El nombre de la movida solidaria es muy dulce y ayuda a sobrellevar realidades sociales amargas. En épocas como la actual, donde no existe la mentada solidaridad, surgen ideas como las que plasmó el domingo “Pepe”, un reconocido militante radical de la ciudad, que llegó a comedores y ollas, cambiándole la cara al domingo.
El día de las infancias debería ser siempre, si las manos se juntan como en la “Misión Torta”, tal como bautizó José Salanitro, «El Pepe», uno de los voluntarios que le hacen frente a los tiempos más duros donde las crisis son frentes tormentosos, como los que tuvimos el pasado fin de semana. Pero el cielo pudo estar apagado, y la realidad seguirá confusa en este país, que al chofer de profesión, militante histórico de la UCR de La Plata, y pincharrata de corazón, no saca el corazón de donde lo tiene: su cabeza.
Por quinto día de las Infancias, salió a recorrer las calles, a llamar por teléfono y a mandar mensajes por redes sociales para una organización que llevó semanas, meses, y que junto a otros seres humanos con ganas de ayudar, lograron que la “Misión Torta” saliera como soñaron. Pastafrolas, budines, bizcochuelos, pasteles, masitas, distribuidos a los pibes y las pibas que asisten a merenderos y ollas de la ciudad, en puntos barriales de la zona oeste, San Carlos y Ringuelet.
El sábado llovió sin cesar, pero una camioneta recolectó el dulce sabor de la solidaridad de esas personas que donan lo que pueden. ¡Como en las viejas épocas, un vecino que le presta a otro algo que le sobra!
De cualquier parte, para llevárselo a esos amigos que alguna vez fueron Las Canteras, en calle 21 bis y 517, barrio Albores, donde hoy queda el legado de Graciela Mareco, una inolvidable mujer que se fue de este mundo con muchos sueños y que, tras el duelo, lo sigue con el mismo espíritu Javier Velazquez, su compañero amado, que además lleva una bandera que emociona: “Sé que ustedes recordarán mi nombre y lo llevarán como bandera a la victoria”.
Graciela y su mágica presencia que continúa en el amor que se ve en las amigas del barrio, que saben de su amor por River, por la justicia social, por las tradiciones, como un buen día del niño y de la niña.
“Arrancamos con nada… donaron ollas… Nos metimos… Lo lindo es cuando te ayudas”, pronuncia Javier, que sabe de caminos nada fáciles, y mucho menos desde que “Gra” no está. “Con ella era más fácil, ella por un lado y yo por otro. Pero el cáncer se la llevó en diez meses y al comedor decidimos ponerle su nombre. Esto de Misión Torta, en conjunto con Pepe, lo pudimos hacer con la gente que nos dona, aunque ahora hay mucho menos mercadería por la situación del país”, confiesa Javier.
La receta es muy sencilla. Además de algún comerciante, están los cocineros y cocineras, las rifas que con las que se alquilan disfraces, juegos, sorpresas. Así se hace la jornada festiva, con momentos en que algún que otro voluntario termina con un nudo en la garganta, como le pasó a Pepe recordando otras historias con aquella amiga “Gallina”, un canto a la vida.
La camioneta y otros vehículos salieron para de 144 entre 35 y 36, el barrio San Carlos, donde existe un merendero y olla con otro nombre y energía femenina. “Miriam con amor”.
Todo tiene su punto de partida. La «Misión Torta» surgió en la pandemia, cuando no pudieron realizarse los típicos festejos. Fue desde entonces el pensamiento en amor de “Pepe” con un grupo de jóvenes militantes, decidiendo organizarse, protocolo mediante. Detectaron tantas necesidades y no dejaron que la tristeza invadiera. “Una torta, ocho sonrisas”, repitió por donde fuera. Y convenció que con un poco de harina, de azúcar, de creatividad con las manos, iban a tener muchas chances de pasarla bien. De eso se trata Misión Torta en el día de las infancias. Como alguna vez lo hacía desde un torneo de futbol infantil, como presidente de EFI 25, club del fútbol infantil, ubicado en Ringuelet, José Salanitro, padre de tres chicos, volvió a extender su sonrisa paternal sobre otras criaturas. Y se tomaban su chocolatada y se volvía a sus casas. “Fue una cadena de amor”, sintetizó.
“Pepe” tiene muchas razones para verse joven a los sesenta años. Pese a un lógico cansancio, sobrelleva sus ganas uniendo en los últimos tiempos a una de sus hijas, «Evelin, mi mejor militante». Algunas veces, recibe toques divinos, un tipo de ayuda que hasta por el Facebook suele aparecer y se entusiasma al contarlo. “Te la cuento rápido. Hace mucho había una copa de leche, un lugar al que íbamos a colaborar, donde había mayoría de inmigrantes paraguayos, y con ellos pasamos momentos hermosos, entre tazas de leche, chipá y pibes que venían a hacer las tareas del cole con sus cuadernos. Pero la inundación de 2013 se llevó todo y la gente se acomodó en otro lado. Cuando difundo por el Facebook la quinta edición de Misión Torta me escribió una de las tantas mujeres que venían y hoy trabaja en España; recordó nuestra ayuda hace un tiempo y transfirió dinero para una torta”.
Socio del Pincha, vinculado desde este 2024 a la Fundación Estudiantes, el hombre sabe “el que da, recibe satisfacción instantáneamente”.