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domingo, enero 12, 2025

Los Piojos en Toulouse: noches fundacionales entre pulgas, rock y Maguila Puccio 

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Mucho antes de llenar estadios e instalarse en el cancionero popular argentino, el grupo hizo su primera gira para tocar en un pub de Villa Gesell administrado por un integrante del temible clan criminal, donde además crearon algunas de las composiciones del futuro disco debut. El casete con ese registro histórico apareció meses atrás.

Aunque fueron los últimos en incorporarse, César y Pablo encararon la responsabilidad de concretar una serie de shows durante el verano. Iba a ser la primera gira por la Costa Atlántica de un grupo formado el año anterior en Ciudad Jardín, sobre el cercano oeste de la Capital, y que ni siquiera tenía disco oficial grabado. Se llamaba Los Piojos en honor a la canción “Los piojos del submundo”, de Fabiana Cantilo y Los Perros Calientes, para quienes varios de los músicos habían trabajado como plomos. César acababa de asumir como mánager y Pablo Guerra venía a reemplazar a Juan Villagra, uno de los dos guitarristas. El otro violero era Piti Fernández, mientras que la formación se completaba con Ciro Martínez en voz, Micky Rodríguez en el bajo, Lisa di Cione en teclados y Daniel Buira en la batería.

Hasta ese entonces el grupo estilaba tocar en el Teatro Arlequines de San Telmo y lugares de El Palomar como el bar Graf Zeppelin, la Plaza de los Aviadores y Ma Baker, éste último en la calle De Los Jacarandaes que días atrás fue reinaugurada como “Paseo Los Piojos”. Con todo, César y Pablo viajaron a Villa Gesell en nombre de la banda antes del inicio de la temporada de verano de 1989 porque decían que allí tenían un buen contacto. Lo único que llevaban para mostrar era una grabación de un ensayo que incluía tres canciones: “Llévatelo”, “Ay, qué maravilla” y “¡Uh! Gabriela”. Nadie supo bien qué pasó durante esa estadía, pero lo cierto es que César y Pablo volvieron a Ciudad Jardín exultantes: habían concretado una serie de presentaciones en esa localidad balnearia que en los 70′ y 80′ se había convertido en una especie de meca para decenas de artistas de rock.

La banda vivió un estado de euforia y felicidad plena durante todos los días previos a esa expedición ansiada. El viaje fue en tren hasta Mar del Plata, y desde allí en camioneta a Gesell, siempre con los instrumentos y los equipos a cuestas. Recién cuando se volvieron a Ciudad Jardín, un mes después, supieron que todo había sido una mentira: mientras la comitiva se acomodaba y desempacaba sus exuberantes petates en la Villa, César y Pablo fueron corriendo de bar en bar tratando de arreglar algo sin que los demás se enteraran. Es que nunca habían conseguido nada de lo prometido: habían engañado a sus compañeros con una mentirita piadosa para que todos se animaran a viajar con la certeza de que una vez en el lugar conseguirían fechas de una forma u otra.

Y así hicieron, de hecho, hasta llegar a Toulouse, un pub sobre la extinta Avenida Costanera, casi sobre el Paseo 111, frente al mar y al lado del actual hotel del sindicato de Luz y Fuerza, donde fueron contratados para hacer un total de trece shows en enero a cambio de la comida, que consistía siempre en el mismo menú: un plato de ravioles. Auténtico éxito de gestión. Recién después se enterarían que su dueño era Daniel Puccio, alias Maguila, el menor del temible clan que en los 80′ asoló a Argentina con cruentos secuestros y asesinatos y el primero que logró salir de la cárcel, aunque luego se fugó.

“Parábamos en un hospedaje de chapa donde puteábamos por el calor, aunque también nos enroscábamos en zapadas increíbles”, recordó en el libro Villa Gesell Rock&Roll Pablo Guerra, quien estuvo en la banda hasta que en 1991 se fue para incorporarse a los inicios de otro grupo del oeste del conurbano: Los Caballeros de la Quema. De esas guitarreadas de juventud virulenta entre camas marineras y festivales de pulgas en un alojamiento precario de Gesell salieron algunas de las canciones que Los Piojos grabarían tres años después en Chactuchac, su disco debut, como “Los mocosos”.

Los shows comenzaban entrada la madrugada, cuando la banda hacía una canción llamada “Estoy llamando a Toulouse” como forma de hacerse oír entre la gente que a esas horas paseaba por la Costanera o bien estaba en la playa. En el repertorio también estaban canciones del futuro Chactuchac como “Llevatelo”, “Pega pega”, “Siempre bajando” y “Blues del traje gris”, además de overa de Chuck Berry, Rolling Stones y un popurrí con canciones de Moris, otro que vivió sus primeras horas en el rock en la Villa. El arco narrativo de todo eso se condensaría exactamente diez años después, cuando Los Piojos tomarían de un show ofrecido en enero de 1999 en el Autocine geselino “Zapatos de gamuza azul” (la versión hispanoparlante de “Blue Suede Shoes” de Carl Perkins que hizo célebre Mauricio Birabent en su exilio en España) para incluirla en el disco en vivo Ritual.

Durante ese enero de 1989, Villa Gesell fue un escenario para que sucediese lo imprevisto. Como las noches en las que aparecía entre las penumbras Enrique Symns, histórico monologuista de Los Redonditos de Ricota, para hacer lo suyo frente al azorado público que observaba sus improvisaciones ya por entonces conocidas en pubs y bares de Buenos Aires. O el propio Ricardo Mollo, a quien Ciro saluda especialmente en un show que sobrevivió en casete y el fan Rubén Pardo se lo acercó al periodista Maxi Martina para que este lo compartiera completo meses atrás en el programa Reloj de Plastilina de la radio Mega.

A pesar de las notorias incomodidades habitacionales, el grupo supo hacer carne de la experiencia y redondeó un enero maravilloso y fundacional: a lo largo de esos trece shows en el Bar Toulouse de Gesell la banda afianzó su puesta en vivo, ajustó sobre tablas las primeras composiciones propias y se hizo ver ante gente que no los conocía, pero que desde ahí en más comenzaría a seguirlo por Buenos Aires y el Conurbano, dando inicio a su escalada de popularidad. Por todo eso es que tantearon a los administradores del lugar para ver si se podrían arreglar algunas presentaciones más para el mes de febrero. La respuesta fue un no rotundo. Pero no porque no les haya gustado lo hecho por Los Piojos en ese modesto escenario, sino porque ya se habían comprometido con otro grupo que había debutado en junio de 1988: Divididos.

Los Piojos en una de sus primeras formaciones, previa al registro de Chactuchac. Foto: Pablo Portillo.

 

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