La numeración de las camisetas es una práctica que fue obligatoria en la AFA a partir de la novena fecha del campeonato de 1949. El 26 de junio de ese año, Estudiantes igualó con Ferro, 1 a 1; y Gimnasia visitó el estadio de River (con forma de “herradura”) cayendo por goleada, 0-4.
Los «jugadores pioneros» en jugar con la identificación, tuvieron estos apellidos, por el lado del «Decano», 1 Cammarata, 2 Eiras, 3 Novo, 4 Calzone, 5 Rastelli, 6 Smargiassi, 7 Camacho, 8 Corcuera, 9 Bedogni, 10 Walter, 11 Mourín.
Por el lado Albirrojo: 1 Ogando, 2 Pirone, 3 Guzmán, 4 Garcerón, 5 Villa, 6 Bouché, 7 Giosa, 8 Antonio, 9 Infante, 10 Reynoso, 11 Pellegrina.
Para entonces, ya se había jugado el clásico de la primera rueda sin numeración, allá por la tercera fecha, cuando empataron 1 a 1.
Pero en la revancha, llevaron los “trapos prendidos con alfileres”, que era la única forma de adherir a la espalda de las casaquillas. No solo era un peligro. sino que a muchos perdían la identificación durante las acciones. Los «nuevos números» en el fútbol dieron lugar a diversas notas, incluidas las humorísticas, como la del dibujante Casajús.

Lo cierto es que a Gimnasia le dio suerte, porque ganó 1 a 0 después de siete partidos con sus vecinos en que la suerte era esquiva. El autor del gol fue el puntero izquierdo Reynaldo Mourín, a los 4 minutos de juego, en el arco de los vestuarios. El muchacho, que cedió Independiente, también cortó su mala racha personal con la franja azul ya que convertía su primer gol después de haber pasado dos años en nuestra ciudad.
El público tripero esperó la salida de los vencedores y llevó en andas a Mourín, que aquella tarde llevó puesta la 11. Al final, terminó con 3 goles en 66 presentaciones.
En 1951 integró una delantera de Millonarios de Colombia, con Alfredo Di Stéfano y Adolfo Pedernera, compañeros que pasaron a la posteridad con el prestigio futbolístico de un Maradona y un Messi.
En 1954, Mourín (algunas lenguas dicen que lo apodaron «Cara de Auto» o «Atanancio») regresó a Gimnasia y Esgrima La Plata.

Volvamos al clásico de las formaciones con los números, gran ventaja para la gente de la radio que transmitía los encuentros.
Gimnasia: Cammarata, Eiras y Charini; Novo, Arcos, Smargiassi; Camacho, Sarlanga, Oroz, Walter y Mourín.
Estudiantes: Buiak; Pironi y Violini; Garcerón, Villa, Lorenzo, Giosa, Comisso, Infante, Reynoso, Pogliani.
El árbitro fue Arthur Berry, que según las calificaciones de la prensa fue “magnífico” (cobró 45 infracciones), con el agregado de que el mister llegó solo a 60 y 118, sin sus colaboradores de raya, pues el referato de AFA estaba en huelga. En reemplazo, los linesman fueron Antonio Marinelli y Pedro Torres, quienes actuaron muy bien, como asimismo en la conducción de los preliminares de Tercera y Reserva… ¡A la cancha se podía ir a cuatro horas antes del plato principal y ver, al precio de un ticket, tres partidos!
Los temas gremiales no eran menores, y los árbitros locales dijeron al retirarse de la cancha albiazul: “Los muchachos porteños nos hicieron llegar una expresión de deseos de que nos plegáramos a la huelga. Tratándose del clásico de la ciudad, considerábamos primordial contribuir a la realización del espectáculo máximo del deporte platense. Después de esto, nos hallamos dispuestos a colocarnos de pleno en el movimiento de nuestros compañeros y hasta renunciar al referato, si fuera el caso”.

Décadas más tarde, una notable pluma con rasgos emotivos como la de Osvaldo “Coco” Tomatti (que firmaba con el seudónimo de Mercurio), amplió sobre ese clásico: “Quedó como saldo un partido vigoroso, con 5 minutos de tiempo adicional, a raíz de las interrupciones (fauls, pedradas, a Pogliani y Mourín, etc.) En contienda virilmente disputada, las defensas se comportaron mucho mejor que las delanteras. Merecido el triunfo mens sana —jubilosamente festejado—. No olvidemos que en esta clase de contiendas preocupa más a los simpatizantes la suerte de su divisa que la exhibición que pueda brindarse. La emoción del gol se ‘roba’ el espectáculo”.