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jueves, julio 4, 2024

El Club For Ever juntó a sus primeros campeones y homenajeó a un ídolo de barrio, Hugo Capel

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Pese al hándicap a favor, la diferencia indescontable que le lleva el fútbol de Primera División a quienes han participado de la Liga Amateur Platense, acá en el llano del alambrado, en el campo sin la nivelación suficiente o el riego artificial que lo deje verde como una lechuga, se han visto distintos cracks. Tiene derecho a pensar lo que quiera, reírse o decir que escribo pavadas. No conoció la Liga, no fue, o no se la televisaron en otros tiempos. ¿Vieron jugar a Eduardo Hugo Capel? Un ídolo de barrio, del universo amateur y algún pasaje por el ascenso de la AFA.
La gente más longeva del Club For Ever puede dar fe que ese número 10 tenía un impronta de crack de primera división, donde pisan los profesionales.
La reunión del pasado viernes 29 de abril fue destinada a la camada de jugadores que, capitaneados por «El Mago», en 1991 sacaron campeón por primera vez en la A de la Liga a la institución de la calle 116 entre 62 y 63, El Mondongo.
En verdad, la reunión nació de Hugo, tras contener las lágrimas del 10 de marzo de este año, cuando pasó por la Liga a saludar a su amigo Luis Martín, ex compañero en For Ever, recién coronado de gloria como el preparador físico de la Selección Argentina.
“¿Cómo vas a empezar?”, me interrogó Gustavo Fracassi, el Presidente de For Ever y DT de aquel equipo de 1991. Me dio la responsabilidad de conducir el evento. El «Zorro» Fracassi fue otro caso que se dan cada cien años, el técnico y a la vez presidente del club, que a su vez debuta y da la vuelta olímpica. Había asumido en las últimas fechas por una situación que suele pasar: el desgaste del conductor saliente, el querido Carlos Gómez. Lo risueño es que Fracassi estaba en su luna de miel con Gladys De Mederos, quienes acordaron interrumpirla unos días antes por la final que la Liga Platense mandó a jugar el sábado 13 de diciembre de 1991.

Capel fue el símbolo de ese equipo y dueño absoluto de las emociones primarias que tuve como espectador de fútbol y periodista, el lugar que me ha inspirado y donde encontré a otros malabaristas. Fue el capitán que caminó desde el túnel de 1 y 55 para darle al club su trofeo más valioso y enorgullecer a los vecinos mondongueros. Vayamos a la formación de esa Final y de allí extraeremos a la mayoría de los presentes en el jugoso asado: 1 Christian Rey, 2 Ricardo Caso, 3 Antonio Peralta, 4 Alejandro Cabrera, 5 Tulio Pelegrini, 6 Sergio Font, 7 Andrés Candia, 8 Mario García, 9 Sergio Britos, 10 Hugo Capel, 11 Omar Sebastianelli (titulares), 12 Favio Di Benedetto, Hugo Caso, 14 Carlos Cano, 15 Jorge Varallo, 16 Juan Agricola.
El día de la final con El Cruce, Fracassi dio la charla en el vestuario visitante y se ubicó en la platea techada Pincha, porque estaba suspendido. Demostrará que eso del “Director Técnico” es una cosa no nacida con el fútbol, y aunque creía en el orden, mucho más dejaba todo en la capacidad de resolución de sus jugadores. Lo suyo se asemejaba más a las épocas en que un delegado entraba con el botiquín. Fracassi tuvo su vuelta olímpica. Parecía mucho.

También suena a deseo muy elevado el que tenia Capel, varios años antes de ese partido, un joven que buscaba “ser el 10 de Estudiantes”. Con quince años se había ido a vivir a una casa de 118 y 67, pleno Mondongo, cerca de For Ever. No tuvo oportunidades, en un tiempo en el que los exquisitos llovían de todo el país en la cantera Pincha. En el barrio lo agarraron para jugar por primera vez con la azul y blanca a rayitas, y el primer responsable se llamaba Hugo Escudero, «El Topo», quien se ponía primero en la fila para organizar el equipo y fue arquero de For Ever en la Liga Amistad (desde 1972 For Ever estaba desafiliado del contexto de la Liga Amateur, adherida a la AFA). El «Topo» era un amigo de todos en el arrabal del adoquinado, uno de esos Gordos buenos en un barrio que se llama Mondongo precisamente porque un bromista gritó en alguna ocasión remota: «acá son todos gordos, tienen todos su Mondongo». Barrio de laburantes de los frigoríficos, de universitarios, pensiones y carnavales. Y de fanáticos de Gimnasia.
Gabriel Crivaro vivía a una cuadra de Hugo y fue uno de los que jugaron a favor y en contra: “No te vengas para mí costado, conmigo la pisadita o la canchereada, no», pero hoy mira en perspectiva y afirma que «de todos los que vi jugar fue el que más me llamó la atención, por el panorama y la pegada”.

Realmente, Capel abundaba en los lujos, de levantarla, matarla con el pecho, llevarla de cabeza, bajarla súbitamente y dar el pase enre líneas. Pero muchas veces lo hacía por demás. Y enardecía a los rivales.
Tenía 31 años cuando llegó el partido que lo ponía en el césped de sus sueños, el del Club Estudiantes de La Plata, el “Jorge Luis Hirschi”, en una tarde calurosa. Y parece cuento, pero también 31 años pasaron para esta juntada, que tuvo incluso a rivales de esa final. Capel ya había jugado en Kimberley de Mar del Plata, Villa San Carlos (en la foto, el que tiene la pelota), Cambaceres y Estrella.

“¡Señores, se juega!”. La voz aguardentosa hizo eco al asomar su cabeza por el pasillo del club.
El “Mago”, el “Negro”, “El Hugo”, no convirtió en la final. Tampoco lo hará Sergio Britos, el 9 que venía de Estrella, quien en la semana previa atravesó con su compañera un trance muy difícil al perder a “un hijo por nacer”, y al que la lluvia de esa semana, le dio una revancha para estar mejor anímicamente y jugar la final.
Aquel equipo albiazul tenía dos hermanos, que llegaron de Deportivo Castelli (Liga Dolorense) a For Ever, Hugo Caso —clase 1963— y Ricardo «Chiche» Caso —1964—, con domicilio en Santa Ana, localidad de Melchor Romero, desde donde iban al centro de La Plata a laburar y de ahí a entrenamiento, mayormente en bicicleta. “Capel era un jugador pensante, de calidad técnica y no se la sacabas con nada”, tiró Hugo. “Se la llevaba al córner, lo venían a marcar dos o tres, la subía al pecho, la levantaba, la sacaba por arriba y los dejaba pagando contra la línea”, describe Ricardo. Nombran que otro tipo distinto en las canchas difíciles de la Liga lo tenía Pettirossi, Héctor “Petaca” Cereijo. Pero volviendo a la final todavía no se ponen de acuerdo sobre quién sacó de la final con una patada al uruguayo De Los Santos (9 de El Cruce). “Me lo encontré al uruguayo en la calle varias veces y dice que fuiste vos, lo cortaste vos en el muslo. Por eso no pudo seguir”, culpa Hugo a su hermano “Chiche”.

Si viviera Peralta (la vida nos arrancó rápido al “Negro” Antonio de Villa Montoro), bien podríamos estar en presencia de un guapo de Liga y de los torneos de barrio contra barrio. Están el arquero Christian Rey, Alejandro “Pipo” Cabrera, Andrés Candia y Sergio Font, quien filosofa sobre el fútbol: “Es un arte, y es más difícil combinar con los pies, respecto a los deportes que se juegan con las manos”. Font había sido jugador pincharrata en todas las juveniles y Pachamé lo llevó a la Selección Sub 19 para un Sudamericano, en Bolivia, pero al volver, seis meses más tarde, Estudiantes lo dejó libre. “No necesitaban centrales”, se sincera. A los 27 años llegó a ese For Ever y según Capel “fue clave”.
Los testigos del arte con el balón, seguimos repitiendo que tenía cosas de Maradona y de loco.
Hugo, vos eras uno de esos cracks como el Corbata o Carlovich, aunque no llegaste a una Primera profesional como ellos…
—Nooo, ésos son animales. Yo me alegro de haber jugado en canchas que picaban mal, a no ser la del Parque San Martín. Me acuerdo de un córner sobre la calle 54, un viejo me dice si me animaba a tirarlo olímpico. Le dije ‘¿al primero o al segundo palo?’ (lo tiré fuerte al segundo). Entró. Se lo dediqué al viejo, cómo se reía.
Capel se perdió en estos últimos eslabones de la cadena del fútbol, tal como “se perdió el video VHS con la final”. Qué lío. ¿¡Quién lo tiene!? En 1991 filmar un partido era jujo, y no había chance de encontrar una máquina para hacer copias. El original pasó de manos y hoy se lamenta con el dolor de quien no puede recuperar una auténtica joya. Entre los pocos materiales, está esta fotografía con Capel, Rey y Tulio Pellegrini, el número 5 y bastonero del medio, aquel 13/12/1991.

Dice Rey: “A Huguito lo conocí a mis 12 años cuando mis tíos y mi primo me llevaban a patear al campito de 120 y 70, donde antes tuvo la cancha Victoria, siempre decían que iba a venir uno que juega… Y el día que apareció ese uno que juega, era Capel. Me invitó a jugar por For Ever y conocí al Maradona de la Liga. Si tengo que hacer una terna muy egoísta, están Capel, Pinino Amaya y el Cartonero Martínez. Lo vi jugar de diez o de marcador central, salíamos jugando, tirando paredes, cosa que hoy es habitual en fútbol de primera y nosotros lo hacíamos en la Liga, todo porque Hugo decía ¡cuidemos a la novia, la pelotita!”.
“¡Vaaá…!”, el grito del pase. Iba al pie.
Capel tomó el micrófono, que le cedió Fracassi (se abrazaron fuerte y el querido ex jugador se dirigió a los cincuenta comensales). “Acá encontré amigos y un trabajo”, destacó. “Tiene razón Christian Rey, decíamos que teníamos que tratarla bien un ratito”. Y le agradeció a la mesa de los mayores, donde estuvieron algunos de sus entrenadores: “Ellos me decían ‘esto es por acá, es así, con sacrificio’”.

Allí estaban Aníbal Alvarez (ex entrenador en Villa San Carlos, quien pidió entregarle la distinción a Hugo) Carlos Coria, José Chirico y los hermanos Héctor “Quique” Rey y Jorge “Zorro” Rey. Otra grata sorpresa fue la de Hugo Duba, “El Conejo”, quien protagonizó un caso inédito en el fútbol porque en un clásico For Ever-Everton de 1988 (suspendido a poco del final) el árbitro informó a 21 jugadores y el único que zafó de la expulsión fue Duba.
El paso del tiempo los transformó en padres, abuelos, destacados profesionales, y aunque parecen que se han perdido del club, ahí están.

A los postres, al recibir un pergamino, cada invitado tuvo la palabra. Y la picardía y el humor estalló ante la presencia de Martín Vasta: “Ese For Ever salió campeón porque no jugué yo”, se animó “El Ruso”, quien al estar sancionado no pudo ser de la partida. Bulliciosos comentarios le salieron al “cruce” pero Vasta no dio marcha atrás: “¡Es la verdad!”, espetó. En parte la razón le asistía, porque en la estadística y el juego El Cruce fue el gran favorito. El “Negro” Candia (autor del 1-0, a los 42 del primer tiempo) le hizo saber que “la historia no se revierte, Ruso, ya les ganamos”. El partido quedó igualado a los 17 minutos por Jorge Vidal, al que no le hizo gracia que este periodista le mostrara el diario de aquella definición, que fue para For Ever a diez minutos del pitazo del juez Héctor Rimoldi. “Cuando parecía que se iba al alargue (tal describió El Día), Cabrera quitó una pelota en el medio de la cancha y tras adelantarse unos metros sacó un tremendo disparo que superó a Caroni. En la embestida final no tiempo para el equipo de 511”. For Ever 2 El Cruce 1.
En el segundo tiempo Britos fue sustituido por un joven de 18 años, Jorge Cruz Varallo, sobrino nieto de una gloria del fútbol nacional, Francisco Varallo, goleador de Gimnasia, Boca y la Selección en el primer Mundial de Uruguay 1930. Hoy es una eminencia en traumatología encontrándose en España, desde donde participó con saludos y esta acotación sobre la gran figura del equipo: “Para nosotros, Capel un Riquelme antes de Riquelme”.
Mario García, el puntero derecho de los que vivían engañando con sus piques sobre la raya, tomó la palabra y reflexionó sobre el valor de estar juntos luego de vivir un trance de salud: “A mis amigos gracias por cada llamado y mensaje de aliento”.
“Fuimos la última generación que respetábamos a los grandes”, apuntó Gastón Polinessi, “El Gato”, otro de los juveniles que asomaban en el grupo del año 91.
Capel contuvo la emoción cuando alguien le tocó la espalda, era Luis Oscar Martín, el profesor de “La Scaloneta” que pasaba a saludarlo por el mismo lugar donde hace 30 años “jugué el Torneo del Interior”.
Reconoció que fue Huguito quien lo convenció para no firmar por otro equipo del interior y pedir el pase a Peñarol de Pigüe.

La juntada se impregnó de oro y orgullo en el alma. Parecía sobrevolar la magia de Messi y el «Dibu» Martínez. “Esto se pareció a como cuando íbamos al colegio y esperábamos a que tocara la campana para juntarnos con esos amigos que vos querías charlar y jugar, pero después sonaba otra vez y cada uno al aula, volviendo hoy a nuestros quehaceres personales”, parafraseó Capel, próximo a los 63 carnavales (cumplirá el 20 de mayo).
Martín jugó cinco partidos y quedó en la historia el domingo en que For Ever estrenó en AFA su nombre, triunfo ante Mercedes, 2-0, con dos goles del «Luifa» en el estadio de Gimnasia, el 7 de noviembre de 1993.

Aquella lista de buena fe tuvo refuerzos de distintos clubes, el defensor Diego Rodríguez (luego hizo carrera en Cambaceres, Ferro y All Boys) y un menú variado en la ofensiva, Jorge «Goma» Vidal (ex Huracán de Ingeniero White), Damián “Chinchorro” Zalla (Tricolores), Oscar Mulet (Estrella) y por poco firma Carlos «Ata» Alcaraz, tremendo goleador de esos tiempos. El “Ata” tuvo un intercambio risueño con el presidente Fracassi, quien le paró el discurso para hacerle una chanza: “Con vos nos hubiera ido mejor, ¡te esperé una hora en el Ministerio!”.
El aplauso que sobrevino fue muy fuerte, porque recordamos que le apareció el gen perfecto para jugar en el fútbol profesional, como lo hace su hijo Carlitos, ex Racing y actual Southampton inglés. El veterano Alcaraz era un artesano de la pelota y defendía la clase de Hugo: “Hacía lo que quería con la pelota, tengo una anécdota en la cancha de Trabajadores de la Carne, le hizo un caño a un compañero mío y el otro lo mató de una patada. Lo agarré a mi compañero y lo recagué a puteadas, le di la mano a Huguito, y le pedí disculpas pero le aclaré: ‘a mí no te me atrevas’. Se sonrió y me contestó ‘a vos no maestro’. Un tipazo adentro y afuera de la cancha”.

Dos wines de gambeta espectacular, esta vez se metieron por diagonal 79 y salieron esta noche por el túnel del tiempo: Alejandro “Mencho” Beltrán (con sus goles en 1995 devolvió a For Ever otra vez a Primera) y Pablo Poggio (talentoso que en 2001 le dio a For Ever el segundo título).
“Va corta”… “Va larga”… “Picaaá…” “Vení…” “Andaaá”. Jugaba y relataba Hugo. De pronto aparecía alguna vivencia íntima de otro El Cruce-For Ever, que se jugó al otro año, cuando el Albiazul defendía el título y fue a la cancha de INDECO, por la fecha 22. Fue un empate 1 a 1 que tuvo a Silvio Woolands como autor del gol, y aún puede oír el consejo de Capel que en el pequeño vestuario. “Hoy vas a hacer un gol de tiro libre”. Silvio se reía incrédulo porque las pelotas paradas eran todas de Capel. “A minutos de empezado el partido metió una fantasía a metros del área y uno de los ásperos centrales Canarios lo bajó sin miramientos. El juez pitó y él se paró rápido. Instantáneamente lo miré y me levantó las cejas un segundo antes de acariciar la pelota sutilmente por el costado de la barrera dejándome mano a mano con el arquero distraído que se aprestaba a armar la barrera. Solo tuve que empujar a un arco semivacío. En el abrazo balbuceó entre risas… ‘te dije que ibas a hacer un gol de tiro libre, solo que no te dije como’. Un crack de otra dimensión, una persona entrañable, un faro para todo aquel pibe que quiera jugar a la pelota. Yo puedo inflar el pecho diciendo que jugué con él. Y la  pelota siempre volvía con la fuerza justa y al lugar indicado”.
En 1997 dio la vuelta olímpica con la Selección de la Liga, a sus 36 años. Encaró aquel torneo de la Federación del Este como el último, “se lo prometí a Dios”, decía. “El equipo no salía si no orábamos, y di la vuelta de la mano de mi hijo”. Llevaba la Biblia. Pasaron los partidos, Rauch, Ayacucho, Tandil, Balcarce, Mar Chiquita, Alvear. A la cena concurrieron dos ex For Ever, que jugaron en aquel combinado, Christian Coniglio y Víctor Hugo Ramírez (se inició en For Ever y más tarde fue un recio defensa central de Tricolores).
El entrenador Carlos Sparvieri consensuó con el jugador que pasó a jugar todo el torneo de líbero. “El tipo tenía una claridad para ver el partido desde el fondo de la cancha y analizar todos los movimientos del equipo, nos reíamos porque en aquel momento dijimos ‘hacé la gran Lothar Matthaus, terminá retirándote ahí. Aparte un tiempista, llegaba a todas y muy difícil que te revoleara la pelota. Cuando había que reventarla yo le gritaba ¡Señoraaa… Señoraaa…! como hacíamos cuando en el barrio antiguamente…  Cuando la situación lo requería, de extrema, de última, sino cortaba, amagaba, salía jugando y le daba la pelota al volante para que arrancara el juego”. En la final en General Alvear, jugaron cinco defensores, con la particularidad de que Capel y Carlos Vilardo actuaran de doble líbero. La Plata empató 1 a 1 y se clasificó campeón.
La misma función cumplió un tiempo antes en el Fuerte Barragán cuando el maestro Oscar Barroso diagramó su táctica con Capel de “2” y en el medio colocó a dos ex futbolistas con pasado en Gimnasia, en los años ochenta, Carlos Girardengo y Guillermo Pantaleo.
A propósito, en el homenaje estuvo presente el nuevo titular de la Liga Amateur Platense, Leandro Campano, ex jugador de ADIP que se las ingenió para marcar a Capel en sus últimas andanzas.En 1999 Capel rompió la promesa y volvió a jugar, ahora sí, por última temporada, con la camiseta de Everton.
Cuando la Liga organizó el Torneo Seniors, los clubes se empecinaron en convencerlo, pero agradecía con palabra firme: “ese tiempo al fútbol ya se lo di”. A veces termina jugando para el equipo de la iglesia bautista en la cual quedó «ligado» desde la fe cristiana. Organizó torneos inter-iglesias.
“Llegas a conocerte con un jugador con las señas del rostro como en el juego del truco. Hay conexión, como el sábado, con algunos hay una conexión en el fútbol como en el truco”, expresa con amor Hugo. En una mesa, celebran sus palabras y verlo bien varios jugadores del tiempo en que Capel fue DT de For Ever, el “Tato” Rodrigo Mongilardi, Martín Reyes y los hermanos Lucas Langone y Nicolás Langone, quienes agradecieron al club y a su padre por llevarlos a las raíces de la Liga donde don «Yayo» también había jugado.
En la conexión, de la que habla Capel, aparecen en el aire nombres que de solo escucharlos nos llevan a un vestuario, en silencio, mientras ellos dan las consignas. Oscar Barroso, José Talone, Jorge Maidana y los aplausos por el adiós más reciente, Mario Alcalde. Estuvo la Comisión Directiva de For Ever a pleno, con Martín Lergoburu, Gabriela García, Adrián Sampallo, Emiliano Di Pietro, Manuel Orihuela, Viviana Carrizo y el presidente Fracassi.

“Todos ustedes se mataron para que yo pudiera hacer algo”, subrayó en la alocución Capel, y el sábado 13 de diciembre de 1991 se volvía a sentir en la atmósfera de la noche, antesala del día del Trabajador, que en aquel lejano año, mientras los campeones festejaban, tenía otros episodios de júbilo en la avenida 9 de Julio donde 100 mil personas vibraban con Soda Stereo (al día siguiente cantó el tenor Luciano Pavarotti). En el país, el doctor René Favaloro ponderaba la designación de la primera mujer al frente de la Sociedad Argentina de Cardiología, la doctora Liliana Grinfeld, platense. Y en lo máximo del fútbol, esa noche River le ganaba a Platense 1-0 (gol de Silvani) y seguía disfrutando la gloria del Apertura 91.
Para Capel, todo el vínculo empezó en 1979. Según recuerda Gimnasia había descendido a la B y en su cancha auxiliar probaba jóvenes valores, Hugo llegó con un grupo de amigos de Instituto, un club de El Mondongo. En 60 y 118 se encontró con dos amigos del colegio, el Bocha Toledo y el Mono Pantaleo, que ya pintaban en inferiores y llegarán a Primera.
Pero Capel parecía alérgico a los entrenamientos. “Si todos daban quince vueltas yo tenía que dar la mitad. A mí déjenme tirar unos caños”, vociferaba. Hasta que aparecieron aquellos clubes que hicieron lo posible para tenerlo. Y lo ayudaron para que el fútbol, de cierta manera, sea su segundo trabajo. Agradeció al club For Ever porque le consiguió un trabajo estable.
Se remonta al verano de 1981, vacaciones con un amigo en Mar del Plata, lo vieron en la plata y le proponen quedarse a jugar en Kimberley. Va a firmar su primer contrato y su padre le dice que lo pensara bien, porque ya salía el trabajo en Banco Provincia, donde “el viejo” era empleado electricista. En la Liga Marplatense jugó finalmente Capel, con compañeros famosos, el 9 era el “Vasco” Ricardo Albisbeascoechea, que ya había jugado en los dos clubes de Avellaneda y luego siguió en España. El arquero, Eduardo Basigalup, al otro año pasó al Ferro de Griguol. “Tal vez si seguía ahí, con los contactos con Ferro, quién sabe… Solo te puedo decir que cometí un error grande y no me rescindieron el contrato”.
Llegó a la región y enseguida lo agarró Villa San Carlos, jugando hasta 1985 (jugó 70 partidos y metió 11 goles), dirigido por Roberto Zapata en 1981, Aníbal Alvarez en 1983 y la dupla Norberto París y José Talone en 1984-1985.
Lo llamaban del barrio, los amigos de For Ever, como aquella vez que salen subcampeones en la Liga Amistad. “Había que definir en Magdalena, contra un rival bien reforzado. Si se enteraban en la Villa, me mataban”.
En 1986, a pedido del legendario DT Miguel Ignomiriello (ex Selección Argentina), llegó a Defensores de Cambaceres para la Primera C. “Era muy dribleador, un petiso que eludía con rapidez, y el pelo enrulado se le movía al compás de su gambeta”, recuerda Juanchi Guerra, fanático Rojo y directivo en distintas épocas. Jugó diez partidos del torneo Apertura, destacándose en una victoria 2-1 contra Sarmiento, en Junín.
La propuesta de Estrella de Berisso lo hizo florear como nunca. El técnico Barroso armó un mediocampo formidable, con Osvaldo “Indio” Garibaldi como tapón y un tándem creativo con Capel y Walter Amaya, “Pinino”, otra notable figura. Jugó en 1987 (subcampeón detrás de Villa Lenci) y 1988 (campeón).

En 1989 Capel volvió a For Ever y ascendieron. En 1990, al fin, los de El Mondongo pisaban el torneo en la Primera A tras dos décadas de ausencia. De ese plantel, anteanoche estuvieron acompañándolo Carlos Castellini, Oscar “Bocha” Mulet, Gabriel “Magandi” Fernández y Marcelo “Catarro” Tedesco, quien salvando las distancias comparó “al estratega Capel, una clase de jugador como Zidane, Riquelme o Valderrama; el equipo giraba alrededor de él, jugaba y hacía jugar”.
Una vez, de tantos lujos que tiró en la cancha de Porteño, la figura tuvo que escapar por un agujero que encontró en el alambrado. Los compañeros ya no daban más de defenderlo, se recuerda entre quienes jugaron.
Son las 3 AM y Hugo anda sentado en un rincón, como cuando se vendaba con meticulosidad para que no duelan tanto los golpes.
Era la madrugada de un domingo. Así como él hacía con la pelota, la vida le permitió que los más íntimos la pasemos bien un rato. Y volvió a emocionarnos. Si al “Mago” le faltaba sacar una sorpresa más, estaba acá en su club, ¡Se armó una despedida! Y volvió a salirse con la suya. ¡Profeta en su tierra!.

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