afuera de la cancha.

Sepa disculpar, pero el título de la «UVE» excede lo deportivo. Esta institución es un espacio para el desarrollo de la personalidad, tanto como para el disfrute; la práctica de valores; la fe cuando el mundo parece caerse a pedazos.
“Si nosotros no creemos en nosotros, ¿Quién lo hará?”. Se miraban Sparvieri con Maximiliano Yalet y Gabriel Simoncini, los preparadores físicos, y los auxiliares Luis López y Thomás Fernández, Gonzalo Ortíz, un colaborador. Fueron a Castelli y ganaron 2 a 1 ante un adversario que quería bordar su primera estrella. Para la “Uve” se trataba de la chance de una segunda, como en 2016, que fue ante un grande como Atlético Chascomús. Desde aquellos días a hoy siguen muchas caras en el Cuerpo Técnico, y en el terreno de las definiciones, con los botines ajustados, la diez fue de Emmanuel Moleiro, hijo de Oscar, con calvicie pero la calidad intacta, que alguna vez lo llevó a meter goles en la reserva de San Lorenzo de Almagro.
Faltaba dar el último paso, en La Plata, en el pueblo donde se conocen todos, donde desde el 9 de noviembre tienen la tribuna de cemento. Pero afuera no terminaban de recuperarse tras los tormentones, y se hablaba más de la delincuencia que del deporte en sí.
Más allá de la campaña, de 8 ganados, 1 empatado y 3 perdidos; de los 18 goles a favor y los 9 en contra, faltaban noventa minutos. Y lo hicieron. Este Unión Vecinal, que venía “saladito”, eligió creer y al igual que la Selección metió el nocaut. Se dieron fuerzas, oraron y hasta invocaron las buenas energías… Si hasta no faltó quien desparramara algún líquido debajo de los bancos, para sacar la mufa. Reforzaron las cábalas de las botellitas de agua mineral o el intercambio de los chicles; el parlante con la cumbia del capitán Leandro Imoli… Rituales.

Al empezar el partido, el arquero Mariano Negri demostró que querían ser bicampeones; el «Uno», que también juega en el senior de Gimnasia y Esgrima La Plata, en la ida contuvo un penal que podía haber sido irremontable, con el partido 0-1. Y en la revancha sacó otra pelota difícil, antes de poder vociferar los goles de Jones.
La «UVE» fue arriba nomás, gracias al empuje de su gente y al corazón de los debutantes, pichones que este año subieron al primer equipo, Franco Ayarde, Joaquín Jaime, Nicolás Gómez, Nicolás Claudino, y Walter Acosta, un aguerrido 4, que jugó para dar algo más que fútbol, porque le tocó crecer justo frente al predio, donde vive. No tantos clubes de esta Liga tienen tanta “materia prima” y aquí hubo más muchachos del club: Julián Cabral, Tomás Domínguez, Emmanuel Moleiro, Nahuel Cattoni, Franco Loto, Sebastián Poje, Aldo Gabutti y Franco Loto.

Con los hermanos Cristian y Mauro Campagner.
Con la voz de la experiencia de Damián  Chiappetta a sus 39 años, y de Rodrigo Boyko (los dos faltaron en la última formación).
Con los que suman y acompañan siempre, Mauricio Szulepa y Gabriel Fernández. Con los goles de Braian Jones, quien se destapó con tripleta. Con el ex Villa San Carlos que jugó en aquella aventura del Nacional B, Alan Kardansinski. Con las firmas de Federico Diez, Maximiliano López, Facundo Laime, Ignacio Marchetti, Iván Carbajo, Lautaro Sosa y Emiliano Coronel.
Con el alma de don Oscar, que tuvo en su hija Milagros Moleiro a la hincha número 1 y junto a su retoño por nacer, hizo real otra frase: «El bebé viene con el pan bajo el brazo».

La Liga Chascomunense, que antes de la pandemia tenía 30 equipos y actualmente sigue con la mitad, se pintó de albiazul. No fue una cuestión de inversiones, sponsors, refuerzos, sino de amor, de brújula social, de un ejemplo silencioso dentro de un pueblo donde no se gambetean las injusticias ni los robos.
Pero están de Liga, en una competencia que tiene historia desde 1932. Que en 1954 tuvo al legendario Club Juverlandia que dio la vuelta con 11 jugadores platenses, igual que aquel técnico, el recordado Santos Florin. La Liga Chascomunenses donde compiten cuatro históricos de la ciudad homónima, dos de Belgrano, otro par de Castelli; de Lezama, Ranchos, Pila y Ranelagh. Ya no están los de Verónica, Magdalena y Brandsen.
Y este Etcheverry, ex de la Liga Platense, que obtuvo una “estrella” más, la segunda, antes de la Navidad. Un buen regalo, divino. La vida siempre compensa. Y acá los jovenes, que se asocian para el bien común, alrededor de un fogón donde comparten su pan y su copa, cuentan historias. La que empieza con los Correbo, y hoy sigue con los Moleiro, con los Fernández, y ese «Colo» que consiguió abrir el éxito con la llave del respeto y la entrega, como alguna vez lo hizo su padre, que lo miraba desde un lugar en la cancha de la misma localidad donde eligió vivir, Etcheverry.

Hoy tienen el orgullo de la Copa que este torneo llevó el nombre de Carlos “Cali” Eijo, en honor a un dirigente de la Agrupación Deportiva El Salado. Y que van a representar a la Liga en el torneo Federal.
La familia de la «UVE»  que, pese a la ausencias que se sienten en éstas fechas, emergen de los peores momentos. Y honran la vida, con esos amigos como Juanchi que se alojaron en el lugar más importante: el corazón. «Vení, vení, cantá conmigo…» se escucha. «Que de la mano, del Colorado…» Ese que se apellida Sparvieri, nieto de gringos, que juna que más que fútbol ésto es otra cosa. Tal vez sea inexplicable, que es la mejor definición sobre el amor.

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