El gimnasio del boxeo Pincha está en un “bajo tribuna”, llegando por escaleras, las mismas que utiliza el socio para su fiesta de la popular de 57. Se boxea siempre que no haya fútbol profesional. Cuerdas de un ring alternativo, sesión de sombra, soga, un rincón de pesas. Este es el lugar que le cambió la vida a Ludmila Accomando Bustos, un ejemplo de por qué el deporte transforma experiencias dolorosas. Con 18 años se sumó a Estudiantes de La Plata, y lleva ocho peleas en la categoría de los 55 kilos. La piba vivió institucionalizada en un Hogar. Sentía un llamado y a través de unas visitas al Estadio, despertó para dar varias peleas.
Cinco días semanales en el Estadio «Jorge L. Hirschi» ella y su grupo de la escuela de Boxeo «José U. Menno» trabajan duro. «Quiero llegar a ser profesional y ganar títulos en mi categoría, representando al Pincha, los colores que amo”, dice cándida y segura.
La evolución de las mujeres no se detiene en una sociedad que ya no tiene actividades exclusivas para hombres. Datos en mano: en el Reino Unido, la Asociación de Boxeo Amateur derogó la prohibición contra las mujeres, que databa de 1880, recién en 2001 cuando se aprobó en ese lado del mundo el primer Campeonato Mundial femenino. En este país, ese mismo año se reglamentaba la práctica del boxeo para las mujeres (25 de marzo de 2001, con la licencia número 1 para Marcela Acuña).
—¿Queres hablar de tu pasado?
— No me molesta hablar de mi historia. Me fui con 13 años al Hogar municipal mixto, y le di gracias a Dios cuando ingresé. Además, iba a un lugar que no conocía y podías cruzarte con cualquier cosa. Me crié con gente que me decía cosas negativas, maltratos, fui fuerte y en el Hogar me enseñaron a vivir.
—¿Cómo llegaste al Club?
—Un día fuimos con el Hogar a una visita al boxeo de Estudiantes, y ya en la segunda oportunidad, le pedí al profesor que le diga a los directivos del Hogar que quería empezar. Desde chiquita que me gusta boxear, pero mi papá nunca me dejaba.
En el brazo izquierdo lleva el dibujo de dos guantes rojos, una banderita y la leyenda Boxeo Pincha. En el gemelo de la pierda izquierda el rostro rugiente de un león; y en el muslo de la misma pierna a la “Pequeña Lulú” (personaje de historieta de otra época que tampoco vivió, en la década del 40). “Quiero que Lulú se vea cuando peleo”, sonríe. “En el hogar no me dejaban tatuar, pero ahora tengo siete”. Pero su rostro se vuelve muy serio cuando habla de “After”, tatuaje que “no significa joda, como podría pensarse, sino después… Empecé una nueva vida después que conocí el boxeo”.
Encontró un grupo de pertenencia, compañeras de la vida misma, entre ellas, Lucía Pujol, una estudiante de antropología, que modela un buen estilo boxístico, “trata de cuidarnos, es comprensible y calma”. Describió a Paula Gimenez “a la que decimos La Tóxica, pero es toda dulce, adorable, pero cuando sube al ring va para adelante y mete cada trompazo”; Dalila Bianchi, nacida en Chivilcoy, y Julieta Moyano “que hace recreativo y nos acompaña a todos lados, hay una amistad muy linda entre todas”. Se sumó recientemente Selene Olguín.
“Que la foto sea con el grupo”, vuelve a pensar en ese grupo de pertenencia, la familia que deseaba encontrar, como si buscara revancha frente a una historia de dolorosas ausencias.
.Accomando Bustos tuvo un debut tan fuerte como su vida. “Buscaban rival en Chubut y fuimos, nos pagaron el alojamiento y el viaje en avión. Perdí, pero también dolieron las críticas que escuché de los que relataban”. No había pasado ni un año del día que probó un entrenamiento, cuando en julio de 2022 llegó a UNO como sorpresa Luis Oscar Martin, el preparador físico de la Selección Argentina. En marzo de 2023 tuvo la licencia de la Federación Argentina (FAB), y un mes después conoció a Sergio “Maravilla” Martínez, que con sus múltiples hazañas y su mística brindó a los púgiles su Masterclass, que para Ludmila significó “un shock”.
Suele usar pañuelos en la cabeza, como si en ello emulara a Sadaf Rahimi, la boxeadora afgana que se plantó al patriarcado en un país donde el deporte femenino es tabú en un país conservador.
“Me identifican los pañuelos, uso de distintos colores. No te olvidás de donde venís y que hiciste una vida nueva”, resalta Ludmila, que siempre busca hacerse tiempo para entrenar. Lo hace en doble turno, de 9 a 11 y de 19 a 21.
Tiene otro tatuaje, muy visible, a la altura del plexo, es una fecha: 1976.
—¿Qué simboliza?
—La Noche de los Lápices.
Con reflejos para la nota, avanzamos en un hecho que en la ciudad de La Plata representó una serie de secuestros y asesinatos de estudiantes de secundaria ocurridos durante la noche del 16 de septiembre de 1976 y días posteriores.
—¿Qué supiste?
— Lo vivo como si fuese algo que pasé. Cuando los chicos de la escuela lucharon por el boleto estudiantil. Leí, investigué, fueron guerreros, pasaron por muchas cosas. Para mí es una fecha linda por eso, pero triste.
Estudiantes canta esa canción en clave social. El pasado viernes, por la tarde, mientras las chicas de vóley iban entrando por 115 para recibir a Boca, muchos vieron pasar a un grupo de niñas y preadolescentes, muy contentas, que venían del boxeo. Eran todas chicas de la Casa de Abrigo Municipal donde alguna vez vivió Ludmila. Otras veces, los y las púgiles compartieron con el Hogar Convinvencial “Rosa Ciampa” y el Hogar Providencia “Marquez”, todos cercanos al Estadio UNO. En ello trabajó la Fundación Estudiantes, un órgano del Club que articula programas inclusivos como «Pibes y pibas a la cancha» e «Infancias Pinchas», dos exponentes de la sociabilización.
Nunca peleó en UNO y bancó de visitante en ciudades como la sureña Comodoro Rivadavia, Tandil, Chivilcoy, Olavarría y Mechita. Dos veces subió a un ring con cámaras de televisión de TyC Sports Play, “peleas que pueden verse en una Aplicación del canal”.
A menudo, de las derrotas surgen cosas positivas. “En la segunda pelea que hice me quedó una amistad con mi rival, porque las dos veníamos de perder”, recuerda Ludmila, que éste fin de semana recibió una invitación para viajar a la ciudad de esa púgil.
—En esta institución que es espejo mundial se insiste siempre en los valores, ¿cualés te inculcaron?
—Nos enseñan a ser mejores personas, a ser humildes, a respetar, a no hacer diferencias. El boxeo me enseñó a confiar en una misma, además de ser mejor sparring. Esto es como una familia. Me adapté rápido gracias a ellos y me cambió la forma de pensar. Empezar el día con el entrenamiento me calma la mente, y me queda ánimo para todo el día. Pienso que la motivación se puede ir, pero lo importante es la disciplina. Pienso sumar 3 o 4 años de amateur y se verá si estoy para profesional. No es mi decisión sola.
Yessica Lofredo es una referente en Estudiantes. Lleva diez años persistiendo con los puños. Ludmila dice de su amiga: “Muy experimentada, porque guantea con otras chicas que están avanzadas y también trabaja con nosotras”.
Yessica se acercó en un tramo de la entrevista. “¿¡Nos vas a sacar una foto con éste pelo!?”, bromeó. Paramos de grabar. Venían de guerrearse tres minutos en el último round. Ludmila lleva tatuada la palabra Yessi, con dos corazones. Hay una relación de hermandad. Yessica le recuerda con el bucal puesto una frase casi inentendible: “la otra vez me dejaste doliendo el maxilar, acá”, nos cuenta la de 35 años, y confirma la evolución de la pequeña: “Perdió el miedo”.
Compartir, trabajar, como ya decía un maestro que se llamó Osvaldo Zubeldía, como el único camino que puede llevar a destino. En el boxeo tiene tres responsables de un orden, de la consigna de «todos para uno». De Franco Meckievi (preparador físico). De Rogelio Manuel Bustos (nieto de un dirigente de la presidencia Mangano, el doctor César Argentino Bustos, además de abogado destacado en la Provincia). De Luis Rivera (santacruceño, técnico de boxeo que trabajó en el tolosano club Villa Rivera, abogado de profesión y al que este finde le festejaron el cumpleaños por sorpresa). «Entrené a chicos del que decían ‘este va a ser campeón mundial’, pero acá Ludmila encontró la resocialización, y ahora el potencial deportivo dependerá de ella, aunque su éxito personal ya es una realidad”, opina Luis. “Lo importante es que es aplicada, muy buena compañera, la que más bromea y la quieren”, afirma «Rocky» Bustos.
Conseguir rivales, organizar festivales, solo una parte de la lógistica de este mundillo. Lo que no se ve, es el cada día de las prácticas, un triunfo de la elevación humana. El Boxeo Pincha da bien en la balanza de la inclusión y el deporte.
Como cada día en que vienen chicos o chicas de algún Hogar.
Como le tocó a Ludmila, cuyo destino de resurrección se familiariza con el de este Club. Curiosamente, cuando ella nació en 2005, hacía un mes y medio que la vieja cancha de tablones quedaba con la faja de clausurada por la Municipalidad. Parecía difícil, pero un día se despertó para construir un mañana mejor, como Ludmila.
Que tras las fiestas, se tomó tres días y ha vuelto hacia la calle 1, con el paso por 55 en el que merienda un café con medialunas saladas, para bordear el bosque y tomar 115 donde se saluda con los empleados de La Garita. Una vez abierto el portón, subirá entonces hasta 57, para vendarse, hacer soga, bolsa, guanteo y, con el amor propio de quienes supieron empezar de nuevo, le hará sombra a su propio pasado, hasta dejarlo nocaut.