“De un buen árbol, el fruto debe ser igual”, dice el refrán pero su naturaleza cambia si se trata de una cosa apasionante como el fútbol. Linda gente que por 90 minutos se olvida de todo, como se dará el lunes a las 17 horas en una cancha que lleva cien años de historias… Un partido que es todo un viaje de ida… y con pasaje a la final.
Hinchas compinches en cada encuentro, que en una misma tribuna se hermana, para cantar, silbar o alentar. Allá lejos, en una nota que hoy saco del cofre de recuerdos, intenté encontrar razones en los casos (no pocos) donde un padre se encuentra ante la decisión de un hijo que elige los colores del rival. Con el grabador y distintos fotógrafos (el Gordo Cermele, pincha; el Tano Di Renzo, boquense; Javier Brusco, del Diablo) fueron un par de días de charla, donde además particieron hermanos, algún abuelo y por supuesto esas madres que dieron literalmente la vida.
Empezamos por el Barrio Norte, en 34 entre 12 y 13 donde el dueño de casa (había nacido en 1927) afirma que toda la manzana era plaga rojiblanca, pero como Eugenio Rendani había aprendido a caminar pateando como “Pancho” Varallo, su alma se encariñó con Gimnasia y Esgrima. Pero su único hijo Daniel, de 1959, se hizo del León a pesar de que “de chiquito le había comprado el equipito completo, pero a los 8, cuando Estudiantes fue el furor y empezó a andar bien, se cambió de camiseta. El pibe tuvo un argumento más: “En la cuadra donde me creié eran todos los pibes de Estudiantes”.
Caso increíble en la zona de Plaza Brandsen, ahora Perón. Jorge Piatti es un pincha no al extremo, uno de los hijos siguió la ley, pero el otro pibe, Darío Piatti, hizo una “transfusión” de sangre después de un fin de año saliendo con los primos. “Fui hasta los 9 años de Estudiantes, pero en una recorrida de la quema de muñecos, yendo en el auto con cuatro primos hinchas de Gimnasia, algo cambió… Recuerdo que en ese 505 dije para adentro ‘yo soy del Lobo’, y entonces con el tío Negro empecé a seguir a Gimnasia”.
En La Loma, los Carattoli tenían tradición albiazul desde que en 1933, cuando uno de la sangre escribió el vals para ese gran equipo. Sin embargo, su hijo salió Pincha apenas vio los colores, y más adelante seguirán los desencuentros. A don Néstor Armando Carattoli lo siguieron las hijas, pero no el crío, Mariano, un ex arquero del fútbol liguista. Una familia que, más allá de la pelotita, tiene a un grande del boxeo como José Domingo Carattoli (1906-1974).

Entrando a una casa de 151 entre 70 y 71 donde un amigo, Claudio “El Choco” Ambrosi (hijo pincha) se gastaba con aquel viejo divino Jorge Ambrosi (recordado padre tripa) para enterarnos que toda la rama familiar es de Gimnasia, «menos yo”, contaba el morocho que a los 14 años hizo una bandera albirroja y le puso Los Hornos es Pincha. “Pero al volver a casa mi papá discutió con mamá porque cómo podía ser que me dejara ir a la cancha y encima me subiera a colgarla a una torre de iluminación. Me retó, no me olvido más, y le contesté ‘vos estás caliente porque te rompimos el culito… Si la vieja no se metía en el medio me mataba, pero me metí al baño y no salí por tres horas”.
Claudio no aceptó regalitos de Papal Noel azul y blanco como alguna camiseta de la desaparecida casa de deportes Bastons, mientras los tres hermanos sí que tenían obsequios del Lobito.
Y pasé por Gambier, donde pude conocer la pasión de los Veiga, cuando el abuelo “Pepe” hablaba de aquellos equipazos de Estudiantes aunque tuvo un familiar gimnasista en la era amateur. Pero a don Pepe la vida le regaló un solo hijo varón, que a pesar de llevarlo cerca del pino de 1 y 57, “pero se aburría, yo le decía ‘hijo mirá el partido’, si, papá, pero miraba cualquier cosa”. Raulito agarró la otra vereda que lleva al Bosque, gracias a un chofer que era del barrio y llevaba al periodista Bello a cubrir las prácticas y partidos de Gimnasia. Más tarde, a Raúl, para el que “ser de Gimnasia es algo especial, se nace” (él es de 1949) tuvo el mismo “dilema” porque sus cinco hijos se repartieron pasiones, pero uno de ellos, Leandro (de 1976) jugó en Estudiantes hasta la cuarta. Además, Pablo (de 1977) y María Soledad (de 1985) también le hicieron la contra… Al menos Raúl achicó la cuenta 3 a 2 cuando Mauro (el mayor, de 1984) e Ignacio (1981) alientan al mismo escudo Decano como les enseñó el progenitor. Raúl mantiene los valores: “No les hago chanzas, porque no me gustan que me las hagan”. A eso le agrega la sinceridad de una anécdota juveni: “He ido a ver a Estudiantes en un camión, y mis amigos no me lo perdonaron nunca. Aparecí en una foto en la final del Metropolitano ‘67”. Y Leo dice: “Cuando empecé a entender algo a los 7 años, yo veía con un tío el heroico tres a tres contra Gremio, y mi viejo capaz que el sábado me llevaba a ver un partido de la B de Gimnasia con Sarmiento. Aparte a los 8 entré a la Colonia Pincha, por decisión de mi mamá (Marta) que es pincha”.

Llegamos al Parque San Martín a un hogar de cuatro, en 56 y 19. Agustín tenía 11 años cuando en 2006 vio brillar a Verón con el titulo, cuando papá Martín Potenza le daba caramelos y lo llevaba con pañales al Estadio Unico. Ahí terminaron en empate en dos, por las mujeres, mamá Karina y María Luz. “No conozco muchos casos donde a un padre se le escape el varón, y en el caso de mi hijo lo hice socio al minuto de nacer, mientras que por mi hija no hice demasiada fuerza”. En la cadena de la descendencia, en esta casa Martín sabía que el bisabuelo Fernando era de Gimnasia, pero alguien nos salvó y fue mi viejo, que jugó hasta la Tercera en Estudiantes, año 1967”.
Aterricé en El Mondongo, vereda contraria a la Biblioteca Euforión, en lo de los Ippoliti, en una lucha apasionante, que comienza con las anécdotas graciosas de parte de Néstor, vitalicio de Estudiantes cuando el club cumplió su centenario. Con tres de los cuatro hijos del mismo linaje, y bromeando que el más chico “salió fallado… Una tarde volvió con el conjunto azul y blanco, en la calle lo atajaron los Fracassi que le regalaron la ropa de Gimnasia». Pero el hijo modificó la versión: “Recuerdo que era el año 1975 y fuimos a la cancha de 1 y 57 para ver un clásico por la Copa Gaceta, Gimnasia ganó en los penales 5 a 3 y ese día tomé mi decisión”. Los demás varones (tres) siguieron al padre, con una anécdota singular al nacer en 1968 Pablo, en un parto del 18 de mayo, dos días después de ser campeones de América por primera vez. Del Club le mandaron una carta para felicitar al primer socio inscripto tras ganarle a Palmeiras en Uruguay.

Cada parada nos seguimos llenando el alma de recuerdos, abriendo los tesoros del corazón. Primera parada en la periferia, Ringuelet, 517 entre 2 bis y 3. Marta Diz muestra su brazo con el tatuaje de un lobito. La ama de casa que en cada clásico miró distinto a la silueta albirroja de Carlos Massei, su marido, que llevó al mayor Carlitos Damián y al segundo Emiliano (nacido en 1986) hacia 1, hasta que nació el último… “y éste me lo dejás a mí”, dijo ella de Mariano, clase 90.
En Berisso, dos casos para matarse de la risa. Con “El Gato” Gustavo Peralta, ex chofer de la 202, tuvo que bancar que Maxi y Noelia le canten dale Lobo a las risas, de un padre que dio una buena razón. “Cuando nació el nene, el papá de Silvia (madre de Maxi) había sido jugador de Gimnasia en 1939, Marquez Viana, vivía en Ensenada y tenía como vecino a «Tito» Montagnoli (papá de Dougall Montagnoli, famoso crack mens sana que jugó en Francia), así que le inculcó hinchar por un solo equipo, y además era el primer nieto”. Fue tan fana Maxi que en su propia casa metió a los fanáticos de una Agrupación Azul y Blanca que existió en Berisso. El padre confesaba que “en el fútbol perdemos el respeto, pero yo al menos lo tengo con mi hijo. Que sea de quien sienta, me parece que está muy bien”.
Por último, entrevisté a Angel Salvi, del león, y a Sandra Corti, lobezna de las que divierte el espectáculo en el estadio. Fueron al altar pese a las diferencias futboleras, y al nacer los niños soltaron el control. Al varón lo tomó el legado de un abuelo gimnasista. Y papá, haciendo gala de la libertad, lejos de ofenderse por la elección, felicitó siempre a su hijo “porque en la vida tenemos la posibilidad de elegir todo”.



