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domingo, julio 7, 2024

Libro de boxeo: pocos pero buenos (Walter Vargas presenta Manos enguantadas)

Para leer

Esta tarde, a las 18 horas, en el café Tortoni se presentará una nueva obra del periodista Walter Vargas, de la mano de Ediciones al arco: “Manos enguantadas” (tal se titula).
Como buenos amigos de la profesión, lo acompañarán en la presentación Osvaldo Príncipi y Daniel Guiñazú, periodistas que han recorrido largas décadas con el berissense y que si se pusieran a escribir juntos podrían armar la enciclopedia del boxeo mundial.
Vargas se planta de entrada y aclara: “Contaré lo que no es, para no alentar falsas expectativas. No es un manual, no es la historia del boxeo argentino ni mundial, no es un ensayo que pretenda rigurosidad de nombres y que de antemano se proponga como una especie de vademecum en el que no va a faltar nada… Simplemente es un tributo, una expresión de gratitud en jerga ensayística a este deporte, a los boxeadores, a ese fascinante mundo que me trajo a Buenos Aires a los 19 años, desde el Villa Argüello profundo y sin el cual yo no sería quien soy”.
“Nunca es tarde”, sabe Vargas, periodista desde abril de 1978, docente desde 1995, y además psicólogo social, que a los 65 años hará lo que Príncipi lanzó a los 50, con aquel libro “La vida es un ring” , compendio de ricas entrevistas realizadas por el mercedino (la última nota a Nicolino Locche, por ejemplo, mezclada con las ideas sobre el boxeo de intelectuales y gente del espectáculo). Hace poco se los vio a Principi y Vargas, en su salsa, en transmisión desde Hurlingham, además de Yesica Palmetta, otra periodista e incipiente escritora.
En el rincón de Vargas, publicar un libro específicamente sobre el boxeo era “una deuda de gratitud”, y con la claridad conceptual y la cuota de elegancia que siempre acompañan sus envíos periodísticos, se posiciona frontal de cara a esta tarde gris en Ciudad de Buenos Aires (Avenida de Mayo, 825) donde presenta Mangos enguantadas. «Es un libro de vocaciones, de perfiles, de anécdotas, seguramente incompleto e insuficiente, pero al que le puse todo el amor, todo el cariño. Rindo un tributo al boxeo de Ensenada, de Berisso, de La Plata, puesto que la primera pelea que vi como pichón de periodista fue Hugo Luero-José Luis Villanueva en el mítico Atenas de La Plata. Tuve la suerte de ver grandes boxeadores, acontecimientos, en fin, en la predilecciones y elecciones de personajes, esta obra está sometidos al rigor de la omisión y de la injusticia. De hecho, omití al Principito Cuello, que fue de los mejores boxeadores que dio Argentina en los últimos veinte años. Si los colegas de La Plata tienen acceso a él, que le ofrezcan de mi parte el pedido de disculpas”.
Aquel chico, hijo de un albañil y de una costurera que vivía en una casa precaria, en el barrio berissense de Villa Argüello, un día tuvo “la revelación” —impulsado por su padre— de ir a la Capital Federal a buscar laburo a una agencia de publicidad , que además hacía una revista de boxeo llamada Cuadrilátero y emitía por radio Del Pueblo un programa de boxeo los sábados a la noche. Allí empieza Vargas y el boxeo, Vargas y los boxeadores, en el sentir y decir “yo quiero ser periodista de boxeo”, con don Hernán Santos Nicolini abriéndole las puertas como director, y un jefe de redacción, Alfredo Beherens, quien le enseñó con calidad a ver un combate. “Si el mundo del boxeo en sí no me hubieran abierto las puertas, si los boxeadores no me hubieran recibido con esa sonrisa entre inocente y fraternal que tienen, y si Buenos Aires, ese monstruo complejo, pero generoso y fascinante, no me hubiera recibido con los brazos abiertos yo no sería quien soy”, vuelve a sentir el berissense. En ese tiempo que fue hermoso, apareció una vida de pensión de la calle Moreno (vivía junto a Osvaldo Príncipi). Eran tiempos del Luna Park, de anotar en una libreta y ver transpirar en un gimnasio de la FAB a las promesas. Guarda tesoros que tal vez descubra en esta joya literaria que se presentará hoy, como las risas con aquel morocho de pelo ensortijado, (que vivía en otra pensión cercana, en la calle Tucumán) y hoy tal vez su alma egrese del más allá para tomarse un tiempo, Sergio Víctor Palma, genialidad que no solo boxeando sino hablaba y abrazaba con sus consejos para vivir derechos y honrados.

En fin, pedacitos de vida que el autor recopiló para esta obra, a la vera del ring imaginario donde van subiendo los recuerdos.
“Nadie ha escrito ni escribirá de boxeo mejor que Ernesto Cherquis Bialo. Sus textos en la revista El Gráfico, con la firma de Robinson, son de antología”, vuelve a pegar Vargas, con modestia.
“Qué hubiera sido de mi vida sin la providencial y generosa puerta que me abrió el universo del boxeo”, cuenta a corazón abierto el colega. Y algún testimonio que un día le llegó a la velocidad de un uppercat, como esta foto en el gimnasio de la FAB, al borde del cuadrilátero y trabajando para la revista del mismo nombre.

Sin embargo, como a todo profesional de la comunicación, primero lo atraviesa un sentimiento, un amor, un dolor. Eso le pasó en su casita de Berisso, cercana a la del padre Carlos Cajade, cuando hace cincuenta y cinco años, Walter se acercó a la radio Spica para escuchar la pelea de Gabriel “Goyo” Peralta y Oscar Natalio Bonavena, ante más de 20 mil personas, en el Luna, récord de asistencia. Esa noche, junto a su padre, vibraron de emoción y el chiquilín rubio lloró cuando dieron el fallo con la derrota de Peralta. Desde ahí, el boxeo y él se hicieron carne. Y desde hoy, las página de un libro para gozar.

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