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Sin “El Daniel”, los diez lloran. Un genio que tuvo Zubeldía y fue mentor de Simeone

Willington se fue de gira celestial. No lo perderemos mientras saquemos su nombre con la alegría que él sacaba el pase en cortada, ese salto en el aire para teledirigir la pelota, cabecear o amortiguarla en su pecho. “El Daniel”, llamado así por el tablón y también por su mujer, la vez que me lo pasó al teléfono.
Daniel Willington (1942-2025) fue comentario feliz de todo hombre que pobló tablones y vio un poco a aquel Vélez Sarsfield que fue el segundo efecto fulminante en el fútbol para los grandes… llegó su magia y su título Fortinero en 1968, después del Estudiantes de 1967.
Willington, de los diez que ya se extinguieron de la faz del potrero, llegó de Santa Fe a la gran Ciudad de Buenos Aires para vivir bajo el escudo de VS, mismas iniciales la persona que lo ubicó primero y lo educó después: Victorio Spinetto (1911-1990). “Spinetto, que era mi padre, don Victorio me decía hijo”.
Guardo el calor de su voz, de su atención sin preguntar para quién, ni dónde va a salir, ni para qué. El Daniel fue como lo pintaban.

La pelota Pintier. Perfumo ante Willington; atrás, Coco Rulli

Pero Vélez no solo era la pelotita, con don “Pepe” caminando el Estadio como Presidente (24 años en el cargo) era finanzas sanas  y 50.000 socios (revista Primera Plana, 1964). “Salimos campeones del Nacional ’68 y don Pepe dijo esas Copas dan pérdida, y no entramos”.
Con Willington en línea, por llamado común —no usaba la aplicación de wathsapp—, se dio una charla familiar, con frases que sabían a caviar. “No se ganaba tanto dinero como hoy, con decirte que en los nocturnos de Luján ganaba más que en Vélez. Se jugaba los lunes y venían jugadores de todos los equipos de Primera”.

El distinto era Daniel Willington, que fue convocado al seleccionado por primera vez por Osvaldo Zubeldía. “Por algo me habrá llevado a la Selección (1965-1966), yo era pensante y vivo. (Después de un silencio, largaba una confesión)… Medio que no me quería, porque Zubeldía buscaba gente con más sacrificio, pero algo me vio, y me llevó como una pieza más”. Willington estaba en la concentración en el Colegio Ward, en Ramos Mejía, cuando faltaba poco para viajar al Mundial de Inglaterra. “Pero renunció Zubeldía y me quedé afuera de la lista. Vino Lorenzo”.

Vélez, en 1973. En cueros Daniel Willington, a su lado Zubeldía y Carone

El “Toto” Juan Carlos Lorenzo, que no era diplomático, y en un vestuario que denunciaba el caos de la Asociación del Fútbol Argentino, iba a tener un momento desopilante con Willington. “Se presentó en el vestuario en un amistoso con un equipo italiano, en el Gasómetro. Yo estaba con el bolsito, lo estaban masajeando a Gatti, cuando entra Lorenzo y me dice ‘¿qué hace usted?’ ¡Nada! Me levanté y me fui”.
La charla generosa, como todo jugador de esa generación, no fuerza a sacar anécdotas. Uno tiraba un nombre y Willington cabeceaba…
Zubeldía fue técnico rival y luego propio.
“Yo le decía El Huevo Zubeldía… En Atlanta también dejó su huella, con Conde, Nuin, Timoteo Griguol, Fernández, Luna, Ochoa, otro grupo de jugadores inteligentes”.
Nos hacía ruido la palabra inteligentes y le pedimos que lo aclarara, por qué Daniel… “Cuando digo ‘más inteligentes’ es porque en muchos equipos, como el Vélez del ’68, se formó con jugadores de las provincias, que venían sin estudio. En cambio, en clubes como Estudiantes, de una ciudad como La Plata, tenían la posibilidad de ir a una buena escuela y estudiar”.

Hablamos de la ley del off-side que practicaba Estudiantes.
“Cuando yo agarraba la pelota, el Turco Whebe ya sabía dónde yo se la iba a tirar; él amagaba a entrar pero salía, y el que se metía en diagonal era Carone que entraba por afuera y  rompíamos el orsai. A veces los jueces de línea se la comían y se armaban unos quilombos bárbaros. Pasa lo de siempre, como en River con Gallardo al que ‘le han dado la cana’, que es como le decimos cuando ‘ya te sacan cómo jugás’”.
Fueron varios los choques decisivos en esos años sesenta. El Metro de 1968 en dos zonas, tiene a Vélez primero en una, y a Estudiantes segundo en otra. Al cruzarse a un solo partido de instancia Semifinal, el Pincha se impone por la mínima aprovechando un error. “Fue una falla de Zinatra sobre derecha, la Bruja entra por ahí y hace el gol. No jugué. Giúdice me tuvo concentrado 15 días y no me puso”.

El doctor Madero sale al cruce y Willington ya dio el salto

“Ellos sabían lo que querían, y rompiéndose el lomo trabajando, más algo de la picardía criolla, los llevó a ganar, pienso que más a ganar que a jugar”. El diez se diferenciaba claramente de aquel estilo luchador, y río al recordar su propia pachorra… “Me ponía del lado de la sombra… tranqui”, sonreía, distendido.
De vez en cuando, mete una ironía, como la estatua que tiene en el hall del Estadio de Vélez. Viajó para la presentación. Diciembre de 2018. Era de noche y el Hall Central se llenó de jovenes, que se pechaban para estar más cerca del diez clásico, del malabarista. La Subcomisión del Hincha impulsó el proyecto que llevó a la estatua realizada por la artista plástica Elizabeth Eichhorm. Con capacidad de creación y de toque, como jugaba el Daniel.
Era crack, algo displicente, flotando sobre la izquierda del ataque de la V azulada, con sus compadres el Turco Whebe y el Pichino Carone (también se fue este 2025). El típico acento cordobés, ahora va a otra faceta donde estuvo menos tiempo. El Director Técnico.

“Al Cholo Diego Simeone lo saqué yo, él jugaba de 8 o de 10 y el Turu Flores de 5, y puse al Cholo de 5 y a Flores de 10”, manifestó.
El 13 de septiembre de 1987 Vélez llegó al Estadio del Bosque. Willington colocó por primera vez al pibe de 17 años recién cumplidos, el mismo que a los 55 es un exitoso hombre del fútbol mundial. Ganó 2 a 1 el Lobo, en su primer triunfo desde que festejó los 100 años. Un gol de penal de Carrió y el empate del “Narigón” Claudio García, y al vestuario iguales. Faltando veinte convirtió Daniel Pighín.

En 1973 Zubeldía asumió en Vélez y encontró a Willington. “Yo recién salía de una operación y don Pepe Amalfitani (Presidente) me dice que River nos daba 10 millones de pesos y cinco jugadores a cambio de mi pase. Me dice que los jugadores de River ganaban mucha plata y me preguntó qué quería hacer. Yo le dije ‘pagame lo que tenes y me quedo’. Y me quedé. Después Zubeldía se fue porque no se hizo el negocio de los jugadores que él quería. Zubeldía con esos cinco armaba un equipo y me sacaba de encima, a mí no me quería porque consideraba a los jugadores que se sacrificaban”.

En 2018, para diciembre, y a cincuenta de aquel título (el primero del Club de Liniers), Daniel llegó otra vez a la gran Ciudad de Buenos Aires. Lo esperó esta vez un reconocimiento como pocos lo tienen. En el Estadio tiene su figura, junto a la de Chilavert y Bianchi. El ídolo apodado «El Cordobés» está hecho “con llaves”, y el Daniel se reía, como cuando jugaba. Por ahí, deslizó una de las suyas: «No hacía falta…» Se acercaba el 29 de diciembre, bodas de oro de la conquista. Esa estrella que es la primera para siempre. Todo era diferente cuando él jugaba. Y seguirá siendo triste mientras no salgan jugadores como El Daniel.

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