Es la realidad, el sueño de jugar al fútbol empieza de chicos. Angel Di Maria, 37 años, crack de los pocos en el firmamento de la máxima Liga Profesional, goleador de este Rosario Central que está próximo a pisar el verde césped del centenario estadio de Gimnasia y Esgrima La Plata. Y la realidad puede tener a una multitud atestiguano que vio en directo el golazo en el Maracaná para que se levante la Copa América después de 28 años, y decir a pecho erguido cómo vivió la corrida del Angel en la final del Mundial para acariciar una pelota que fue 2 a 0 y acercó a la Selección Argentina a la tercera estrella.

El álbum de historias del fútbol en Rosario, ciudad que se asemeja en pasiones a La Plata, tiene guardada historias pequeña, de infancia y pelota. Algunas quedaron a la luz, como la ficha del Club El Torito, donde empezó a jugar Di María, cerca de su barrio, el Primero de Mayo. El papá Miguel Di María firmó al pie del cartón que lo «habilitó» a jugar en el baby de la Asociación Rosarina de Fútbol. Ese trámite fue el 2 de febrero de 1988, doce días antes que cumpliera seis años el futbolista que celebra sus goles dando forma de un corazón con sus dedos. Sí, nació el día de los enamorados…

Aún con series de Netflix, y libros, vamos a tener el tupé de revelar una pequeña parte, y muy importante: la llegada a Central desde el club barrial donde lo dirigió Ruben Tome, que lo tuvo dos años con una camiseta naranja. Pero aparte de ese «profe de Los Toritos», hay otra persona que resultó parte de la trama del por qué es «Canalla».
Edgardo Redondo es también de cuna rosarina, donde nació el 15 de febrero de 1953. Un hombre modesto, que disfruta de estar en el mundo del fútbol aunque lejos de los estamentos del profesionalismo. Lo suyo es la docencia, y a los 72 años «sigo sin sacarme el chip del técnico, aunque también estoy abocado al tejo y este fin de semana organizamos un evento en un balneario de La Florida, acá en Rosario».
«Rolo», como lo llaman, es directivo y colaborador de la Asociación Internacional de Tejo (AIT), y en una reciente visita a La Plata por temas de éste deporte, se encontró con este periodista de VIVE, y narró su experiencia cuando era DT del baby en Rosario Central, a mediados de la década del noventa. Dirigía a la ’87, y Di María es ’88. Fue el señor Redondo al que le «marcaron» que en Club Toritos había un jugadorazo. Y allá fue, en una primera oportunidad con el entonces coordinador del área de infantiles, Ernesto Díaz.

“Primero habíamos ido a ver a un chico Brule, que era categoría ’87 (la que yo dirigía en Central), le decían Tapita, lo llevamos, pero después no pudo trascender”.
La situación se repitirá al año siguiente, cuando en un automóvil vuelven a trasladarse por la zona norte de Rosario, hasta el predio de Toritos en el barrio Alberdi, pero el asunto era otro chico.
“Nos baten que en Toritos hay un categoría ’88 que la descosía. Lo voy a ver, y digo ‘no, no, a éste hay que llevarlo también”.
Acomodado en un sillón, degustando una gaseosa, remata la gran oportunidad de haber visto a Di María con solo 8 años y remata con la siguiente anécdota: «Escuchá… Cuando vamos a negociar para poder tener el pase, arreglamos por ocho pelotas, que la llevamos en dos bolsas de zanahorias de esas coloradas», sonríe.

«Rolo», que vive en la zona ribereña del Paraná, cerca de donde está Toritos, se enorgullece de la imagen y el autógrafo de Angel en uno de los paredones perimetrales que da al calle en Toritos. El clásico de Toritos es Primero de Mayo, el club que también nombra Angel porque allí tenía amistades de la infancia, cuando él jugaba en Central. Ambos clubes tienen su Primera, en la Rosarina, y hace poco jugaron y el ganador fue Primero de Mayo.
Apasionado del fútbol, cuenta que regresó de Estados Unidos donde desarrolló un trabajo de campo en la academia de un amigo, y sobre el presente de Di María apuntó que disfrutó de los goles aunque noto que «no veo bien la cantidad de amonestaciones que acumuló en su vuelta al fútbol argentino». Este sábado, que Angel jugará ante el Lobo, no va a poder verlo porque aquel hombre que decidió su fichaje estará al frente de un evento oficial del tejo, disciplina que ha evolucionado en su organización y que tiene su propio Mundial.

Di María surgió en 1996 en Central, coincidiendo con la etapa de la expansión del fútbol infantil, con torneos nacionales y mundialitos en todo el país, en que se alimentaban los sueños millones de niños, sin demasiados grupos empresarios dispuestos a apostar. Pero se empezó a gestar un fenómeno, y allí viajaban, con o sin padres, esos futuros futbolistas, a Río Negro, a Mar del Plata, a Córdoba, a San Juan, incluso a La Plata y varios en Santa Fe. Congeneracionales de Angelito que forjaban su destino y se encontraban con hombres que en una modestia total ayudaban, para atraer a la suerte. En el caso de «Rolo» Redondo, laburante DT y buscador de talentos, que siguió en Newell’s Old Boys y en River Plate, club del que fue «captador» de talentos en la zona de Rosario y llevó a Lionel Messi a la famosa prueba en el Monumental que no terminó en fichaje).
Angelito disputó en el año 2001 Torneo Internacional del Club Atlético Trinidad de San Juan y estuvo conviviendo en una casa de familia, donde recibió el cariño de Rosa Bustos, quien falleció en 2019 y logró verlo antes de morir, cuando el crack ya era de la Selección y viajó a la tierra cuyana previo a la Copa América de 2015. Esa mujer le dio un abrazo en el hotel donde concentraban.

Otro torneo en el que el chico Di María estuvo una semana fue en la Fiesta Nacional del Fútbol Infantil de Sunchales, tradición del fútbol amateur de menores, a 280 kilómetros de Rosario. Ahí fue otra vez alojado con otros compañeros por una familia lugareña, los López Galván. “Un chico medio tímido. Cuando volvían de los partidos lo único que quería hacer era agarrar la bicicleta para andar toda la cuadra… Y no era como allá, acá era a campo libre”.
Tal vez, esos siete u ocho años que crecía con esos colores, fueron tan intensos como los veinte que lleva como futbolista en el primer nivel.
Angel Fabián Di María debutó hace 20 años en la Primera División, el 14 de diciembre de 2005. El recordado entrenador Angel Tulio Zof decidió su ingreso en el segundo tiempo.

De la memoria de Angel brotaron muchos recuerdos de aquel tiempo de la infancia. «Yo jugaba los domingos con Central y los sábados mis amigos lo hacían en la liga rosarina. Un día se me dio por ir a jugar con ellos, contra Banco, creo, y un padre de afuera me empezó a gritar ‘¡éste juega en Central, éste juega en Central’… Claro, yo tenía un carné trucho, de un pibe muy parecido a mí, y me sabía el nombre, el apellido, el número del pasaporte, del documento, todo. Justamente porque si me llegaba a pasar algo tenía que decir todo. Le decía a mis amigos que me iban a enganchar, y si pasaba eso me moría. Pero ellos me respondían que no, ‘no te van a enganchar’. Claro, cada vez que yo iba ganábamos. Y ese día justo empiezan a gritar. Termina el primer tiempo y el árbitro me dice: ‘¿Podés venir a que veamos el carné’? Sí, le contesté, pero estaba cagadísimo. Me pregunta los datos y los sabía perfecto. Me empecé a poner nervioso pero se lo dije todo. Entonces él me responde: ‘Sos igual al de la foto y te sabés todo, así que ya está. Seguí jugando porque ese señor de afuera está confundido'».


Rosario y La Plata. Dos pasiones similares. Las dos ciudades que son capitales y saben de competencia en el pastito, como no tiene el gusto CABA. En el Gran La Plata hay 25.000 jugadores fichados —oficiales—, de los cuales 18.000 son infantiles. Están las ligas LIFIPA, LISFI, APLAFI, LAFIR, Rioplatense, además de LAPF, la única afiliada al Consejo Federal de AFA.
En Rosario se da algo parecido, porque está la ARF (Asociación Rosarina de Fútbol), con muchas ligas «satelites».
Rosario y La Plata, con sus potreros que han ido en extinción.
Y el fútbol que es como una noble igualdad, pese al negocio que a veces asfixia la emoción.
Cambian los nombres… Allá Central y Newell’s, como acá en primera Gimnasia y Estudiantes (lo escribimos por orden de fundación, como hacía un colega desaparecido)… También los del ascenso… Allá Central Córdoba, Argentino y Tiro Federal, como acá Cambaceres, Villa San Carlos, Everton.
Todos quieren un día jugar en primera de la Asociación del Fútbol, la que tiene tres estrellas. Allá viene Angelito, el sábado con su camiseta de la infancia, post Torito, cuando lo vio «Rolo» y se hizo el pase por ocho pelotas, en dos bolsas de zanahorias. Una señal inequívoca de vivir entre sueños… es que a veces te encuentra despierto y consciente del fenómeno que todavía tenemos en primera de la Liga Profesional y con uno de los últimos campeones del mundo.