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domingo, julio 7, 2024

El fútbol infantil despidió a uno de sus mejores amigos: “El Halcón”

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Sobrevuelo de “El Halcón”. Bajo este eslogan salieron sus fotos durante varios años, donde sus imágenes eran acompañadas de un puñado de palabras del escritor vocacional que también fue Alberto Palacios. Aquello quedó en las páginas históricas de un suplemento gráfico que editó un diario, “El Clasiquito”, dedicado al fútbol infantil de la región de La Plata, Berisso y Ensenada. “El Halcón” fue colaborador y amigo de este que hoy escribe su adiós.
Se fue un verdadero referente social, un seguidor de los clubes de las ligas de fútbol de La Plata. Nunca dio señales de enfermedad, “estaba muy bien”, cuentan; aunque este periodista, en el filo de la medianoche del viernes, conversó telefónicamente con él, y advirtió que se venían tiempos de estudios médicos a raíz de un problema cardíaco, que apareció repentinamente: “Me agarró un dolor en el pecho cuando volvía a casa después de una jornada de fútbol infantil”. Y volvía en la bicicleta, con el bolso y la cámara, después de una sus giras por una de las canchitas.
Murió Alberto Palacios, de lo que tenía en exceso, el corazón.

Se hace duro remontar esta semana sabiendo que ya no lo vamos a ver, ni consultar. Generoso y amable, de chiste siempre fino, predispuesto al llamado de un presidente como al de un padre, para que esté compartiendo la fecha, retratando a tal o cual categoría.
Se notó el cariño singular por su figura cuando el mismo domingo (falleció en horas en que Uruguay e Italia definían el Mundial Sub 20, cerca de su casa) en los muros de Facebook comenzaron a pasarse la noticia entre los dirigentes, árbitros, familias, ex jugadores que han pasado por el ámbito deportivo de los chicos, con mensajes cargados de dolor por la pérdida. Nos dejó con la pregunta que nunca le hicimos a este fotógrafo amigo: “¿Habrá sido consciente del aprecio que le tenían todos los clubes de la ciudad?”. No solamente los protagonistas de los equipos más sencillos, sino algunos DT identificados a Estudiantes y Gimnasia que lo trataron y sabían de un ser cumplidor, profesional, colaborador y entrañable amigo.

Nacido en Roque Pérez, donde tiene a sus familiares, el destino lo hizo platense.
Fue quien empezó a darle imagen de “jugadores” a quienes hoy lucen como estrellas de la primera división en el país y el mundo, con todo el marketing encima. Su artesanal producción empezaba en una cancha, formando a los equipos, y después a cada uno de los pibes en forma individual; en la semana, se hacían fotografía de muy buena calidad, cuando los rollos se revelaban en una casa de calle 6 entre 48 y 49. El tramo final, será llamar a la familia y acordar entrega en casa o en la cancha. Todo el trayecto, en bicicleta.
Empecemos por un niño de la categoría 1990 de Las Malvinas que llegará a jugar dos Mundiales: Marquitos Rojo.
Fotos “El Halcón”, eran la única publicidad. En un tiempo llegó a imprimir el nombre del niño/a. En todo momento, acompañaba el sobre con su trabajo entregado con un sello que era su marca, junto a un número de teléfono para poder ubicarlo.
El autor de esta nota, nunca supo quién fue el autor de su apodo, ni el por qué. Aclaremos que no era hincha de Defensa y Justicia. Pero lo real es que llegó al fútbol con ese mote, proveniente de un espacio laboral donde abundan las chanzas: el hipódromo. De allí viene lo de “Halcón”. “Fue un personaje del fútbol infantil. Todo aquel que tuvo a su hijo o fue partícipe de una liga, sabe que el Halcón venía y vos tenías las fotos”, definió Omar Rulli, DT que trabajó en las divisiones formativas de Estudiantes, donde le sacó la primera foto a su hijo Gerónimo Rulli (campeón mundial en Qatar 2022 y hoy arquero de Ajax).
Justamente en esta fotografía que comparte la familia Rulli, aparece con la clase 92 en LIFIPA, de la mano del técnico Favio Vaglica, quien fue vecino y conoció mucho a Palacios. “¡Pájaro!”, le chistó un día sin que antes jamás había mediado otro encuentro. Pero el fotógrafo sabia que ese rubio de pelo largo había sido jugador y veía su carisma en el trato con los pibes. En la rambla de 32, frente al ombú ancestral que está entre 3 y 4, «El Halcón me vio paseando a mi perro y me sacó una foto, de repente, y además la publicó en el diario. Nos unía Tolosa y el amor al fútbol”, dice el “Pájaro” Vaglica con las frases entrecortadas por las lágrimas.
Vivía a la vuelta del Centro de Fomento Mundial, un club ubicado sobre el Camino General Belgrano, con Sede en 9 y 529. En esa institución de bien público, ubicada casi en el patio de su casa, compartía al anochecer la ronda de picada, en el buffet, a la espera del «menú de la casa» para quedarse a cenar con otros vecinos.
Cuando don Palacios traía el papel escrito en lapicera bic, para colaborar gustoso con la publicación de los chicos, sorprendió a este periodista con términos que eran inusuales para el fútbol. Por ejemplo, cuando tituló el regreso de un purrete a las canchas, leíamos sorprendidos: “Reprisó”. ¿Quiso poner “regresó”? Sonrió levemente mientras explicaba que “después de un tiempo que un pingo vuelve a las pistas en el circo hípico, se dice reprisó”.
Cuando alguien pasa mucho tiempo en un lugar, suele decir “un montón”, pero para Alberto siempre será “una carrada”.
Le pregunté una vez por tres jugadores que lo impresionaron en cancha de 7. Contestó: Claudio “Nino” Gallegos, 91 de Canal Oeste y Juventud; Jonathan «Toto» Burgos, 89 de Villa Alba; Gonzalo Esteche, 90 de Estrella y Estudiantes.
Siempre listo para la chicana futbolera como para el café (para él será “el feca”), no faltará nunca la mención al máximo goleador de todos los tiempos, Arsenio Erico, el paraguayo que jugó en la década del 30 para Independiente, del glorioso Rojo de su alma.
De humor fino y frases pensadas como un ajedrecista: «Se vienen tiempos duros, nos debatimos entre lo peor ya pasó y esto recién empieza”. Así pensaba cuando se desató la pandemia y tuvo la idea de gambetearla con recuerdos fotográficos de su colección, enviados por Wathsapp y/o Facebook, enviados con un mensaje cordial para todos sus conocidos, “estoy mandando alrededor de 30 por día, Perafán me lo agradeció infinitamente”, contaba orgulloso “El Halcón”, referiéndose al arquero Martín Perafán, ex Vélez y Unión de Santa Fe, actualmente en Flandria. “Tengo una foto que me sacó él de mi pasado por el fútbol de LISFI; me mandó una donde estoy pateando una pelota en la canchita de Catella; bien bien no teníamos un contacto fluido, él siempre estuvo atento a mi carrera”.
En algunos casos y no pocos, le tocó fotografiar con 4, 5, 6 años a un chico que después llegará a ser DT e incluso Presidente de un club. Es el caso de Alejo Leonel Moreira, quien lleva toda su vida en el Club Comodoro Rivadavia. “Mis primeras fotos, que tienen mis papás, son cuadros con fotos que sacaba él. Uno soñaba con ser jugador y que un fotógrafo te saque una era algo muy importante. En los últimos tiempos seguía viniendo y me sacaba fotos en las fiestas de la institución, donde ahora soy presidente y entrenador”.

No se perdía reunión donde fuera llamado, y tampoco olvidaba por dónde andaban o qué pasaba con tal o cual pibe. “Mirá esta sorpresa… Tomás Etcheverry, jugó en la 99 de Juventud, y se dio el lujo de jugar en Wimbledon”. Otra, Alberto, otra. La del equipo de la Selección Sub 15 de la Liga Amateur Platense, con Carlos Alcaraz, ex DIVE, Curuzú y Gimnasia, mucho antes de su expresión mediática y goleadora en Racing y el fútbol inglés.
Las espontáneas también fueron parte de su repertorio de imagenes, como ésta donde tomó a Alejandro Sabella, en una reposera, disfrutando de una jornada en el club tolosano VRADI, dandole indicaciones a su hijo Alejo Sabella en el entretiempo de un partido.
Amante de los caballos, “esos seres maravillosos”, fue muy respetado en el ámbito del turf, donde cumplió varias facetas: peón, capataz, y llegó a sacar patente de cuidador de esos pura sangre. “Dio todos los pasos en este gremio”, señaló el inolvidable jockey Fabián Antonio Riveros.
“Empecé a correr a los 32 años y gané una de las primeras carreras siendo peón Alberto Palacios, ¡imaginate que alegría para los dos! Lo cargaba, le decía que podía montar un caballo suyo de traje, porque impresionaba la prolijidad con que llevaba los caballos a la cancha. Cuando decidió dedicarse a las fotos, lo hizo con el mismo profesionalismo”, contó  Riveros, quien a estas horas prefiere recordar al amigo con una sonrisa, la misma que le vio siempre.
Palacios, gran conocedor del paño, y memorioso, acentuaba al hablar del gran Riveros, “el jockey de las mil carreras, y que fue jugador del Lobo en octava división”.

De los stud y de vincularse con hombres millonarios que eran propietarios, después pudo compartir y sentirse a gusto con los de menores recursos económicos.
Cuando se había retirado del hipódromo, también tuvo otro trabajo, en el puesto de diarios y revistas de 7 entre 33 y 34.
Tenía la voz serena, que solo levantaba para señalar algo que no tenía gollete, como si quisiera parecer enojado. Enseguida, la sonrisa que buscaba complicidad. Un bohemio. Un lector por naturaleza, no ya de todo lo deportivo, sino de los temas de economía mundial, ambientalista.
El lunfardo fue uno de sus gustos, y citaba siempre las notas de “El Veco”, en El Gráfico. “¿Sabés cual era el nombre de El Veco…? Emilio Laferranderie”.
En poesía, se rendía ante Héctor Negro, uno que representó al tango con sus letras y con el lunfardo: “Lo mejor que leí de Bochini lo escribió Negro en Diez versos para el diez, y otra poesía colosal fue la que le hizo a Carlos Gardel”.
Los domingos era habitué en Plaza Italia de “La Juntada”, un grupo de la tercera edad donde se baila folclore. Hacía fotos allí, como también en bautismos, cumpleaños de 15, casamientos, fiestas aniversarios de clubes y fiestas de Liga.
La ambición no estaba en su vocabulario, ni en sus sueños, porque El Halcón vino a dar. Si hay que buscar vocablos precisos, serían ternura, arrabal, amigable, creyente de la solidaridad. “La gente todavía confía en que “Dios nos va a ayudar”, ahora todos quisiéramos que Dios se anote un poroto y nos salve”.
Se creyó un “vendedor de ilusiones”.
Nos creímos que como Alberto Palacios no habrá una copia ni parecida en el devenir de los tiempos.
Quedan sus fotos como testimonio de su paso en más de veinte de años de goles, abrazos, click al que gana y al que pierde.
Los clubes lo seguirán amando, como lo que fue, un amigo.
El último café con Alberto, quedó retratado por alguien que nos vio juntos y más tarde nos sorprendió con la imagen. La misma sorpresa con la que nos acostumbró a vivir, con sonrisas naturales, sin flash ni poses armadas. Gracias por todo Alberto.

 

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