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domingo, julio 7, 2024

El reconocimiento a un grupo hombres, de un tiempo en el que Gimnasia fue muy feliz

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Pisaron el campo de juego a las 18.56, casi el mismo horario en que Javier Castrilli le decía al pais, hace 30 años, final, final, final, de la Copa Centenario, con un justo ganador por 3 a 1. La previa de un Bosque siempre con sorpresas, los vio pasar, como en un pase generacional, los muchachos de hoy que volvian al vestuario hecha ya la entrada en calor, y pasaban ellos, con la Copa en manos del viejo capitán. La Voz del Estadio hizo el anuncio y no hizo falta más nada, se sabía, por ese tiempo de tik tok y todo efímero, pero ellos serán eternos. Todo el estadio de pie, el Juan Carmelo Zerillo que justo está llegando a sus 100 años de vida y cobija, vaya paradoja, a los que ganaron el torneo de los 100 de la AFA. Sí, las centurias del fútbol argentino arrojaron al Club Gimnasia y Esgrima La Plata, amo y señor.
El pasado y el presente, de una institución con las urgencias de toda la vida, pero que deja una puerta abierta para reflejar una de las visiones de la Comisión Directiva: Volver a ser, a reconocerse, a sentirse como antes, a quererse, con mentalidad de futuro.

“Hay cosas que no se pueden comprar, ni los afectos ni la experiencia, y lo dificil de lograr es la felicidad”, decía Edgardo Sbrissa, uno de los DT que empujó al equipo hacia un logro del que cada día se enorgullecen más. “Che, muy bueno el piso de la cancha, y cómo va creciendo el estadio”, volvía a comentar asombrado Sbrissa, el rosarino de 68 años, que en 1992 y 1993 vivió tan intensamente en La Plata que jamás podrá olvidarlo, compartiendo con su mujer la misma certeza: “¡Cosechamos afectos!… Acá hicimos una grandísima experiencia personal y humana, y la verdad que fuimos felices”. Escuchar a Sbrissa hasta genera ganas de salir a jugar al fútbol con 37 de térmica. ¿Qué hace hoy? Coordina en River al Grupo Selectivo. ¿Y Carlos Ramaciotti? Aquel de la dupla técnica sigue sufriendo el fútbol y sus resultados en la Universidad Tecnológica de Cajamarca (1ª división de Perú). “Rama” mandó salutaciones en un video que se pudo ver en el grupo de watshapp de ex futbolistas mens sanas, atestado de fotos, y muchas cosas de la inconmensurable jornada ante River, que en cuatro fechas iba a sacarse la espina y ganar el Apertura 94.

Con el corazón ardiendo de pasión, uno de los dirigentes se puso la 10 para acompañar la conmemoración, se llama Diego Acerbi y es uno de los que pensó las camisetas azules con el “30” en el pecho y el logo copero. Pero no es marketing, es el agradecimiento genuino hacia sus ídolos, “los únicos que ganaron algo para el Lobo, desde que el fútbol se partió entre la era amateur y la profesional», aunque el fútbol argentino es uno solo, y bien que cabe la estrella orgullosa de 1929, que fue festejo en febrero de 1930.

No los endiosan, pero los quieren mucho. Ahí está el “Lolo” Lavallén que este año está por iniciar su cuarto año en infantiles del club en el área de arqueros. Mira a la techada que es la única que luce prácticamente igual de aquel tiempo, el 30 de enero de 1994, cuando era una promesa en el Sub 23 y “Cacho” Delmar le habló al presidente de la AFA don Julio Grondona para que lo libere de un viaje con el seleccionado. Un arquero de «la gran 73» que iba a consagrarse. Días antes de la final, en Abasto, se lesionó Gregorutti, pero al fin pudo estar el «Lolo» Lavallén, predestinado a tener una tarde diez puntos.

Qué bueno fue verlos juntos, distendidos, Guillermo Sanguinetti, Darío Ortíz, Jorge San Esteban, Sergio Dopazo, cuatro que se recitaban en las crónicas radiales, cuando recién se televisaba en vivo, con suerte. «Faltaría el Flaco Morant» acotó uno. Y Leo Noce, que tampoco estuvo en la distinción (antes del cotejo por la segunda fecha) y que había ido al banco con la 12. Están juntos, pero no en la manada de lobos que fueron de jovenes. Pero todos los martes en un fútbol 5 de la ciudad se lo ve al Topo, al Lolo y a Leo, con otro ex jugador tripa de los 2000, Martín Pautasso.

Reflexiono junto al “Cabezón», el “3” abonado a la marca de una de las defensas más sólidas de la Primera división. “El tiempo pasa, pero la historia queda, no la podes cambiar”, dice el chacabuquense, que labura de camionero.
Mirá, éstos tres de la clase 1972, Pablo Talarico, Marcos Cañas y Joaquín Saffores.
La última vez que vistió la franja azul Joaquín fue ante Argentinos, en el Bajo Flores, cuando vencieron 2 a 1 y clasificaron a la final de la rueda de Ganadores. ¿Queres los once de esa tarde? 1 Noce, 4 Dopazo, 2 Morant, 6 Ortíz, 3 Pereyra; 8 Saffores, 5 Bianco, 10 Gustavo Barros Schelotto, 7 Talarico; 9 Favio Fernández y 11 Guillermo Barros Schelotto.
Aquella vez Noce fue expulsado y además se cobró penal para el «Bicho», entró Gregorutti y le hizo “vista” al tiro de Juan Gómez, que pateó desviado. Como todo campeón “ligó y mucho”, especialmente por los penales, una bendición gimnasista en la Copa Centenario.
Muy bien ganado el mérito para Daniel Ciancio, quien fue parte de ese plantel como masajista. Su humanidad y su constancia son dos atributos de quien es empleado desde el 1 de diciembre de 1991, el mismo día que Gimnasia recibía a Racing, con el entrenador uruguayo que también estuvo en la “conversa” ayer, Gregorio Pérez, que se trajo a dos hermanos charrúas, Sanguinetti y Guerra.

¡Uy, Hugo Guerra! No está, porque como parafraseó una vez “Pichuco” con su bandoneón, “se mudó de barrio”, se fue al más allá, dejando en la tierra amor a la vida y emoción en una cancha. La directiva mens sana se movilizó ante un llamado en el que podían dar con los hijos. Por eso, tanta caricia de aplausos para los presentes Julisa Guerra Gómez, Jamila Guerra Gómez, Delfina Guerra y Hugo Romero Guerra (hijo). Aún el hincha lo evoca a “El Camello”, a “Hugo Romeo, el Enamorado del Gol”, ó con el cántico eufórico de “U-ru-guayo… U-ru-guayo”. A los familiares se les hizo entrega de una camiseta con el número 9. Las hijas vinieron desde el Uruguay, de la ciudad La Paloma, a 45 kilómetros de Montevideo, y los hijos de Arrecifes, distrito bonaerense a 300 kilómetros de La Plata. Tan contento se lo pudo ver al presidente Mariano Cowen en una foto que guardará para siempre.

Una parte de aquel proceso de diez años volvió ayer, al Estadio del Bosque, donde hace un año cuentan con el Palco de los Ex Jugadores y el carnet de “Lobo Eterno”, mediante el cual pueden ingresar sin pedir protocolos ó favores. Por primera vez lo tuvo en manos Talarico, sudando de nervios como si volviese a vestir la albiazul. Vino desde Ramallo con sus tres hijos.
No llegó para la foto pero se sumó más tarde al Palco uno de los “Mellizos”, Gustavo, figura en la Centenario como en aquel torneo Clausura ’95 en que pelearon palmo a palmo con las figuras del San Lorenzo de Veira y el súper compacto Vélez de Bianchi.

“Milagro no, los milagros no existen, existe la gente que produce algo parecido a eso que se llama milagro: superación, resistencia, dignidad”, escribió una vez Néstor Basile en la revista que dirigía, a la hora de cerrar la editorial del Lobo que aulló ante los «Millonarios».
“Que cuando quieran venir, solo puedan apoyar el carnet en la lectora y el molinete le dará luz verde”, me explica “Rolo” Suárez, vocal, dirigiéndose a los ídolos. Otro dirigente de la nueva oleadam, aunque ya tiene 51 y cuatro hijos, y lleva grabado dos manotazos de hace 30 años, la zurda del Lavallén para desviar el penal y su propia mano derecha con la que se llevó pasto.
La historia de Gimnasia es muy grande, y en 1994 pudo coronar lo que fue la insistencia permanente en una década plagada de grandes campañas.


“Alcanzamos la felicidad, con pequeñas alegrías en lo cotidiano, con la parcialidad, la dirigencia, todos participaron como un gran equipo! Con hombres de fútbol que añoraban lo mejor para sí, no había pretensiones económicas desmedidas, solamente era dar lo mejor para Gimnasia. La Copa Centenario es patrimonio de todos”, aseguró Sbrissa.

Alguna vez, los integrantes del Museo durante otra gestión directiva, habían realizado un homenaje en el Estadio. A 25 años de la conquista, estuvieron Héctor Delmar, Francisco Terrier, Dardo Cotignola, Héctor Domínguez (todos dirigentes) y el médico del campeón Centenario, Vicente Paus.

En otro momento, ya con varios jugadores y técnicos, se ingresó al campo de juego en la previa de un partido con Tigre. Dopazo, Saffores, San Esteban, Ortíz, Lavallén, el técnico Ramaciotti y don Miguel Pacheco (fundador del Museo el 6 de julio de 2000), que como una señal de la fiesta, llevaba en sus manos la 11 de su ídolo, Guillermo, el que con toque corto a la red de 60 y avioncito, le bajaba el telón a la final.

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