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miércoles, julio 16, 2025

Jugó con la Brujita en su debut y hoy dirige en Alianza: la historia de Pablo De Santis

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La tarde de invierno en que debutó Juan Sebastián Verón quedó al mismo tiempo como la última en primera división para Pablo Luis De Santis. Fue por la Copa Centenario de AFA, con un telón que se bajó sin goles convertidos y una eliminación ante Rosario Central en la cancha de Gimnasia, todavía con tablones en los cuatro costados. Hoy es contador, director técnico y padre de un hijo. Nueva Alianza y el viejo fútbol amateur lo llamaron para la nueva aventura.

Sus años de futbolista profesional tenían a un jovencísimo Pablo (nacido el 18 de enero de 1971 en La Plata) sobrellevando las presiones en la lucha por las centésimas de la tabla de promedios. Su nombre figuraba en la nómina de los pibes formados en la escuela de Estudiantes. Los que iban en busca de su destino.

El debut le llegó en el estadio de Unión de Santa Fe, una tarde de sol del domingo 15 de marzo de 1992. Todavía no estaba exacerbado el clima, la esperanza de permanecer la conducía el legendario Eduardo «Bocha» Flores, que conocía bien a De Santis y lo puso de titular.
“De los nervios que tuve ese día todavía me acuerdo que el médico Quito Di María me dijo ‘esto es más fácil que dar un final en la facultad’, y al finalizar le pedí al presidente Ercoli, por favor, que me diera la camiseta para regalarle a mi viejo. Ahora la tengo yo… mi viejo falleció y se la dejó a Mateo, mi hijo”, abre su corazón el hombre que todas las tardes siente el aire de cancha impregnado en su ser, pasando con su vehículo por el portón que lleva las iniciales ANA, de la Asociación Nueva Alianza. El próximo sábado, ahí en 38 y 155, recibirán a ADIP en el inicio del Torneo Clausura. El sábado con la primera, de ayudante técnico y el domingo con los más chicos.

Mateo y su papá como guía

–Imposible no hablar de ese partido de tu debut profesional
–Eramos varios pibes, Pepo Soto, Leo Squadrone y debutó Fontana. El gol lo hizo Félix Torres, después ellos erraron un penal (Neffa) y sobre el final nos empatan. Jugué todo el partido, en Unión todavía atajaba Pumpido y Giusti, dos campeones del mundo.

Tenía 21 años y un mes cuando debutó profesionalmente el domingo 15 de marzo de 1992. Una carrera sin demasiadas oportunidades: 4 partidos oficiales en la primera del Pincha, 277 minutos en cancha y su presencia de titular en la última reserva campeona que tuvo Estudiantes. Curiosamente, Pablo no pudo jugar nunca en el estadio de calle 1, aunque sí fue al banco contra Quilmes en el mismo torneo Clausura ’92. Sobre el final, volvió a estar de titular contra Ferro, en Caballito. “Perdemos sobre el final. Era técnico Griguol… Atajaba Burgos”.

Habla pausado, selecciona las palabras sin apresurarse. El domingo no tiene sabor a Liga Amateur y solo el fútbol es un idioma televisivo de la Liga Profesional. Sin ropa deportiva para lavar porque no hubo jornada, por la convergencia del Apertura y el Clausura con un finde aireando la exigencia. Así como es por fuera Pablo es por dentro: sencillo, pensante. Y así como el padre, parece ser el pibe que han traido al juego de vivir, con Cristina Elizabeth Chicote. Abuelo de Mateo era un recordado pincha, Horacio Chicote, que lo hizo socio al minuto en la sede de 53 número 620, donde un tiemp atrás fue tesorero del Club Estudiantes en el bicampeonato 1983 y luego el vicepresidente durante el centenario.

Los De Santis, qué duda cabe, tienen ese modo de ser del socio. Pablo no dudó en sacar un abono de platea apenas salieron a la venta para contribuir con el nuevo Estadio UNO. En los últimos años integró la categoría Senior más 45 donde vio a Mateo de mascota a sus seis años.
“Estudiantes cambió desde que vino Verón en 2006”, afirma. Y entrecruzamos los tiempos, el presente con el pasado, aquel donde él se jugó todo. En 1994 al mundo del fútbol quedó azorado con el descenso. Los hechos superaban a las palabras. Hoy elige hablar desde su experiencia.

–Después del descenso qué pasó con vos

–Me dejaron libre. No fue bueno el trato dirigencial… Cuando sos grande te das cuenta que no tiene nada que ver el club, sino la gente que lo dirige.
–Después de aquel ’92 en que te puso Bocha Flores, y después jugas en el ciclo de Daniel Romeo, empezaste a perder terreno…
–Con Garisto llegaron muchos profesionales; nos dividen, contratan un profe aparte que nos entrena en el bosque a un grupo. La pasamos medio mal… Se fue Garisto y estuvo un tiempito Solari, que ya había estado en el ’89 y me conocía de ese tiempo, así que me llamó otra vez para entrenar.

En tiempos de la línea defensiva con marcado líbero y stopper, aguardó detrás de Pablo Erbín (ex River y Boca). El descenso trajo nuevos jugadores, Juan Manuel Llop, un símbolo del mejor Newell’s. Para Pablo se terminaba el viejo amor que atravesó el mejor tiempo vivido entre el Club, la primaria, secundaria y la universidad.
Hoy con ánimo templado puede recrear un diálogo con aquel dirigente que era hombre fuerte de Estudiantes y de Cambaceres, José Riccione (fallecido).

“Cuando descendimos, el presidente Riccione me hace pasar al despacho y me dice que voy a ir a Cambaceres, con varios chicos. Escuchá lo que me dijo: ‘Pablo, te mando a Cambaceres porque tenes que pegar más… Pero yo llegué a jugar en primera división sin pegar…”
Capítulo de Cambaceres que marcaría su final, en una campaña decorosa en la B Metropolitana, con un grupo de jugadores que mezcló las dos pasiones: Milanini, Bordón, Salinas, Gorosito, De Santis (de los Pinchas), Zwenger, Pascuarelli, Basílico y el capitán Ferrer (del grupo de los Triperos).

—¿Cómo siguió la historia después de Cambaceres?
—Había jugado de titular y al volver me dejan libre. No tenía representante, nadie que me manejara. Pasé una prueba en el Blooming de Bolivia, pero no volví a ir. El Tata Brown me llamó a Los Andes pero no se cerró… yo iba con mi bolsito y no tenía a nadie, y en esos clubes había muchos jugadores libres dando vueltas por ahí.
—Hoy tenes toda una experiencia para llevarle a los chicos todo lo bueno como lo malo
—En fútbol hay muchas cosas que no manejás, como gustarle a un técnico. Más difícil que llegar es mantenerse, pelear con jugadores de nombre. Tuve unos años que ni pisé Estudiantes, hasta que vuelve Verón y se generó un acercamiento. Nos permitió volver a jugar en la Senior, juntarnos en el Country.

Con una joven Brujita Verón compartió cancha en el último partido de la Copa Centenario de AFA, torneo que a De Santis lo tuvo en dos partidos de titular, los últimos de su corta trayectoria en la primera y que paradójicamente tuvieron escenario en Gimnasia. El primero se suspendió por agresión al árbitro Biscay (se lo dieron por ganado al Lobo, que se imponía con gol de Guillermo Barros Schelotto) y el otro juego fue con Rosario Central, que también se terminó antes para De Santis al ver la tarjeta roja del árbitro Rubén Pascualino en 36 minutos. Fue por la ley del último recurso.

El Pincha quedaba afuera sin convertir un gol en tres presentaciones en una copa que, al cabo de varios meses de espera, le sonrió a los vecinos de Gimnasia.
Aquel sábado 10 de julio de 1993, frío y gris, tuvo esta formación con un mix de Reserva y Cuarta, con estos once: Juan Sanelli; Néstor Soria, Pablo De Santis, Diego Capria, Leonardo Squadrone; Juan Sebastián Verón (llevó la 8), Gonzalo Gaitán, Martín Mazzuco, Leonel Casiano; Mauro Amato y Roberto Ponte. El DT fue don José María Silvero, el legendario defensor correntino que había surgido en Estudiantes y fue campeón con Boca Juniors. En el segundo tiempo, a los 19’ Ariel Zapata por Amato y Guillermo Sumich por Ponte.

Estudiantes Central, el 2 De Santis

Un anecdotario de fútbol que podría escuchar la hermosa juventud «aliancista», el club de barrio al que hoy le brinda su sapiencia y, al fin, lo que más cuenta en la vida: la conducta.
Párrafo aparte para preguntarle por un ídolo al que conoció muy bien.

—Juan Ramón Verón, la inolvidable Bruja
–El y el Bocha estaban siempre juntos. Juan me dirigió en 9ª, 8ª, después quedó de coordinador, y el que más tuve como técnico fue al Bocha, que después se dio que me lleva a primera y me hace firmar mi primer contrato. Sabían mucho y de ellos aprendí casi todo. Arranqué de volante, pasé de stopper, termino de líbero, no sé si Juan Ramón le dijo que me ponga ahí, que es donde me he destacado. Te cuento una de la Bruja. En un momento se fue a dirigir a Guatemala y habla con mi viejo con la posibilidad de irme, fui a la casa tres veces, pero no se dio.

Este Pablo De Santis docente (foto: Pepo Rodríguez fotografía)

NUEVA ALIANZA, NUEVA VIDA

Un pequeño nuevo mundo es 38 y 155, la dirección que tiene la Liga Amateur desde 1992. Un espacio en el que de chicos jugaron dos pibes que persiguiendo una pelota encontraron el estadio colmado de un fútbol de Primera: Juan Turchi (saltó a la primera Pincha en 1996) y Fabricio Iacovich (arquero campeón de la Copa de la Liga 2024 en Estudiantes). No es realmente la intención copiar a nadie, sino aprender a jugar y estar unidos. Y si aparece un triunfo, mejor todavía. Los chicos de la 2013 (prenovena) que se alegraron por salir campeones pero también por encontrar a un docente, un amigo más como Pablo, que “por sobre todas las cosas es una excelente persona”, dice el presidente Jorge Gilberto.
Tal vez una camada como la 2008 sea hoy la mejor muestra de los grandes equipos que acostumbró históricamente Alianza. De Santis recuerda que como campeones se encontraron yendo al Torneo Federal, “hoy son Quinta división y todos los años ha salido campeona”, apuntó el DT. Las fuerzas de la Primera son hoy un tema, porque extrañamente están en un lugar incómodo.

La 2013 de Alianza

—¿Realmente se habla del descenso?
—Si, porque nunca había vivido este tipo de situaciones. Un club joven de 40 años, desde que ascendió en 1995 y no bajó más. Hay seis o siete equipos que están cerquita, con dos descensos directos y una promoción. La idea es ver si podemos sacar el equipo.

—¿Cómo está el club?
—Alianza es de los tres o cuatro clubes que están muy bien organizados, con fútbol femenino, hockey para chicos. Y para el fútbol alquila un predio para entrenar, cerca de la cancha principal, y este año se terminó la cancha número dos. En la principal tiene riego bajo tierra, digital.

—Estás recientemente en la primera como ayudante técnico

—Llevo siete fechas con Facundo Dadi, que me llamó. El jugó en el club y lo quiere mucho.

—Tenes el curso de director técnico hecho
Sí, y el técnico hoy es muy importante, porque sos formador. Uno tiene que estar más preparado que antes. Quizá le hablas media hora y se aburren, y si le mostrás algo en pizarra prestan más atención. Antes había días que no se tocaba la pelota, hoy la tocás en todo momento. Hoy cambió el fútbol pero considero que habría que traer de nuevo algunas cosas.

—¿Cuál es uno de esos cambios?
Antes se jugaba mucho en el potrero y no se esforzaban por ir a un club. Hoy al no haber potrero tenes que ir a escuelita o a los clubes, donde tenes torneos competitivos. Estoy con una categoría juvenil donde tengo a 26 chicos y se pueden citar 18, de los cuales la Liga nos obliga a que jueguen todos como mínimo 15 minutos, o sea, entran siete. Me parece muy bien. Los partidos duran dos tiempos de veinte minutos, ya en el segundo tiempo uno debe cambiar más de medio equipo.

Los juveniles de Alianza, una tradición de 40 años

—Empezaste con estos “trotes” como padre
—Así es, arranqué en 2020, año que no se jugó por pandemia. Mateo estaba en la Séptima —ahora está en la cuarta—, nunca me había pasado de estar metido en la Liga Amateur, aunque jugué unos años cuando se incorporó la Seniors; fui a Comunidad Rural y a Ringuelet. A la Liga le empecé a conocer como papá y ahora como técnico. El coordinador Germán Pamparana jugaba en Estudiantes conmigo.

—¿Imaginaste estar acá en la Liga?
—Nunca pensaba dirigir… Me gusta el fútbol, verlo, pero gracias a Mateo y a Germán (el coordinador) que me pinchaba, empecé el curso en la Escuela Zubeldia. Son chicos que están en una edad muy linda, te prestan atención, y además tenes que todavía juegan en la cancha de siete (les queda este año y el que viene). No pensé en los 54 años… Más que soy contador.

—Hablanos de tu hijo
—Mateo tiene dieciocho años, es defensor. Yo le digo que tendría que haber jugado en esta época, porque yo era más técnico, más tiempista, y en mi época en la defensa había jugadores más ásperos y aguerridos.

La charla desliza alguna emoción. Un volver a mirarse como el chico del Hipódromo que salía corriendo por una pelota y los amigos del Club YPF, Victoria y de la Agrupación For Ever, donde conoció a Daniel “Carozo” Epeloa, que lo llevó a Estudiantes (el mismo que llevó también a Martín Palermo).

For Ever. Pablo es el primero y a su lado Pablo Barros Schelotto

Los sacrificios de una adolescencia que lo acostumbró a la puntualidad, la asistencia y a la mejor defensa, con una calidad de la que tomaba nota el Bocha y la Bruja, por la elegante salida que más de una vez alargó los oles de los hinchas en la tribuna de 55. El que nunca dejó de estudiar, ni habiendo sido debutante aquella jornada en Unión, “el mismo día que cumplía años mi hermana”, y que se llevó la Adidas con la 2, la propaganda Inca y el escudo de la Copa Intercontinental.

Pablo tiene cosas que los chicos pueden ver a tiempo. “Le digo que se pueden hacer las dos cosas, yo jugaba y cursaba de noche en la facultad. Y antes, en a secundaria, iba de mañana y se entrenaba de tarde sin problemas.

Los tiempos cambiaron.
Para el hincha…que dejó de pensar hace tiempo en el descenso.
Para el dirigente… que antes podía ofrecer dos canchas para entrenar en el Country.
Para el jugador… que el fútbol parece más un trabajo que un juego.

Es contador, trabaja en la Contaduría General de la Provincia y también hace otros trabajos por su cuenta. El fútbol que pareció despojarlo de algo que está en su alma, de pronto se le impone como una verdad cantada por el hijo.
La voz de Pablo, aquel pibe, éste jefe de familia, que el día del debut sintió los mismos nervios que en un examen de la facultad.

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