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Toda la grandeza y vigencia de Everton en el espíritu de su actual director técnico

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La calle 54 y 26 era la vía obligada por donde los jugadores de la Liga Amateur entraban a la cancha del Parque Vucetich (ex San Martín), habilitada para sus partidos increíbles desde 1960 a 1995. Una cancha que pertenece al Centro de Fomento General San Martín pero sigue en la memoria como “la cancha de Everton”. El club que este 9 de abril celebra su larga vida de 119 años, siendo uno de los que arrancaron la competencia en La Plata, enfrentando a Estudiantes y Gimnasia. Hoy, con un predio amplio en la zona sur, el Aeropuerto, con doble competencia en Liga Amateur y AFA, y con la dirección técnica que desde hace 18 años tiene a un mismo hombre, Gustavo Luis Bianco, de 54 años, casado y con dos hijos adolescentes, que al igual que muchos “Decanos” que leen esta nota no pueden creer cómo cambió todo, desde aquella cancha prestada, donde Bianco jugó su primer partido. Entonces, con 21 años, libre de Gimnasia, llegó para jugar directamente en Primera división el sábado 24 de abril de 1993, ante Los Tolosanos, rival que venía de ganar dos de los últimos cuatro torneos y que, con un gol en cada tiempo, se llevó la victoria 2 a 0. Afuera, con bastante público, entre eucaliptos, fresnos, tilos y alguna palmera, estuvo asomado al alambrado perimetral del Parque San Martín don Fausto Bianco, su padre, en adelante un hincha que adoptó a Everton con tanto cariño como al Lobo. En una imaginaria votación, hoy nadie dudaría en relacionar el apellido Bianco con Everton, como uno de los que antiguamente lo fundaron en una casa de la calle 58 y 16 (numeral 1244), propiedad de don José Benito Vallejo, a principios del siglo pasado.
Volvamos a la primera tarde de Bianco, al partido en el que los once de azul y amarillo fueron Pablo Barros Schelotto; Leandro Milman, Marcelo Pelaez, Marcelo Mazzacane, Carlos Segovia;  Mauricio Girotti, Gabriel Crivaro, BIANCO, Giócolo; Bartolomé Martínez y Hernán Vicente.

Bianco recuerda que fue el director técnico de ese momento, Daniel Espinoza, el que lo recibió un jueves, en el parque. «Fuimos con Hernán Vicente y después de unos 20 minutos de fútbol, me sacó y me mandó a la sede a firmar unos papeles ese mismo día”. Espinoza —ya fallecido— fue uno de los pibes de Gimnasia que en 1970 aguantaron la semifinal con Rosario Central, cuando días antes de jugarse el pasaporte a la final del Torneo Nacional, los profesionales y los dirigentes entraron en un tironeo por “los premios”.
Esa Liga Amateur había empezado a tener una primavera con algunas figuras que no encontraron chances, ofertas o libros de pases abiertos, y recalaron en pleno amateurismo. Como Ruben Agüero (venía de jugar en Deportivo Quito de Ecuador) y Marcelo Zamora (jugó en Estudiantes en 1983 en el torneo local, como jugador que alternó mientras los titulares afrontaban la Copa Libertadores), ambos, compañeros de Bianco en su año de largada. Pero el nuevo terreno de juego no era parejo y los rivales con más ganas de defenderse con pierna fuerte. Ya el segundo partido, de visitante en la cancha de INDECO, frente a El Cruce, Bianco se tomaba los pelos porque su amigo Hernán Vicente (hijo del recordado ex presidente Roberto Vicente) recibió una infracción que lo tuvo muy mal. Los dos habían jugado en las inferiores de Gimnasia, en la 71, “se pegaba, sí, pero nunca me había lesionado. Ese día se me llenó de sangre la pierna y me cortaron para que drene”. Con el tiempo, un hijo de Gustavo fue apadrinado por Hernán, y la elección fue a la inversa cuando el delantero fue papá.

El torneo del 93 —el primero con Bianco—al fin Everton podía aspirar a jugar por un título luego de cuatro años en que se festejaba la permanencia . La clasificación costó sangre, sudor y lágrimas, precisamente en una última fecha donde el rival Lenci terminó con seis jugadores (el último expulsado le pegó a Bianco) y los evertonianos lograban el triunfo en cancha de Montoro y el pasaje a la Zona Campeonato. Sus pases al claro eran el oxígeno de un equipo que empezó a ser protagonista.
En el 94 siguió la mejoría, con más juventud que llegaba de Gimnasia y en el 95 la consagración después de 48 años, en la ciudad de Berisso, el 1 de noviembre, con un empate ante Unidos de Olmos que dirimieron por penales. La violencia también dijo presente esa tarde soleada. Bianco, con la 5 en su dorsal, metió un gol en la serie desde los once metros. Fue el segundo goleador del equipo con cinco goles —dos menos que su amigo Vicente—. La felicidad del momento aún se paladea en los dichos del técnico Carlos Sparvieri que lo catalogó como “un jugador muy posicional, de muy buen manejo de pelota y uno de los mejores jugadores con cambio de frentes acá en la Liga, nadie pasaba la pelota como él, de un lado y de otro”.

Pablo Ricciardi representa actualmente mucho en Tricolores y en los noventa su juego fue motivo de una convocatoria para la Selección liguista. Así conoció a Bianco, “un rival al que daba placer enfrentar. Más tarde, me lo cruzo ya él como técnico y yo en la dirigencia, y en parte por su personalidad muy abierta y amable, en las charlas era de mostrarte algo para que uno pueda crecer”.
Bianco se recibió de contador y al rato “contó” una estrella más como jugador en una inolvidable fiesta deportiva, el día que La Plata cumplía años y definía la Liga en el mítico escenario de 1 y 57. Una final muy disputada con Alianza que finalizó 2 a 2 el jueves 19 de noviembre de 1998. Aparecieron por el túnel Marcelo Ferreyra; Alejandro Sarmiento, Luis Palhao, Marcelo Mazzacane, Rodrigo Tito; Martín Mendiburu, Sebastián De los Reyes, BIANCO, Sebastián Demarco; Sebastián Abdala y Juan Illia. Pasado el tiempo se supo que “El Chaucha” quiso jugar lesionado, hasta que no pudo seguir, a los 10 minutos del segundo tiempo, reemplazado por Sebastián Mazza.
Cuando Everton irrumpió en el Torneo Argentino B 1998-98 sumó como refuerzo a otro ex compañero de la adolesencia en la 71 de Gimnasia, Alejandro Andrada (actual entrenador de arqueros de las juveniles triperas). El “Gato” se agigantó en sus vuelos y resultó figura ante rivales de fuste, como Huracán de Tres Arroyos o Yerbatero de Misiones. “Pude compartir las últimas de Gustavo, un 10 de los viejos, que hacía jugar a todos, o bien en el medio para manejar como un patrón de estancia. Una de las mejores zurdas que vi en la Liga, junto a la de Demarco”.

Rafael Sastre, su amistad más grande, desde Miramar atiende la llamada y se suma a los saludos por el aniversario de un Club que también aprendió a querer. Se conocieron en el barrio Hipódromo y se trataron cuando entró a trabajar en 1984 al taller de chapa y pintura del papá de Gustavo. “En las vacaciones de verano don Fausto lo hacía aprender el oficio de mecánico”. Era un pequeño de 13 años y terminará la carrera de contador. Pero el amor a la pelota fue la propulsión de esta relación, con un ingrediente extra: en las categorías formativas de Gimnasia, don Angel Mariscal (padrastro de Rafael) y Fausto Bianco, dejaron horas de sus vidas y un afecto perdurable en generaciones de jugadores. Un refrán dice que “el fruto no puede caer muy lejos del árbol”.

En 2002 se sacó la camiseta y secándose esas lágrimas secretas de todo jugador, se alistó para empezar una historia como Director Técnico. La primera etapa floreció entre los pibes de Quinta en 2003, una Cuarta en 2004, para pasar a la Primera en reemplazo a Sparvieri que “en 2005 no pudo seguir por laburo”. El primer torneo fue en dupla con Hernán Vercesi. Este, con los detalles que lo pintan en el oficio de DT, suele recordarle a Gustavo “su primer día en el Club, que en realidad fue para los dos”. “¡Tenía una remera celeste!”, tiró sonriente quien hoy vuelve a acompañarlo, como ayudante de campo.
Aquel «Decano» tuvo este once base: 1 Leandro Pratto, 2 Bruno Ceraldi, 3 Facundo Mocoroa, 4 Sebastián Salguero, 5 Alejandro Vallejos, 6 Federico Catriel, 7 Federico Pereyra Díaz, 8 Damián Nicolini, 9 Luis Martin, 10 Juan Reichenbach, 11 Fernando Guadarrama.
Festejaron los 200 goles del «Luifa», el actual preparador físico de la Selección Argentina, que también iba dejando su etapa de jugador para terminar la facultad.

La posta volvió en 2006 a manos de Sparvieri, hasta que éste terminó su romance con Everton. Desde entonces, Bianco fue “solista” desde 2007 hasta el presente, ¡18 años consecutivos! El sentido de pertenencia, la rutina feliz, como la que en Brown de Adrogué lleva Pablo Vicó, quien en marzo empezó su temporada 15 en Primera aunque en su caso sea un ámbito donde el fútbol se rige por contratos.
Si bien lo de Bianco es amateur, no le envidia a un trío de personajes públicos, íconos de Europa, que han llevado rachas impresionantes. El francés Guy Roux en el AJ Auxerre alcanzó 44 años al mando del equipo desde 1961 a 2005 (el período tuvo una pequeña interrupción en la temporada 2000-2001). El vínculo se inició en la Championnat National (tercera división francesa, amateur) y se convirtió en profesional al jugar la Ligue 1 francesa.​
En la tabla de “la continuidad” le siguió con 25 años Alexander Ferguson en Manchester United (1986 a 2013) y con 22 años Arsene Wenger en el Arsenal de Inglaterra (1996 a 2018).
Pero Roux, de 85 años, no trabaja más, y “Sir Alex” Ferguson, a sus 82, también dejó; “Le Professeur» Wenger tiene 74 y otros roles como dirigente deportivo, siendo director de desarrollo de la FIFA. En la Argentina, Vicó, de 68, y Bianco, de 52, no piensan en los récords del Libro Guinnes y solo desean la supervivencia de sus instituciones donde también se ponen la pilcha para laburar.

El éxito lo siguió como si fuese su propia sombra, o su obsesión por tener a Everton en lo más alto de las posiciones. Cuatro títulos en el torneo regular (bicampeón 2010, Clausura 2011 y Apertura 2014); tres tres títulos por Copa de Campeones (2016, 2020 y 2021) y dos ascensos en certámenes el Consejo Federal de AFA.
Hubo una tarde fría de 2013, el 2 de junio, que se volvió la más calurosa de la historia de Everton al pegar el salto del Torneo Argentino C al Argentino B. Lo consigue a mil kilómetros de La Plata, en Tres Algarrobos. Los héroes amateurs fueron Julián Bidondo (autor del gol agónico que llevó a esos remates) y el arquero Maximiliano Mareco (responsable de atajar dos disparos). Además, son parte de esas páginas del libro dorado José Alvarez, Gastón García, Leandro Felices, Damián Nicolini, Federico Catriel, Gastón Ibañez, Matías Chapetta, Pablo Ferretti, Facundo Acha, Federico Reichenbach, Leandro Díaz Peña, Maxi Yalet, Juan Cruz García y Rodolfo Llanos.

Cinco años consecutivos permaneció Everton con viajes y sacrificios económicos donde no faltó el aporte de los mismos muchachos que defendían la camiseta. En un tropiezo deportivo las fuerzas no decayeron y el 30 de abril de 2018 logra reconquistar la divional del Consejo de AFA, el Federal B.
Federico Catriel es el jugador que más dirigió Bianco. Libre de Estudiantes (donde fue campeón en Cuarta de AFA) llegó al Club en 2003 cuando todavía no tenía el predio y desde entonces siempre está, salvo un par de años donde fue a préstamo a clubes de Magdalena y de Pehuajó. Con 41 años integra la zaga central en este torneo Apertura 2024 y la razón de su esfuerzo es la motivación que genera el grupo y una buena persona como Gustavo que «me ayuda a encarar con madurez temas de la vida, como los consejos desde que fui padre”. Catriel confiesa que en esos días que no jugaba en Everton, solía volver los jueves para ser el cocinero a pedido de los muchachos. En esos terceros tiempos, una vez Bianco, manteniendo la distancia de técnico, le marcaba el camino. “Ya estás acá, ¿Cuándo te cuento otra vez en el equipo?».
La guapeza y el gol fueron sinónimo de «Mono» Ferretti, quien ha sintetizado el estilo Bianco en una frase que «tanto nos ha inculcado él y que los más grandes transmitimos a otras generaciones: el orgullo de pertenecer».

En agosto de 2016 despertaron sin saber si era realidad o ficción la presencia de Leandro Benítez, el talentoso “Chino”, uno de esos regalos que de vez en cuando propicio este fútbol. El ex pincharrata que había levantado la cuarta Libertadores quedó a disposición de Bianco. “Que la pelota pase por el Chino”, fue la consigna del pizarrón evertoniano. Pero en la experiencia más de uno interpretó un poco más el fútbol como un sacrificio.
Gastón Galarza tenía 21 cuando sufrió un dolor inmenso al no firmar para el club de su barrio, de su familia, Villa San Carlos. Las heridas se curaron pese a “encontrarme con una Liga desconocida donde decían que me iban a moler a patadas en canchas feas; encontré a un tipo que me dijo ‘vení, ganate el puesto y vas a sentirte muy importante’. En Everton aprendí de la buena energía de un vestuario sano, algo que transmite el cuerpo técnico y la dirigencia desde que pasás el portón del Pachi Funes”.
Damián Pasalagua, entrenador de Brandsen, se entusiasma al hablar del colega Bianco. “Te aclaro que te mantenés por los resultados, eh; el sistema es así, sino te descartan, ya sea un grupo de amigos o un proyecto a lo Gallardo en River. Hay que estar en el día a día y para resolver tenes que estar capacitado, y además a Bianco en Everton le sonrió la vida. En este ambiente nos conocemos todos y sé que es querido por sus dirigidos”.
Jorge Casanueva, campeón varias veces con ADIP, dirigió por última vez en Lezama, “y me elimina este Everton. Bianco me parece una persona muy correcta y hay que sacarse el sombrero porque siempre ha sido protagonista”.

Everton participa hace un par de meses en la nueva categoría creada en la AFA de la era del «Chiqui» Tapia. El Promocional Amateur (un Sub 25) tiene a catorce clubes por un gran objetivo, llegar a jugar en Primera C en 2025. “La idea es poder disfrutarlo y estar a la altura, con muchos chicos formados en casa”, piensa en voz alta el hombre que suele usar gorrita con vicera y hablar pausado, mirando a los ojos, como lo hace en casa con los hijos que vio crecer, Diego Bianco de 19 y Camila Bianco, de 21, se casó el año pasado con el futbolista Tomás Muro (hoy viven en Rusia).
El compañerismo es un espíritu que se pasea por 7 y 629, el predio Oscar “Pachi” Funes, nombre que representa el amor de un hincha por los colores, el hombre común y corriente, laburante y apasionado como los que recorren la Liga. Esos que encuentran una salida sana y les cuesta dejar. Como le pasó a aquel capitán que es presidente, Marcelo Mazzacane; al preparador físico que ahora es Director Deportivo, Gonzalo Uranga; a Marcelo Miceli que ganó muchas medallas y copas y muchos más abrazos para que su gente lo eligiera técnico del Senior y hoy dirigente; a Hernán Vercesi que marcaba la punta izquierda en reserva y hoy coordinador el femenino, mientras ayuda en lo técnico a Bianco; a Hernán Vicente, el que recibía los pases al centímetro y acaba de regresar como protesorero. Todos se encontraron allá por abril de 1993, en que Marcelo Fortes tiraba sombreros en la reserva para seducir miradas de hinchas del viejo barrio. No se termina de explicar es lo de «El Negro”, que está mucho más que en las banderas, pero la vida nos pone a prueba y nos trae a préstamo. “Hace dos años él arrancó con esto de afiliarse a AFA, y si bien estábamos todos de acuerdo con la idea, Fortes fue gran artífice, por el empuje y la convicción”, razona Bianco. Es la comprobación que los locos cuerdos como Fortes son los que encaran las obras de los clubes. Una de ellas, una tribuna detrás del arco que concluye con la sala del Departamento de Fútbol Fausto Bianco, el querido «viejo» que no le faltó nunca a Gustavo, hasta que llegó su adiós. Otra vez la finitud de la existencia. Pero las instituciones quedan.

El almanque habla de 9 de abril y es el cumpleaños de «El Decano». Lugar en el que este escriba vivió un pedazo de su juventud. El próximo año serán 120 y mil historias que quedaron en papeles amarillentos y relatos orales se agrupan en la mente, como los jugadores sedientos de triunfos lo hacen alrededor de una pelota.
Por allá, cuando el cansancio le gana a los cuerpos y la cabeza piensa en otra cosa, se oye un ¡Vaaamos, Evertooon! Un grito que parece estirarse con los brazos hacia el cielo, como si del más allá pudiera verse a «Pachi», el mismo hombre que entraba con el bidón de agua y el aerosol para ayudar a Bianco en los primeros partidos, en «la cancha de Everton» que nunca fue de Everton. La que tenía entrada por 54 y 26, por donde suele pasar Gustavo en su auto. “En lo posible trato de pasar despacito y la miro… Ahí fueron los primeros años, qué linda época”.
En esa frase, antes de cortar, se puede encontrar la razón de estos 31 años de un tipo especial para un club amado. El que nació como 25 de Mayo y en medio de un fervoroso grupo que había visto el toque del Everton inglés en un amistoso en nuestro país (4-0 ante Alumni) votaron para cambiar el nombre, asamblea mediante. ¡Qué lío se hubiera armado hoy! Lo que nunca cambió fue el sentimiento. 

Parados: Pachi Funes, Coluzzi (ayudantes), Splendido, Segovia, Menghini, De los Reyes, M. Salinas y Mazzacane. En cuclillas: Hernán Vicente, Polo, González, Mendiburu y Gustavo Bianco

Con el estreno del natatorio, ahora sí, San Cayetano completó su paraíso

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No tiene una estación de servicio, no tiene cajero, ni farmacia, pero tiene el confort y la tranquilidad que toda persona necesita; ni construcciones en alto, ni encontrará señal de Wi-Fi en sus playas, pero todo aquel que sepa apreciarla, dirá que es suficiente, que a la Villa Balnearia de San Cayetano no le falta nada. Bien decía mi padre, “rico no es el que más tiene sino el que menos necesita”.
Desde el domingo el oriundo sancayetanense tiene un orgullo, ya que a la tradicional oferta turística le añadió una obra a lo grande y ahora, parece que sí, que completó su pequeño paraíso: dos novedosas piletas “de arena”, que consiguió recrear la idea de estar en la playa. Divididas por un puente, una para mayores y otra de menores, con profundidades de 1,20 metros y 65 centímetros, respectivamente. Llena de detalles: la cascada símil piedra, con tobogán; un puente; las rocas decorativas; revestimiento atérmico en veredas; y de yapa, los juegos para los pequeños y el hidromasaje para los adultos.

Don Miguel Angel Gargaglione, un intendente que hace gala de la transparencia en su gobierno (www.sancayetano.gov.ar) y no por casualidad es reelegido desde hace 16 años, con la emoción en su discurso que habla de su pertenencia, y “el salto de calidad” que significa la inauguración del Complejo Recreativo Aguas del Pinar. Una importante inversión lograda con bienes de capital de la comuna, fruto de los fondos municipales recaudados con el remate de lotes en el balneario, la toma de un crédito blando de la Provincia y recursos de Rentas Generales.
La maravilla comenzó en la mente de Alfredo Irigoin, arquitecto y ex intendente de Laprida (16 años ininterrumpidos), que detalla que el trabajo en Aguas del Pinar fue en cuatro segmentos: estacionamiento; piletas; solárium con mucho espacio verde; y plaza con canchas de fútbol 5, beach vóley, juegos para chicos y pista de salud.

Este cronista se anticipó unos días, antes de largar la temporada alta, siendo testigo de sus días y noches diáfanos en plena Nochebuena, de una ciudad que está entre las menos pobladas de todas las de la Provincia, a 90 kilómetros de Necochea, a 200 de Mar del Plata, a 500 de La Plata.
Primer dato, que servirá para tantos que como este escriba no se trasladan en vehículo: ¡Se puede arribar en ómnibus! Resalta esto porque muy pocos sabían cómo. Bastó con las ganas y algo de logística, porque a éste Balneario hacía tiempo que no apuesta el servicio de alguna empresa de ómnibus de larga distancia. Fue preciso estar atentos a la parada en Orense (Garita de los Bomberos), sobre la Ruta Provincial 72, y articular con un remisero para que allí espere la llegada puntual del Vía TAC. El segundo paso fue el trayecto por el camino de ingreso, unos 18 kilómetros por camino de tierra bien compactada. De hecho, la ciudad cabecera de San Cayetano está aislada de la villa balnearia unos 77 kilómetros. Del otro lado, son 9.611 habitantes, según el último censo.
En el acceso mismo del único camino que nos adentra a las soñadas vacaciones existe un policial donde se sabe quién ingresa y quién egresa. Aquí puede que esté la clave del eslogan de Ciudad Segura, ya que en el balneario el último antecedente de un robo data de 2018. Seguimos bañados de sol y expectativa por un paisaje agrestre, de hectáreas sembradas con trigo, girasol y maíz, por las familias que persisten en el negocio del agro.

“La otra opción era que sacaras un pasaje hasta la localidad de Adolfo González Chaves y combines con otro micro hasta San Cayetano —a la terminal de su cabecera—, donde algún vehículo de alquiler podría dejarme al Balneario. Eran tres pasos. En fin. “Nos queda lejos, pero lo disfrutamos muchísimo”, me suzurra el amigo Sebastián Arias (de la Dirección de Educación y Cultura) que se recibió de periodista en La Plata, donde añoraba siempre a sus santos, San Cayetano y San Lorenzo de Almagro.
“Máxima 20”, el cartel con señalización vial está en todas las calles, sin capa asfáltica, que hacen a la esencia del lugar. Las pares corren paralelas al mar, con nombres de las bondades naturales que armonizan: la 14 es Los Aromos, la 12 Las Acacias, 10 Los Eucaliptus, 8 Las Gaviotas, 6 Los Pinares, 2 Las Dunas; y las calles impares, con el reino animal, 9 El Salmón, 7 Los Pejerreyes, 5 Los Patos, 3 Los Tamariscos. El Parque se llama “del Mar”. “En veranos nos visitan unos 15 mil turistas”, cuenta Victoria Serrano, coordinadora municipal de Turismo. Mayormente están llegando familias bonaerenses, de CABA y de AMBA, tandilenses, platenses, y muchos de Necochea y Tres Arroyos, los distritos limítrofes.

Alojado por uno de los cuarenta residentes permanentes, don Martín Gago, quien construyó dos casas tipo espejo con los ahorros de toda una vida, y el certificado de buen tipo que le han dado por su forma de actuar, laborioso, de los que dan una solución para todo, pintar, soldar, cortar el pasto, el contagio de quien miró mucho a su padre. Martín tiene el cartel de “vendo combustible y leña”, y un cuatriciclo que estaciona con la llave puesta. Su rutina suele finalizar en un atardecer con vista océanico, una matera y charlas entre amigos, como los guardavidas de las dos bajadas.
Y ofrece tanto sus residencias (celular 2983 560894) como el paseo en el cuatri para visitar “El Pagrus I” que era un barco pesquero perteneciente a la flota Costa Brava, de Mar del Plata, que encalló en esas costas en abril de 2006 y que a raíz de una sudestada de 2021 se partió en dos por la fuerza del mar. Está a unos 9 kilómetros hacia la zona del balneario Orense.
Cuando planeaba acercarme en bicicleta, Victoria me advierte que «se puede ir caminando porque es un trayecto de arena muy blanda, o bien con un vehículo doble tracción». Además, están las reglas firmes del ente municipal que con los rodados prestados no se puede circular por la zona de playa. Es un buen motivo para andar por caminos de aventuras. Uno puede tener la bici por una hora, con solo dejarles el DNI y el papel firmado, con la palabra de volver en una hora para que puedan utilizarlas otros turistas.

Contemplaba una tarde sus casas bajas, de distintos estilos. Serán unas ciento veinte, y no aparecía una reja en ventanas. San Cayetano tiene valores y una organización que incluye a varios sectores sociales. “La temporada estival es un momento de renovación, de reencuentro con la naturaleza y de fortalecimiento de los lazos comunitarios”, asegura Carolina Alvarez, de la Asociación Playas San Cayetano.
Subidas y bajadas en una zona verde que se asemeja a Cariló por sus pinos. Más allá, se ven los futbolistas de Fénix, de la tercera categoría de AFA, que corren en sus médanos, una pretemporada que los lleva a pasar cerca del Médano de la Cruz y persignarse por ese ascenso. La primera vez que un club de AFA eligió este balneario fue Villa San Carlos (1993) y cuatro meses más tarde lograba su primer título.

El apetito se abre con un nuevo día y en el pan “riquísimo porque nuestros campos son fértiles y hay buen trigo”, deslizan con el tono campestre y una inmensa gratitud a la madre tierra. Tres molinos harineros, uno de ellos con 70 años de tradición.
“Sanca” tiene su boliche bailable, pero en sonidos, no hay nada como sus amaneceres con el coro de aves, como el Cauquén Colorado, uno de los pájaros comunes, que migran entre la patagonia y San Cayetano donde llegan a procrearse. Tal vez, si el viento silba, por ahí traiga el rumeante sonido de unas vacas. Tal vez por la empatía y la paz del lugar llegó hasta sus arenas un ejemplar juvenil de elefante marino, uno de los que hacen su viaje hacia la Península de Valdez y buscan descansar, como lo vimos frente al refugio de guardavidas.

Sonrisas, calidez, como la de Claudio Bilbao a sus 58 años, dueño del restaurante, con una cocinera experta en pescados Caridad Fernández, dominicana, e Iván Tessone, de 72 veranos, portador en sus ojos claros de la energía del mar. “¿Te reservo la mesa entonces para esta noche…? Dale, flaco, muy bien. Sí, quedate tranquilo que no pasa nada, lo único malo es si venís caminando, no te tropecés”, bromeó Claudio, que fue camionero y unía Sanca con Parque Patricios hasta 2013 al pegar el «volantazo» de su vida y pegarla bien con esta cantina. No se rinde por las crisis recurrentes de la Argentina, le busca la vuelta, como alguna vez hizo “papá que trabajaba con cuero y lana hasta que el mercado se fue apagando; ahora, el negocio es gastronómico”. Cultura del trabajo que transmitió a su hijo, fabricante de los helados “Dolce”, recién estrenados en el Balneario.
“Acá los asados son increíbles”, comenta otro lugareño”. Una de las razones se llama Ochandio, un pueblo a 20 kilómetros donde producen cerdo y, como en tantas ciudades del sudeste bonaerense, tiene su propia celebración, la Fiesta de la Salchicha Parrillera.
Cualquier rincón es amigable. Solo hay que andarlo de puntillas, para no romper el hechizo.

En la silenciosa noche disfruto de la charla con una familia tipo, cuyo jefe de familia tiene unos cincuenta y el cuerpo de atleta que conserva de los años en River, cuando fue campeón de salto en alto, llegando a competir para la Selección nacional.
Otra caminata con Pedro, criado en La Plata y radicado en Bahía Blanca, desde donde suele volver a la ciudad natal por el amor hacia Estudiantes. “Todos los 8 de diciembre llegamos a San Cayetano”, me presenta a Natalia y a su pequeña hija Azul, que construye su propio paraíso de juegos y amistades, con la tranquilidad de permanecer hasta bien tarde, bajo el “farol” y el repiqueteo de una pelota.
También por las noches está lo de Analía para quien desee de algo rico. Desde hace cuatro años, cuando empezó con su hija a vender cosas dulces en el propio living de su casa al bello sueño hecho realidad de un lugar confortable donde se degusta comida casera y los más ricos postres (instagram: analiastefanopasteleria).

“La plaza es chica y esta temporada los que tienen buenos precios, alquilan. En mi caso tengo la clientela que viene siempre”, comenta quien trabaja como administradora de las cabañas “Amanda y Palmira” y la “Casa Pez”, Natalia (291 527-8098).
La villa cuenta con tres campings (Municipal «El Refugio», el Villa Angosta y el «24 de Febrero») con servicios y unas 195 plazas entre cabañas y viviendas en alquiler. Cuando alquilé no había salido el DNU presidencial y me mantuvieron el valor de 30.000 pesos el día, que fue un regalo navideño.
Pero San Cayetano, al que le faltan cosas pero llena el alma, tiene eso que solemos decir cuando se la pasa muy bien: “No tiene precio”.
No tiene una estación de servicio, ni tiene una farmacia, ni tiene cajero; y hasta para conectarse a internet en la playa, hay que raspar una tarjeta, como hacíamos hace tiempo.
Se van los vecinos hacia el oeste del conurbano. Escucho un poco de música, Detrás del muro de los lamentos, como la canta Paez: “Todo resulta un juego, que quita el miedo… Y se detuvo el tiempo”. Sí, Fito, acá es así exactamente. San Cayetano, como ellos sienten, es «el lugar donde queremos vivir».

“No podemos dejar de volver”, confiesa Leo, de City Bell, que viene con su mujer Tini y su hija que ya había disfrutado de un sendero perfecto para la bicicleteada, 3 kilómetros de verde paisaje que los llevó hacia el mirador de la laguna La Salada.
San Cayetano es ecologista, a pesar de que la naturaleza está enojada y la laguna se ha secado bastante. Tiene el arroyo Zabala, con salida al mar, una reserva natural que no está abierta al paso del turista. Su colonia de vacaciones y su Sala de Primeros Auxilios. Su espacio deportivo para paletear y tirar al aro.
Parecía completo cuando la política planificó para marcar un antes y un después, con una fabulosa “pileta de arena”. Desde el primer día ya vislumbraron la ventaja, que avizoraba el vecino Gago, porque “en la playa el viento y la arena molestaban”  mientras del otro lado de la villa, el Complejo era una suave brisa que permitía gozar del clima. Allí, la pile permanece abierta de 12 a 20 y se puede ingresar mediante un pago que difiere, si sos residente de San Cayetano y los que no, mientras que los menores de 13 años no abonan la entrada. El espacio destinado a los mayores cuenta con hidromasaje para seis personas y una confitería con barra en el agua.

“Esto es un verdadero paraíso, con una imitación de piedras que parecen reales”, destacó el artista Estanislao Solari. La parquización estuvo a cargo del ingeniero Gonzalo Bellocq, paisajista marplatense que trabaja en Punta Mogotes y countries.

Hora de volver. Claudio se ofrecerá a acercarme hasta la rotonda de Energía, donde otro remís me llevará a la terminal. Con ese caballero uno pasó la feliz Nochebuena, cuando no llegaban los mensaje y una tormenta cortó la luz por un momento. Y fue San Cayetano, esa cantina, un pesebre en el que se acercaban desde el afecto aquellos comensales que nos desconocíamos. Un pesebre puede pensarse como una disposición del corazón. No tiene llaves ni rejas ni contraseñas. Como San Cayetano balneario, que no tiene cajero ni estación de servicio. Pero está ahí, a disposición de quien necesite alojarse desde la paz más profunda, para hacer un alto en el camino y seguir renovados en los desafíos y rutinas de la gran urbe.