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domingo, julio 7, 2024

La historia de un Pincharrata que trabaja en Favaloro y alcanzó un hito en la salud mundial

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Pablo Luis Stringa, 41 años, dos hijos, médico veterinario, noticia grata e histórica del 6 de febrero de 2023, gracias a un avance mundial en el campo de la salud, cuando una investigación argentina permitió realizar en Madrid el primer trasplante de intestino proveniente de un donante en asistolia, es decir, con muerte cardiocirculatoria. Ya se venía haciendo con otros órganos, riñón, corazón y pulmón, pero nunca con intestinos.
¿Será mito o realidad?, se preguntaron. El trabajo en equipo comenzó en una primera hoja del proyecto que escribió el platense Stringa y la investigación traslacional finalizó cinco años después (junio 2022), cuando la Organización Nacional de Trasplantes (ONT) de España dio la autorización para su aplicabilidad en un ser humano.
Al poco tiempo se efectuó la primera operación de alta complejidad a una beba de trece meses de edad, Emma, la primera persona en el mundo que recibió un trasplante de intestino de esa clase de donante. Desde entonces, esa familia Emma agradece a la vida que la niña recupere su calidad de vida.
Antes, todo un proceso extenso. “Cuando el corazón se para los órganos dejan de recibir sangre, y en consecuencia se empiezan a dañar, siendo el intestino lo más sensible a ese daño”, explica Stringa. Tenían que derribaron la idea del «no se puede con el intestino de un donante en asistolia».
Antes del equipo de cirugía pediátrica del Hospital Universitario de La Paz, Madrid, en nuestro país trabajaron grupos de profesionales del CONICET y del Laboratorio de Trasplantes de la Facultad de Ciencias Médicas de la de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP). Médicos clínicos, biólogos, bioquímicos, biotecnólogos, veterinarios, el personal administrativo y el personal no docente universitarios.
La noticia daba vueltas al mundo. Mientras estábamos inmersos en la competencia de la Copa de Qatar, ya España publicaba el logro científico de los argentinos en la tapa de los principales diarios. La nota de hoy refleja a un ser humano común y corriente. Lo que hay detrás de esas paredes de laboratorio, inalcanzables a la mirada pública, la típica imagen que nos da a un hombre solitario, entre tubos de ensayo. “Hoy es otra cosa”, desmitifica Pablo.
«El problema con los trasplantes es la falta de donantes. Pensamos estrategias para aumentar la cantidad y así surge la idea de utilizar el paciente en asistolia”.
En unas ruedas de cafés —fueron tres para él—, en un atardecer pesado, sofocante de la capital bonaerense, predispuesto, cordial, nos cuenta aspectos de su trabajo, y de su historia personal. Ya había pasado a buscar a un hijo por el colegio.
Habrá un tópico, el deporte, parejo en la intensidad con que aborda los temas médicos. Fotos borrosas de un paisaje con arbolada, aroma a bosque de La Plata y la avenida 60 que lo condujo de chico hasta hoy a la Facultad de Medicina. Pablo reparte sus horas laborales también con el Hospital Favaloro en la Ciudad de Buenos Aires.
Por 60 y 118, siguiendo unas cuadras hasta 122, descubrió el amor a la pelota. Su niñez en la cancha del Centro de Fomento 12 de Setiembre adonde llegó en 1986, justo en tiempos de Argentina campeón del mundo (con Maradona) en una convocatoria de pibes de esta institución que se inauguraba (en realidad era una continuidad de la Agrupación Infantil For Ever). Pablo esperaba a que su madre termine de trabajar en la facultad y ya se sumergía en la fantástica categoría 1981. El ahora científico ubica en su mente el nombre de sus compañeros a la velocidad de un cronista radial: Lautaro Griffo, Mauro Ruíz Díaz, Leonel Derrico, Sergio Luján, Germán Kalinoff, haciendo un paréntesis cuando nombra a un par, Alejandro Carrusca y Leonardo Parini que llegaron a entrenar con el plantel de Primera división de Estudiantes. “Leo era crack y en su mejor momento sufre un accidente en moto», cuenta. Vuelve al equipo: “La 81 jugaba lindo, estábamos acostumbrados a ganar, a salir campeones, pero yo era suplente y después de un partido en que no entré no quise seguir. Le agradecí a mi papá por respetar mi decisión, y que nunca me haya gritado ni dado indicaciones”.

El fútbol y su similitud con las ciencias médicas, con la vida. “Los proyectos abundan, pero la investigación en algún punto llega a ser frustrante. Algunas investigaciones quedarán en el camino por no ser positivos los resultados y otras avanzarán. Por eso, hoy para mí y el equipo de investigación en Argentina es una satisfacción muy grande”.
Para Pablo hay una camiseta que le puede, la del Club Estudiantes de La Plata. Cuando llega el partido, a la hora y el lugar que sea, deja de lado trabajo y se concentra.Suspira sobre el sector de calle 55, canta, se emociona cuando ve algún gesto en sus nenes. “Vamos a la platea de 55, muy cerca del arco porque Nachito es admirador de Andújar».
Piensa en Madrid, en su jefe y amigo Francisco Hernández Oliveros, el cirujano que realizó el primer trasplante. En honor a Paco, “mi hijo más chico se llama Francisco».
“Cuando no quise ir más al fútbol infantil mi papá me dijo ‘tenes que hacer un deporte’. Fui a jugar al básquet en el Club Universitario, de los diez a los dieciocho años», relata Stringa. Un año quiso volver al fútbol y jugó en cancha de once para Polideportivo Gonnet.
«Hasta que empecé la facultad, ahí dejé el deporte, porque en ese momento pensé que era lo mejor. Mi técnico me dijo que estaba bien lo que hacía, pero  hubiera preferido el consejito de ‘estudiá y seguí entrenando’”.
Con los albinegros de la «U» le fue mejor que en el fútbol en cuanto a participación en los torneos de la Asociación Platense de Básquet (APB).
-¿Por qué estudiaste veterinaria y no medicina?
-Bueno, a mí siempre me gustó la cirugía y la investigación; con esto pude mechar las dos cosas.
Pide un alfajor y busca en el celular una nota periodística que nos adentra al fútbol.
Orgullosamente, Pablo cuenta que su tío y padrino Horacio Stringa jugó en Primera, aquellos Torneos Nacionales de AFA (se disputaron entre 1967 y 1985). Fue un zaguero rápido que vistió la camiseta de San Lorenzo de Mar del Plata, Aldosivi y Alvarado (club que amó y odió cuando le pidió a la dirigencia de Boca Juniors demasiados pesos por su pase, finalmente frustrado).
La curiosidad es que Stringa, que desde chico tuvo su vocación por el arco, quedó en  un récord que será imposible de superar en la historia del fútbol argentino. En 1976, el defensor salió como arquero titular en tres partidos, ya que se habían lesionado dos y el tercero lo había desafectado el técnico. Stringa no pasó papelones.“El primer partido que atajó lo llamaron urgente, tenía que viajar a Rosario, el tío no estaba en Mar del Plata porque vino a La Plata para estar en el casamiento de mis padres”, dice el sobrino.
Con Central, fue caída, 2-3; después, en el estadio General San Martín marplatense, con Vélez, 0-0, y el último con Platense, con triunfo 2-1.
El Centro de Investigación para la Historia del Fútbol (CIHF) afirma que el único antecedente de un jugador que empezó atajando, fue en 1940, cuando Rosario Central se presentó en la cancha de Estudiantes con Ignacio Díaz (jugador de campo). ¡Ganó el Pincharrata con un gol de Juan José «Pichón» Negri.

“Mi papá (Osvaldo Stringa, clase 1950, marplatense) se probó en Estudiantes”, apuntó Pablo. Superó una vara alta, porque el seleccionador del fútbol amateur, Miguel Ubaldo Ignomiriello, le dijo que el fichaje estaba cerrado pero lo quería de nuevo en junio. “Era medio vago para entrenar, y mi abuelo le propuso ir a La Plata pero a estudiar y así se recibió de bioquímico”.
Los valores de la responsabilidad y la solidaridad son normales en la educación familiar. “Nacho entrena en Universal, en una categoría de mini basquet, y no baraja la posibilidad de faltar a un entrenamiento”, aseguró el doctor. La distracción más linda es el nuevo Estadio UNO, donde Pablo y Osvaldo quedaron inscriptos en una pared con la distinción de socios “León” en una campaña para su construcción.

Un ámbito totalmente opuesto al del laboratorio, el fútbol cautiva al veterinario. En sus estadías europeas por trabajo conoció estadios y se deleitó con Real Madrid-La Coruña, Atlético de Madrid-Barcelona. “Nunca lo había visto a Messi”, enfatiza. Pero había una «Pulga» que podía más que Messi, el nacimiento de su hijo, que tenía tres años. Volverá al país, como residencia, a pasar más tiempo con los amigos y el mejor de esa cofradía le propuso ser parte de un Cuerpo Técnico. Juan Manuel Donadio (analista de video, rol que desempeña hoy en Defensa y Justicia) hacía sus primeras armas en Estrella de Berisso. “Empecé poniendo los conos y los elásticos. Con el tiempo, entrando en confianza, y ante la ausencia de ellos, empezás a hacerte cargo de más cosas. Hacía quince años que no se hacían un chequeo, un análisis de sangre, y mi viejo, bioquímico, nos ayudó mucho. ¡Viví dos años espectaculares!”. Desde enero de 2018 a marzo de 2019, el veterinario atendió la pasión de esos equipos albinegros que apodan «Las Cebras».

De pronto, el DT de la Primera, Christian Serrano (analista de video de Estudiantes) dice que ya no podía continuar en la Liga. Y a Donadío le sucede lo mismo (queda en Defensa y Justicia). «El reemplazante Leandro Sarco me dice ‘no me vas a dejar ahora…».
Al borde de la línea de cal, Stringa gritó campeón con un sabor especial. Estrella ganó el trofeo que le faltaba, la Copa de Campeones, definiendo ante For Ever, 4 a 2, en una final que se disputó en la cancha de Brandsen, el 9 de marzo de 2019. “Fue la quinta edición de la Copa. El equipo volaba físicamente». En cuanto al proceso, Pablo valoró»la promoción de muchos pibes, Lucas Saavedra, Gerónimo Rodríguez (hoy en Cambaceres) y Matías Samaniego, un pibe que vino a Estrella después de hacer juveniles en River y Estudiantes. De Estrella se va a Villa San Carlos y hoy juega en San Miguel, un ejemplo de la perseverancia y del compromiso, porque entiendo que las nuevas generaciones aflojan enseguida”.
El científico conoció a jugadores que laburaban de soldadores en Astilleros y venían a entrenar, entregados casi a nivel profesional: “Recuerdo a Mauro Dubini, Enzo Oviedo y Gaby Valdéz, que le regaló la camiseta a mi hijo. Simbolizaron el fútbol del potrero”.

Se declaró una pandemia y en las cartas de la visa su papá lo marcará nuevamente, con el ejemplo en medio de tanto dolor y sustos. Don Osvaldo, a los setenta, no le hizo caso al confinamiento: trabajó más que nunca.
-Papi, vos sos un tipo formado, sabes que si te agarrás…
-Hijo, no voy a dejar de laburar en el peor momento de la salud mundial. Es mi decisión, no te preocupes.
«Mi papá manifestaba que si le tenía que pasar algo sería en su ley… Se sintió muy útil, pero al ser grupo de riesgo, cuando peor se puso la situación sus empleados lo cuidaron y lo hicieron quedar en casa».
El doctor recuerda cuándo “el primer día en la cancha”. Estudiantes-Racing, la temporada en que si se empataba se tiraban penales. “Se abrían las puertas en el segundo tiempo y pasé con mi viejo y un amigo. El Pato Ubaldo Fillol era el arquero de Racing. Finalizaron 0 a 0 y patearon diez penales en el arco 57, por lo que Racing sumó otro puntito en la tabla de posiciones. Fue el miércoles 14 de diciembre de 1988. El día 10 Pablo había cumplido 7 años. “Estábamos en 55”, dice, el mismo sector donde va hoy.
El próximo domingo 19 de marzo de 2023 la ciudad vivirá el clásico, en el estadio de Gimnasia y Esgrima La Plata, ahí nomás de Medicina, donde trabaja Stringa.
Por otro lado, tal vez se vuelva a encontrar en los pasillos del Hospital Universitario Favaloro con el doctor Pablo Barros Schelotto (papá de Bautista, hoy defensor del primer equipo en un proceso institucional muy difícil del Lobo). Los Pablo opinan uno del otro. “Stringa es un Pincha rabioso, le encanta el fútbol, una excelente persona y un investigador genial”, definió el cardiólogo. “Con Barros Schelotto tenemos muchas charlas, estamos en diferentes veredas pero con la misma pasión por el fútbol y por los trasplantes” deslizó el veterinario.
“No llegué a trabajar con el doctor René Favaloro —sigue Stringa— pero comparto espacio con quienes trabajaron con él y dicen que el fútbol era tema corriente”, en diálogo con el periodista de VIVE.

Asegura que los médicos realizan entrenamientos y tienen una formación para estar preparados con el propósito de dar mejor calidad de atención a la hora de realizar la intervención. ¿Se tratará de otra semejanza con un plantel donde conviven deportistas profesionales? ¿Concentraciones? ¿Repetición de jugadas?
Doctor, ¿por qué la intolerancia en torno a un encuentro futbolístico?
-La intolerancia es un problema social que atraviesa al fútbol. Somos la generación del zapping, todo inmediato, todo ya. Coincido que no es para volverse locos. En Estudiantes, lo del técnico (por Balbo, renunciante) se da por una cuestión filosófica. Cada equipo tiene su perfil de hincha; en los últimos tiempos,  el que más gustó fue Zielinski. Mi generación vivió mucho la deserción del Estadio, ahora hay que ser conscientes que tenemos la casa y nos estamos ordenando. Si te pones a pensar, Estudiantes sale campeón cada treinta años.
Quien lideró la investigación con el equipo IIFP CONICET-UNLP, quizás sea uno de esos que aparecen cada tanto para quedar en el cuadro de honor, cuyo nombre y apellido aparecen en la revista American Journar of Transplantation.
«Es una satisfacción. Los veterinarios que hacemos investigaciones somos un poco exóticos. Todo el mundo asume que nosotros hacemos asistencialismo, pero hacemos una cosa distinta, laburamos para mejorar la salud humana».
Stringa evoca la frase de Paco, el día que le confirmó: “Vamos a usar este tipo de donante».
Emma salió muy bien. Pronto volvió con sus padres al pueblo de Segovia, a sesenta kilómetros de Madrid. Hoy está aprendiendo a caminar.
La noticia en España fue tratada con sensatez, al difundirse cuando la niña ya estaba en casa.
Pablo está en la Argentina, con una alegría íntima, nada enfervorizada ni que busque a la prensa, se entregó tal cual es. Quizás se decidió a atender a tantos medios, cuando un amigo periodista, Juan Quintela (avezado en temas médicos) le advirtió la cruda realidad: «Si no hablás, se van seguir olvidando de los investigadores”.
Miró el reloj y su gesto reveló que el hijo mayor ya debía estar en el Club Universal, en la avenida 25 entre 57 y 58, donde el veterinario está colaborando con la subcomisión de básquet. Entusiasta, parece ver ese futuro venturoso: “Estos pibes se cuentan los problemas, se quedan a dormir desde niños en sus casas, ¿¡cómo haces para superarlos cuando pasen unos años y sigan juntos!?
Y se engancha con la epopeya de la Selección nacional, heroica en el Mundial de Qatar. “Scaloni lo hizo, con veintidós pibes con su ídolo que es Messi”.


El futuro, la salud, otra vez a lo más importante. “Hay mucha gente esperando un órgano, y menos donantes. La gente en lista de espera se muere, empeora su condición física. Entonces, estar en espera es angustiante. Con esto podés acortar esos tiempos de espera”.
El reloj de su juventud parece andar cuando habla locuazmente, de de aquellos tiempos en que se recibió. Estudiantes buscaba el título en 2006, luchaba cabeza a cabeza con Boca. Iba a todos lados, a Brasil, en una definición con San Pablo donde pierden por penales. Esta vez, la definición por el título local, que no le permitía concentrarse en la tesis. Su mamá, Cristina Pallanza, identificada con la UNLP, pasó una vida viendo tesis y estaba con la de su hijo, recién impresa, conmovida, y a la vez muy sorprendida.
La frase del estudiante Pablo Stringa no estaba inspirada en alguna celebridad de las ciencia, Einstein, Favaloro. La encabezaba un frase que su hijo leyó de un director técnico, de Osvaldo Juan Zubeldía. “La única verdad es el trabajo”.

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