“¿Se puede jugar al fútbol en medio de una guerra?”, se pregunta José Luis Lanao, periodista y ex jugador, años después. Y en aquel momento donde se mezclaba el triunfalismo y la efervescencia, la voz de Alfredo Distéfano, desde España opinaba: «No sería lógico que mientras unos pibes se están matando en las Malvinas, otros vengan a España a jugar al fútbol para divertir a la gente» (nota de la agencia DYN el 24 de mayo.
Esta es la historia de un tramo de la Selección Argentina, que jugó un particular encuentro de exhibición o práctica en la cancha de Gimnasia y Esgrima La Plata el lunes 24 de mayo por la noche, con un marco de público que no dejó hueco por cubrir. Tanta gente como pensamientos de la gente por la guerra que ya había empezado. Además, había un Mundial con la inauguración y debut de nuestro combinado AFA, a solo 21 días, ante Bélgica, en Alicante. La locura que en esas horas empezó a pergeñar un título de la revista de mayor tirada, comparando al fútbol con la guerra: «estamos ganando». Nos quisieron hacer creer.
Aquel partidito consta que formó parte de los festejos del centenario de la fundación de la ciudad de La Plata, y su propósito real fue el de recaudar dinero para donar al Fondo Patriótico Islas Malvinas.
“Combates en tierra, mar y aire; hoy se conmemora la fecha patria”, tituló La Nación en la tapa del día 25 de mayo. En el interior de las páginas formato “sábana” la crónica de la igualdad entre Argentina A y Argentina B: “Un entretenido adiestramiento”. Justo habían pasado tres semanas del hundimiento del ARA General Belgrano, con 323 víctimas. Y por delante quedaban tres semanas para ver la Copa del Mundo de España.
Aquella jornada que hoy es efeméride y memoria, arrancó a las 20 con el juego de los titulares (de camiseta Azul): Fillol; Olguín, Galván, Passarella, Tarantini; Ardiles, Gallego, Maradona; Bertoni, Díaz y Kempes, ante los suplentes (Blanco), con Baley; Olarticoechea, Van Tuyne, Trossero, Carlos Enrique; Barbas, Cabrera y Hernández; Santamaria, Valencia y Calderón.
Pero antes hubo un acto con el ingreso al campo de juego de la Banda de la Policía de la Provincia de Buenos Aires, que entonó distintas marchas; también había jovencitas ataviadas con indumentaria deportiva, portando carteles con los nombres de las provincias argentinas, incluso el de las Malvinas. Posteriormente ingresaron los distintos ganadores de los Olimpia de Oro, con el cierre de Oscar Galves, Juan Manuel Fangio y Carlos Monzón.

Dos días después el equipo dirigido por César Menotti se despedía del país con un amistoso ante Benfica de Portugal, en River. En el contexto del fútbol argentino también estaba en marcha el Torneo Nacional, con Estudiantes en la lucha por las semifinales. En las islas frías se daba cuenta de las noticias serias, espantosamente verdaderas. Las fotos de La Prensa muestran explosiones, y fotos de cuatro tipo de aviones que participaron en las acciones bélicas contra buques británicos en el estrecho y el Puerto San Carlos, Puerto Puerto Darwin, Howard y Bahía Fox (del Zorro)
Las “altas fuentes militares” informaron el hundimiento de la fragata británica Antelope tras el intenso ataque de la aviación y los graves daños al Canberra, el transatlántico utilizado para el transporte de tropas, hecho que aconteció en la jornada del partido de fútbol que se jugaba aquí, donde la intención de Menotti salió al dedillo: planteó un partido abierto en el cual los más habilidosos puedan lucir íntegramente su capacidad para desembocar en un espectáculo agradable.


AVENIDA 60, TIRO LIBRE PARA MARADONA
Al ritmo de una marcha se dio la aparición de los integrantes del seleccionado, junto con los juveniles que lo refuerzan, portando la Bandera Argentina. Se entonó el Himno. Maradona y Monzón se divertían apenas la Banda de hizo su desconcentración y el árbitro platense Jorge Vigliano pitó el inicio. Lo pudo ver el país en directo por Canal 7, con los relatos de Mauro Viale y los comentarios de Enrique Macaya Marquez. Un video subido por un canal de Diego Maradona muestra jugadas del 10 y el mejor gol de la noche. A los 2 minutos, Diego fue trabado en la puerta del área grande por Trossero, sobre el sector derecho. Cargó su botín zurdo con la calidad que garantizó el viaje al ángulo con perfecto chanfle que dejó parado a Baley. Fue en el arco cercano a los vestuarios.
A los 21 minutos Vigliano cobró penal y Enzo Trossero igualaba, y a los 28 el desborde de Daniel Bertoni (el último en incorporarse al plantel, apenas terminó de jugar en Italia con su equipo Fiorentina), centro y aparición de Kempes para definir rasante.
Luego, la displicencia general, solo matizada por el empuje de Gabriel Calderón, que combinó varias veces con Patricio Hernández, el 10 de los suplentes, ídolo pincharrata. Al reanudarse, Valdano ingresó por Bertoni en el azul; Borelli y Gabrich entran por Trossero y Valencia en los blancos. A los 10 Pumpido por Fillol, y al promediar la etapa salió Maradona y entró Escudero. A los 19 Olarticoechea corrió por su lateral y mandó un remate muy cerrado que superó a Pumpido. Fue 2 a 2, con la recaudación de 324.835.000 pesos, más lo obtenido en carácter de derechos de TV, donaciones y contribuciones.
¿POR QUÉ SE JUGÓ EN GIMNASIA?
“Fuimos recibidos en la Casa de Gobierno, ahí sacamos la bolilla para ver en cuál de los estadios se jugaba y le gané el sortro a un amigo, Raúl Correbo, presidente de Estudiantes”. La respuesta lleva el sello de un expresidente mens sana, Norberto “Coco” Sánchez.
Aquel tiempo fue duro en lo institucional y los clubes no escapaban a la coyuntura. Una transición, o el derrumbamiento de la dictadura. En el ejecutivo local quedó al frente el ya desaparecido doctor Abel Román. La capital bonaerense cumplía 100 años en seis meses.
A raíz de esta presentación futbolística en 60 y 118, para Gimnasia quedó una «yapa» interesante: construcción del palco (el actual René Favaloro de la platea techada) y el municipio pintó todo el predio Las luminarias fueron cosa de la fecha especial. «Las trajo la secretaría de Deportes de la Nación y luego se la llevaron. Los focos que teníamos no era suficientes para la televisación”, agrega «Coco» Sánchez, de 88 años y aún ligado a la dirigencia en su club barrial, Brandsen, que en esos años era el secretario de la Divisional B de la AFA, mesa que presidía Eduardo De Luca, hombre cercano a Julio Grondona. Prácticamente todo el Comité Ejecutivo (incluido el platense Sánchez) partió una semana más tarde destino al pueblo Villajoyosa. Alicante, ciudad mediterránea con 300.000 habitantes, donde Argentina jugó los tres partidos del grupo clasificatorio.

DIEGO ERA TIRONEADO POR LA DIRIGENCIA
Con 22 años ya era estrella de la propaganda de Coca Cola con su sonrisa, y también Diego era víctima de una lucha dirigencial por su futuro. Lo daban por hecho, el nuevo crack del Barcelona, pero el 23 seguía un conflicto entre Argentinos y Boca que resolvió la Justicia, ya que el jugador militaba a préstamo en los Xeneizes (fue campeón en el Metro ’81) y se debatían por el pago del total de las cuotas. Y previo al Mundial también se interesó el Cosmos de Nueva York, y hasta Distéfano, después de sacar campeón a River (Nacional ’81) con su voz ronca se iba al Real Madrid y ventilaba que “lo primero que le pediré a los dirigentes es la compra de Maradona”.

UN TAL MARIANO COWEN DE ALCANZAPELOTA
Aquel encuentro tuvo a muchas figuras, quizás como nunca en la historia de La Plata, todas juntitas en una sola noche. Campeones del mundo de 1978, reyes del automovilismo y del boxeo. Un repaso con charlas y búsqueda de archivos nos permitió rescatar “perlitas”, donde los testigos directos del espectáculo aportaron otras cosas que no estaban en los periódicos. El fotógrafo Miguel Antunovic, muy cercano a Estudiantes y al técnico Bilardo, que recibió “el regalo de Patricio Hernández, que me dio la camiseta 10 blanca”; y una alegría infinita que sienten en el alma hasta hoy, ocho pibes de la Novena división del «Lobo», que entraron al campo para alcanzar las pelotas, entre ellos, Mariano Cowen, el actual presidente del Club decano del fútbol argentino. “Nos dieron remeras celeste Lecocq”, recuerda Cowen, aunque no está en esta foto que compartió el «Negro» Gustavo Heredia, con el resto de sus compañeros Orlando González, Guillermo Tambasco, Edgardo Matano, Fernando Chiarizia, Pablo Gregoratti y Fabián Nedbala.
“Era la gloria vivir ese momento con la Selección, el hecho de ser alcanzapelotas ya lo hacíamos en el campeonato local, pero ante semejante jugadores…” cuenta Heredia, un “5” que llegó a ser preseleccionado para un Juvenil nacional e hijo de un ex jugador de Gimnasia e Independiente. “Esa noche (añade) recién tenía 14 años —nací el 22 de mayo de 1968— y recuerdo que fui solo a la cancha”. En la actualidad se reparte entre varios trabajos, entre ellos, el de agente inmobiliario de una importante compañía, Century 21.


La pelota rodó aquel lunes 24, cuando el fin de semana había sido muy bueno en los resultados de las dos pasiones bien platenses: Gimnasia soñaba con ascender y goleó el sábado en Caseros, a Estudiantes, 6 a 3 (dobletes del “Potro” Domínguez y del uruguayo Rodríguez Rodríguez y los restantes de Marchi y Carrió; torneo de Primera B que ganará San Lorenzo), mientras que el Estudiantes de Bilardo vencía en cuartos de final del Nacional a San Martín de Tucumán (3 a 1 en la ida, en La Plata, con tantos de Trama, Gottardi y Brown de penal, en un torneo que vio ganador a Ferro).
El 25 de mayo llegó con el 172 aniversario de la Revolución de Mayo, el hecho que da sentido a la historia patria.
Estábamos en una guerra que, como bien dice Lanao, «todavía necesitamos comprender para mirarnos en el espejo de lo que fuimos».
Eran tiempos de golpes de Estado y no solo en Argentina. Aquí, los militares parecían un «partido político» y la guerra fue una «campaña» para saciar sus apetitos de permanencia en el poder. En esos momentos, mientras tanto, la gente seguía yendo a la cancha. El día después del debut en España ’82, allá en el frío de las Islas se terminaba el suplicio del conflicto bélico.
Acaso como una muestra más de la locura, el gran mediocampista Ardiles jugó ese Mundial sin saber que un primo suyo, el aviador José Leónidas, había muerto en Malvinas.
Pasaron cuarenta y tres almanaques, y en el corazón duele igual que en un principio.

