El presidente del Comité de Investigación de la Federación Rusa, Alexander Bastrykin, es el nuevo ‘cazainmigrantes’ del país. Asegura que en Rusia se ha identificado a más de 30.000 extranjeros que recientemente recibieron la ciudadanía rusa y no se han registrado en el ejército. 10.000 fueron enviados ya a «cavar trincheras».
Las fuerzas del orden rusas realizan periódicamente redadas en las empresas donde trabajan inmigrantes. Los citan o los llevan a las oficinas militares. A los trabajadores sin ciudadanía rusa se les promete que se les expedirá rápidamente pasaportes rusos si firman un contrato con el Ministerio de Defensa.
Bastrykin asegura que simplemente se dedica a «implementar las disposiciones de la Constitución y nuestras leyes». Se graduó en el Departamento de Derecho de la Universidad Estatal de Leningrado en 1975 y fue compañero de clase de Vladimir Putin. Hoy es conocido por dirigir investigaciones sin mucho fundamento, acusando al ejército ucraniano de provocar la masacre de la maternidad de Mariupol o a EEUU de abrir laboratorios de armas biológicas en Ucrania. La misma postura ha mantenido al frente de la investigación del atentado en Moscú del pasado marzo, cuando pese a ser reivindicado por extremistas islámicos, insistió en que se trataba de una operación ucraniana.
«Ya hemos cazado a más de 30.000 [migrantes] que han recibido la ciudadanía y no quieren alistarse en el ejército, los hemos inscrito y ya hemos enviado a unos 10.000 a la zona de operaciones militares», dijo Bastrykin. «Nos dicen: ‘¿Por qué necesitamos a estos camaradas allí?’, pues para cavar trincheras y crear fortificaciones, algo que requiere muy buenos trabajadores, y ahora se unen a nuestras unidades de retaguardia», explica ufano el jefe del Comité de Investigación, siempre muy directo en sus planteamientos. A veces, demasiado: según el jefe de Novaya Gazeta, Dimitri Muratov, hace años Bastrykin amenazó de muerte al periodista Serguei Sokolov y le aseguró —dicen que en broma— que él mismo investigaría el asesinato.
Bastrykin quiere cambiar la política migratoria en Rusia, en línea con el repliegue aislacionista que ha surgido tras la invasión y con los atentados de marzo. Aboga por «ajustar con precisión las necesidades y tal vez incluso lograr que podamos resolver nuestros problemas políticos y económicos con los recursos propios». Ya en 2016 Bastrykin expresó la necesidad de establecer una ideología nacional oficial y censurar internet. Ahora es el ‘gran inquisidor’ que pone en marcha las leyes de censura impuestas tras el inicio de la invasión.
Nacido en 1953, es doctor en Derecho y ha publicado más de 100 trabajos académicos en Rusia, pero su vida y obra no aguantan ni la más mínima investigación. En 2007 Bastrykin, autor de ‘Signos de la mano. Dactiloscopia’, fue acusado públicamente de plagio. Años después se supo que ese libro contiene un capítulo entero del libro de Anthony Summers ‘La vida secreta de J. Edgar Hoover’. En 2012 el disidente Alexey Navalny publicó documentos que indicaban que Bastrykin tenía un permiso de residencia en República Checa y poseía bienes inmuebles en ese país, algo que al parecer había ocultado para no perder acceso a secretos de estado.
Bastrykin causó ayer de nuevo polémica al llamar tontos a los diputados y pedirles que aprueben rápidamente las leyes relativas a los inmigrantes. «Realmente me gustaría saber cuándo nuestra ‘tonta estatal’ [en vez de Duma Estatal, la cámara baja del parlamento ruso] aprobará buenas leyes». El presidente de la Duma Estatal, Vyacheslav Volodin, denunció que Bastrykin insultó al pueblo ruso, pues es quien elige a los diputados.
