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martes, julio 2, 2024

Toda la grandeza y vigencia de Everton en el espíritu de su actual director técnico

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La calle 54 y 26 era la vía obligada por donde los jugadores de la Liga Amateur entraban a la cancha del Parque Vucetich (ex San Martín), habilitada para sus partidos increíbles desde 1960 a 1995. Una cancha que pertenece al Centro de Fomento General San Martín pero sigue en la memoria como “la cancha de Everton”. El club que este 9 de abril celebra su larga vida de 119 años, siendo uno de los que arrancaron la competencia en La Plata, enfrentando a Estudiantes y Gimnasia. Hoy, con un predio amplio en la zona sur, el Aeropuerto, con doble competencia en Liga Amateur y AFA, y con la dirección técnica que desde hace 18 años tiene a un mismo hombre, Gustavo Luis Bianco, de 54 años, casado y con dos hijos adolescentes, que al igual que muchos “Decanos” que leen esta nota no pueden creer cómo cambió todo, desde aquella cancha prestada, donde Bianco jugó su primer partido. Entonces, con 21 años, libre de Gimnasia, llegó para jugar directamente en Primera división el sábado 24 de abril de 1993, ante Los Tolosanos, rival que venía de ganar dos de los últimos cuatro torneos y que, con un gol en cada tiempo, se llevó la victoria 2 a 0. Afuera, con bastante público, entre eucaliptos, fresnos, tilos y alguna palmera, estuvo asomado al alambrado perimetral del Parque San Martín don Fausto Bianco, su padre, en adelante un hincha que adoptó a Everton con tanto cariño como al Lobo. En una imaginaria votación, hoy nadie dudaría en relacionar el apellido Bianco con Everton, como uno de los que antiguamente lo fundaron en una casa de la calle 58 y 16 (numeral 1244), propiedad de don José Benito Vallejo, a principios del siglo pasado.
Volvamos a la primera tarde de Bianco, al partido en el que los once de azul y amarillo fueron Pablo Barros Schelotto; Leandro Milman, Marcelo Pelaez, Marcelo Mazzacane, Carlos Segovia;  Mauricio Girotti, Gabriel Crivaro, BIANCO, Giócolo; Bartolomé Martínez y Hernán Vicente.

Bianco recuerda que fue el director técnico de ese momento, Daniel Espinoza, el que lo recibió un jueves, en el parque. «Fuimos con Hernán Vicente y después de unos 20 minutos de fútbol, me sacó y me mandó a la sede a firmar unos papeles ese mismo día”. Espinoza —ya fallecido— fue uno de los pibes de Gimnasia que en 1970 aguantaron la semifinal con Rosario Central, cuando días antes de jugarse el pasaporte a la final del Torneo Nacional, los profesionales y los dirigentes entraron en un tironeo por “los premios”.
Esa Liga Amateur había empezado a tener una primavera con algunas figuras que no encontraron chances, ofertas o libros de pases abiertos, y recalaron en pleno amateurismo. Como Ruben Agüero (venía de jugar en Deportivo Quito de Ecuador) y Marcelo Zamora (jugó en Estudiantes en 1983 en el torneo local, como jugador que alternó mientras los titulares afrontaban la Copa Libertadores), ambos, compañeros de Bianco en su año de largada. Pero el nuevo terreno de juego no era parejo y los rivales con más ganas de defenderse con pierna fuerte. Ya el segundo partido, de visitante en la cancha de INDECO, frente a El Cruce, Bianco se tomaba los pelos porque su amigo Hernán Vicente (hijo del recordado ex presidente Roberto Vicente) recibió una infracción que lo tuvo muy mal. Los dos habían jugado en las inferiores de Gimnasia, en la 71, “se pegaba, sí, pero nunca me había lesionado. Ese día se me llenó de sangre la pierna y me cortaron para que drene”. Con el tiempo, un hijo de Gustavo fue apadrinado por Hernán, y la elección fue a la inversa cuando el delantero fue papá.

El torneo del 93 —el primero con Bianco—al fin Everton podía aspirar a jugar por un título luego de cuatro años en que se festejaba la permanencia . La clasificación costó sangre, sudor y lágrimas, precisamente en una última fecha donde el rival Lenci terminó con seis jugadores (el último expulsado le pegó a Bianco) y los evertonianos lograban el triunfo en cancha de Montoro y el pasaje a la Zona Campeonato. Sus pases al claro eran el oxígeno de un equipo que empezó a ser protagonista.
En el 94 siguió la mejoría, con más juventud que llegaba de Gimnasia y en el 95 la consagración después de 48 años, en la ciudad de Berisso, el 1 de noviembre, con un empate ante Unidos de Olmos que dirimieron por penales. La violencia también dijo presente esa tarde soleada. Bianco, con la 5 en su dorsal, metió un gol en la serie desde los once metros. Fue el segundo goleador del equipo con cinco goles —dos menos que su amigo Vicente—. La felicidad del momento aún se paladea en los dichos del técnico Carlos Sparvieri que lo catalogó como “un jugador muy posicional, de muy buen manejo de pelota y uno de los mejores jugadores con cambio de frentes acá en la Liga, nadie pasaba la pelota como él, de un lado y de otro”.

Pablo Ricciardi representa actualmente mucho en Tricolores y en los noventa su juego fue motivo de una convocatoria para la Selección liguista. Así conoció a Bianco, “un rival al que daba placer enfrentar. Más tarde, me lo cruzo ya él como técnico y yo en la dirigencia, y en parte por su personalidad muy abierta y amable, en las charlas era de mostrarte algo para que uno pueda crecer”.
Bianco se recibió de contador y al rato “contó” una estrella más como jugador en una inolvidable fiesta deportiva, el día que La Plata cumplía años y definía la Liga en el mítico escenario de 1 y 57. Una final muy disputada con Alianza que finalizó 2 a 2 el jueves 19 de noviembre de 1998. Aparecieron por el túnel Marcelo Ferreyra; Alejandro Sarmiento, Luis Palhao, Marcelo Mazzacane, Rodrigo Tito; Martín Mendiburu, Sebastián De los Reyes, BIANCO, Sebastián Demarco; Sebastián Abdala y Juan Illia. Pasado el tiempo se supo que “El Chaucha” quiso jugar lesionado, hasta que no pudo seguir, a los 10 minutos del segundo tiempo, reemplazado por Sebastián Mazza.
Cuando Everton irrumpió en el Torneo Argentino B 1998-98 sumó como refuerzo a otro ex compañero de la adolesencia en la 71 de Gimnasia, Alejandro Andrada (actual entrenador de arqueros de las juveniles triperas). El “Gato” se agigantó en sus vuelos y resultó figura ante rivales de fuste, como Huracán de Tres Arroyos o Yerbatero de Misiones. “Pude compartir las últimas de Gustavo, un 10 de los viejos, que hacía jugar a todos, o bien en el medio para manejar como un patrón de estancia. Una de las mejores zurdas que vi en la Liga, junto a la de Demarco”.

Rafael Sastre, su amistad más grande, desde Miramar atiende la llamada y se suma a los saludos por el aniversario de un Club que también aprendió a querer. Se conocieron en el barrio Hipódromo y se trataron cuando entró a trabajar en 1984 al taller de chapa y pintura del papá de Gustavo. “En las vacaciones de verano don Fausto lo hacía aprender el oficio de mecánico”. Era un pequeño de 13 años y terminará la carrera de contador. Pero el amor a la pelota fue la propulsión de esta relación, con un ingrediente extra: en las categorías formativas de Gimnasia, don Angel Mariscal (padrastro de Rafael) y Fausto Bianco, dejaron horas de sus vidas y un afecto perdurable en generaciones de jugadores. Un refrán dice que “el fruto no puede caer muy lejos del árbol”.

En 2002 se sacó la camiseta y secándose esas lágrimas secretas de todo jugador, se alistó para empezar una historia como Director Técnico. La primera etapa floreció entre los pibes de Quinta en 2003, una Cuarta en 2004, para pasar a la Primera en reemplazo a Sparvieri que “en 2005 no pudo seguir por laburo”. El primer torneo fue en dupla con Hernán Vercesi. Este, con los detalles que lo pintan en el oficio de DT, suele recordarle a Gustavo “su primer día en el Club, que en realidad fue para los dos”. “¡Tenía una remera celeste!”, tiró sonriente quien hoy vuelve a acompañarlo, como ayudante de campo.
Aquel «Decano» tuvo este once base: 1 Leandro Pratto, 2 Bruno Ceraldi, 3 Facundo Mocoroa, 4 Sebastián Salguero, 5 Alejandro Vallejos, 6 Federico Catriel, 7 Federico Pereyra Díaz, 8 Damián Nicolini, 9 Luis Martin, 10 Juan Reichenbach, 11 Fernando Guadarrama.
Festejaron los 200 goles del «Luifa», el actual preparador físico de la Selección Argentina, que también iba dejando su etapa de jugador para terminar la facultad.

La posta volvió en 2006 a manos de Sparvieri, hasta que éste terminó su romance con Everton. Desde entonces, Bianco fue “solista” desde 2007 hasta el presente, ¡18 años consecutivos! El sentido de pertenencia, la rutina feliz, como la que en Brown de Adrogué lleva Pablo Vicó, quien en marzo empezó su temporada 15 en Primera aunque en su caso sea un ámbito donde el fútbol se rige por contratos.
Si bien lo de Bianco es amateur, no le envidia a un trío de personajes públicos, íconos de Europa, que han llevado rachas impresionantes. El francés Guy Roux en el AJ Auxerre alcanzó 44 años al mando del equipo desde 1961 a 2005 (el período tuvo una pequeña interrupción en la temporada 2000-2001). El vínculo se inició en la Championnat National (tercera división francesa, amateur) y se convirtió en profesional al jugar la Ligue 1 francesa.​
En la tabla de “la continuidad” le siguió con 25 años Alexander Ferguson en Manchester United (1986 a 2013) y con 22 años Arsene Wenger en el Arsenal de Inglaterra (1996 a 2018).
Pero Roux, de 85 años, no trabaja más, y “Sir Alex” Ferguson, a sus 82, también dejó; “Le Professeur» Wenger tiene 74 y otros roles como dirigente deportivo, siendo director de desarrollo de la FIFA. En la Argentina, Vicó, de 68, y Bianco, de 52, no piensan en los récords del Libro Guinnes y solo desean la supervivencia de sus instituciones donde también se ponen la pilcha para laburar.

El éxito lo siguió como si fuese su propia sombra, o su obsesión por tener a Everton en lo más alto de las posiciones. Cuatro títulos en el torneo regular (bicampeón 2010, Clausura 2011 y Apertura 2014); tres tres títulos por Copa de Campeones (2016, 2020 y 2021) y dos ascensos en certámenes el Consejo Federal de AFA.
Hubo una tarde fría de 2013, el 2 de junio, que se volvió la más calurosa de la historia de Everton al pegar el salto del Torneo Argentino C al Argentino B. Lo consigue a mil kilómetros de La Plata, en Tres Algarrobos. Los héroes amateurs fueron Julián Bidondo (autor del gol agónico que llevó a esos remates) y el arquero Maximiliano Mareco (responsable de atajar dos disparos). Además, son parte de esas páginas del libro dorado José Alvarez, Gastón García, Leandro Felices, Damián Nicolini, Federico Catriel, Gastón Ibañez, Matías Chapetta, Pablo Ferretti, Facundo Acha, Federico Reichenbach, Leandro Díaz Peña, Maxi Yalet, Juan Cruz García y Rodolfo Llanos.
Cinco años consecutivos permaneció Everton con viajes y sacrificios económicos donde no faltó el aporte de los mismos muchachos que defendían la camiseta. En un tropiezo deportivo las fuerzas no decayeron y el 30 de abril de 2018 logra reconquistar la divional del Consejo de AFA, el Federal B.
Federico Catriel es el jugador que más dirigió Bianco. Libre de Estudiantes (donde fue campeón en Cuarta de AFA) llegó al Club en 2003 cuando todavía no tenía el predio y desde entonces siempre está, salvo un par de años donde fue a préstamo a clubes de Magdalena y de Pehuajó. Con 41 años integra la zaga central en este torneo Apertura 2024 y la razón de su esfuerzo es la motivación que genera el grupo y una buena persona como Gustavo que «me ayuda a encarar con madurez temas de la vida, como los consejos desde que fui padre”. Catriel confiesa que en esos días que no jugaba en Everton, solía volver los jueves para ser el cocinero a pedido de los muchachos. En esos terceros tiempos, una vez Bianco, manteniendo la distancia de técnico, le marcaba el camino. “Ya estás acá, ¿Cuándo te cuento otra vez en el equipo?».
La guapeza y el gol fueron sinónimo de «Mono» Ferretti, quien ha sintetizado el estilo Bianco en una frase que «tanto nos ha inculcado él y que los más grandes transmitimos a otras generaciones: el orgullo de pertenecer».


En agosto de 2016 despertaron sin saber si era realidad o ficción la presencia de Leandro Benítez, el talentoso “Chino”, uno de esos regalos que de vez en cuando propicio este fútbol. El ex pincharrata que había levantado la cuarta Libertadores quedó a disposición de Bianco. “Que la pelota pase por el Chino”, fue la consigna del pizarrón evertoniano. Pero en la experiencia más de uno interpretó un poco más el fútbol como un sacrificio.
Gastón Galarza tenía 21 cuando sufrió un dolor inmenso al no firmar para el club de su barrio, de su familia, Villa San Carlos. Las heridas se curaron pese a “encontrarme con una Liga desconocida donde decían que me iban a moler a patadas en canchas feas; encontré a un tipo que me dijo ‘vení, ganate el puesto y vas a sentirte muy importante’. En Everton aprendí de la buena energía de un vestuario sano, algo que transmite el cuerpo técnico y la dirigencia desde que pasás el portón del Pachi Funes”.
Damián Pasalagua, entrenador de Brandsen, se entusiasma al hablar del colega Bianco. “Te aclaro que te mantenés por los resultados, eh; el sistema es así, sino te descartan, ya sea un grupo de amigos o un proyecto a lo Gallardo en River. Hay que estar en el día a día y para resolver tenes que estar capacitado, y además a Bianco en Everton le sonrió la vida. En este ambiente nos conocemos todos y sé que es querido por sus dirigidos”.
Jorge Casanueva, campeón varias veces con ADIP, dirigió por última vez en Lezama, “y me elimina este Everton. Bianco me parece una persona muy correcta y hay que sacarse el sombrero porque siempre ha sido protagonista”.

Everton participa hace un par de meses en la nueva categoría creada en la AFA de la era del «Chiqui» Tapia. El Promocional Amateur (un Sub 25) tiene a catorce clubes por un gran objetivo, llegar a jugar en Primera C en 2025. “La idea es poder disfrutarlo y estar a la altura, con muchos chicos formados en casa”, piensa en voz alta el hombre que suele usar gorrita con vicera y hablar pausado, mirando a los ojos, como lo hace en casa con los hijos que vio crecer, Diego Bianco de 19 y Camila Bianco, de 21, se casó el año pasado con el futbolista Tomás Muro (hoy viven en Rusia).
El compañerismo es un espíritu que se pasea por 7 y 629, el predio Oscar “Pachi” Funes, nombre que representa el amor de un hincha por los colores, el hombre común y corriente, laburante y apasionado como los que recorren la Liga. Esos que encuentran una salida sana y les cuesta dejar. Como le pasó a aquel capitán que es presidente, Marcelo Mazzacane; al preparador físico que ahora es Director Deportivo, Gonzalo Uranga; a Marcelo Miceli que ganó muchas medallas y copas y muchos más abrazos para que su gente lo eligiera técnico del Senior y hoy dirigente; a Hernán Vercesi que marcaba la punta izquierda en reserva y hoy coordinador el femenino, mientras ayuda en lo técnico a Bianco; a Hernán Vicente, el que recibía los pases al centímetro y acaba de regresar como protesorero. Todos se encontraron allá por abril de 1993, en que Marcelo Fortes tiraba sombreros en la reserva para seducir miradas de hinchas del viejo barrio. No se termina de explicar es lo de «El Negro”, que está mucho más que en las banderas, pero la vida nos pone a prueba y nos trae a préstamo. “Hace dos años él arrancó con esto de afiliarse a AFA, y si bien estábamos todos de acuerdo con la idea, Fortes fue gran artífice, por el empuje y la convicción”, razona Bianco. Es la comprobación que los locos cuerdos como Fortes son los que encaran las obras de los clubes. Una de ellas, una tribuna detrás del arco que concluye con la sala del Departamento de Fútbol Fausto Bianco, el querido «viejo» que no le faltó nunca a Gustavo, hasta que llegó su adiós. Otra vez la finitud de la existencia. Pero las instituciones quedan.

El almanque habla de 9 de abril y es el cumpleaños de «El Decano». Lugar en el que este escriba vivió un pedazo de su juventud. El próximo año serán 120 y mil historias que quedaron en papeles amarillentos y relatos orales se agrupan en la mente, como los jugadores sedientos de triunfos lo hacen alrededor de una pelota.
Por allá, cuando el cansancio le gana a los cuerpos y la cabeza piensa en otra cosa, se oye un ¡Vaaamos, Evertooon! Un grito que parece estirarse con los brazos hacia el cielo, como si del más allá pudiera verse a «Pachi», el mismo hombre que entraba con el bidón de agua y el aerosol para ayudar a Bianco en los primeros partidos, en «la cancha de Everton» que nunca fue de Everton. La que tenía entrada por 54 y 26, por donde suele pasar Gustavo en su auto. “En lo posible trato de pasar despacito y la miro… Ahí fueron los primeros años, qué linda época”.
En esa frase, antes de cortar, se puede encontrar la razón de estos 31 años de un tipo especial para un club amado. El que nació como 25 de Mayo y en medio de un fervoroso grupo que había visto el toque del Everton inglés en un amistoso en nuestro país (4-0 ante Alumni) votaron para cambiar el nombre, asamblea mediante. ¡Qué lío se hubiera armado hoy! Lo que nunca cambió fue el sentimiento. 

Parados: Pachi Funes, Coluzzi (ayudantes), Splendido, Segovia, Menghini, De los Reyes, M. Salinas y Mazzacane. En cuclillas: Hernán Vicente, Polo, González, Mendiburu y Gustavo Bianco
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