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domingo, julio 7, 2024

Entre las Islas Malvinas y Estudiantes: el “9” que bancó Bilardo y debutó con Malbernat

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Los clubes nunca fueron indiferentes al conflicto bélico de las Islas Malvinas y se pudo ver en los últimos partidos de la Copa de la Liga Profesional. El Estadio de Estudiantes de La Plata, previo al partido del equipo local ante Central Córdoba, tuvo la presencia de un grupo de veteranos de guerra que en todos los casos son socios honorarios del Club por un convenio firmado con el Centro de Ex Combatientes Islas Malvinas (CECIM) de La Plata. El año pasado se creó una nueva Filial Estudiantes de Malvinas.
Sabemos de sus luchas personales, pero muy poco aún de los días en que se despedían de sus familiares, amigos (no en todos los casos pudieron hacerlo) y quiénes estaban en plena actividad futbolística. Estudiantes tuvo a tres jugadores, todos amateurs y todos sobrevivientes. Nazario Arras, Jorge Parisi y Juan Gerónimo Colombo. Los dos primeros jugaron desde el fútbol infantil, residían en Florencio Varela y habían quedado a los 11 años en la categoría ’62 pincha. Las historias “Lito” Arras y “Paisa” Parisi serán reflejadas en próximas notas, pero ninguno pudo volver a ponerse la roja y blanca a rayas. Hoy vamos a reflejar algo de todo lo inmenso que es Juancito, de Roque Pérez, que llegó a los 18 para la Cuarta. Hoy dice de corazón “gracias a Bilardo” por haberlo esperado después de la guerra, ya que en muchos casos las secuelas eran evidentes. Y volvieron maltrechos, con una percepción de la vida muy distinta a la de sus compañeros.
Sin embargo, un año después del cese del fuego, Colombo pudo debutar en Primera división, de la mano de Oscar “Cacho” Malbernat, capitán del Estudiantes que ganara la final en Inglaterra. Solamente tres soldados pudieron alcanzar ese sueño más tarde, Omar De Felippe para Huracán en 1986, y Luis Escobedo en Los Andes.

Dicen que la vida la tenemos “marcada” antes de nacer, y que la gran realización comienza cuando sabemos responder con valores ante las pruebas. Desde su nacimiento el 26 de diciembre de 1962 tuvo momentos de superación y siempre ligado al deporte. Es que el Club Atlético Roque Pérez fue fundado en 1922 por su padre. “En la esquina de mi casa estaba la Sede y se usaba la casa de mi viejo como vestuario”. El mismo equipo de casaca azul que lo vio debutar con 15 años en el equipo superior. Hizo pruebas en River y en Boca, pero había también una señal siempre latente en la ciudad universitaria de La Plata, donde rondaba Estudiantes. A los 16 años llegó a la primera prueba pero le dijeron que ya tenían “el equipo completo”. Un primer contacto que llegó con la “palanca” de un amigo de Infante (crack Pincha de las décadas del 40 y 50). No bajó los brazos y al volver anduvo bien en las canchas de la Liga Veinticinqueña de Fútbol para Pedernales de 25 de Mayo. Sin embargo, en casa la voz de su madre lo intentaba frenar como el mejor defensor. “Estudiá y después andá a probarte donde quieras”. Consecuente a los valores familiares pudo egresar como perito mercantil de la Escuela de Enseñanza Media 1 del pueblo y volver a emigrar hacia La Plata y quedar en Estudiantes.

Juan, con la amada rojiblanca, en el estadio de River Plate

1981: gracias al “Flaco” Zucarellli
La prueba no salió bien en la “cancha chica” de 1 y 54. Tenía 18 años y esta vez el desconsuelo lo acompañó por una mala práctica. Ruben Cheves, quien desempeñaba el rol de Director general del Fútbol Amateur, le había sido franco: no rindió a la altura de sus expectativas.
Su coterráneo Carlos Peters, que residía en La Plata y lo acompañó aquel día, trató de consolar a Juan pero éste no podía con su alma: “Fui un desastre y solo quería volverme a mi pueblo en el próximo micro”. Hicieron el bolso, caminaron por el pasillo de 55 que de un lado tenía los vestuarios y la tribuna y del otro las canchas de tenis, y al llegar a la vereda, sobre 1, se cruzaron con Humberto Zucarelli, que era ayudante de campo del técnico de la reserva, Carlos Pachamé (otra figura de los campeones del mundo contra los ingleses). Zucarelli  fue un defensor de calidad en la década del 60 formado en Estudiantes por Ignomiriello y debutante con Urriolabeita y Zubeldía. Al lesionarse la rodilla tuvo que abandonar a los 30 años y solo volvió a jugar en forma semiprofesional, como lo hizo en Sportivo 25 de Mayo. Allí fue que marcó al centrodelantero de Pedernales, el pibe Colombo. Hoy el “Flaco” rememora que “fui a despuntar el vicio porque allá estaba un amigo, Juanchi Taverna (otro ex delantero pincha de la era zubeldiana) y teníamos una relación de esas que se dan de vez en cuando”. Compartieron recuerdos, asados y triunfos. Pero además quedaron buenas migas hasta con los rivales en aquel fútbol chacarero. Zucarelli es atinado al decir que “mi único mérito, si queres llamarle, fue que lo alenté a que siguiera. Porque lo había visto en 25 de Mayo y confiaba en sus aptitudes y que podía hacer una carrera y serle útil a Estudiantes”. Mientras que hoy Colombo piensa con una sonrisa de entrecasa: “Ese encuentro casual sobre la vereda de la calle 1 fue clave… ¡mi mujer se lo atribuye a la astrología…! Porque a las 13.30 ya tenía el micro y mi ánimo estaba por el piso, ni pensaba en pedir otra oportunidad”.
Entonces, Zucarelli le hizo levantar la mirada.
-¿A la tarde podes ir al Country? (apuró Zucarelli)
-¿Dónde queda? (preguntó Juan)
-Yo sé (saltó Peters, amigo de Juan).
—Dale, nos vemos ahí. Yo te consigo otra prueba y vemos que pasa; después hablo con Cheves.
Entró a un viejo vestuario con la calma de City Bell, donde se cambiaban Brown, Herrera, Russo. “Me pusieron 15 minutos. Ese día me quedé en un hotel de 2 y 41 y volví a entrenar y ya estaba mejor de ánimo, con la influencia de Zucarelli”. Al cabo de cuatro prácticas quedó y empezó el trámite para firmar para la Cuarta que dirigía ese año “El Negro” Héctor Antonio.
Corría el año 1981 y había otro compromiso lejos de casa. En la Argentina se había sorteado a fines del año anterior qué ciudadanos de la clase 1962 debían hacer el Servicio Militar obligatorio. El DNI de Juan Colombo sacó número alto y le tocó el Regimiento de Tandil. “Entonces le pregunté a un dirigente, el que estaba haciendo los papeles del pase, si podía hacer algo porque la colimba se venía en tres meses. Me dio el nombre de un sargento, lo fui a ver, y conseguí el pase del distrito militar de La Plata… Me tocó cerca, el Regimiento 7 de Infantería, sin saber que ese lugar iba a marcarme”.

14 de febrero de 1982: arranca el fútbol

El club estaba convulsionado con el nuevo año. El 17 de enero murió Osvaldo Zubeldía, el hombre que con el buzo de DT generó grandes cambios y títulos que parecían imposibles. y trajo a Trobbiani y a Sabella; ya estaban Ponce y Russo, un mediocampo que ese año produciría asombrosos rendimientos. El 14 de febrero empezó el torneo. Los profesionales trabajaban todos los días en el Country, menos los jueves,dia en que la práctica de fútbol era dirigida en 1 y 57, con Bilardo siempre atento, y mechando a juveniles. De la clase 63 subía a Gustavo Rezza y a Oscar Craviotto; de la 62, a Claudio Jeannoteguy, que había quedado eximido del Servicio Militar y ya estudiaba ingeniería. Colombo también era de la 62 y subió a la Reserva como sparring. “Un día iban a jugar con Boca y me tocó por mi físico hacer de Ricardo Gareca que era 9 y Gette me tenía que seguir por todos lados”, cuenta Juan.
Otra vez, lo marcó Luis Malvarez, y el uruguayo que trajo Bilardo de Danubio morrudo y de 1,70 ya había cuerpeado y desplazaba fácilmente al grandote Colombo. “Bilardo paró la práctica y me preguntó “pibe, cuanto medís (1,86) y cuánto pesas (83 kilos). Bueno, la próxima que te tire así te vas a la otra cancha (le indicó la auxiliar)”.
Un día iba a cambiar la historia para siempre y lo supo apenas “llego a casa y escucho la noticia de que Argentina iba a recuperar las islas. Se informó que todos los que habían cumplido el Servicio Militar en alguna unidad de la décima Brigada de Infantería tenían que presentarse tal día antes de las doce de la noche, en el Regimiento 7, ahí nomás, en pleno centro de La Plata, en 19 y 51”.

9 de abril: “si quieren venir que vengan…”
El dictador Leopoldo Fortunato Galtieri le gritaba en Plaza de Mayo a una multitud que fue a apoyar la recuperación de las Islas Malvinas. Estaba procesado por crímenes de lesa humanidad, imputado por privación ilegal de la libertad, tormentos, reducción a servidumbre, homicidio agravado por alevosía y asociación ilícita calificada. Era éste el Presidente de la República Argentina.
Un día antes hubo fútbol en La Plata y el diario El Día del 9 de abril tenía la información del triunfo claro de Estudiantes 3-1 ante Gimnasia y Esgrima de Mendoza. Bilardo puso a estos once: 1 Delménico; 2 Camino, 3 Brown (capitán), 4 Gette, 5 Herrera; 6 Russo, 8 Landucci, 10 Sabella; 7 Galletti, 9 Trama, 11 Gottardi; y posibles relevos: 12 Bertero, 13 Malvarez, 14 Ponce, 15 Lemme y 16 Perazzo. En los mendocinos jugó de 6 Ruben Agüero (al siguiente torneo pasó a Estudiantes) y los delanteros fueron 9  Fornari y 11 Letanú.
En el primer tiempo, a los 11 el “Tano” Galletti en rápida corrida y remate cruzado festejó el 1-0. En el segundo tiempo decayó el ritmo de los visitantes, y a los 17 “Tata” Brown de penal, y los 27 Gottardi, estiraron la cuenta, descontando a los 37 “Pamperito” Fornari. Dato: Galletti y Gottardi llevaban 13 de los 15 tantos albirrojos en el Nacional.

Gol del «Tano» Galletti, a Gimnasia de Mendoza, en el arco de 57

Los equipos provincianos no presentaban sus equipos de reserva en Buenos Aires y el preliminar tenía amistosos. “Ese día jugamos un partido amistoso contra un equipo de Brandsen, ganamos, hice dos goles”, cuenta Colombo.
“Hacía tiempo que estaba de baja en el Ejército, pero me imaginaba que iban a empezar a incorporarme. La tarde del amistoso nos quedamos hasta último momento con el Narigón Astudillo y en el vestuario del fútbol juvenil del Estadio. Me acuerdo que Cacho Pueblas, que era administrativo, me abrazó dándome ánimo”.
Ese día el jugador, todavía sin contrato, se presentó al Regimiento para informarse. “Podía haber evitado ir porque tenía domicilio en Roque Pérez y le enviaban la carta para embarcarse a quienes vivían a 100 kilómetros del Regimiento”. Juan no quería ser considerado desertor, y luchaba con eso, y con la felicidad de que esa semana, el jueves 12, tenía que volver a hacer fútbol a las ordenes de Bilardo. “En ese momento sabía que Bilardo ya me llevaba a entrenar todos los días en City Bell con los profesionales; me lo dijo Héctor Antonio (técnico de Tercera y Cuarta) al costado de la pileta chica que había en el Estadio, y me había dicho el Negro que ‘no se lo contara a nadie hasta que no se haga’. Fue antes de que tomáramos las islas”.
Pero Juan se iba a la guerra y al que subió Bilardo fue “Pajarito” Alvarez.

La tapa del diario El Día el 9 de abril de 1983. Colombo habia jugado en la reserva el día anterior

13 de abril: sale del Regimiento 7
Las primeras semanas de abril de 1982 se realizaron los aprestos bélicos, con el transporte aéreo de tropas y pertrechos hacia el archipiélago austral. Colombo recuerda que el 13 de abril salió en un micro de La Plata hacia la Base Aérea de El Palomar. Aquí en el continente ya crecía la inquietud ante un eventual ataque británico.
“Cuando aterrizamos en Río Gallegos, nos dijeron que había que permanecer con los bolsones porque en una hora llegaba un avión”. Era uno de esos enormes aviones Hércules C-130. La angustia le empezó a ganar pero no había tiempo que perder y en el aeropuerto, a poco de embarcarse, se fue hasta el hall, escribió tres cartas con suma rapidez y se las dio a una señora, pidiéndole por favor que las enviara al destino: una era para su mamá, otra para la novia y otra para la casa platense donde vivía. “Les explicaba que me estaban llevando a Malvinas”.
El 15 de abril llegó al territorio del conflicto. Y el 1 de mayo Juan entendió que había empezado la guerra. “A las cuatro menos cuarto de la mañana, había terminado de hacer la guardia y mi compañero me dice ‘mirá Chino, mirá…’ Escuché ruido de aviones, me asomé y vi pasar dos Harrier a cien metros de altura. Bombardeaban el aeropuerto argentino”.

14 de junio: se firma rendición y termina la locura
Setenta y cuatro días de terror, por la desidia, el abandono y el hambre que padecieron por muchos de los jefes y subjefes militares argentinos. Setenta y cuatro días y “el último día fue una masacre” afirma Colombo. En el Servicio Militar había sido adiestrado con un cañón de 9 milímetros, pero en la guerra portaba una pistola Browning, con la que tenía que esperar que un inglés se acercara a treinta metros para poder defenderse. “Pedí un fusil, no me dieron ninguno, no había más. Sabíamos que no podíamos ir, porque el armamento, en tema fusiles, no era del mejor. Había mucha diferencia con los ingleses”, reflexiona el héroe de la Patria, que solo deseaba estar en una cancha y sobrevivía en una trinchera de un metro de profundidad que había cavado con su compañero, “Beto” Galán, que jugaba en la Tercera de Temperley. Cuando podían salir de esa trinchera donde brotaba el agua, una vez armaron una pelota con plásticos, turba y un poco de tela. “Queríamos jugar, hablábamos de fútbol”. Pero al mes ya no podían, “sin fuerzas, con el único alimento diario que al mes de llegar pasó a ser un mate cocido sin pan, un guiso y otro mate cocido a la noche”.
Vio morir a compañeros y a otros que volaban por el aire, mientras se replegaban y solo atinaban a tirarse al piso. Perdió a un amigo que estaba en otro pozo de zorro, José Luis Del Hierro, cuyos restos se encuentran en el cementerio militar de Darwin.

Diciembre de 1982: incertidumbre
Volvió con catorce kilos menos. Su familia lo recibió en Roque Pérez, entre ellos, su única hermana catorce meses mayor. Dos semanas de descanso, los amigos y el tema del futuro, qué pasaría con el fútbol. A los pocos días llegó una carta del Club Estudiantes para invitarlo a un homenaje en la previa de un partido. “Pero el día anterior me descompongo y termino con una hepatitis. Ya estábamos en julio y a fin de año tenía que estar firmando un nuevo contrato, de lo contrario, quedaba libre.
Los dirigentes solicitaron en AFA una prórroga de seis meses para que lo pudieran evaluar físicamente. “Tenía que firmar o quedar libre. La AFA negó el permiso y el club me bancó igual”, explica el ex combatiente.
“Bilardo me salvó la vida. Digo así porque él decidía quiénes quedaban, y no sé qué iba a hacer si me tenía que ir, porque se terminaba el sueño de mi vida. ¿Quién me hubiera agarrado en otro lado, viniendo de una guerra y como jugador libre? Tuve que ir procesando el miedo, el dolor, la angustia y la tristeza de ver compañeros caídos, fue muy difícil”.
La hepatitis lo retuvo hasta mediados de septiembre, en noviembre volvió a entrenar y en diciembre firmó su vínculo contractual. Era jugador del plantel profesional de Estudiantes de La Plata.

Juan Gerónimo Colombo en un entrenamiento en Estudiantes (foto: C. Alvarez)

3 de abril de 1983: a la Copa con Manera y debut con Malbernat
El año 1983 tuvo el caso resonante del “Narigón” Bilardo nuevo DT de la Selección Argentina. Aquella bronca que le duró a don Nelson Oltolina, vicepresidente y uno de los hombres a cargo del fútbol, cuando le tocó digerir el haber perdido a Bilardo y aún hoy puede brindar detalles de “la discusión que tuvimos hasta cuando bajamos las escaleras de la Sede de 53”. Se confirmó el reemplazante y fue Eduardo Manera, otro ídolo de aquel equipo que ganó todo en los sesenta.
Arrancó el Torneo Nacional 83. Colombo es citado para  la primera salida de visitante, en la provincia de Córdoba, ante Unión San Vicente, el domingo 3 de abril. Estaba cerca el partido de Copa Libertadores ante Cobreloa, en Chile, el martes 5. Por eso, el domingo salieron (con Malbernat como técnico) estos chicos por el torneo local: Luis Islas; Malvarez, Moreno,  Jeannoteguy, Craviotto; Hugo Teves, Astudillo, Custodio Mendes; Rezza, Rodríguez y Alberto Jesús Benítez. Al banco fueron Juan Carlos Benítez, Norberto Gómez, Gustavo Héctor Baudino, Luis Garro y Juan Gerónimo Colombo.
Solo un año y un día de la pesadilla de Malvinas, aquel soldado subía a un viaje para concentrar en un hotel y esperar su chance. Un partidazo con victoria albirroja 4 a 2 en la cancha de Instituto. Con seis debutantes: Craviotto, Moreno, “Pata” Rodríguez (fallecido), Rezza, y los ingresados Garro y Colombo.
En el minuto 86 Juan entró por Rezza. A los tres minutos le cometen una infracción y nace el cuarto gol Pincharrata. La jugada la lleva bien guardada en su memoria: “Agarré cansado al cordobés Beltrán y en una contra cruzo la mitad, me iba hacia el área y me hacen faul de atrás. Le pegó al tiro libre Hugo Teves”.

17 de julio de 1983: debut de titular
El 10 de junio todo Estudiantes gritó campeón una noche en Avellaneda, del Torneo Nacional llamado “Soberanía” justamente por el conflicto con Gran Bretaña. Y pegado a la final con Independiente arrancó otro campeonato, el Metropolitano 83, donde Juan Gerónimo Colombo empezó a tener más minutos. El 18 de junio volvió a jugar en la provincia donde había debutado, pero en el Chateau (actual Estadio Kempes). Fue ante Talleres, y otra vez Malbernat decidió su ingreso en el minuto 78, en lugar de Cristian Guaita. De esa segunda fecha saltó a la octava del debut absoluto de titular. En Santa Fe, ante Unión, el 17 de julio de 1983 con éste equipo: Islas; Camino, Jeannoteguy, Moreno, Craviotto; Teves, Astudillo, Trobbiani; Custodio Mendez; Alberto Benítez y COLOMBO. Completó los noventa minutos, con el entrenador interino Héctor Antonio. Una curiosidad: Unión, que ganó 1 a 0, tenía de técnico a Marcos Conigliaro (gloria Pincha que incorporó Zubeldía).

Agüero en andas, Estudiantes campeón del Torneo Nacional de 1982

24 de noviembre de 1984: último partido
El destino lo llevó a jugar en Córdoba y contra Instituto. En la semana estuvo en duda y al final fue al banco y entró. Pero en una de las últimas jugadas sufrirá la rotura de los ligamentos cruzados de la rodilla derecha. Recuerda “el lateral de Oscar Craviotto para que me mande al área y Moralejo —defensa que lo marcaba— me mueve en el aire, quiero caer parado, pero al caer y clavarse los tapones en el campo, giro mi cuerpo y tuve una lesión grave. En la contra, Dertycia hace el 1-0. Me paré, intenté seguir. Hubo una jugada final en la que cabeceo, la pelota da en el travesaño y se va”.
El resultado adverso (1-2) empezó a sacarle las ilusiones al “León” de poder alcanzar a Argentinos y Ferro (quedó dos puntos abajo, a cuatro fechas del final). El “Bicho” resultó campeón y el Oeste subcampeón del Metro 83, aunque el Pincha tuvo chances hasta el último partido, si vencía a Ferro en 1 y 57, y si Argentinos perdía con Temperley. Pero la combinación no pudo ser. Colombo, desde la platea, no pudo repetir la gloria con sus compañeros.
“Esa maldita lesión lo fue relegando”, dice Zucarelli, que asumió en 1985 y lo tuvo a disposición; vueltas de la vida, el mismo “Flaco” que lo encontró en la calle cuando ya se volvía a Roque Pérez en una fallida prueba.
Nueve meses de rehabilitación pero nunca más en la Primera albirroja, donde totalizó diez partidos (4 como titular y 6 como suplente) sumando 412 minutos, estadística de Darío Caceres. Oficialmente no pudo meter goles “aunque en la Reserva y en amistosos de primera hacía goles a lo loco”. El periodista Claudio Alvarez (en esos años trabajaba en radio con Víctor Hugo Morales) archivó esta foto desde la admiración como el jugador que volvió de Malvinas e hizo posible lo que parecía imposible.
Muchas veces alternó en Reserva y en esta foto aparece con la camiseta alternativa; parados: Craviotto, Montenegro, Nacho Martínez, Javier Orengo, Villamil, Patricio Arizaga; en cuclillas: Rezza, Colombo, Alonso, Sergio Recchiutti y Cechini.

“Pudo volver y bien”, reconoce Rezza. “Un muchacho maravilloso”, evoca Julio “Bicho” Montenegro, otro de los pibes de aquella generación. De esa camada algunos fallecieron jóvenes, Alonso y Cecchini. Alonso llegó a integrar una selección juvenil citado por Duchini y supervisado por Bilardo y en 1990 ascendió con Lanús. Cecchini era un crack, oriundo de Ferré (Junín), pero se lesionó la rodilla apenas firmado el primer contrato.
“Zucarelli me tenía ahí en reserva pero ya no entraba, también tuve a Ramos Delgado. Pero mi rodilla no era la misma. Pido el pase porque venía que no tenía chances. Era diciembre. En el Country, el doctor Caffe (directivo) me dice qué quería hacer. Yo quería quedar libre a fin de año. Me dijo ‘te vamos a renovar contrato por el mismo dinero y cuando consigas el club nos avisas y te vas. ¡Una cosa que no se la hicieron a nadie! Ese gesto pinta lo que es Estudiantes.
Me fui sintiéndome campeón de todo. Soy fana de San Lorenzo, pero acá me hicieron sentir como si hubiese jugado en Old Trafford con Zubeldía”.
Hoy el Club Estudiantes lo incluye como socio honorario a todos aquellos soldados en la Guerra de Malvinas. “He ido al colegio en City Bell donde me han hecho homenajes hermosos, la Brujita Verón, me han hecho sentir que nunca me fui”.

En una de las visitas al Country, Juan Colombo charló con Andujar y Gastón Fernández

Lleva como una de esas noches únicas la inauguración del Estadio. Ese día se encontró con muchos excompañeros del Club, como Alejandro Sabella. “¿Qué es de tu vida?”, le preguntó “Pachorra” con esa mirada que interpelaba más allá del fútbol.
Y le contó de Roque Pérez, que allá “implementé el método Estudiantes y los logros son impresionantes”. Si para muestras, se necesita un caso, basta con Santiago Nuñez, que del Club Roque Pérez llegó a Estudiantes, debutó en Primera y hoy está en el Santos Laguna de México.
En 2020 durante un encuentro en Zoom organizado por el Club Estudiantes, en pleno confinamiento, sorprendió a los juveniles que tomaron parte del encuentro virtual por las distintas formas en que fue superando obstáculos afuera  y adentro de un campo de juego.
Acaso la vida sea un juego lleno de obstáculos para sortear y puede avanzar mejor el que elige los valores… Aceptación, calma, determinación, alegría. Un ex soldado pero nunca un ex futbolista ya que como dice Juan, “una cosa es dejar de jugar y otra cosa es dejar de sentirse jugador”.

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