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martes, julio 2, 2024

En Sarmiento hay sangre de campeón en Old Trafford 68: Agustín, nieto de Juan Echecopar

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Cambia, la vida siempre cambia… Y todo llega… Son máximas.
Cambia el fútbol profesional, que dejó aquella sana costumbre de regalarnos la Reserva, preguntar cómo van, quién es aquel fulano, antes de que aparezcan las Primeras. Fue parte de nuestra cultura hablar con el compañero de tablón o de platea, pelando semillitas y buscar al que más sabía de juveniles, porque «ese pibe pinta lindo”. Reserva que, ahora, tiene un torneo aparte, otro día, el Torneo «Proyección», donde asoma Agustín Seyral Echecopar, jugador de Sarmiento de Junín, un nieto de Juan Miguel Echecopar (1946-2012), leyenda inolvidable por su calidad en el equipo de Estudiantes que revolucionó la historia del fútbol grande, titular con la “10” la  tarde de domingo 6 de agosto de 1967 cuando el albirrojo fue el primer equipo que “rompió la hegemonía de los poderosos», como hoy narra La Voz del Estadio. Había sido “el triunfo de la nueva mentalidad”, tal cual se afirmó en las páginas de la revista El Gráfico (Echecopar fue dos veces tapa de la emblemática revista). No hay futbolero que no sepa de esa final en el viejo Estadio Gasómetro, donde Estudiantes arrolló 3 a 0 a Racing (el campeón de 1966). Echecopar aparece con la pelota en la foto de esa tarde de sol e invierno, campeón del Torneo Metropolitano.

El sueño del pibe empezó cuando un periodista de Pergamino (Carlos Bonet, del diario La Opinión) le «marcó» a Miguel Ignomiriello, coordinador del fútbol amateur de Estudiantes, que lo sumó en Cuarta división. El ex DT lo recuerda claramente al día de hoy con 96 años: “La cotización era alta y lo traigo un año a préstamo de Tráfico’s Old Boys. Aumentó la cotización al otro año, cuando había que renovar. Al papá y la mamá, que eran enfermeros en el hospital, les pedí que ayudaran en la decisión de los dirigentes y en 1964 firmó por un año más. Alternó en la tercera subcampeona de 1964 y fue titular inamovible en la tercera campeona de 1965”.
José Luis Picarelli, emblema de la comunicación deportiva pergaminente, precisó que “en el 66 se hizo acá un amistoso, Trafico-Estudiantes. Habían logrado el pase definitivo y en ese partido, la recaudación fue para el club de Pergamino, Estudiantes le regaló toda la plata, en un gesto, por el que había tenido el mismo club. Recuerdo que Cayetano Echecopar (papá de Juan) le mandó una nota escrita al presidente Luis Castelli explicándole que el hijo tenía la posibilidad de seguir. Le respondieron que ‘Juancito tenías las puertas abiertas, deseándole el mejor de los éxitos’. Tráfico tuvo esa actitud que pasaba en el fútbol de aquel tiempo y con la gente de bien. Claro que algún día esperaban alguna retribución —también figuró en la carta— y por eso se jugó aquel partido esa noche”.

Luchar por las metas no es un camino llano. Tanto Juan ayer (que era alto, 1,77) pero no tanto como el nieto (1,86), han ido modificando sus posiciones dentro del campo de juego. El recio defensor Seyral Echecopar, de 19 años estrenados el 31 de enero, explica en una charla bien futbolera: «Empecé de cinco, pero el Sopa Manuel Aguilar (coordinador) me dijo que estaba faltando buen pie en la defensa y como había pegado el estirón me pusieron en ese lugar».
“Tengo sueños, pero primero estás las metas, las más cercanas, para no frustrarse. Mi sueño mayor es la selección, pero a corto plazo es seguir siendo titular en mi primer año en reserva. Seguir en los once y subir al plantel de 1ª”, afirmó.

Volviendo la vista atrás, desde su casa en avenida 53, en La Plata, Ignomiriello rescata de su firme memoria joyas del crack en su etado más puro: “En Pergamino era el 9 de la Selección, sobresaliente. Pero en la Tercera en el año 1963 teníamos a Lombardi, y lo empecé poniendo de puntero derecho. No olvidés que también empezaba Bedogni, que fue goleador con 24 tantos. Después a Juan lo hago jugar de 8 y de 10”.

Agustín egresó del secundario en 2022, en Junín. Tres años los cursó en Rosario, la ciudad donde vive su papá, santafesino de Casilda, Nahuel Seyral, que como buen hincha Newell’s que lo llevó a probarse un año a las infantiles. Fue campeón y luego quedó libre por la llegada de nuevos jugadores.
Agustín es tan espontáneo y a la vez lleva convicciones, de los imprevistos del fútbol y de un futuro que no hay que mirar demasiado, «porque podés frustrarte», reflexiona, aunque se prepara full time y le dedica horas al estudio del idioma inglés, «por lo que puede pasar el día de mañana, incluso con alguna transferencia».
Todo en la vida llega. Será cuestión de estar listo para la ocasión. El DT del equipo superior verdolaga, Israel Damonte, por el momento no lo citó para estar entre los concentrados. Coincide que Damonte se formó en «la escuela» Estudiantes y, estudioso por demás, sabe que “abajo” tiene a un Echecopar. “He subido a entrenar con Damonte en la anterior etapa, y en una charla que hizo para todas las inferiores, me saludó y me dijo que mi abuelo había sido un crack como persona y como futbolista. Yo nunca le había dicho que era Echecopar, pero él sabía», se enorgullece.

De esa historia enorme que los viejos seguidores atesoran en el alma y en sus archivos (¡qué cantidad de coleccionistas dio este Club Estudiantes!), aparece un día en la vida muy especial de Juan Echecopar. Le toca ingresar en la segunda final con Manchester United, en el estadio Old Trafford. A los 27 minutos del segundo tiempo reemplazó a Felipe Ribaudo. El mismo 16 de octubre que el joven de Pergamino cumplía 22 años. Quedaban unos veinte minutos, y quedaba solo Verón “arriba” para la maniobra individual, esa “Bruja” que abrió la cabeza y el partido en el minuto 7. Echecopar venía de una lesión, se mostró algo lento pero usó el cuerpo y su habilidad para cuidar la pelota. Diez minutos después empezó a caer una copiosa lluvia y el local empató, pero nunca pudo quitarle la Copa Europeo-Sudamericana a ese grupo de leones que vestían de blanco. y que corrían y se abrazaban por la proeza consumada en la noche inglesa. Se llevaron como premio 2.000.000 de pesos repartidos entre los diecinueve jugadores, suma que se hizo extensiva también al entrenador Osvaldo Zubeldía y el preparador físico Jorge Kistenmacher. ¡Qué regalo de cumple había tenido Juancito!

Tocaba el cielo con las manos aquel que cinco años había salido desde Pergamino con los temores de todo chico del interior que afronta una ciudad grande. Y debutó en la primera en 1966, manteniéndose con la misma camiseta hasta 1973. Con tres hijos los bendijo la vida. Aquella joven que conoció en La Plata y que se recibió de farmacéutica. El mayor es Juan Andrés Echecopar (ingeniero aeronáutico), sigue Lorena (“Lola”, madre de Agustín) y Rodrigo Echecopar (el menor nació en España en 1974 cuando el ídolo fichó por el Granada y el Real Murcia; hoy es director de la Subsecretaría de Deportes de la Municipalidad de Pergamino).

Rosario Ostoich se sumó a la nota, amable y gustosa para hablar de Estudiantes y de su querida ciudad. “Todos me conocen por Rosarito Echecopar», aclara. «Nos casamos en enero y desde entonces vivimos juntos a una casa en la calle 4 entre 33 y 34, a la vuelta de Kistenmacher, que tenía pileta de natación. Nació mi hijo Juan Andrés y don Jorge le quería enseñar a andar”. Vuelve a sonreír: “Nos casamos, pero resulta que ellos vivían concentrados, y como jugaban por la Copa y tenían que viajar, yo me iba a la casa de una amiga que estudiaba conmigo y los padres tenían la casa en 13 y 35”.
Cuando Rosarino y Juan se casan en Pergamino pudieron acompañar la ceremonia y en la fiesta cuatro futbolistas: Pachamé, Madero, Bilardo y Espinosa. Los dos últimos, «El Narigón» y «El Bebe», oficiaron de monaguillos. “Zubeldía les había dicho, ‘tienen 10 días para casarse'», cuenta Rosarito, que continúa en contacto con Horacio Espinosa (arquero desde décima a reserva, radicado en Mar del Plata) y añora la bondad que les dejó Alberto Aguirre Suárez (zaguero imponente del multicampeón). “Los tres eran como hermanos. Aguirre Suárez es el padrino de mi hijo Rodrigo y Juan es el padrino del hijo de Bebe”.

… Volvamos al presente, a un pibe que soñó como alguna vez lo hizo su abuelo. Tiene tatuada en la pierna la fecha del 16 de octubre, con una pelota de fútbol, donde se aprecia la caricatura de un niño que es él, y un señor que es don Juan (ya técnico) con la mano a la espalda del niño, “acompañándome hacia un arco”.
Pleno de orgullo y humildad, Agustín nos atiende a la salida del gimnasio y recuerda:
“Cuando era chico no me acuerdo nada, pero sí me acuerdo de mi abuelo. Fue el que me inculcó el tema del fútbol, me llevaba a entrenar, me decía que tenía que patear contra la pared, de derecha y de zurda. Que a los compañeros tenía que tratarlos a todos por igual”.

“Mi mamá y papa están separados de muy chico, y yo estaba con Juan y con mi abuela Rosarito, por lo que me cuidaron con mucho amor. Me gustaría que estuviese ahora, pero la vida es así. Antes de los partidos trato de hablar con él y pedirle”.

“Me contó su historia. Venía de una familia pobre y cuando llegó a La Plata pensaba que no iba a quedar. Lloraba en la pensión cuando le dijeron que si, que iba a quedar. Logró ser campeón del mundo nada menos que con Estudiantes de La Plata. Y después fue a jugar a Europa”.

“Le pregunté por los afileres y siempre me lo negó… Creo que nunca te lo va a decir nadie eso, lo cierto es que jugaban a muerte y me contaba que eran un equipo aguerrido y jugaban bien. Fue pleno esfuerzo, partido a partido. Cuando falleció el abuelo Juan Miguel yo tenía 7 años, pero de esa charla tengo cosas en la cabeza”.

Como si fuera un sueño, Agustín, el de tu niñez, y el de aquel grupo humano unido, inteligente, astuto, y que trabajaba como les enseñó Zubeldía.
Con la roja y blanca totalizó 184 partidos (157 por torneos domésticos y 27 por copas internacionales; a su vez, marcó 40 goles (34 de ellos en el plano local y 6 en el internacional). Fue expulsado 4 veces, todas ellas en competencias locales. “En total acumuló 15.486 minutos en cancha”, detalla el estadista Darío Cáceres consultado por VIVE.

El sábado jugarán Sarmiento y Estudiantes. Claro que las reservas no juegan el mismo día ni tampoco unas horas antes como nos tocó en gracia a los veteranos. ¡Qué lástima!, me sale escribirle a los chicos y las chicas que hoy pueblan las tribunas desde muy temprano. Qué lástima, porque en la transmisión de legados, más de uno hubiera dicho: «Ves el 2 de Sarmiento de Junín? Ese chico nació en Pergamino, de donde era Juan Echecopar. El de la famosa delantera que se recitaba de memoria: Conigliaro, Echecopar y Verón. Los primeros tres apellidos que se grabaron en mi vida, gracias a un abuelo, en historias de figuritas, como esta joya (entre miles) que guardó «Tito» Millán, un fanático estudiantil, de esa legión de coleccionistas y que tuvo como ídolo al querido Juan Echecopar.

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