Otro jugador que arrancó en el predio de Defensa y Justicia, donde fue sparring de algunos campeones del mundo que son orgullos del «Halcón”. El presente de Facundo Romero tiene patente Nacional, en Central Norte de Salta
Nació en la fértil cantera de Florencio Varela, donde el potrero sabe de proezas, en esa potencia permanente que es Defensa y Justicia, el club que lo recibió con sus ganas en Novena. Varela, pueblo, es grande pero además recibe talentos de las adyacencias, por lo cual el desafío siempre exige. El pibe de la nota tiene «patente» en Bosques, localidad donde se erige el predio «Campeones del Mundo», a 29 kilómetros de La Plata (capital bonaerense) y a 43 del Obelisco.
Facundo Romero comenzó a cambiarse en un vestuario del «Halcón» con la camiseta de la Novena, en 2014, el mismo año que su institución llegaba a la divisional soñada. Desde entonces, no han detenido el avance infraestructura, organización y economía. Y desde entonces la carrera por firmar contrato se hace cada vez más dura. Esta película empezó con los aires de un club de barrio que en 1978 entró a AFA y que en el séptimo año ya era de la B.
En 2014, el mismo año llegron a la A, Facu entró a soñar desde las bases. A tramar en su cabecita juvenil el pase rápido al pie de algún compañero o al claro, entendiendo cada vez más de táctica, sin dejar jamás el espíritu del juego. La creciente necesidad de ser jugador lo puso en un lugar de privilegio, la práctica como sparring con Primera. Pero su sueño de primera tuvo un alto (¡como la inmensa mayoría!) cuando no firmó. Coincidió con 2022, la etapa de mayor prestigiosa del club con la coronación internacional en la Copa Sudamericana y en la Recopa. El joven marchó al norte, bolsito en mano. Tuvo caracter y lo más importante, el amor para intentar seguir sus capacidad técnicas. “Es fundamental estar en contacto con la gente que amás… un mensaje que pregunta cómo estás… y no me faltó con mi familia. La cabeza es fundamental en esta carrera”, se adentra en la entrevista telefónica con VIVE.

Un día selló un préstamo con Sportivo Pocitos, un de esos lugares insospechados, en la recóndita ciudad de Salvador Mazza, limítrofe con Bolivia. Sí, bajó varios niveles juntos, pero volvió a juntar fuerza y ganó un Regional, donde lo vio gente de Central Norte de Salta. Ahí empezó a tomar más vuelo este «Halconcito», con los «Cuervos» que iban a armar un equipo que ganó el Federal A y hoy disfruta de la Primera Nacional. “La fecha inolvidable del 6 de octubre de 2024”, dice con frescura, “fuimos campeones en una final ante Sarmiento de La Banda», rival duro de Santiago del Estero, al que vencieron en la tanda de penales en el Estadio Bicentenario de Catamarca.
Romero, a los 23 años, no teme al futuro y menos aún cuando está con la experiencia de su primera rueda en la segunda categoría del fútbol argentino. “Llevo tres años en Salta y me llenó de felicidad el hecho de hacer vivir a mi familia ese momento del ascenso, del lado de adentro», dice. Y la vida o algún dios pagano que ve todo, premió al guerrero con otra noticia: hace tres meses Luna, su novia, quedó embarazada.
La charla sigue. Desde el nacimiento propio.
—Soy del 7 de enero 2002.
—Naciste después de reyes, se juntaban los regalitos…
—(risas) Y, éramos de festejar, eh. En mi infancia invitábamos a todos los amigos y eso ya me hacía feliz.
—¿Y dónde nace la pasión por una pelota?
—Era de jugar con amigos mayores, y eso me daba roce, me hacía más corajudo. Aparte, tuve la inspiración de un tío (Rodrigo Romero), que estaba en silla de ruedas por un accidente, él me motivó y me enseñó a querer este ambiente, me acompañó a entrenamientos. En septiembre pasado lo perdí, pero quedó el ejemplo, porque lo veía luchando todos los días. Las cosas que lograba… inimaginables. Vivía alegre, podías ir a hablar tranquilo y salir de esa charla con esperanzas y motivaciones. Aparte era estricto para que no optara por las calles y la joda.

Unas semanas atrás finalizó la primera rueda del Nacional y Facu volvió a la casa paterna de Bosques, donde mamá Paola y papá Daniel lo agasajó con un asado y todos los mimos. “Viví toda mi vida ahí, una familia numerosa de cuatro hermanos. El viejo nació en el campo, sobre Ruta 2, era camionero y ahora tiene un negocio de ropa en casa. ¡Y somos de Boca! De chico íbamos a la popular con papá». Y sobre el presente Xeneize apunta: «La gente está mal acostumbrada por lo que uno vivió en el pasado, Boca es muy grande. Que no se estén dando las cosas fastidia, pero ya va a volver”.
«MOTITO», EL APODO DE PRIMERA NACIONAL
Escuchó por primera vez el sobrenombre en Central Norte y sonrió. Las explicaciones son naturales: “porque vivo acelerado”. Así de rápido, como en un “pedido ya”, transita el carril derecho o se tira a ayudar de cinco en la mediacancha. El segundo semestre quiere que el equipo esté más alto y que el Estadio Padre Martearena estalle en jornadas triunfales. Un campeonato Nacional duro que tiene dos zonas y otorga un pasaje directo a la Liga Profesional. En la zona A lidera Atlanta, seguido a tres por San Martín de Tucumán; y en la sección B picaron en punta Gimnasia de Jujuy (el clásico de Central Norte), perseguido por Gimnasia de Mendoza y Estudiantes de Río Cuarto.
Los dos últimos de la tabla general perderán la categoría, y en ese sentido los “Cuervos” no pueden descuidarse porque, como se dice, están “pagando derecho de piso”. Dieciséis fechas que tienen para repuntar y aspirar a la clasificación entre los ocho que se prenderán por el segundo ascenso en el Reducido.

Como dice la canción que resuena en el alma de un país, con la melodía de La Mosca, “en la tierra de Diego y Lionel”, tiene varios ejemplares en Florencio Varela, un punto donde converge el pueblo futbolero. Vaya que hubo visión en aquellos pioneros que afiliaron a Defensa, que arrancaron en Primera D y recorrieron todo el abecedario. Facu es uno de esos alumnos, que pasaron por la sede “Campeones del mundo”, al igual que algunos que se abrazaron a la gloria en Qatar, Enzo Fernández, Nahuel Molina, Lisandro Martínez y Guido Rodríguez. Y el predio está en Bosques, cerca de la casa obrera de los Romero. “Bosque Norte fue mi primer equipo de barrio”, cuenta. “Casi a los 14 me sumo a Defensa, donde pude compartir plantel profesional, pretemporadas de reserva, hasta que me voy libre a fines de 2022”.

Los sueños no terminan en un contrato no firmado. Los grandes de verdad continúan en el viaje pese a los vientos que generan las correntadas inesperadas. Así en la naturaleza como en el fútbol. La amabilidad y la predisposición para el esfuerzo le salen por los poros a este muchacho que se aquerenció en el norte pero no tiene límites para sus sueños.
Acaso nos lleve a los libros de historia de Aníbal Girón, un historiador del «Defe» que lleva la cuenta y las fotos de todos los que subieron a la primera. Por qué no, en algún momento, las fuerzas de Romero vuelvan al lugar donde creyó que podía ser jugador.