Acaso el fútbol y su fiesta popular sea capaz de destapar emociones guardadas, cicatrizar un poco algunas heridas. El estadio del Club Gimnasia y Esgrima La Plata fue el lugar preciso el pasado domingo, donde se trastocaron los sentimientos, dejando el dolor por la fecha, para recurrir a una caricia, y un agradecimiento que es mutuo, de la gente hacia el ex combatiente y de ellos hacia la gente. Después de 42 años…
Los muchachos que defendieron las Islas Malvinas fueron tomados en los primeros planos de la transmisión televisiva, en directo, y retratados para siempre por algunas cámaras o videos de los celulares. Cada quien atesorará un instante, pero hay otras grabaciones, la que los futboleros sentimos y solemos hermanar, por la vida y por la pasión de estar vivos. Porque el fútbol une, mucho más de lo que parece desunirnos en ciertos mensajes que no corren.
Cabe aclarar que eran pocos, que no pudieron ir todos, y que no quieren ir algunos, Algunos le esquivan a los homenajes. Pero no dudamos de lo que dijo uno, que «somos héroes de la Patria, como lo fueron don Manuel Belgrano, José de San Martín«, de los que ellos, de jovenes, escuchaban hablar en el pupitre del colegio secundario, poco antes de embarcarse a una guerra. Esos tipos veteranos de guerra tenían entre 18 y 19 años cuando sobreviviendo a la adversidad más cruel de la que tengamos memoria: fueron 74 días, con mil muertos. Escenas que se perpetuaron en sus mentes como estatuas, de compañeros desesperados, hambrientos; compartiendo en una trinchera el mismo dolor o las mismas formas de subsistencia. Otros fallecieron al volver, más tarde, con escenas tan lamentables como la de un país que los dejó morir… sin una obra social.
Ahí van los Veteranos de Malvinas, con banderas, la de Argentina y la de Gimnasia, que es la de la Filial Ex Combatientes. Portadores de una historia, de una marca, mientras el llanto se asoma en sus rostros curtidos, y los espectadores se ponen de pie, para aplaudir con fuerza al escuchar la marcha, diez minutos antes del inicio del partido, de un domingo que venía de sobremesa apurada por las Pascuas de resurrección…
Esperaron por los veintidós jugadores, que fueron a armar un pasillo. Desde la puerta del túnel se metieron por la manga y avanzaron… “Tras su manto de neblinas, no las hemos de olvidar. ¡Las Malvinas, Argentinas!, clama el viento y ruge el mar”. La marcha caló como el himno. Y la marcha no tiene que ver con los militares que iniciaron el golpe en 1976. Es una marcha que había nacido por concurso y en democracia en 1940, y a través de la música nos ayudaban a pensar que una nación pirata (acostumbraba a invadir otras tierras) ocupaba nuestro territorio nacional. La letra poética tiene sentido de pertenencia. «Ni de aquellos horizontes, nuestra enseña han de arrancar. Pues su blanco está en los montes, y en su azul se tiñe el mar».
Hay más de un padre que lagrimea y su hijo chiquito, de diez años, no sabe por qué. Son instantes de la cancha que durarán para toda una vida.
1982, abril. A éste periodista se le agolpan los sentimientos, los miedos que llegaban a su casa en Berisso, cuando había que apagar las luces. No quiero imaginar lo que vivieron ellos, a los que les llegó una carta de los que «idearon» una guerra y que ni siquiera habían pensado cómo, con tantas diferencias armamentistas, sin tácticas útiles siquiera. Querían perpetuarse en el poder. Reprimir los deseos de la gente que quería otra forma de vida.
Aquellos meses de guerra coincidieron con un Mundial (debutaba Maradona con 21 años), y en España las noticias no se disfrazaban como acá; sabían lo que sufrían los soldados argentinos, pero no todos podían hablar… La Argentina militar vendía triunfalismo.
El homenaje estuvo presente este domingo en todas las canchas de Primera división en una decisión de la AFA, acertada. No siempre pasó tanta exposición dentro de un espectáculo futbolístico, ya que a veces parecía molestar que el ex combatiente entraran justo antes del inicio de un partido. Esta vez el árbitro Andrés Gariano hizo una señal y así caminaron un poco más, para que uno tome la pelota de la tarima de la Liga Profesional. Ese balón que tuvo en sus manos Roberto Ruíz, “Palito” para los amigos de Berisso y de su trabajo en YPF, el mismo que lleva dieciséis años en una misma butaca de la platea techada, amando a su religión Gimnasia. El mismo ser humano que en 1981 el servicio militar obligatorio lo fue preparando para descifrar mensajes como operador de radio y teletipista. Cuando lo habían dado de baja, a los meses tuvo que ser convocado para la guerra. Entonces jugaba en la Reserva de Gimnasia. Dicen que podía haber jugado tranquilamente en Primera como marcador de punta. En esta foto de un preliminar es el tercero de la fila de parados, con las manos cruzadas. El que tiene la pelota es Pantaleo, el «Mono», quien al desatarse la guerra ya era titular en el primer equipo.
«Sí, en Malvinas yo pasaba comunicaciones con un radio sobre alguna posición. El radio lo perdí el 1 de mayo en el primer ataque, en Puerto Argentino, descargando un buque. Me dieron otro y pasé info hasta donde pude, hasta que se desvirtuaron las comunicaciones”, explica Ruíz.
Los plateístas, los dirigentes en el palco, y los de las populares, todos aplaudiendo en un acto que puso las urgencias del fútbol en su justo lugar. Nunca es una guerra, por más que usemos terminología parecida. Nunca es decisivo.
«Palito» saluda desde el círculo central, sin ropa de combate ni camiseta de Gimnasia, “porque dos cosas que se llevan muy adentro”, dice el integrante la Filial Miguel Tutino de Berisso. “El sufrimiento ya es pasado porque pude superar la crisis, pero a esa edad lo más fuerte que había hecho fue un foul en el área…”
En lo alto de la platea Basile se quedó el ex soldado Germán Farías, “El Negro” criado en El Mondongo. Sorprendió que no caminara esa alfombra del césped de sus sueños, aunque ya lo hizo una vez, cuando Sessa hizo la arenga en el túnel, y fue testigo en otro 2 de abril. Farías transitó las calles de la ciudad y el país para «malvinizar». Pero ahora, a sus 62 años, dijo “voy a aplaudirlos desde afuera”. Es que la situación no deja de conmoverlos. Fue él quien celebró en los albores del 2000 que el Club los incluyera, y desde esa Filial realizan un auténtico voluntariado, que va desde colaborar con un deporte amateur o recolectar los alimentos que necesite un comedor comunitario.
Tres hijos lo vieron crecer con su militancia. Lihuel Farías tenía 4 años la noche en que dejó su camita y fue a la matrimonial para dejarle una pregunta de por vida.
—¿Todos los papás son soldados?
—No, hijo, ¡los mejores!
En abril de 2012 volvió a las Islas Malvinas y tuvo el primer desahogo al encontrar su trinchera. “Estuve en una avanzada muy apartada, con subidas y bajadas, pero recordé coordenadas, miraba las piedras, y al fin la encontré. Era todo campo, turba y el río Murray, al que no nos acercábamos porque estaba minado”, describe Germán. Habían pasado unos treinta años y estaban las maderas que usaban para tapar la trinchera. Y vio un par de suelas de zapatillas Flecha. «No hay otra posibilidad que no fueran de uno nuestro”. Caminó entre las cruces blancas del cementerio militar de Darwin, una foto que publicó el diario inglés «The Sun» y que tiene en su Whatsapp.
Las secuelas físicas y psíquicas se instalaron en sus vidas al regresar. “Nos escondieron… Querían tapar situaciones que veníamos arrastrando los pibes”, dice Marcelo Fernández, que tiraba con el mortero del grupo comando que desembarcó con el Regimiento 7 de La Plata.
“La resiliencia debe estar en uno y quizás no lo sepa. Las batallas fueron más intensas o menos intensas, pero psicológicamente sin distinción para nadie”. El día después del triunfo tripero 2-1 ante Riestra, confiesa cosas y hacemos un cuestionario respetuoso, en la vigilia de la fecha que hoy está en la agenda mediática. Cuando se rompió la coreografía de la imagen televisiva, Fernández enrolló la bandera de la Filial y acusó el impacto. Es uno de los 74 veteranos de guerra hinchas de Gimnasia, en una averiguación que nos compartió Farías.
En su pre adolescencia Marcelo jugó partidos en la cancha auxiliar, en Novena y Octava, dirigido por el recordado maestro Angel Mariscal. “Llegué a ser pibe alcanza pelotas y después quedo libre en Séptima con otro técnico”.
Fue en 1982, post guerra, a poco del cese del fuego, que la comisión directiva del Club Gimnasia y Esgrima La Plata abrió las puertas del Estadio “Juan Carmelo Zerillo” para recibir y condecorar a todos los combatientes, incluidos oficiales, suboficiales y algunos jefes. “Gimnasia nos abrió la puerta como no hizo ninguna institución en aquel momento y no fue en la previa de un partido, sino que se organizó una fecha especial. Nos hizo socios honorarios a todos, sean o no gimnasistas. Para los que somos del Lobo fue sublime”, dice Fernández. Recuerdo que recién había salido del hospital, porque caí herido, y me pareció que el acto en la cancha era un momento para encontrarme con compañeros y actualizarme».
Una tarde que, por otro lado, no terminó bien debido a un “pequeño revuelo” producido por los resquemores y distintos padecimientos que quedaron al descubierto, con el fracaso muy fresco. Claro que el general Leopoldo Fortunato Galtieri ya se había alejado de la Presidencia de la Nación.
La guerra duró 74 días y el fútbol argentino siguió jugándose en todas las divisionales. En el interín Gimnasia afrontó once partidos, en su tercera temporada consecutiva en la Primera B.
El 14 de junio de 1982 el general Mario Menéndez firmó la rendición. Era sábado. El Lobo recibía a Talleres de Escalada, al que goleó 4 a 1, con dobletes de “Charly” Carrió y del “Tano” Roselli. El arquero visitante era “El Ruso” Verea, quien con los años será un periodista destacado en el rock. Un día antes del cese del fuego, «Pelusa» Maradona había tenido su debut mundialista, en la caída con Bélgica 0-1. Dos semanas de terminado el espanto, Ferro campeón del Nacional A, con Griguol como técnico, invicto en 22 partidos (16 triunfos y 6 empates).
Pero los números que daban vueltas los hogares y nos angustiaron tanto eran las bajas de 255 soldados británicos y 649 argentinos (de los cuales 123 continúan sin ser reconocidos sus cuerpos).
—Que bueno que entraste con el equipo, papá…
En la butaca de la techada “Palito” recibía el saludo tan especial para un padre, de parte de Tomás Ruíz, su único hijo, que tiene 18 años, la misma edad que tuvo al arriesgar su vida por la Patria. El apodo nació entre los amigos del barrio La Nueva York, donde vivió hasta los 20; post Malvinas, siguió en Berisso, pero se mudó a los monoblocks del nuevo Barrio Juan B. Justo, manzana 18, donde hoy vive su madre con 92 años. Su casa estaba pegada a la de un futuro jugador profesional pincharrata, Ricardo Iribarren. “No volví a ser igual después del 82″, confiesa. «Y en el fútbol, si bien nadie sabe de su futuro, esperaba que me dieran un poquito más de tiempo en Gimnasia, para poder mostrarme, después de haber estado 70 días en un pozo, mal comido, mal dormido y un montón de cosas”. Y físicamente ya no pudo estar a la altura. “Palito” siguió sus ilusiones en el Club Atlético Villa San Carlos, donde jugó en la Primera D, seis partidos como titular en el campeonato de 1983 de la AFA. Fue uno de los que volvió en el avión Canberra.
“No encontraba el rumbo”, asegura Ruíz, mientras sale de esas cuerdas flojas para aferrarse a una canción que vuelve a su mente, “una que cantaba todo el día antes de la guerra, “Viviendo en la frontera” (del cantante jamaiquino Eddie Grant), con esa misma canción me recibieron la familia y los amigos. Cuando me siento bien, agradezco, pero eso es algo que sucedió con el tiempo”.
Profesa el valor por la vida misma, y con humildad y sin rencor, evoca aquella tarde que el Club Gimnasia y Esgrima La Plata los recibió con medallas y los hizo socios honorarios, pero alguien en el túnel le prometió algo que no se cumplió. “Vas a firmar un primer contrato”, pero el telegrama jamás llegó ese fin de año, el mismo de la guerra. Esa tarde de invierno se fotografió con dos hermanos de la vida, Walter Acevedo (también ex combatiente y jugador del Lobo) y Daniel Galli (libre en Quinta, pasó por Estrella de Berisso y luego a la lucha con el Reino Unido). Todos viven. Pero volver no fue fácil.
Pasaron dos días del homenaje televisado en vivo. Hoy en una casa de Tolosa flamea una bandera de la República Argentina, de la familia Volpicello. Carlos es veterano continental, es decir, los que quedaron en reserva. Si el derramamiento de sangre continuaba, hubiera sido él también un combatiente de las Islas. Pero quedó en Puerto Santa Cruz, una ciudad donde había apagones, sonaban alarmas rojas y los aviones pasaban por arriba y sin saber por qué ni de qué bandera era. Carlos Volpicello, clase ’62, hizo “la colimba” en Magdalena, donde lo adiestraron en tanque, también fue parte de la negligencia de las Fuerzas Armadas. “Porque cada tanque pesaba 30 toneladas cada uno y no servían para el suelo de Malvinas, se hubieran enterrados. Yo estuve en el llamado teatro de operaciones, en continente y bajo un régimen de guerra”, confiesa, sin dejar de emocionarse por lo vivido como hincha del Lobo, al ver a otros camaradas.
La ciudad capital es chica. Farías y Volpicello jugaron juntos en Los Tolosanos, un equipo ya desafiliado de la Liga Amateur Platense de Fútbol. Además, Farías y Ruíz solían verse siempre en los partidos de visitante de Gimnasia, como seguidores fieles, que en 2006 llegaron a gritar juntos el gol de Diego Armando Herner en el estadio Maracaná, en un empate 1-1 contra Fluminense por la Copa Sudamericana.
Antes de empezar el partido del domingo, otra escena emotiva fue el abrazo del arquero Insfrán para Marcelo Postogna.
Néstor Sandoval era civil, mayordomo del barco “Isla de los Estados” que formó parte de la flota naval, al que atacaron y hundieron. La permanencia de Néstor está en los tres hijos, que crió en 19 y 70. Y en cada acto de reconocimiento también vuelve su alma. En el monumento de plaza Islas Malvinas está su nombre junto al de todos los caídos que vivían en nuestra región.
“Disculpá que te corrija, pero de esto nunca se sale, no se puede dejar nunca atrás a Malvinas”, dice Fernández.
“En la vida, todos pasamos por cosas muy duras, y a otros les tocan otras tragedias”, reflexiona Farías.
“¿Cómo vivo cada 2 de abril? Es como un 24 de diciembre, como cuando te falta alguien y lloras… pero es con mayor intensidad”, relata Ruíz.
Tuvieron hambre, pesadillas, resistieron además al olvido de las Fuerzas Armadas que «nos fue dejando de lado», cuando tenían que haber sido considerados como los grandes soldados de la Patria. Tal vez por tanto dolor, no muchos sienten lo vivido como «su guerra», muchos no desean volver a la zona del conflicto, y algunos no están enrolados en centros de ex Combatientes. Sin embargo, todos llevan los mismos ideales de no declinar en la paz como una postura de vida.
Pequeños gestos los suelen encontar. Como el del fútbol y su fiesta que no siempre divide ni apena.
Por iniciativa de los muchachos de La Placita, del barrio El Mondongo, y una ordenanza Municipal, el diagonal que desemboca en 117 y 60 (a metros del Estadio que pronto será centenario) lleva el nombre de diagonal Combatientes de Malvinas. Todos los 2 de abril allí se realiza un acto, con apoyo del Club Gimnasia y Esgrima La Plata.
Desde 1983, los gobiernos democráticos continuaron el reclamo por el reconocimiento de la soberanía argentina en organismos multilaterales como la Organización de las Naciones Unidas de las Islas Malvinas, Georgias del Sur, Sándwich del Sur y los espacios marítimos circundantes desde 1833, cuando fueron ocupadas.
No puede existir el olvido cuando se ama la vida. Los héroes son muchos, y tras el acto vivido el domingo, tuvimos la memoria de todos los que, además, viven o vivieron con el orgullo de ser de Gimnasia y ex combatientes.
Acevedo Walter
Alberti Daniel
Amado Darío
Amato Carlos
Arpone Ricardo Enrique
Arrigoni Marcelo
Bastone Néstor
Bardín Osvaldo (fallecido)
Bigot Luis Daniel
Bratulich Jorge
Cáceres Eduardo
Cañete Osvaldo
Capparelli Hernán
Cappannini Daniel
Carrizo Rodolfo
Cingolani Bernardo
Citarelli Daniel
Civitella Luis (fallecido)
Console Sergio Javier
Coronel Luis
Curcio Carlos
Díaz Ramón
Esquivel Walter (fallecido)
Fagundez Daniel
Farías Germán
Fernández Marcelo
Ferriol Miguel Ángel
Feroldi Mario
Fortín Fabián
García Daniel
Gayoso Rogelio Rubén
González Norberto (fallecido)
Guzmán Claudio
Jauriguiberry Edgardo
Leone Gabriel
López Omar
Luzardo Gustavo
Maltagliati Daniel
Marano Gastón
Marino Fernando
Martínez Diego Daniel (fallecido)
Martínez Marcelo
Maugeri Hugo Francisco
Mostaccio Francisco
Ojeda Walter Adrián
Olindi Marcelo
Papasodaro Fernando
Pasaro Fabian
Pedragosa, Guillermo
Piscopo Héctor
Poncetta Luis
Postogna Marcelo
Prestera Carlos
Rey Alejandro
Rigol José
Robert Hugo
Romero José Antonio
Rosas Alejandro
Ruiz Roberto
Sabadella Osvaldo
Sánchez Hugo
Sandoval Néstor (fallecido en Malvinas)
Santos Norberto
Santos Gabriel (fallecido)
Socín Adrián
Stefenón Walter
Tórtora, Marcelo
Villafañe Julio
Villanueva Alejandro
Villoldo Ernesto Mario
Vinaccia Héctor
Zamponi Miguel (fallecido)
Zarzoso José (fallecido)
Zocaro Tomás Alberto