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domingo, julio 7, 2024

Diego «Paco» Bayo: el último abrazo a una figura de El Mondongo, de El Lobo y del fútbol nacional

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“Pa’ que sepan como soy”, se titula un tango. Y con la melodía que nos envuelve en un aura de nostalgia, hablaremos otra vez de Francisco Diego Bayo, pero por primera vez desde que no está, en físico, aunque se quedó entre nosotros, los que lo vieron un poco con su arte de la pelota al piso y la pegada que daba el pase preciso, con la pelota.
Tal vez la razón diga que le faltó un libro, pero el corazón también dice no hace falta, si “Paquito” dejó otros testimonios, en el mano a mano.
A partir de charlas con amigos, salió esta nota, que evoca a un símbolo cultural platense. El «10» del equipo de “El Lobo”, cuando nació el apodo para Gimnasia. El que nació en una casa de ese barrio que hay uno solo, El Mondongo, donde está predestinado el cariño de las familias por la camiseta azul y blanca; y donde surgieron a baldes jugadores que llegaron a jugar muy alto, en el círculo superior, «Tacho» Venini (cuatro títulos con River en los ’50), Evaristo Delovo (campeón de la Copa Estímulo con Gimnasia en 1929), «Coco» Maisón (Francia), «Pocho» Schadlein (Gimnasia, Boca y la Selección), «Cusa» Orife (único título de Chacarita en 1969), «Pata» Reymundo, «Mocho» Viola, «Huevo» Cicora. Son muchos más. Y por supuesto engordan la lista los hermanos Bayo, Carlos Daniel y Francisco Diego ¡que fue tapa de El Gráfico!

“Paco Bayo, como tantos, jugó en los equipos del Club For Ever aquellos torneos, como los de esta fotografía, el Osácar, que organizaba Estudiantes, en 1 y 57. Todos jugadores de nuestro barrio, y salieron campeones» cuenta Alfredo Barr, cuya alma atrapa historias desde un profundo amor al fútbol. En esa foto sin buena definición, Bayo está agachado, a la derecha de la imagen (el último).

Vengan, pasen y lean, que hay promesa de fútbol, del que se jugaba antes, reportajes de antaño, fotos, de aquel entreala izquierdo, futbolista de Gimnasia y Esgrima La Plata en dos periodos, de 1955 a 1958, y de 1961 a 1963.
En octubre de 1955 entró al primer equipo por la lesión del titular Alfredo Martinez.
—¿Recuerda como fue su debut profesional?
—Sí, fue desastroso. Jugamos contra Ferro y perdimos 3 a 1. Se había lesionado Alfredo Martínez, que venía de Boca y me pusieron a mí. Ese año jugué un solo partido.
Fue en 1956. Gimnasia formó con Gerónimo, Ambrosi, Olivero, Schadlein, Cortiñas, Smargiassi, Pentrelli, Papa, Loiácono, Diego Bayo, Barci. DT: Antonio Demare.
Dulce y hermoso fue el día que gritó gol por primera vez con los colores amados y frente a su hinchada, el mismo día que el Club cumplía 69 años. Se jugaba la octava fecha y sólo habían perdido con Boca, 0-1, en el Bosque, ahí mismo llegó Newell’s, venciendo 3 a 2, con dos goles de “Paco” y uno de Bonelli, descontando Toranzo y Ramaciotti para elrojinegro.

Cuando le preguntaron si recordaba cuál había sido el primero de todos, a sus 30 años se mandó esta descripción en una nota publicada con el diario La Nación. “Fue contra Newell’s Old Boys, íbamos igualados a un gol, marcador con el que había finalizado la primera etapa. Ya al promediar el segundo tiempo recibí un pase en profundidad y corrí abriéndome hacia el lado izquierdo. Antes de llegar al banderín del corner, miré hacia el área y vi que el arquero estaba un tanto adelantado, esperando el centro, dejando un hueco bastante grande entre él y el arco. Por ahí mismo le encajé el zurdazo. Ese fue mi primer gol oficial”.
“En el 56 jugué doce partidos y metí ocho goles, un promedio bastante interesante. Hasta que en el 57 me afiancé como titular, hice 18 goles y entré tercero en la tabla de goleadores, detrás de Sanfilippo y Zárate”, contaba el talentoso, experto en pelota quieta.
Esa del ’57 como tantas veces exigió pelear para no perder la categoría. Entonces, la idea de la dirigencia resultó positiva al traer a un hijo pródigo, Francisco Varallo, esta vez para ponerse el buzo de DT, a casi veinte años de su retiro y en plena crisis personal por la pérdida de su mujer. Por supuesto que «Pancho» contó con el as de espadas que era «Paco». Y se quedaron en la A.

Aunque muy pocos lo recuerden en 1957 hubo un Seleccionado atípico, que se integró con jugadores de Primera para jugar el Campeonato Militar, único en la historia, jugado entre cuatro países, en River. Dos europeos: Italia y Francia, y dos sudamericanos: Brasil y Argentina.
El 7/7/1957 se abrió el juego, con Diego Bayo de titular y dos goles del hombre de Gimnasia, en goleada 4 a 2 ante los brasileños, que empezaron arriba por gol de Ze a los 2 minutos; antes de finalizar el primer tiempo, «Paco» lo dio vuelta, minutos 5 y 44 (penal). En el segundo tiempo, Norberto Menéndez, a 18 y 24, desató la euforia nacional.
Tocó el turno de Italia y un show de goles, 5 a 4 para Argentina y con cuatro pepinos en el primer tiempo. La progresión del resultado: PT 2′ Ronzoni, 14′ Menéndez, 18′ Bayo (penal), 21′ Menéndez, 30′ Menéndez. En el ST, el 4-1 se transformó en 4-3, 5-3 (gol de Zurita) y quedó 5-4 por el descuento a los 42′ de Corzo (fue gloria de los Azurros).
Francia se quedó con el trofeo, gracias a una figura como Just Fontaine que al otro año brillará en el Mundial de Suecia 58 y un récord que nadie superar: 13 goles.


Bayo recordó que “nuestro técnico era Emilio Baldonedo, gloria de Huracán en la década del 40, una gran persona, pero desconocía a los rivales. No teníamos la televisión por satélite. No veíamos lo que pasaba en Europa. Los franceses tenían una idea de juego, táctica a la hora de cerrarse en defensa y abrirse en ataque”.
Los once en el Mundial Militar fueron 1 Capazzo, 2 Sacchi, 3 Molina, 4 Cainzo, 5 Diez, 6 Marinovich, 7 Nardiello, 8 Zurita, 8 Menéndez, 10 Bayo, 11 Urquiza. El capitán era el volante central de Ferro, Osvaldo Diez, quien era Sargento del Ejército.
Gimnasia aportó a “Paco” Bayo y al Negrito Maravilla ((ayudante de la sección perros);
por Estudiantes fue Héctor Molina; de River, Capazzo y Menéndez; y de Boca, Horacio Marinovich ( luego figura del Lobo de 1962). Según Bayo “Sacchi nos impresionó por su calidad; cortaba y salía jugando. Además, por su pinta, 1.87, rubio y ojos claros. Federico no le dejó nada al resto”, bromeó Bayo en el final de la charla con Télam.
La foto que sigue a continuación es con la Albiceleste y el escudo que fue distintivo de los once del Ejército militar.

El torneo de la AFA de 1958 lo tuvo como figura. “Hice menos goles pero ese año me compró el Celta de Vigo». En España jugó de 1958 a mediados de 1961, en el ascenso, convirtiendo 21 goles. “Faltando medio año para que venciera el contrato tuve que volverme porque había nacido mi hija y estaba extrañando mucho a la ciudad, la familia y los amigos», explicó alguna vez, a lo Bayo, conteniendo la emoción.
—¿Tuvo ofertas cuando volvió a la Argentina?
—Cuando me decidí a volver le dije a mi suegro y a mi padre que se movieran un poco, y el club que más se mostró interesado fue San Lorenzo, donde estaba de técnico el Toto Lorenzo, quien me había visto jugar en España. Por esos tiempos también me había pedido Estudiantes, más precisamente su presidente, Mariano Mangano. Ante este interés en Gimnasia saltaron enseguida y dijeron que era imposible que yo jugara en Estudiantes, porque me había iniciado en el club. Entonces Gimnasia pagó el dinero que pedían del Celta de Vigo.
A caballito de triunfos empezó a dibujarse un simpático lobo en un diario y a verse hinchas con el disfraz. El Lobo ganó las calles, y como en el cuento infantil, empezó a comerse crudos a los rivales. Y aquel equipo, que empezó con Fernández Viola y terminó con Adolfo Pedernera, tuvo en su número 10 a uno de los más finos jugadores.
Creció la posibilidad de lograr el primer título en la era profesional. Esta  foto en el hotel del Lago, en Chascomús (junto al maestro Pedernera) demuestra el clima previo a los partidos. Salían lejos de La Plata para poder concentrarse. No existía Estancia Chica.

El Lobo ya llevaba 9 triunfos al hilo, la mejor racha en la historia hasta el presente, y a solo 6 para el final visitó a Independiente de Avellaneda, el domingo 3 de noviembre de 1962.
El Rojo venía mal pero pasó a ganar por Marcos Conigliaro, un 9 potente por el que más tarde Estudiantes pagó el pase más caro de su historia. Rápidamente lo empató Diego, “pegándole desde varios metros en el arco de la Visera, terminamos 1 a 1”, rememoró el doctor Francisco Terrier, un ex directivo mens sana, que siguió al equipo en esa jornada.
Alguna vez, en una nota periodística, se le preguntó qué les faltó para ser campeones.
“Creo que a Gimnasia le hacía falta un par de jugadores más.. Se nos lesionaron jugadores fundamentales, y no teníamos reemplazos. Entonces se resintió el esquema y se sintió el esfuerzo, no físico, sino psíquico, porque se sentía la presión de una ciudad que estaba pendiente de nosotros. Pero el equipo se fundió. En la cancha de Independiente terminamos jugando casi sin fuerzas y comenzó a verse el bajón. Cuando escucho decir que hubo jugadores que no hacían esfuerzos, yo digo que eso es una gran infamia”.
Su hermano Carlos Daniel Bayo, otra figura, pensaba igual, aunque siempre fue más tajante en su opinión: «Fui testigo de una charla previo al inicio del torneo, del presidente y el técnico, que le dijo ‘si me compra cuatro jugadores nos jugamos el campeonato, hay un gran equipo pero no tenemos suplentes. ¿Sabes que le contestó? ‘Maestro, estamos para la mitad de la tabla. Ese equipo jugó una rueda sin perder, ganamos nueve seguidos y nos empezamos a lesionar… No había suplentes».

Las últimas 5 fechas solo registró una victoria. Bayo siguió metiendo goles, de local con Vélez, 1-2 (empató Diego); de visitante con Atlanta 0-4; en casa contra San Lorenzo, 1-0 (gol de Diego); en Rosario Central, 1-1 (Lejona), y de local con River, 1-4 (el descuento fue a través de Diego).
El campeón fue Boca, y el subcampeón River, Gimnasia tercero, en una campaña donde el mayor de los Bayo jugó 22 partidos y convirtió 11 goles (3 de penal). Quedó como el tercer máximo goleador en la historia de Gimnasia después de Naón y Fidel. El historial dejó a F.D. Bayo con 77 goles en 150 partidos.

La voz de Antonio Rosl, otro símbolo del amor a los colores, en los primeros días del adiós a su amigo, se expresó así en una charla con este periodista: “Se fue un tipo extraordinario que siempre quiso ayudar a los demás. Fue mi primer referente, que se acercó cuando fui a la Primera. Paco me dijo ‘ojito, tené cuidado, no te lleves el mundo por delante’. Me conocía el carácter, me veía jugar en Tercera. Debuto a los 19 años, y él tenía 27”. El Gallego, como si fuera poco, tuvo que reemplazar con la «5» a Daniel, hermano menor de Paco, aquel 28/7/1963, con esta formación: 1 Minoian, 2 Galeano, 3 Marinovich, 4 Davoine, 5 Antonio Rosl, 6 Lejona, 7 Ciaccia, 8 Guarracino, 9 Dacquarti, 10 Diego Bayo, 11 Gómez Sánchez. DT: Ruben Bravo. Curiosidades, o casualidades, Rosl, después triunfará en San Lorenzo, siendo bicampeón.

Esos grandes grupos humanos dejaron anécdotas que nunca trascienden en los medios. Gimnasia llegó a concentrar en una quinta ubicada en el barrio de La Granja, “la quinta de Peteco”, un espacio con cuatro piezas, living comedor, una cocina y parrilla.
Allí se dio una risueña anécdota entre el arquero Carlos Minoian y el 10 mientras tomaban una sopa. Cuentan que como «Paco» sabía que el “Turco” saltaba con la mínima insinuación de una broma, y mandó un comentario sutil que enojó al grandote número 1, que se levantó para enfrentarlo; Paco, que no podía salir por la ubicación de las mesas, pisó la silla y saltó, para salir corriendo en dirección al patio. Dicen que tardó 15 minutos y al entrar, tiró graciosamente: “Me cansé de esperar… yo creí que ese guapo iba a salir a pelear”. Minoian sonrió a carcajadas.

Una vez, en la Sede de la calle 4, donde se hacían los bailes de carnaval, llegó un cantautor, Julio Sosa. “Vení, vení… acá está tu ídolo”. Rosl se lo presentó a Paco, que era un buen tanguero.
Lo vendieron a Banfield, donde jugó de 1964 a 1965 unos 29 partidos. “Ahí compré mi pase y me fui a Chile”.
En 1966 fichó para Unión Española, la escuadra de Santa Laura, donde actuó otras dos temporadas. Arrancó mal y al final llenó de fútbol las retinas de aquel pueblo. Una nota del 19 de octubre de 1967, dice: “El repunte de Diego Bayo en la competencia chilena ha coincidido con el logro de bonitos goles. Goles que llevan un sello muy especial”. Y el propio Diego no estaba conforme, porque “cuando llegué había estado mucho tiempo sin jugar y estaba fuera de formas. Llevaba cuatro meses sin entrenar. Y cuando ya me estaba aclimatando me lesioné contra Huachipato y quedé dos meses más sin jugar”. Los aficionados hacían resaltar su obesidad, por emplear una palabra adecuada. Y al respecto Bayo decía: “Mire… yo siempre fui algo grueso de físico. Mi contextura es esa. Se lo descuido para que no piensen los hinchas que me descuido en mi físico”.
Y en lo alto… “Un poco bajo… no tanto ¿eh? Me da ciertas ventajas sobre los defensas rivales- Soy más ágil y me permite una mayor desenvoltura en las maniobras. Puede que sea una contra en el juego por alto, aunque tampoco lo creo. Todo es cosa de ubicación dentro del área. Saber aprovechar bien las oportunidades”.
“Un hombre reposado. Que sólo vive para el fútbol y para su familia, donde Susana, de seis años, y Alejandro, de cuatro, son los reyes. Económicamente no tiene problemas, ya que ha sabido invertir bien su dinero. Ese dinero que llegó junto con los aplausos y la fama. Se tiene confianza y su único anhelo, es reeditar en Chile esa gran campaña que realizó en 1962 con Gimnasia y Esgrima”.

Y al Bosque siempre volvió. El primer amor, de hincha, de jugador, de técnico…
Dirigió en 1974 a un plantel por unos pocos partidos, entre varios ídolos, caso Carlos Della Savia y un trío de “locos”; Hugo Gatti, en el arco, y sobre la raya, Walter Durso y Raúl Emilio Bernao.
Estuvo cercano a distintas comisiones directivas, como la del recordado “Basurero” Oscar Venturino y el “Coco” Norberto Sánchez. Este último recordó que “Paco Bayo me vino a buscar al club Brandsen —junto con Masciadro, otro directivo— para colaborar en 1977. Cuando fui elegido Presidente, en 1980, «lo llamé para el fútbol amateur y para asesorar al fútbol profesional con otras glorias del club, el “Pocho” Schadlein, “El Negro” Miranda y el “Gallego” Rosl, que entonces era el secretario técnico. Se fue un amigo de la vida, con el que compartí muchas reuniones en fiestas aniversarios y con Varallo”.
Durante esos cinco años que duró la odisea en la Primera B, se produjo un hecho inédito: la primera publicidad en la camiseta, “Carrier”, de aire acondicionado, cuyos artefactos tenían a Diego Bayo como representante en La Plata, con su empresa de venta y service.
De la amistad fue un campeón, con un espíritu sereno, mirada afable y palabras justas. Fue un habitué del Gonnet Paleta Club, la casa de un ex jugador de Gimnasia y Cambaceres, el doctor Ricardo Emmerich, quien en el adiós escribió estas palabras: “Fuiste el ídolo máximo de una generación de triperos que se está terminando. Cómo vibraron nuestros corazones con el lobo del 62 y tus maravillosos y recordados goles, que nos alegraban el alma. Verte salir a la cancha con tu cinta de capitán era una emoción difícil de describir. Tu trato cordial y afectuoso para quienes tuvimos el privilegio de ser tus amigos. Junto con el Beto Infante, fueron los referentes máximos del querido Gonnet Paleta Club. Todos los integrabtes de ese espacio lloraremos a un ser humano humilde, honesto y generoso que nos regaló la vida”.

También, por las tardes, solía ver partidos de bochas en un espacio recreativo de la calle 50, cercano al Parque San Martín, donde degustaba el vermouth con una picadita. Allí lo conoció Aníbal Vicente, socio tripero, que fundó la Filial del Parque Castelli “Carlos Carrió”, y para este profesor de historia, “Paco le demostró vivir con felicidad” y recuerda una anécdota del ídolo:
“Dos veces jugó ante Pelé, cuando el Santos estuvo en España y por supuesto el partido amistoso en La Plata, que finalizó 2 a 2. Esa noche Santos tuvo a varios jugadores del Brasil que ganó el Mundial de Chile y “Paco” recordó siempre una jugada con la que “se vino la cancha abajo”, por su hermano Daniel
—¿Cómo fue?
—Se dio en la mitad de la cancha: Pelé la paró de pecho, la pelota picó y luego él con un pie la levantó, haciéndole un sombrero a Daniel (Bayo, su hermano), que no pasó de largo, sino que quedó cerca de Pelé, dio un giro de 180 grados repentinamente y entonces, con sus piernas largas, se la sacó de la misma cabeza al brasileño y le hizo un sombrerito. Impresionante. Encima salió jugando, con pelota dominada.

Los 80 años de Diego Francisco se celebraron en el salón Azul, por la misma idea de tantos amigos, entre ellos, Carlos Restivo, quien también vistió los colores y supo de los abrazos sinceros del 10.
Tantos hinchas de la época donde la cancha tenía gusto a Sidral, aquella gaseosa que se fabricó en nuestra ciudad. De la época en que los niños podían mandarse solos a la cancha sin correr peligro y a la espera de un mayor que lo hiciera pasar a la incomparable fiesta popular.
Los más longevos que pueden contar esas historias deliciosas, y recitarán delanteras como la de Pentrelli (“Toco y me voy”), Maravilla (“El Sargento”), Loiácono (“Lujo”), Barci (“Siambretta”) y Bayo (“Paco”), y aquella que enamoró y le dio nacimiento al “Lobo”, con Ciaccia (“El Loco”), Prado (“El Doctor”), Rojas (“El Tanque”), Gómez Sánchez (“Waqui”) y Bayo (Paco).
El pasado 19 de diciembre dejó su actuación en esta tierra un verdadero caballero, cuya habilidad por jugar la pelota precisa fue parecida a la forma de relacionarse, con tacto y buen gusto.
“Tenes que estar contenta, fue uno de los mejores que conocí en el fútbol”, le dio un abrazo en el momento de mayor dolor Antonio Rosl a Graciela Elva Sansó, la compañera de “Paco”, con quien crió a Susana Bayo y Alejandro Bayo.
El pasado se va evaporando, con una nueva concepción de la sociedad y de las conductas humanas. Los grandes seres humanos deben ser recordados, como éste que nació en una casa laburante de la populosa Barriada de El Mondongo y llegó a ser tapa de El Gráfico.

Ese señor, Francisco Diego Bayo no podía irse en silencio.

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