Oscar Aníbal Abalo nació hace 59 años en La Plata, el 16 de noviembre, árbitro de una camada egresada de AFA en 1992 y con una trayectoria intachable en el fútbol argentino, de jugar finales en Primera D hasta llevar el banderín de asistente en Promociones de Primera División. Sin embargo, al no renovar contrato en 2012 nunca dejó de llevar la pilcha de árbitro y se prometió “dirigir hasta donde pueda…” A su pasión le faltaba un lugar de honor, y la cumplió ayer en ese campeonato donde fue jugador, la Liga Amateur Platense de Fútbol. En su arribo a Villa Elisa, donde se pudo jugar el partido entre Los Dragones y Villa Argüello, recibió las felicitaciones de quienes lo vieron llegar para cumplir su sueño. El presidente de la institución ubicada cerca de la Estación ferroviaria y del barrio Las Torres, sonrió cuando Abalo le dijo con buen humor y sin dejar de lado la realidad: “Hoy es mi debut y despedida”.
La frase tiene una historia larga, pero antes de llegar a conocer el recorrido deportivo de quien tiene el honor de ser padre de dos hijos, y una vida de trabajo en el Ministerio de Seguridad bonaerense (jubilado) sus palabras después de un partidazo tocan, inspiran. “Lo disfruté, partido intenso, 3 a 2, metían en el barro, muy educados, y le agradecí a los capitanes. Cumplí un sueño. Tal vez un señor tan mayor no esté bien visto que pueda en la Liga Amateur. Agradezco la oportunidad a las autoridades, que me dieron este partido de la C«. En primera instancia habló con Fernando Cercatto, presidente de ABAI (una de las asociaciones platenses que prestan a su gente para dirigir encuentros liguistas) y finalmente Christian Vallejos, encarcago del área Arbitros en la calle 6, lo designó en la fecha de este fin de semana. «Vengo dirigiendo partidos del senior de la Asociación del Fútbol Argentino y entreno de lunes a domingos”, fueron las credenciales suficientes para tener la chance, más allá de su respeto a la historia de nuestra Liga.

Su amor por la pelota empezó en un campito del que llamaban barrio La Cumbre (hoy San Carlos), en los “picados” de 132 y 33, ara hacerse a la vida sin chistar por la pierna fuerte contra los que venían del suburbio futbolero de Las Quintas. Bochita vivía en 67 y 139 y las ansias brotaban por sus ojos de un flaquito rubio. En 1984 encontró un sentimiento, al fichar en la señera Liga del fútbol platense, la adherida a la AFA, con la primera camiseta de Círculo Trevisano y al año siguiente el pase al Club For Ever.
Desandemos el camino entonces. La cancha de For Ever en 123 entre 65 y 66, una zona cercana a las facultades (también la sede social como punto de encuentro, en 116 entre 62 y 63) llenaron su vida de acentos provincianos, de jugadores que encontraban en la camiseta albiazul una ilusión mientras devoraban los libros para forjar un futuro y volver (o no) a sus origenes. For Ever fue la alegría pese a una incomodidad circunstancial en noches de invierno y sin vestuarios donde ducharse con agua caliente como son los gimnasios de la actualidad. “Salía en bici de la facultad de Humanidades y entrenábamos en la rotonda de 122 y 60”, revive en el diálogo telefónico Abalo. Si la cancha de Villa Argüello estaba intransitable por sus calles de barro y la zanja de entonces en un barrio despoblado, For Ever era local en INDECO, en 511 y 21, o en la tradicional de tantos liguistas, el Parque de 54 y 25, cuyas instalaciones fueron demolidas el pasado invierno.
“El Topo Escudero (técnico) me puso de 8, jugabamos con un 4-2-2-2, y después pasé de 4, o de 3 con pierna cambiada. Recuerdo a los arqueros Naioff y a Marcelo Ramos, los hermanos Castellini, Cazón, Genoni, Bogué, Galluzi, un delantero picante, y los más grandes, Tulio Pellegrini, Font, Bologna, «El Pato» Jesús, «Magandi” Fernández, Hugo Capel, Mario García… Yo era un nada al lado de ellos, que para mí eran jugadores de elite en ese momento. De los técnicos, puedo nombrar a París, Sparvieri, al Negro Gómez y a Gustavo Fracassi”.

El sábado 14 de diciembre de 1991 se dio una chance histórica que For Ever no desaprovechó, una final ante El Cruce, el gran candidato por su lindo fútbol y su fiel hinchada. Abalo recuerda que estaba por dejar la camiseta de El Mondongo para priorizar el curso de árbitro y un escollo duro como la Universidad. Pero aquella tarde soleada, ansioso por ver el partido, entró a ayudar en la entrada en calor «en el bajo tribuna de la cabecera de calle 55, ahí Gustavo Fracassi (el DT) me pide ‘por favor Bocha tenemos que probar si está apto físicamente Hugo Caso, en duda para integrar el banco’. Me aclaró que si no estaba bien el que iba a firmar la planilla era yo, con la 13. Probamos, aguantó y le tocó ir al banco a Caso… ¡Sinceramente me hubiera gustado que le doliera algo, porque me moría por estar entre los dieciséis!”. Oscar Abalo firmó pero como auxiliar y palpitó el gran triunfo 2 a 1 desde adentro del viejo césped Pincha.
“Un día empecé a ir a ver a For Ever como hincha y llevaba los botines por las dudas, porque ya estaba dirigiendo. Así fue que jugué en reserva una última vez y sin saber que era mi despedida”.

En 1992 egresó del edificio de calle Viamonte y su apellido empezó a estar en la nómina de las jornadas de AFA en categorías menores. Por entonces, para la carrera arbitral no proliferaban escuelas independientes. “Eramos treinta de los cuales nos recibimos veinte, entre otros, Lunati, Beligoy, Abal”, cuenta. Un orgullo fue estar entre las ternas de los premios Alumni del 2000 al mejor árbitro de la D, siendo ganador, ante dos jovencísimos que iniciaban Patricio Loustau y Julio Barraza.
Llevó el silbato en dos finales de la D. Sus colegas elogian su estilo, como German Bermudez, que en mi debut en el ‘98 en la cancha de Atlético Lugano tuve a Abalo como principal. “Tengo varias fotos —expresa Rodrigo Lezana, otro de la guardia vieja platense—, cuando entré a AFA él llevaba varios años, en Racing él dirigió la reserva, cuando se jugaba antes de los partidos de la Primera división. Siempre tenía alguna salida divertida, ocurrencias que usaba en la cancha que destrababa alguna situación diciendo algo para que se rían. Tenía un montón de condiciones para llegar”.

Cuando Racing cayó en la Promoción durante la temporada 2007/08, para el choque de ida con Belgrano, en Córdoba, el colegio de Arbitros designó al referí Gustavo Bassi y a los colaboradores Ricardo Casas, uno, y Oscar Abalo, el número dos. De esa noche Abalo guarda una anécdota con Facundo “El Colo” Sava que con su definición dejó el scorer 1 a 1. “Entró por el medio en un pase en cortada, habilitado pero justito”. Luego, el folclore que existe y no es pecado del fútbol, ya que el goleador se topó con el juez de línea y una de sus humoradas lograron un objeto preciado para su enorme colección de camisetas.
—Usted estaba habilitado, creo que me gané la camiseta, ¿no?
—Sí, obviamente. (Sava se sacó la albiceleste y Abalo la conserva como una joyita).
La edad fue una encrucijada para Abalo, que no pudo tener su debut soñado en la máxima, pese a sus buenas calificaciones en la Primera B. No se desmoronó y fue uno de los grandes protagonistas del fútbol grande como juez de raya hasta 2012, año en que dijo basta tras dos décadas renovando el contrato en calle Viamonte, en tiempos de Grondona. “Arbitrar me sigue atrayendo, hoy sigo pitando en distintos torneos, el Senior de AFA, y me llaman para amistosos de Villa San Carlos o de Unidos de Olmos».

HIJOS, AMIGOS, MARADONA, SAN LORENZO
Su hijo Nicolás Abalo también es árbitro, luego de atajar en distintos campeonatos amateurs de AFA para Defensa, Quilmes, Gimnasia, y en la Liga lo hizo en Everton, Iris y Los Hornos. Su hija Candela Abalo juega al voley e integra la división de Honor de Estudiantes. «Siempre trato de transmitir esta pasión por el fútbol y el arbitraje, y que lo más importante es ser una buena persona. Ahora me estoy llevando lindos mensajes, algo he dejado y me hace feliz; es la línea de conducta que deben llevar mis hijos: responsabilidad y compromiso para hacer un buen trabajo» destacó Oscar.
Abalo repasa nombres en el fútbol y es difícil seleccionar entre los miles del fútbol («me tenés que dar tiempo para eso») pero sale rápido con la mención de un dúo desde la etapa del colegio: Carlos Amieva y Gabriel Marchioni (padre del jugador Julián Marchioni, formado en el Pincha). Destina un par de anécdotas y nos gusta la de Luis Martín (al igual que él, preparador físico, hoy al frente de la exitosa Selección Argentina). “Compartimos la adolescencia sin saber que el día de mañana íbamos a ser compañero de trabajo. Situaciones de partidos y bailes. Un pibe muy sano, criado en un lugar bravo como La Favela, donde hay mucha gente honesta. Una vez representamos al Círculo Policial de La Plata en unas olimpíadas. Venía de jugar en Huracán de Ingeniero White (Bahía Blanca) y nos mostraba algún video de los goles, y yo le remarcaba que hubiera sido un gran futbolista profesional más allá de que estuvo en Los Andes”.

Así como Martín está cerca de Messi, Abalo y su oficio lo llevaron una vez a cercanías de Maradona, en el predio de Ezeiza. Fue durante un partido informal (jugado con el cuchillo entre los dientes) donde el cuerpo técnico de Diego Armando (con Mancuso) bailaron a un combinado arbitral, previo a la Copa Mundial de Sudáfrica. “Atajé en el segundo tiempo”, suelta Bocha, que reemplazó a Brasenas y con los guantes quiso evitar lo imposible… un penal a cargo de Diego. El platense osó acercarse al ídolo de la gente con esta frase: “Si la atajo, no vengo más, Diego”. El 10 río y ajustició a un palo, lanzando el puño al aire… “Nunca la vi… Perdimos 4 a 1”.

Solo tuvo que ocultar en sus comienzos arbitrales la razón que lo enloqueció: la hinchada y los colores de San Lorenzo de Almagro.
El 29 de noviembre de 2025 estaba destinado a volver a la Liga Amateur. Llegó al predio modesto de Los Dragones, como antes lo hacía a La Bombonera, el Monumental o el Cilindro. Lo tomó con las mismas ganas y concentración, sin dejar de lado el humor. Fue un premio a tanto amor.
“¿Cómo puede ser que el Bocha esté tan bien?”, devuelven algunos que hace más de cuarenta años lo vieron llegar a la Liga como jugador y todavía corre como ese chico rubio de buen manejo de pelota.
El que en una cancha complicada y barrera sacó siete amonestaciones. El que sigue la práctica de los hábitos saludables, y no se fastidia con la rutina, los circuitos de fuerza las pesas, pero también es consciente de no exigirse a fondo.
«Pienso que estuve bien», opina. Sentía unas ganas inmensas de decirle gracias a la Liga Amateur Platense de Fútbol. A sus casi sesenta… Bocha Abalo es «for ever» uno de los grandes anónimos que supieron llevar las exigencias del fútbol a su manera.



