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domingo, julio 7, 2024

Guido Carrillo, con los genes de un abuelo goleador y el amor al pueblo de Magdalena

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Guido Marcelo Carrillo es un hombre común. No es un súper héroe, por más millones de likes (me gusta) que le den a fotos, videos y todo lo moderno que trae la ciencia.  Por más medalla de la Copa Argentina 2023, por dentro es muy parecido a los años juveniles, del amateur, aquellas historias que no fueron archivadas. Este futbolista con afiche de campeón todavía se pone colorado a los 32 años si le hablan de él.
Nació el 25 de mayo de 1991, el cuarto hijo de los cinco que criaron Laura Mayora, que trabajaba de maestra jardinera, y de Marcelo Carrillo, actual asesor de seguros, que tuvo que dejar su sueño de futbolista al lesionarse en Independiente de Avellaneda, en Cuarta.
Al padre le gustaban los nombres cortos, para evitar los seudónimos.
En los genes de la madres estaban otros goles, de un ex jugador de Estudiantes al que también le faltó poco para jugar en Primera. Raúl Omar Mayora (abuelo materno de Guido) también «vino de Magdalena» y se desempeñó como centrodelantero. Disputó los preliminares de primera de AFA durante los años 1946 y 1947, y entre Tercera y Reserva, tuvo 27 presencias, con 17 goles, cuando la gente podía ver tres partidos pagando una sola entrada.

“Con cinco hijos se deja mucho de lado, y para que puedas acompañar hasta La Plata, me ayudó el abuelo de Guido”, explica Marcelo, serio, muy parecido a Guido.
Coincidimos en que en su ciudad ahora conoce la sensual mano de la fama, y que hace 40 años Magdalena tenía un par de ejemplos aislados, que en el altar de la Primera llevó al «Negro» Manuel Cheiles, en Gimnasia, allá por 1974 y luego Olimpo de Bahía Blanca.
Chailes movilizó a los Carrillo y otros futboleros un domingo de 1985 para ver al «Negro”, que jugó con Santamarina de Tandil y se mandaron un partidazo en 57 y 1, cayendo 1  a 0 con el Estudiantes del «Flaco» Zucarelli.
En los noventa encontramos a otro crack magdalenense, de primer nivel, Edgardo Zapiola, quien en 1991 jugó un Sudamericano Juvenil en Venezuela (dirigido por «Mostaza» Merlo) y fue figura de una Reserva campeona del Pincha en 1992-1993 (junto al «Loco» Palermo y al «Rulo» París).

Hay un par que quedaron ahí de jugar en la Primera de Estudiantes.
Década del 90. Otro habilidoso nacido en el pueblo es Leonardo Gómez, quien fue llevado a la pretemporada de 1996 por el «Profe» Córdoba; jugó dos amistosos, con Independiente y con Huracán de Tres Arroyos, pero no alcanzó a debutar en un plantel cargado de figuras. Quedó libre y se recibió de abogado, llegando a ser candidato a intendente.

Hagamos historia hasta escurrir todos los datos.
—Guido Carrillo, ¿nació en Magdalena o es de esos casos que nacen en La Plata y se van a Magdalena?, preguntaba Claudio Alvarez, periodista que trabajó en Sport 80 con Víctor Hugo Morales, y hoy es un estricto historiador de Estudiantes de La Plata. Con su consulta, frente al papá del ídolo, llegó la respuesta contundente: “Sí, nació en La Plata, pero fue porque Laura tenía un ginecólogo platense y nos llevó a tener familia allá, por un tema sanitario, pero a las 24 horas ya estábamos en Magdalena”.
Al mismo colega le debemos la info de que Raúl O. Mayora fue goleador de la Tercera y de la Reserva, aunque no podía sacar el segundo nombre, ya que «en los boletines de AFA no figuraba». El toque se lo dimos desde VIVE LA PLATA, Raúl Omar. (Con el carnet de jugador que es gentileza de la madre de Guido).

Lo cierto es que ningún muchacho pudo afianzarse en Primer hasta que Guido Carrillo saltó a la cancha en el año 2011, y cuatro días antes de cumplir los 20 años jugó los primeros minutos. Y resultó que se abría una dinastía de magdalenenses a los que se le iba a dar en éste fútbol globalizado, donde los pibes tienen mayores chances y comodidades como no pasaba antes. En Estudiantes también fueron profesionales Francisco Apaolaza, Emiliano Ozuna, Matías Pellegrini y Franco Zapiola (hijo de Edgardo), éste último, campeón en la Copa Argentina, siendo titular junto a Guido en la noche consagratoria del pasado miércoles 13 de diciembre de 2023.

Los Carrillo son hinchas de Unión y Fuerza. “Acá venían cracks de La Plata, jugadores de Cambaceres y de Villa San Carlos, porque la Liga era libre, no había afiliación a la AFA y podían jugar en los dos lados”. Marcelo Carrillo, clase 1965, también fue centrodelantero en la vieja Liga Magdalenense, brillando con la aurinegra de Unión y Fuerza. Y a los 17 se fue a probar suerte a Independiente de Avellaneda, quedó fichado, pero una lesión limitante lo sacó del sueño en Cuarta división. No pudo jugar más.
Respiran fútbol amateur, desde antes que nazca Guido, llevaba a la cancha del pueblo a su hijo mayor, Manuel Carrillo, que también es «9». La pasión en el pueblo tiene otros colores… los de la dura competencia, Villa Garibaldi, Sport Club, Atalaya y Racing de Bavio.

“Guido nació con problemas asmáticos”, nos conduce por los laberintos de la vida ese padre laburante de sol a sol. Vamos descubriendo que la historia de Guido no es toda maravillosa. Un especialista le recomendó a los padres que hiciera un deporte. Así, “a los 4 años lo llevé al CRIM y empezó todo”.
Anduvo bien, como el equipo de la Categoría 1991. Esa fue la cuna. Torneos de LISFI, cada quince días con equipos de La Plata. El primer campeonato largo por los puntos fue el de 1999, cuando todo el año estuvieron arriba con 19 de Febrero, del barrio Jardín, zona sur del conurbano platense.
El club de camiseta naranja con sus siglas breves llevan una identidad; la infancia y el pueblo. CRIM es Centro Recreativo Infantil Magdalena. Ahí se conocen todos. Guido, con la 9, tiene de compañerito a Diego Gómez, el 5, que es hermano de Leo Gómez (aquel ex Estudiantes, de la categoría 75 que fue compañero en juveniles con Sebastián Verón).
“Nos hizo parte de su gran carrera, por más que és el protagonista, incluyó a su familia y a sus amigos”, explica Juan Andrés Stura, quien a los 7 años llegó a vivir al pueblo, por decisión de su mamá, que cambió el barrio porteño de Belgrano por la paz de Magdalena.
Alberto Mendez formó al equipo, y hoy con 70 años intenta mirar atrás, sin poder dejar de emocionarse hasta las lágrimas. “Lo único importante en la vida es cuando cosechás respeto, es lo que Guido se ganó y eso en la vida no te lo pueden regalar”, dice el primer entrenador.

Por aquel entonces, el periodista que suscribe esta nota producía un suplemento en el diario Hoy de La Plata, que fue furor en toda la región, El Clasiquito. Con fotógrafo, se llegó hasta la cancha del CRIM en la primavera del 2000. Ya había pasado el partido de la famosa 91 (por lo general le tocaba al mediodía). Esa tarde estaba en la mesa de planillas Roxana Lara, la entrenadora del equipo que marchaba hacia el campeonato. Ella
“era la auxiliar en la 87 y la delegada en la 91”, en tiempos donde Alberto Mendez era un padre, porque se había tomado un descanso como entrenador.
Roxana decía en aquella nota: «Esto que nos da CRIM es hermoso. Ya van dos años que salen campeones; aparte ganaron el Torneo de Campeones, eso fue más lindo todavía porque fue una final con Ateneo, por penales, eso fue lo más emocionante».
Quien llevaba todas las estadísticas era Oscar Pedranzzani, el secretario general. Presidía el club César Aguerre, el del taller mecánico y sabía contarse la vida de todo el pueblo.
Evoca la base del equipo: el 1 Martin Capone, el 2 Lautaro Gaddi, el 3 Marcelo Maidana, el 4 Agustín Mendez, el 5 Diego Gómez, el 7 José Omar Riquelme y el 9 Carrillo. También jugaban Juan Andrés Stura, Guillermo Capsurak, Matías Henricot, Ignacio Rosales, Marcelo Cuellar y Martín Venegas.
Va una foto, de colección para los historiadores. De izquierda a derecha, parados: Carrillo, Rosales, Stura, «Cafú» Maidana, «Tito» Capone, Roxana Lara DT; agachados: Gómez, Cuellar, Gaddi, «Toro» Méndez, Riquelme y Henricot.

Riquelme, emulando a Román, era uno de los cracks, y hoy atiende un bar en Bariloche. Entre los papás, Ramón Venegas era el choripanero oficial del club. Los apodaron como a una “Maquinita”. De visitante, recuerdan que la familia Carrillo se quedaba a pasear por La Plata, con algún pibe como invitado. Muy futboleros eran los tíos de Guido, Federico Carrillo y Aldo Carrillo. Tenían una quinta donde festejaban los cumpleaños y era pelota y pelota, con el primo Harris, que también jugaba en el CRIM, para la 89.
A los fulbazos en la calle, donde la puerta del garaje era el arco, en la casa de Guido, donde cortaban la calle; y si no había, fabricaban una de trapo.
En la Liga Sur de Fútbol Infantil (LISFI) había una reglamentación: si había ocho goles de diferencia, se suspendía el partido. La 91, si ganaba 7 a 0, solía dejar hacerse un gol para seguir jugando. Y después metían otros dos y terminaba. Por eso, quedaron registrados algunos partidos con el mismo resultado 9 a 1, por ejemplo, ante Gimnasia de Los Hornos (en ese club pero en la 88 se divertía Lucas Pratto, hoy hombre de Defensa y Justicia).

La categoría “egresó” de cancha de 7 en 2003, pero dos años antes Guido empezó a faltar, porque se sumó a Estudiantes.
Llegó a jugar hasta 2001. Se recuerda su última vuelta olímpica, el 18 noviembre de 2001, cuando le ganaron 2-0 a Juventud, de locales, y al día siguiente, volvieron a jugar (feriado en La Plata, por el aniversario) y golear 6-2 a Monasterio. El torneo finalizó en sus principales puestos así: CRIM 48, CRIBA 41, Hernández 32, Monasterio 31.
Guido fue observado por técnicos de infantiles de Estudiantes y de Gimnasia.  “Fui a ver los dos clubes, pero me gustó mucho más las instalaciones del Pincha, en la prueba le fue bien y lo ficharon”, recuerda el padre. Con un detalle: cuando se probó nunca había jugado en la once. Lo ficharon en la competencia de la Liga Metropolitana.

“No estábamos preparado para empezar a viajar de Magdalena a City Bell, dos veces por semana, en la primera época. Ante los contratiempos en casa, apareció el abuelo Víctor Carrillo como me ayudante de su padre en temas de la oficina, y entonces Marcelo podía llevarlo, esperarlo y volverse junto al nene. “Si lo poníamos en la pensión podía durar un año…”, reflexiona.
El alma del área social era Ruben Bedogni (un campeón de 1967, dirigido por Zubeldía). “Pelusa” le dijo al papá de Guido: “Si podés viajá, para que no se desarraigue”.
Tenía 11 años y sorprendió al DT Luis Ceferino Suárez, ex mediocampista de la primera en los años noventa. Guido, con un cuerpito algo morrudo, hizo 3 goles;: en uno le enganchó y eludió al arquero, tocando a la red. El DT paró la práctica y le pidió que repitiera, encarando con el otro perfil y tratando de definir otra vez. Lo hizo bien. El coordinador de infantiles era Carlos Bottegal, quien también había encontrado en Coronel Súarez a un pichón muy habilidoso: Benjamín Rollheiser.
Por aquellos días le pregunté a Bottegal si me recomendaba a un pibe con futuro, para una producción fotográfica en las escalinatas de La Catedral. Y apareció, manso y obediente, en familia, Guido Carrillo.

«Le decían Gordo, pero no tenía nada de eso», aclara el padre. En Prenovena fue campeón, en una final que terminó por penales, ante Vélez, en el estadio de Comunicaciones. Allí fue su técnico un ex «9», Alejandro “Poroto” Russo, el preparador físico Gustavo Echeverría, y el médico  Carlos Eugenio.
«Guido venía de una lesión en la espalda que lo dejó afuera de la Copa Nike», apuntó el «Negro» Omar Rulli, quien era el delegado ante la liga y es el papá del arquero de la Selección campeona del Mundo en Qatar 2022.
“Guido siempre mojaba”, cuenta Gabriel Recavarren, uno de sus compañeros albirrojos, el pibe que más partidos jugó con la 91 Pincha y que llegó hasta la reserva, llegando a hacer pretemporada de invierno con Sabella.
“A la gloria no se llega por un camino de rosas”, dijo una vez Osvaldo Zubeldía, el DT del León que fue campeón intercontinental 1968. Guido tuvo problemas de cartílagos de crecimiento y muchas veces quedaba sin jugar por causa de los dolores.
De hecho, en su primer clásico en Novena, el martes 28 de junio de 2005, el DT Cristian Guaita (otro ex delantero formado y consagrado en Estudiantes), lo incluyó en el banco, pero lo puso en los últimos 15 minutos de un partido que finalizó 1 a 1. Esa misma tarde en el Estadio de 60 y 118, en Séptima, hubo goleada albirroja 5-2, con dos goles de Pablo Piatti.
En 2006, en el clásico de Octava, se jugó en la cancha auxiliar 5 del Country. Donde estaba la montaña de tierra, la que se usaba en tiempos del DT Eduardo Solari para hacer potencia; montaña que, en ese clasiquito, se usó de tribuna y quedó nevada de papelitos.
El viernes 11 de agosto de 2006 Guido fue el autor de los dos goles de la remontada, ya que perdían 2-0. Llevaba la camiseta 7 y en una ráfaga de siete minutos (a los 28 y 35 del segundo tiempo) edificó el empate. Los entrenaba Juan José Tejeda.

Pibe de perfil bajo, una forma de ser, de pocas palabras y carácter templado. También se lo recuerda con broncas dentro de la cancha, desde muy chico.
Fue goleador del equipo en sus primeros tres años, pero tras unas vacaciones se plantó y dijo no voy más. No se presentaba a la pretemporada en Séptima y tuvo que acudir el coordinador Claudio Vivas (ex ayudante de Bielsa en la Selección Argentina). Al parecer, un preparador físico fue el que lo convenció. Retomó.
En Sexta pudieron alquilar un departamento que compartió con la hermana Sol Carrillo, que estudiaba en La Plata. “Fueron cinco años de ir y venir, de los 11 años de edad a los 16. Cuando nos preguntan hoy cómo hicimos, cómo fue futbolista, digo que la carrera fue muy exigente”, afirma Marcelo.

“Esta foto es de un 5 a 1 contra All Boys, en Quinta división”, recuerda Gaby Recavarren (hijo de un defensor que debutó con Bilardo en los años 70).
Posando para las cámaras de Visión Sur, de pie: Alberto Lobato, Leonardo Delgado, Pablo Jeannotegui, Gabriel Recavarren, Guido Carrillo y Federico Urraburu.
Agachados: Javier Favarel, Michael Hoyos, Fernando Valdebenito, Leonardo Jara  y Martín Basualdo.

“Le hicieron contrato a los 17 años y pensábamos que saltaba a 1ª, pero no fue rápido, fue a Reserva, maduró y ahí empezó a explotar”.
Todo es una construcción. Y el diario sacrificio siguió una vez que subió a Primera (de 2011 a 2015 jugó 139 veces y marcó 38 goles, siendo el capitán en varios encuentros). En ese interín fueron otros jóvenes de la camada 1991: Carlos Auzqui (hoy San Lorenzo), Leonardo Jara (Vélez) y Michael Hoyos (Independiente del Valle de Ecuador).
La camada 1991 se junta seguido y tiene un grupo de WhatsApp donde están todos. El sentimiento por la pelota es igual, tanto para el que juega profesionalmente como para el que no dejó la actividad pero también tiene que sumar otro trabajar, caso Javier Faravel (en España) y el nombrado Recavarren, quien hoy juega para Unión y Fuerza, el club del que es hincha Guido en su Magdalena y al que ayuda de forma permanente.
Llegó el día en que el criado en Magdalena llegó al Mónaco, ciudad de las más excéntricas de Europa. Carrillo firmó en un equipo de estrellas, que logrará salir campeón tras 17 años. Entre los compañeros había un joven moreno de gambeta endiablada, Mbappe. Y llegaron a las semifinales de la Champions League. “Wido”, como pronunciaban en francés. Y lo vendieron a Inglaterra, al Southampton, donde fue dirigido por Mauricio Pellegrino, quien lo ayudó a potenciar su técnica en Estudiantes.
Después, a España, Leganés y Elche; y a China, al Henan Songshan Longmen. De aquel país decidió volver y a un país con la economía resentida. El “9” quería sentir el afecto, lo necesitaba para vivir. Quien escucha mucho a la familia, pasó las fiestas de fin de año pasado con el corazón puesto en el lugar donde va la cabeza. Y en enero de este año firmó por Estudiantes.

Volvía a ser feliz, sin saber lo que le esperaba…
“Chicos, el partido es las 9, pero las 8 va a comenzar todo”, les escribió a los amigos de Magdalena, cuando jugó por primera vez en un amistoso ante Independiente del Valle, de Ecuador. Esos amigos y familiares que pasaron a ser una fija en el Estadio UNO, sobre la calle 1 o en 115, donde Guido suele buscarlos en cada gol. Pueden que estén en el sector de calle 1 o en lo alto de una platea en 115, donde va a gritarles su emoción en cada gol. Vino sin pretemporada y soportó lesiones, pero pasó por situaciones límites, como el codazo de un rival que le hizo perder tres dientes frontales.
Llevaba siete tantos hasta la noche de gloria en el estadio de Lanús.
Sol, su hermana, en su cuenta de instagram, compartió estas palabras que engloba una vida: “Los sábados yéndote a ver al CRIM, te cansabas de hacer goles con la ‘91, “La Maquinita”, los tubos de luz del garage de casa estallados x tus pelotazos, la pelota todo el tiempo picando contra la pared, los viajes diarios de papá para llevarte a entrenar hasta el country, el tan ansiado debut en Primera, después llegó Europa y te extrañábamos todos los días, te perdiste de compartir muchos momentos con nosotros, aunque siempre estábamos juntos de alguna forma.

Esta historia es compañera del sudor, del fútbol cuando no hay fríos números. Del amor que no es compatible con lo efímero de la fama. Ahí está Guido, su familia, sus amigos y la ciudad de la Magdalena, esa que pareciera hoy tener las llaves para llegar al éxito, cuando se vive en una cultura enferma. Pero llegar a lo más alto no es un tema fácil. Hay que pasar una vida de sacrificios.
Felicidades, a los Carrillo. Ahora tienen un recreo, que pasará rápido.
Desde el 13 de diciembre, ante Defensa y Justicia, ese gol de Guido dio un triunfo con lo justo y a la vez justiciero, para el nuevo campeón… que salió de La Plata y de Magdalena.

 

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