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domingo, julio 7, 2024

Gimnasia fue víctima de su propia medicina

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Así es el juego del fútbol, al menos para el corazón del hincha. El que gana es una expresión jubilosa, como la de cada ser viviente que anoche saltaba en el cemento del Estadio de Huracán; y a cien kilómetros, la desazón de ese ser tripero que en su pertenencia no podía soportar el desencanto de perder con un jugador más en todo el segundo tiempo. “Perdimos porque nos faltó actitud y huevos”, se enojó Morales, con la ceguera de un Yacaré herido como se podía ver en sus ojos cuando la prensa platense tuvo la oportunidad de verlo frenar (nadie en la fila india quería parar ante el dolor de una derrota).
Si el nuevo entrenador es un mentalista, psicólogo o motivador (como lo considera el fútbol argentino al bueno de Madelón), esta vez fue víctima de su propia medicina: el otro DT entró corriendo a festejar el 2 a 0, arrojado al césped, con la montaña de camisetas que demostraban la misma escenografía de cuando un grupo de jóvenes egresa del secundario.

Pero la ardua carrera no concluyó. Se falló en un trabajo práctico final, cuando el número que daba la nota (tres puntos, lo máximo), en la pugna por quedarse en la A, “Huracán podía quedar a cinco de Gimnasia, y ahora está un punto arriba”, cerró la ecuación por la TV Gustavo López en este espectáculo del fútbol más pragmático que nunca.
No era así hace 50 años cuando Huracán gritó campeón ante Gimnasia en este mismo barrio, pese a ser derrotado por el visitante que aprovechó que el puntero del «Metro» no contó con tres figuras —Babington, Avallay y Brindisi— al integrar la Selección por las Eliminatorias para Alemania 1974. En una máquina de escribir el periodista poeta Ardizzone sacaba a relucir su calidad para transmitir en Parque Patricios: “Es la fiesta del seco. Es la explosión del postergado.El rechifle de una mishiadura que lleva medio siglo de proletaria resignación”.

Me pregunto por esa resignación que también es parte del Tripero, como si nunca pudiera cicatrizar de las heridas. Pero amén de las transiciones deportivas y política, anoche tenía un jugador más (Fattori vio la roja por un tremendo planchazo al cierre del PT), y El Lobo tuvo la fuerza para acorralarlo en ese período, pero el segundo tiempo, una inyección de ánimo resultó propia de Madelón pero en Diego Martínez, el DT del «Globo».
En el banco, de pie, Leonardo Carol Se quedó meditando sobre la importancia de las pelotas detenidas: “No fue a propósito, hay que resolverlo, vamos a trabajar en la medida que tengamos tiempo” (declaraciones posteriores).
Claro, hubo un córner y un anticipo ofensivo con un cabezazo del chileno Echeverría que le quemó los guantes a Durso que pese al enorme atajadón, en un rebote llegó Pereyra, 1-0, que se sintió feo. «Hay que ver la virtud del otro también», declaró el DT mens sana.
Benjamín Domínguez en el día de su cumpleaños podía ser la solución en alguna maniobra personal, pero le faltó más compañía pese a la inspirada noche.
De visitante, las derrotas se sucedían y llegaban a 8 partidos (el clásico está en puerta). Mientras salía del campo Ramírez, la reacción del relator de Espn, Bulos, (al Negro lo vi practicar relato mientras jugaba en una 4ª de Estrella en la Liga Amateur) que tira un anticipo de lo decaído que se verá al Lobo después: “Le voy a decir algo con todo cariño Madelón: ¿Sacarlo a la Perla?”, objetó. “No tiene hielo en ninguna de las piernas”, certificó la periodista en campo.
A los 21 minutos, el mismo Bulos creyó ver la pelota adentro del arco de Gimnasia y erró al adelantarse en el grito, algo que no le pasó en toda su carrera de 30 años con micrófonos en mano: “Gol, gol, gol…” afinó su garguero en una corrida solitaria de Cócaro, que definió suave y la pelota se fue a un centímetro del poste izquierdo.
Dominó la “H”, hasta escuchar ese silbato. Solo una de Gimnasia, faltando 5, con bombazo de De Blasis que iba adentro y sacó el arquero…
“La gente no se come cuento, hoy no supimos resolver el partido”, otro sincericidio de Madelón. Le habla al hincha, que tiene suficiente madurez y con él ya superaron momentos muy pesados. Hablando de hincha, un querido amigo Marcelo Zilla me pidió un tiempo para juntarnos en el café: “Esperá un poquito el vendaval y nos juntamos, pero estamos hechos de surfear estas tempestades con el amado Lobito”.
En el adicional, un tal Basanti no falla y estampa el 2-0. Así es el fútbol, un juego que en la Argentina lo vivimos como un drama, máxime en circunstancias donde la tabla y un descenso es el árbol que tapa el bosque. Nunca mejor empleada la metáfora, con el club que busca expandirse.

Pero Gimnasia está como el tiempo: un septiembre donde la primavera se extraña con la calidez de esas tardes.
Tal vez el sábado a las 16 horas, que toca en casa con Rosario Central. Los jugadores están en Abasto con cuatro premisas: descansar, comer, entrenar, ganar.
Vienen al encuentro recortes de revistas y un señor Ardizzone que después de ver un gol de Gimnasia allá en 1973, cuando a puro amor propio le ganó 2 a 1 a Huracán —que igual fue campeón—, dejaba esta idea en una máquina de escribir.

“Cuando se fue quedando pobre de gol. Cuando se fueron los tres de adelante. Y fue necesario colgar en el ropero la pilcha bacana. Fue necesario juntarse, salir más apretados que antes a ganarse el mango. Se había esfumado el lujo de las grandes tardes, del equipo “revolucionario”. Y desde ese anonimato. Desde esa penumbra de equipo con derrota se fue introduciendo en el reconocimiento de la mayoría, hasta entrar en esa misteriosa simpatía popular que pocas veces se equivoca…”

Una idea que puede tomar este Gimnasia que sabe de hazañas con Madelón.
La misma idea que tomó Huracán, tirando en el campo una energía cuando la necesidad más apretaba sus zapatos.

 

 

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