Hugo Alberto Ruíz cumplió 65 años, rodeado de lo que dio en abundancia: pura amistad. Alcanza el grado de leyenda, desde el amado campito al fútbol de Primera, donde metió un gol y su explosividad como atacante lo llevaron a una pre selección juvenil, entrenando con Diego Maradona
Para algunos El Piojo, por la estatura; para otros, El Roncha. Amó un club de barrio donde aprendió de todo: el Centro de Fomento El Cruce. Desde pibe vivía con la pelota en los pies, y con la camiseta de Estudiantes, en las cercanías del arroyo El Gato, donde arrancó a jugar barrio contra barrio. Fuerte, goleador, con la costumbre de irse a las manos, en la pose de no aflojarle la mirada a su adversario si quería darle pelea. Canchas sin seguridad, varias veces en donde hoy está el Estadio Unico Diego Maradona, aquel ex Provincial, y en otros lugares más difíciles para dominar la pelota y animarse a llevarla unos metros, como la de 525 entre 23 y 24, en lo que supo denominarse la Villa Eucalipto.
Hugo Alberto Ruíz nació un 22 de marzo de 1960, en La Plata, y tuvo una razón decisiva para llegar a ser futbolista; su papá, «El Negro» Zenón Ruíz, fue presidente de El Cruce y trabajó para el crecimiento de la Liga Amateur Platense, incluidas las idas y venidas con la Selección. Laburó toda la vida con su cerrajería del automotor, oficio que continuó su hijo, hoy a punto de jubilarse. “Por El Cruce hacía todo, desde canchero, encargado de calentar el agua para que los jugadores se bañen y lavar las camisetas; mi vieja rompió siete lavarropas”, cuenta Hugo. Su respeto hacia la figura paterna es casi religioso. Era demasiado piojo y lo acompañaba en la cancha que tuvo el «Canario», donde ahora está el rugby de Los Tilos, en las calles 19 a 21, de 520 a 522: «lamentablemente se perdió, un campo de juego hermoso pero hubo un problema y dejó de ser de El Cruce».

A Huguito le encantaba jugar los torneos libres; se escapaba de las divisiones menores del Pincha para jugar por el barrio. No le hacía caso al padre que le aconsejaba: “Si no te cuidas, no llegás”.
En ronda de amigos, cuando se habla de Maradona, su alma sonríe y rompe el silencio con el recuerdo de un partido en que la clase ’60 Pincharrata enfrentó a “Los Cebollitas” y Dieguito les hizo varios lujos y goles en la misma tarde.
«En el fondo de mi casa había un galpón exclusivamente para la ropa del club, de cuarta, reserva y primera. Tenía un tío (hermano de mi mamá) que era el utilero y el viernes a la noche preparaba los bolsones». Nostalgias, relatos de algún asado reciente con tantos amigos que cosechó en esa vieja Liga.
En uno de los torneos que organizaba la Cooperadora de la Escuela 66, Ruíz fue visto por Eduardo «Cacho» Pueblas, un observador de figuras que trabajaba para Estudiantes. Así fichó por los albirrojos.
Dos compañeros de la ’60 comentaron: «Qué potencia tenía», exaltó Armando Garmendia, su compañero de la defensa. «Y qué pegada de zurda», agregó Marcelo Tedesco, su suplente como win izquierdo.
Ascendió muy rápido a la reserva. En esta imagen, en el estadio de Ferro, formaban para la foto; en fila de parados: Gugnali, Gustavino, Amiconi, Amorone, Montes, Vargas, Varzilio; agachados: Landaburo, Ruíz, Servidio y Pires. Llegaron a primera Gugnali, Amiconi, Vargas y Ruíz.

MAMITA, MAMITA, JUGARÉ EN PRIMERA…
Era 1979 y la sociedad encontraba en el fútbol una alegría mientras el gobierno militar era sinónimo de hambre y desocupación. Una dictadura que derivó en enfrentamientos con grupos subversivos, mucha violencia y derramamiento de sangre. El aire de la cancha era liberación, aunque no se alcanzaban a llenar las canchas, salvo partido de trascendencia. Ruíz subió por el túnel de 55 y sintió en la carne esa letra del tango El sueño del pibe. “Debuté en priemra frente a Cipolletti como local”, dice. No abunda en detalles, pero va al grano, como lo hizo el equipo esa tarde que se liqudió en el primer tiempo, ya 5 a 0 con goles de Russo, Gottardi 2, Coudannes y Edgar Fernández, y ampliaron Gottardi y Fortunato, para decorar el triunfo 7 a 0, con arbitraje de Juan Loustau, el 23 de septiembre de 1979. El criado en Tolosa llevó la 11.

La siguiente jornada de local recibieron a un Boca Juniors, doble campeón de la Copa Libertadores. El 7 de octubre de 1979 con este equipo: Bertero; Wagner, Brown, Artico, Herrera; Coudannes, Miguel Russo, Patricio Hernández; Hugo Gottardi, Sergio Fortunato y Hugo Ruíz.
Hugo tenía 19 años y el técnico era un maestro de palabras claras y serias. Don Juan Urriolabeitia conocía a su marcador Vicente Pernía (lo tuvo en la década del ’60 justamente en Estudiantes) y le recomendó no reaccionar porque «va a provocarte». Ruíz le tiró un codazo y Pernía se revolcó. Solo 7 minutos marcaba el reloj del referí Teodoro Nitti cuando confirmó con su asistente del lateral de calle 1, cerca de la esquina de 57, cuando Ruíz se iba expulsado. En el banco, «El Vasco” no lo podía creer, y tampoco algunos amigos de Ruíz en la popular. En el sector visitante, una anécdota de Ruben Barraza, fanático de Boca, al que conoció en las aulas de la Primaria que funcionaba en el club El Cruce, y que no disimuló su amistad con Ruíz ante otro boquense que quiso saber qué le pasaba: “Pasa que ese pibe que echaron es amigo mío”.
La tarde siguió caliente (expulsiones a los 19’ de Carrazana, a los 52’ de Salinas, ambos del visitante, y a los 78’ de Brown). Un tiro libre magistral de Patricio Hernández ponía al Pincha 1 a 0, y la fiesta boquense se desató en los últimos cinco con goles de Perotti y Randazzo.

Pasado el tiempo, los Barraza llevan intacta la memoria de esa tarde. “En la primera jugada Hugo lo dejó parado a Pernía, con una gambeta por afuera. El estilo que tenía era agachar el lomo y encarar, llevando la pelota cortita, imparable”, agrega Ruben. “En la segunda rueda Pernía le dejó un ojo negro”, sumó otro detalle alguien que lo adora, «El Toro» Oscar Barraza, enfermo de Gimnasia.
LA PRESELECCIÓN QUE IBA A JAPÓN
El ’79 fue el año para “El Roncha”. Entrenó con el preseleccionado Juvenil de AFA, el Sub 20 que se preparaba para la gran historia que escribió en Japón: campeones del Mundo.
“Estaba en la nómina para viajar a Tokio y me cagué la rodilla jugando en la colimba”, disparó el zurdo, sin la emoción negativa a cuarenta y cinco años del hecho.
«Entrenábamos en la cancha de Atlanta con Duchini», recordó al especialista en la detección de jóvenes valores. «Fue la preselección que dejó a treinta, ahí quedé (se frena); venía Menotti. A mí me pasa eso faltando dos meses y pico para la Copa del Mundo».
Por Ruiz jugó Gabriel Calderón, de Racing. Allá se ganaron los seis partidos, saliendo el mismo equipo de memoria: García; Carabelli, Simón, Rossi, Alves; Barbas, Rinaldi, Maradona; Escudero, Díaz, Calderón.

El 2 de diciembre se terminó el año oficial con un desahogo personal al convertir, de cabeza, lo que será el único gol en la máxima. Fue triunfo ante Chaco For Ever 3 a 1 (dos goles de Carlos Landaburo y uno de Ruíz) y el Nacional A se apagó con un rara marca: no se pudo clasificar en un torneo de catorce fechas donde nunca empató.
En la temporada 1981 Ruíz tuvo más chances, ante River (entró por por El Tano Galletti los últimos cinco) y el mismo día que cumplía 21 años ingresó ante Argentinos. Totalizó 17 partidos, una expulsión y un gol en la historia estudiantil.

TIGRE, CAMBACERES, TUCUMÁN Y LA LIGA
Un estadio Monumental repleto, como si se reviviera una final del Mundial, pero se jugaba una fecha de la Primera B, la sexta. Allí mandó la AFA a jugar Tigre (Ruíz con la 11) y San Lorenzo (con el Toto Lorenzo en el banco), habiendo vendido más de 74 mil tickets en uno de los partidos con mayor cantidad de espectadores de la historia en la segunda categoría de AFA.
Fue el 13 de marzo de 1982 y ante tamaño marco, luego de estar en desventaja, Ruíz protagonizó el empate, con un centro punzante tras capturar un rebote a la salida de un tiro libre, para que Sierra la empalme y le cruce un latigazo. Fue 1 a 1. El técnico Pedro Mansilla mandó a estos 11: Sergio García; Abelardo Cheves, Ricardo Fertolani, Dardo Urchevick y Aníbal Bustos; Héctor Arregui, Rubén Giachello y Antonio Labonia; Pablo Sierra, Walter Fiori y Hugo Alberto Ruiz.
El endiablado delantero de arranques explosivos y verticales, algunas veces tuvo actitudes impredecibles, y las reconoció en una charla con Vive La Plata en un encuentro con amigos de El Cruce, donde suele ser asador y de primera.
“Estaba en Tigre, y de contrabando fui a jugar para Tricolores por el Regional de AFA, un partido en Campana. Sí, fui trucho… (risas). Estábamos en el PRODE, sobre la hora nos empataron 2 a 2 sino le rompíamos la boleta ganadora a varios”.

En enero de 1985 firmó en Defensores de Cambaceres, en Primera C, que reunió a varios ex profesionales: Casanueva, Del Curto, Focaccia.
Luego marchó a Atlético Tucumán, por intermedio de Urriolabeitia (su ex técnico en el Pincha).
De Tucumán hizo el bolso para recalar en Independiente Rivadavia de Mendoza. En ambos equipos fue refuerzo del Torneo Regional.
Pero al crack, con esa estampa arrabalera, nada como los amigos, y jugar entre familiares, con el suegro Castillo, con su padre Zenón, y esos colores amarillos que lo cautivaron en su niñez.

Entre sus compañeros de ataque, dos picantes, Jorge Vidal y Luis Martín (actual preparador físico de la Selección). Dice Vidal: “Era un crack de verdad, de selección, ¡guapo como pocos!”.
En 1991 todo hacía indicar que a El Cruce no se le escaparía el título oficial. Primero se quedó con el torneo Clasificación y accedió así a la final, un partido a suerte y verdad con un rival que clasificó con lo justo, For Ever. La Liga mandó a jugar en 1 y 57, pero la presencia de Ruíz en el banco no vaticinaba algo bueno para los Canarios. Tal es así que los de El Mondongo dieron vuelta el resultado y levantaron la copa que llevó el nombre (en vida) de Héctor Zagaglia.
Esa cancha volverá a tenerlo ya adulto, con sus compañeros de la 60 invitados por Estudiantes. Fue en 2022, con presencia de Christian Guaita, Cacho Solis, Negro Garmendia, Catarro Tedesco, El Gallego Galizia, Hugo Bertoli y Catalano.


Excelente nota sobre el Roncha Hugo Ruiz. Felicitaciones, impecable.!! Un abrazo grande