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Detenido en La Plata tras intentar fugarse de operativo de tránsito en estado de ebriedad

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En una madrugada de operativos de Seguridad Vial desplegados por la municipalidad de La Plata, un hombre a bordo de un Peugeot 308 blanco intentó escapar de las autoridades tras realizar una peligrosa maniobra marcha atrás en Plaza San Martin, sobre calle 50 entre 6 y 7. El incidente culminó con su detención por parte de efectivos policiales, quienes, al someterlo al test de alcoholemia, descubrieron que tenía un alarmante nivel de 1.065 mg de alcohol en sangre.

Los hechos ocurrieron en las primeras horas de la madrugada durante un riguroso operativo de tránsito llevado a cabo por la Dirección de Tránsito. Los agentes encargados de la seguridad vial notaron la conducta arriesgada del conductor y rápidamente lograron interceptarlo. Tras solicitar la documentación correspondiente, incluyendo la licencia de conducir, cédula verde y seguro del vehículo, procedieron a realizarle el test de alcoholemia.

Los resultados arrojaron un nivel de alcohol en sangre de 1.065 mg, cifra que excede ampliamente los límites permitidos por la nueva normativa de «Alcohol Cero» vigente en el territorio bonaerense. Como consecuencia de esta infracción, las autoridades procedieron al secuestro inmediato del automóvil y a la retención de la licencia de conducir del individuo involucrado.

El incidente no fue un caso aislado, ya que durante el transcurso del fin de semana, la municipalidad de La Plata llevó a cabo una serie de controles de tránsito en diversas zonas de la ciudad, incluyendo Villa Elisa (Camino Centenario y 49) y Plaza San Martín (frente al Pasaje Dardo Rocha). En total, se incautaron 25 motocicletas y 9 automóviles debido a diversas irregularidades en relación con la Ley Nacional de Tránsito 24.449. Los vehículos confiscados fueron trasladados al Polo de Seguridad municipal.

Este incidente resalta la importancia de los operativos de tránsito y la estricta aplicación de las leyes viales en busca de garantizar la seguridad de todos los ciudadanos. Las autoridades locales continúan trabajando incansablemente para promover un tráfico seguro en las calles de La Plata y sus alrededores.

El amor es más fuerte

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Emotivo, rebelde, entregado, sinónimos de este Gimnasia que logró los tres puntos otra vez en el estadio del Bosque, a pesar de un gol conquistado por Rosario Central que puso a prueba el temple de Madelón y sus once muchachos. La vieja canción de «primero hay que saber sufrir», después de tener la apertura del marcador en un botín de Benjamín, a la primera de cambio todo el pragmatismo del visitante llevó la cuenta al rojo, que marcaba derrota y profundidades de la zona descenso. Eran las 16.15 y del “imposible» de Benja (entró con pelota dominada a la altura del punto penal) se pasó al silencioso gol Canalla.
“Está desorientado y no sabes que trole hay que tomar”, recordará ese otro tango, como si fuera una premonición con la presencia de María Garay, cantante y tripera de ley, que en el día de ayer fue más gimnasista que nunca (homenajea de la Comisión Directiva, junto a sus seres queridos).
Y en ese desencuentro, “si hasta Dios está lejano…”, el arquero Jorge Broun, rosarino de 37 años, le sacó el grito al enano. De no creer. Es el mismo que en 2019 dirigía Maradona entre los once triperos que buscaban zafar de otra dificil.
“Fatura”, cuyo apodo heredó de su padre que repartía panes en un canasto, allá en Rosario, de donde es su “primer amor”, Central (debutó en 2006 a los 19 años). ¡Qué bola sacaste con la trompa! El mismo arquero que un día de febrero de 2020 (hombre de Gimnasia) vio entrar a un hotel donde concentraba el Lobo a “El Trinche” Carlovich cuando había terminado la merienda. Y lo vio en el hall al gran Tomás Felipe, leyenda del potrero rosarino y ex jugador profesional de Central y de Central Córdoba de la misma ciudad.
-Trinche, ¿cómo andás?” (se sorprendía Broun)
-Nada, vengo a ver a Diego. No lo conozco personalmente, ¿sabés? (le devolvió Trinche).
-Esperame acá.
Cuando entró al comedor donde Diego seguía merendando, el «uno» le dijo: “¡Está el Trinche!”. Fue ahi que Diego se paró y lo fue a abrazar. Después, Carlovich, que llevó dos camisetas blancas del «Charrúa», le entregó una. Y la otra se la llevó con esta dedicatoria: “Trinche, fuiste mejor que yo”. Mientras Maradona escribía, Broun sostenía la camiseta. Aquella vez Central ganó 1-0 y al Lobo se le venían encima todos los fantasmas…

El fútbol pasa por los buenos jugadores (la única verdad) y Central reservó a sus talentos pensando en Ñuls. Lo pagó acá en el Bosque, donde creció El Lobo, con la paciencia del público, cuando Madelón se había puesto en cuclillas, como pergeñando una variante que revirtiera ese 0-1.
Abaldo anduvo bien, se llevaba marcas, pero Benja hacía «una de más», no era su tarde. Como si después de aquel cara a cara con “Fatu” se hubiera puesto nervioso. Es que no es fácil con veinte años que ya te pongan el cartel de figurita, y te pidan sacarlos del pozo con goles. Aunque el bueno de Benja sabe que ansiosos estaban los chicos de Comunidad Rural de Los Hornos, cuando en la semana recibieron al 7 de Gimnasia, y todo el grupo de la categoría 2012 se quedó fascinado. Thiago le decía: «Qué lindo fue que nos vengas a ver… ¡Me gustaría jugar como vos!», y Bautista se guardó la foto, contento como perro con dos colas. El fútbol aquel que nace en los barrios y donde salen estos jugadores cada tanto. Benjamin Domínguez jugaba en 66 y 174, Los Hornos, donde sigue su hermano Leonel, alternando este año partidos en Primera y Reserva.
Llegó el empate Albiazul cuando se cerraba el primer tiempo. Un gol del querer, un grito que sabe a sufrimiento, por los reiterados gestos del goleador, que sacudió el arco y por poco el travesaño. Ese empate psíquico, en un “tiro del final” que recuperó la fe con un remate que llevaba al entretiempo, con otras caras. Gracias a Cristian Tarragona.
Enfundado en su sobretodo, el muy experto Miguel Russo que ya escudriñaba cómo hacer un cerrojo más grande, vio que su esquema de línea de 4, con dos volantes centrales, iba a bancar poco al local.
Al segundo tiempo le salió el sol, asomándose en 8 minutos el triunfo anhelado, que llevó al aullido de esos hinchas y socios acostumbrados a tantas resurrecciones. Una infracción por mano y un VAR que da penal. Tarragona acomodó los corazones de todos, definiendo con simple toque, a un palo, el contrario al que se jugó «Fatura» Broun. Cristian lo dedicó con menos bronca que el anterior y mandó una señal de  amor, formando con sus brazos ese código de convivencia. Y al hincha le gusta, porque sabe que en esos brazos corre la sangre de un goleador.
Y el equipo no bajará más los brazos, pese a los sofocones de Central que pretendía ser nubarrones sobre el arco que da a las Grutas.
Y todos los que habían entrado al vestuario en zona de descenso en la tabla anual, se fueron con otra condición tanto matemática como emocional.
Con el respeto de Madelón por el clásico (domingo 1 de octubre, a las 17 horas) que cuenta que eso «es de la gente”. Un DT que conoce mucho del manejo de las emociones bajo este tipo de circunstancias. Y dirá que “la rebeldía” fue lo mejor.
Ahora, desde la relajación de sus hogares, cada uno de los que integran este plantel van a ver la TV, a partir de las 21, con Huracán-Vélez (otros que deben sacar puntos) y con Central Córdoba (complicado, debajo de Gimnasia) que recibe a Defensa.
Esos jugadores que, en países como la Argentina, son más demandados por la gente que a los propios políticos. Tienen esa condición de ídolos o héroes, algo que nos dice que algo anda mal entre los argentinos, tan patrióticos…

En la patria Gimnasia y Esgrima La Plata, el autor de los goles demostró también que en medio del exigente profesionalismo, apenas finalizado el encuentro, dejó la cabeza y habló con el corazón para dedicarle la victoria a la familia de Francisco Bustos, el niño que jugaba en las infantiles del club y ya no está físicamente por un lamentable episodio.
En el estadio estuvieron los familiares y amigos del barrio. Otra vez el amor. Es lo que nos mueve. Es lo único que queda.

Forgués, una figurita rosarina que en Gimnasia dejó algo más que goles

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Ciudad de Rosario, mediodía plomizo del primer domingo de julio, a un día de que Gimnasia juegue aquí por la Liga Profesional. A Jorge Nelson Forgués lo vemos sin el cuerpo morrudo de aquel hombre que corría y metía con la franja azul. No parece invierno y tiene un buzo deportivo con el escudito de General Paz, azul y una ve blanca. Era un ídolo en la década prodigiosa de los años 70. Cuando existían potreros, “los huecos”, como llamaban en esta capital santafesina a esos sectores pastoriles abundantes donde los caballos sueltos dejaban un hueco, ideal para que lo usen de “cancha” los niños, los jóvenes y los veteranos.
Simplemente “El Bocha”, con una voz serena, pausada, que es una trasmisión clarísima de los preceptos del fútbol, los que brotan de la cuna, del que será jugador si nació para serlo. Dirige infantiles. “Tenemos que lograr que se diviertan. Se ha hecho tan competitivo hasta los chiquitos… Los padres influyen mucho. Los padres dicen ‘el nene pierde y llora’, es mentira, son ellos los que sienten la derrota”. Por esto, el sábado estrenaron una metodología y se siente contento. “Cada chico que termina de jugar, le sirve la merienda al otro equipo”.
Desde que se retiró del fútbol activo (Central Córdoba, Huracán, Gimnasia La Plata, Instituto, Temperley, Gimnasia de Jujuy, Sarmiento y otra etapa final en “Córdoba”) la docencia fue su cable a tierra. Dirigió a Rodrigo Messi, por ejemplo, el hermano mayor de Lionel.
Revolvemos el pocillo de café en una GNC en la zona sur, por donde se crió el mayor ícono del fútbol mundial, el capitán de la Selección que hace siete meses nos trajo la Copa. “Vivía atrás del complejo de los Militares, en una de las cortaditas de por ahí”.
Cuando el viernes atendió el llamado de este periodista (de visita a Rosario por un documental inspirado en el juego y en la vida de “El Trinche” Carlovich, del que Forgues fue muy amigo) no puede negar que le gustaría volver al estadio Juan Carmelo Zerillo, en el Bosque. “Estoy esperando a Beltrán (Alberto, el cordobés, número 10 de eximia pegada), cuando esté listo, volveremos a estar juntos viendo a Gimnasia”, sueña.

Después de una hora y media, intentaré reflejar a pincelazos, buscando un orden, aunque mano a mano los recuerdos fueron desordenados según las emociones que provoca estar ante un crack. Que metió 22 goles, cuando ese número no era el sello de la barra brava, pero como él dice, “¡Jugar en Gimnasia era difícil!’ Una tribuna brava, porque perdíamos dos pelotas y ya entraban a gritar ‘tronco, ándate desastre’. El hincha de Gimnasia era muy exigente. Si ganaste un partido que no mereciste porque jugaste mal, el hincha te lo recriminaba… ‘¡Sí, ganamos, pero fuimos un desastre’. Ahora lo que interesa es el resultado. Inclusive los hinchas han cambiado la mentalidad”.
Quiere la vida que esta noche, en el Estadio del Parque de la Independencia, en la ciudad que es Cuna de la Bandera, se presente el Lobo conducido  por “Chirola” Sebastián Romero, y la comparación llega como anillo al dedo. Cómo era Forgués, es volver un poco a cómo era Romero, en funciones ofensivas parecidas, yendo por el carril izquierdo y centreando a la carrera. Vaya cosa: Chirola nació en abril de 1978 cuando el Bocha era titular en Gimnasia y salía en las figuritas, en las redonditas de cartón.

La llave para ser jugador de Primera A arrancó en un partido de quinta de la ARF, donde Central Córdoba goleó “a Newell’s 3 a 0, de visitante con tres goles míos”. En los rojinegros se alistaron dos pichones que llegarán muy alto, a la galería de la fama mundialista: Marcelo Bielsa y Américo Gallego. A Forgués lo vio un allegado a Menotti (DT de Huracán) que en 1973 (a pocos meses de aquel partido de inferiores en un campito sin alambrado de Rosario, la cancha de Acíndar) lo fichó directamente para la primera de Huracán. “Me tomé un tren que salía a las 7 AM, El Rosarino, en el que solían ir muchos futbolistas de Rosario a Buenos Aires. Llegué con un bolsito a Buenos Aires, no me esperaba nadie, no había representantes, y no sabía para donde rajar. Por el préstamo por un año, le dieron a Central Córdoba un juego de camisetas y pelotas. De un día para el otro estaba cambiándome en un vestuario de primera división con todas figuras”.
Ese mismo año Huracán gritó con el alma su único campeonato de la historia en el profesionalismo. “El día de la vuelta olímpica, nos ganó Gimnasia en nuestra cancha, pero jugué en Tercera división; en el partido anterior, contra Ferro, estuve en el banco”, repasa Forgués sus 18 años, cuando el fútbol lo acariciaba con una de esas posibilidades en que uno puede presentir que está disponible para triunfar.
Un par de años después Forgués fue seleccionado por Menotti (llevaba un año como técnico revolucionario de la Selección), con juveniles que campeonaron en Francia, donde se disputó el torneo “Esperanzas de Tolón”). El “Bocha” fue uno de esos pibes del interior, en los que creyó el DT. En el libro autobiográfico de Menotti “Así ganamos la copa del mundo”, editado por revista El Gráfico, el “Flaco” describe su emoción aquel 25 de mayo de 1975, al vencer en la final a los franceses. En cada uno de esos chicos (Passarella, Valdano, Trobbiani, Tarantini, Valencia, Forgués), “ya teníamos un grupo de jugadores que habían perdido el miedo al cuco de la velocidad y la fuerza europeas”. En esta imagen, Forgués convierte ante Hungría.

El “Bocha” tenía una forma de ser especial, casera, familiera, devoto de los amigos. Como lo fueron, entre otros casos, un Tomás Carlovich o un Lucas Lobos, a quienes los buscaban para ir a lo más alto mientras ellos evaluaban lo que les convenía según sus apetencias personales de comodidad y divertimento. Preferían jugar en el hábitat natural de la ciudad donde les tocó nacer, sin destierros, ni presiones, liberados de los intereses.
Lo que sigue a continuación es la cruda realidad que cuenta Jorge Forgués. “Faltaban dos partidos para seguir celebrando el campeonato de 1973, y Menotti se va a Rosario, viajamos juntos en auto (César es de Fischerton), su cupé Torino marroncita clara, como las que tenían todos los jugadores de Huracán, me dijo: ‘Ahora vienen dos partidos en los que lo voy a poner y después los dirigentes le van a comprar el pase, así que cuídese, pibe’. Pero no fui más”.
En 1974 se quedó en el furor popular de Central Córdoba, que había sido campeón de la “C” y se preparaba para un campañón en la B. Forgués, que alternaba entre el banco de primera y la tercera (pero en la A), no tuvo problemas en decidirse.
—¿Por qué no quisiste seguir?
—Antes era muy difícil desprenderse de los padres, de los amigos, uno extrañaba el barrio, y a mí me gustaba jugar al fútbol, no me interesaba dónde, y en eso pensábamos igual con el Trinche.
En la foto, entre los agachados, el primero es Carlovich y el anteúltimo Forgués.

—Usted y el Trinche no eran ambiciosos
—No, jugábamos porque nos gustaba. Ahora se juega mucho por los intereses que hay de por medio, y por otro lado está bien, porque nosotros no aseguramos nuestras vidas siendo futbolistas, y hasta hoy tenemos que seguir laburando. Antes, si no jugabas en un club grande, no hacías una diferencia. Por ejemplo, cuando ya te estabas por retirar, si ponías un emprendimiento y te iba mal perdías todo lo que hiciste. La posibilidad que tiene hoy el jugador en ser transferido, los mercados que se han abierto, Arabia, Japón, etcétera; antes, a Colombia, más de ahí no salías. Y a Europa, ni te cuento, salvo algún destacado como Kempes. Ser jugador hoy es una profesión con muchas opciones si tenes algo de condiciones y sos constante.
—Llegaste a Gimnasia en 1976. Te animaste otra vez a Buenos Aires, ¿cómo fue?
—Como en el 75 jugué en la Selección Juvenil, Menotti me recomienda a Rogelio Domínguez, que en ese momento estaba en Boca, o sea, iba de Central Córdoba a Boca. Pero lo echan a Domínguez y agarró Gimnasia.
“Un gran equipo, Tutino tuvo una lesión grande y por eso empecé a jugar yo. En la Selección fui número 9. En Gimnasia, con el 4-3-3, yo era el 11, y me tiraba a volantear. El físico mucho no me daba para las pelotas aéreas”, comenta.
En la primera temporada, en 1976, Torneo Metropolitano, clasificaron segundos en su grupo y accedieron a la Ronda Final, donde doce equipos fueron a buscar la gloria. Allí, las localías tenían que ser en una cancha neutral y el Lobo se presentaba en Estudiantes. Finalizaron en el puesto 11, anteúltimos. De pie: Carlos Buticce, Avelino Verón, Juan C. Ferreyra, Hugo Gottfrit, Antonio Rosl y Miguel Nicolau. Agachados: Alfredo Franco, Oscar Peracca, Hugo Pedraza, Edgardo Di Meola y Jorge Forgués.

El defensor Antonio Rosl dejó de jugar ese año con la camiseta 3, a los 32 años. Recuerda a “Bochita, un pibe con una calidez bárbara, gran jugador y mejor persona. Un compañero ejemplar, solo tengo agradecimiento por lo que hizo con nuestra camiseta”.
El primer gol que hizo Forgués en azul y blanco fue a Chacarita, en cancha de Atlanta, el 18 de abril de 1976, partidazo que el Funebrero gana por 4 a 3 (dos goles Claudio Marangoni; y para el Lobo, doblete de Beltrán y uno de Forgués).
Beltrán y Forgués llegaron a vivir juntos, en Ringuelet, y curiosamente, cuando Forgués metía un gol también lo hacía Beltrán. “El mejor partido que jugué fue contra Independiente, en la lucha por aquel título del Metro 76. Ganamos en la cancha de Estudiantes”. Esa tarde, otra vez se dio un 4 a 3, pero a favor del Lobo, con una “tricota” del cordobés Beltrán y uno del rosarino Forgués.
En ese mismo torneo, el 3 de agosto, fueron a jugar contra Central, local en el estadio de Newell’s. El empate 1-1 tuvo como goleadores a Killer y de Forgués. En la cancha, grandes rivales; en el diario vivir, resultaron amigos.
Saltamos al Metropolitano de 1977, el más extenso de la historia (46 fechas). La última fecha con el suspenso de no saber si el Lobo podía asegurar la permanencia. Argentinos, en La Paternal, con el 10 increíble de 17 años, Diego Armando Maradona.
“Gimnasia debía ganar para zafar del descenso sin depender de nadie”, explica Forgués.
Empezaron con toda la polenta, por el tanto madrugador de Dougall Montagnoli —al minuto— y rápidamente el segundo que logra Alberto Beltrán —iban 5 minutos—. El descuento de Jorge Orlando López sembró la duda. Aunque las dudas eran de los espectadores locales, especialmente de un grupo que violentó el ingreso al vestuario local. Ahí estaba “Pelusa”, que en el segundo tiempo resultó imparable, aunque no convirtió. Pero los Bichito empataron, otra vez por López.
“A Diego lo tuve que hablar para que parara, ¡pendejo, dejá de romper las pelotas que nos podemos ir a la B! Este Maradona era un pibito. Me dice ‘nos vino a zapatear la barra adentro del vestuario, porque decían que el partido estaba arreglado”.
Al final, un equipo rosarino salvó a Gimnasia. “Central ganó en cancha de Lanús, que terminó yendo a un desempate contra Platense”. Los once Triperos aquel domingo: José Ducca; Juan Carlos Ferreyra, Oscar Pérez, Alberto Urquiza y Enrique D’Alegre; Juan Miguel Tutino, Avelino Verón y Alberto Beltrán; Dougall Montagnoli, Oscar Fornari y Jorge Forgués. En el banco, Héctor Cassé, Sergio Castro, Daniel Borgna, Echauri y Ruben Di Bastiano.

—Qué piensa de la ética en el fútbol
—Hay pocos que la tienen., yo creo que fui uno de ellos. La pasión de jugarlo, meterse dentro de una cancha y jugarlo por placer y olvidarte del dinero, de todo. Pienso que de todos los clubes me fui bien y fui reconocido por la mayoría, a lo mejor no como jugador sino como persona y eso es lo que más tranquilo me deja”.
—Y qué siente de la estética
—El fútbol la está perdiendo. Repaso partidos del Mundial y un poco esta Selección nos dio aquello que yo vi del fútbol, pero tenemos al más grande de todos. No sé cuantos años más van a pasar para que aparezca un Messi.
—O sea, en Qatar viste algún fogonazo del fútbol que mamaste de pibe…
—Sí, sí, el fútbol que le gusta a la gente, y enamoró esta Selección porque jugó muy buen fútbol, y así no hubiéramos salido campeones, yo estaba contento. Porque si salíamos segundos iban a aparecer las críticas. En Argentina somos muy resultadistas lamentablemente. No sé si vamos a ver otro jugador como Messi, en todo sentido, lo que es como jugador, como persona con la humildad que tiene; por eso digo que es el mejor del mundo, porque tiene todo. Conozco a la familia, porque al hermano lo tuve como jugador, lo he ido a buscar a la casa. (en la imagen de abajo, Lionel en un breve paso por Central Córdoba de Rosario).
¿Messi el mejor de todos los tiempos?
—De lo que yo vi, sí.

Con su mujer Miriam Russo (sobrina del ex compañero en el Huracán del 73, Alejandro “Fatiga” Russo) la familia Forgués se hizo numerosa, un equipo de ocho, con seis hijos. Los dos primeros nacidos en La Plata, Paulo César, 1979; Noelia, 1980; Daiana, 1982; David, 1990, Fausto, 1995, Nazareno, 2000. Al mayor lo bautizó como un crack brasileño del momento, pero salió anti futbol (risas), pero el último salió bueno, apasionado de la pelota, puntero derecho, pero dos lesiones seguidas lo tienen hoy en muletas, a la espera de volver a jugar en Central Córdoba (club que milita en la Primera C, la cuarta categoría de AFA, además de la competencia local en la Asociación Rosarina).
La sensibilidad del “Bocha” lleva a tocar aspectos paternalistas, de cuidado del ser humano, antes que la producción en serie de talentos para vender. Y el mea culpa arranca en casa. “Si el primer hijo no quiso saber nada con el fútbol, hay que comprender que sea así, porque vivíamos concentrados. Con él pasé poco tiempo de su infancia. El fútbol exigía, aunque no nos pagaban ni el diez por ciento de hoy; se vivía bien con los premios, pero no te sobraba nada”. Y evoca a su padre Honorio, ex ferroviario. “Así hubiera jugado un desastre me decía ‘jugaste bien’, hijo”.
—¿Gimnasia lo reconoció alguna vez?
—Me fui en 1980 y diez años después me llamaron espntáneamente, me dieron un palco, fui con gente amiga de Rosario, y me entregaron una medalla.
Un alto en la nota, cuando Nazareno Forgués le pide al padre, con una sonrisa, que nos cuente cómo fue que “El Bocha” debutó en un partido de Primera B gracias a una injerencia del “Trinche” Carlovich  (N. de la R. Murió en pandemia, por el empujón de un ladrón que le sacó la bicicleta). “Así fue, el Trinche me hizo debutar Central Córdoba, siendo jugador, se arrima al banco y me dice ‘entrá Bocha’. El técnico no tenía el carnet, estaba en la platea. Pero no, Trinche, yo miraba para afuera y se arrimó de nuevo: ‘¡cambiate!’. Para mí el Trinche no murió, lo tengo presente como que está vivo”.
El desenlace trágico lo rozó a Forgués, ya que en ese momento trabajaba en el resto bar Pico Dulce, propiedad de “El “Cuchi” Juan Carlos Ledesma, una persona muy querida, que de chico vendía golosinas en el estadio “Gabino Sosa” y pudo abrirse un futuro próspero como comerciante. En ese bar llegan personalidades del fútbol, de distintas épocas, de los cuatro clubes rosarinos afiliados a la AFA y otros tantos colores orgullos del lugar.
“Estábamos acá y él, como siempre, vino en su bicicleta vieja, que había dejado sin atar. Cuando se iba, ese día me dio un abrazo, que en ese momento no se podía, por precaución del Covid, ‘¡dale Bocha, si total nos vamos a morir igual!’. Sale y ya no estaba la bici. Le cuento al Cuchi que lo mandó a buscar mientras le dice a otro empleado que fuera con el Trinche al otro día a comprarse una nueva. Yo lo cargaba. «Hijo de puta, qué bien la hiciste…, porque de un Fiat 600 casi que pasó a una bici era un VMW. Eso fue un viernes y el martes lo empujaron para sacársela”.

Ahora, el destino donde la vida quiso sonreír y en abundancia. Fue en 1974, en el estadio de Newell’s Od Boys, la Selección Argentina que se preparaba para el Mundial de Alemania, organizara un amistoso con la Selección Rosarina. Entonces, los técnicos Montes (de la Lepra) y Griguol (del Canalla) eligieran veinte jugadores. Al armar el once, cinco de cada bando y un lugar “libre”, donde seleccionaron a una figura creciente en la B, Carlovich, de Central Córdoba. “Fuimos seleccionados veinte y de Central Córdoba eramos tres —dice Forgués—. Yo vi ese partido desde el banco de suplentes (ganaron los rosarinos en un verdadero paseo, 3 a 1). Es verdad que el técnico de Argentina mandó a avisar que saquen al Trinche, porque era una humillación”.
—¿Qué hizo ese día su recordado amigo?
—No le podían sacar la pelota. Una me quedó grabadísima, agarró una pelota en la mitad de la cancha y no le salía nadie, entonces amagó a sentarse arriba de la pelota. Amagó, no se sentó. Ahí vino la bronca.
El combinado rosarino formó con Biasutto; José González, Pavoni, Capurro y Mario Killer; Aimar, Carlovich y Zanabria; Robles, Obberti y Kempes (Berta reemplazó al “Trinche”).
El seleccionado nacional —sin los europeos— pusieron a Santoro; Wolff, Togneri, Sa y Tarantini; Brindisi, Telch y Potente; Houseman, Poy y Bertoni.

Apellidos de los sesenta, con estilo futbolístico lírico, con predicamento distinto al actual.
“Hoy se hace muy friccionado, y dicen que aquellos jugadores ahora no podrían jugar. Y capaz que no podrían jugar, por la destrucción que hay. Pero antes, como había 8 que intentaban jugar, se hacía más pausado, había pases, toques, cambios de frente, se pensaba más. Pero incluso la gente ha cambiado. Para que el hincha, se vaya contento teníamos que jugar bien y ganar. Ahora, ganan y juegan mal, y se van todos contentos. ¡Me pasó en Gimnasia!”, define Forgués.
El 14 de julio próximo, no menos de ochenta amigos del fútbol criados en éstos huecos, van a juntarse en una comida. Muchos consagrados en una Primera del fútbol profesional o curtidos en el ascenso, todos con simpatía y amor por los colores de Central Córdoba (el club donde es posible la unión y coincidencia en algo de los de Newell’s y Central).
Forgués ahí tiene a los ex compañeros cuando empezó en 1973 y los que lo aplaudieron cuando se retiró en 1987. “Pensábamos igual, el respeto por la pelota, ponerla contra el piso, de pasar un contrario, de buscar a un compañero”.
El profesionalismo del fútbol actual no lo seduce para trabajar. Su preoupación es social, la juventud. “Porque después de que pasan cierta edad, los 14 o 15, es cuando agarran la calle y no sabes con qué te encontras en una sociedad tan embromada. El cincuenta por ciento de la juventud se pierde, y por eso hay cada vez menos jugadores. Se dedican a salir, al alcohol y quedan en el camino”.
En la voz de Forgués aparece el deseo de todo un país, ávido de un progreso educativo, en las formas y a ésta altura con poco tiempo para demoras.
“Espero que te haya ido bien en Rosario y para lo que necesites, estamos”, se despide.La promesa no suena a campaña, porque debajo de ese buzo azul del club de barrio, aparece un extremado espíritu humanista.
Y tendrá que jugar, en las urnas. Porque el concejal Ariel Cozzoni, (La Chancha, aquel ex goleador) va por la reelección en dos semanas, con el Frente para la Esperanza. “Me invitó a participar, voy como senador departamental. La idea es poder ayudar en los barrios. En vez de poner carteles, el dinero lo invertimos en darle una merienda a los chicos que juegan a la pelota por diversión, y de paso sacar esa rivalidad, porque el fútbol infantil más que competencia a full es un momento para compartir”.

Creemos que en tiempos donde tantos políticos salen a cacarear sus deseos y ponen el huevo en la educación, por acá está “El Bocha” Forgués, poniendo su grito pero en la calle.
Y ya sabemos de su trayectoria, de sus valores, en cada institución a la que represento. “Le agradezco mucho a Gimnasia”. Y sabe que hoy, con una reunión a la misma hora del partido en el “Coloso” (20 horas) apenas si podrá ver un pedacito y por televisión. Cuando llegue a casa y Miriam lo reciba como hace tantos años, de fidelidad y de amor, de familia y de fútbol. De tanto fútbol en la tierra del 10 de los últimos campeones del mundo.

“El Flaco” Poletti, antes y después de la gloria

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En febrero de 1964 llegó a la ciudad de La Plata Alberto José Poletti, “un chico revoltoso, de toda la vida”, a prueba de Sacachispas, equipo de la Primera C, donde vivió el atípico debut en Primera a los 15 años, en la última categoría de AFA, la Primera Amateur.
Ese mismo hombre que estará por siempre en el bronce de Estudiantes de La Plata es el mismo caballero que el domingo entró a la cancha y exhibió las nuevas camisetas, con otro arquero de la época pincha que ganó todas las copas posibles, Gabriel Flores («Bambi», suplente de Alberto), y entraron más leyendas, Juan Ramón Verón, familiares de Carlos Bilardo, porque había un reconocimiento a la vida del «Narigón».
Disculpe, Alberto, sepa recibir mi felicidad por su atención para este escritor.
¿Por qué, pibe, por qué me das las gracias?
Detrás de las gracias hay mucha gente, familia que vivió hazañas y creyó en algo, que se unió esperando que sus brazos no fallen, pegados a una portátil.
Llegamos con Luis Mansur, socio de Estudiantes, en los años 90 uno de los periodistas más jovenes que escuchó la tribuna deportiva de La Plata en radio Provincia. Un «café negro» para los tres y el legendario arquero abierto a las preguntas. El ex campeón Intercontinental 1968 y tres veces dueño de Libertadores de América 1968-1969-1970, además de las estrella en el Torneo Metropolitano 1967 que definió que en la Argentina los equipos más chicos podían ganar. Que el trabajo de la semana no era cuento.

Al atardecer, cuando las humoradas se prestan de entrecasa y después de una siesta, Poletti descuelga de la memoria la anécdota de cómo fue que llegó un día a jugar por Sacachispas. Porque Alberto era de Atlanta, «jugaba el baby fútbol para los Bohemios, en los televisados del Luna Park». Una tarde sin fútbol, el Flaco inquieto y un amigo salieron a buscar canchita y encontraron una en Olivos, una arenosa vecina al río. Eran torneos por el sanguche y la gaseosa que organizaba Rubén Peucelle («El Ancho», sí, el famoso de Titanes en el Ring). «Olvídense de jugar porque se viene la tormenta con todo», los paró el luchador, que también solía jugar. Alberto miró al amigo y buscaron una salida: “¿Vamos hasta la cancha de Sacachispas?. Cazaron el micro 68, después el 101 y llegaron a Villa Soldati donde al fin pudieron saciar el hambre de jugar a la pelota.
-¿Y qué pasó?
-Un tipo me dice ‘si querés jugar tenés que firmar este papel’; yo tenía 13 años, firmé, jugué y a la semana volví a practicar en Atlanta, pero ahí me agarró Gandulla (director de Divisiones Juveniles).
-Poletti, sos jugador de Sacachispas.
-¿¡Cómo!? No, no, si yo jugué un partido, me hicieron firmar un papel nada más.
-Sí, y presentaron tu ficha en la AFA, llegó primero que la de Atlanta.
-Pero Gandulla… ¡si hace un año que juego en Atlanta!
-Jugás de mula con el nombre de otro… ¡Andá a pedir el pase!
No hubo caso. Sacachispas no le daba el pase a nadie, su presidente ya estaba al tanto del incipiente negocio, reclutaba jugadores en su modesto club y después sacaba tajada si los vendía. Poletti era el diamante del arco, con suma frialdad para cortar y salir a achicar, y con vehemencia.

En ese vestuario hecho de cartón prensado y con proliferación de moscas por su cercanía a un relleno de basura en el Bajo Flores, Poletti pasó a ser el número 1 de Sacachispas, casi a la fuerza, todo por el fútbol. “El delegado limpiaba las moscas y entrábamos a cambiarnos mientras él hacía las planillas». A los 14 años fueron a buscarlo de San Lorenzo de Almagro«Ofrecieron 600 mil pesos y todos los tablones que le faltaban a la tribuna. No me quisieron vender porque pensaban que iba a valer más».
A los 15 debutó con los mayores de Sacachispas. Era la actual divisional «D», salió campeón San Telmo, y atrás quedó Colón; también participaron Barracas Central, Almirante Brown, San Telmo, Argentino de Quilmes y Cambaceres, entre otros.
Pronto se acercaron a verlo de River Plate por el categoría 1946, pero la Comisión Directiva los convenció y se llevaron a uno dos años mayor, Humberto Ballesteros (debutó en River y triunfó en Perú, país hoy reside).
-Pero no siempre jugabas en la Primera en la AFA
-No, porque cuando no me vendían, me peleaba y dejaba de ir. ¡Un día ese técnico (y a la vez Presidente), que era bravo, me dio un cachetazo porque me hicieron un gol en la Quinta, cazé el zapato y se lo tiré a la cabeza, ¡casi se la arranco! Era boxeador el hombre.
Alberto volvió a sufrir, ahora porque Independiente de Avellaneda organizó un preliminar para observar jugadores. «Nos iba a ver el director de las inferiores, pero no me pusieron a mí y el que nos llevó dijo ‘nos vamos todos’. No se jugó el preliminar, esa noche jugaban Independiente y Palmeiras por la Libertadores. Pero después fui a una gira con la reserva de Independiente y cuando volvimos me quisieron comprar, tenía 16 años, edad de Quinta, pidieron un millón y medio de pesos y me sacaron a bolzasos”.
Otra chance que no alcanzó a nacer fue la Sarmiento: “Jugué dos partidos en Junín, hablaron con mi papá y le ofrecieron 400 mil pesos. Si le pidieron un millón y medio a Independiente, ¿qué me van a vender a Sarmiento!? Aparte, era pasar de la C a la B y dije mejor me quedo».
Los Poletti vivían en un conventillo, con otras tres familias, que ponían la mensualidad para pagar el teléfono. El aparato estaba en la casa del fondo, en lo del hombre que armaba sillas de mimbre. «Alberto, te está llamando un señor, ¿venís a atender?», le avisaron un día al arquero. Hoy con 76 años parece escuchar otra vez al vecino y la voz del otro lado que era de Arturo Cleme, el preparador físico de Sacachispas. Este conocía a Miguel Ignomiriello, un hombre que en 1963 comenzó la revolución en el fútbol amateur de Estudiantes. Cleme y el «Cabezón» Ignomiriello se conocieron en los torneos Evita, ese «glosario» de promesas que podían rendir en un torneo de nivel superior como los de AFA. Arturo le confiaba a Miguel que tal o cual jugador podría ir hasta a La Plata.
—¡Alberto, vamos a probarte en Estudiantes!
—Yo voy, pero después no me venden…
Tantas veces ya le habían cortado la posibilidad que Alberto Poletti no creía demasiado, pero fue igual.

A La Plata, en tren, una noche de verano de 1964, para ser examinado el «Uno» en la previa de otro amistoso internacional, que se jugó en 1 y 57.
«Llegamos a las 4 y la prueba era a las 8. Había tiempo de sobra y Arturo me dice ‘vamos a Gimnasia, que ahí también conozco al coordinador (José Santiago). “¡Quería asegurar el bochazo conmigo!”
, evoca Poletti, que entró a la Sede de calle 4 entre 51 y 53 y volvía a escuchar otra situación contraria a sus deseos de progreso. “Acá tenemos un arquero de la misma edad, clase 46 y va a jugar en Primera en dos años’ (se refería a Romea).
Por primera vez pisó el césped de Estudiantes y en la primera pelota que descolgó generó el asombro de Ignomiriello: «¡Parecía el Cholo Ogando!», suele recordar con los años.
Ignomiriello estaba armando una Tercera de lujo que ese año, además del fútbol, sobresalía en la preparación semanal, en el sistema de becas y el extraño look que tenían los jugadores al salir por el túnel: vestían sacos y debajo la roja y blanca, tal como lo hacían en los años treinta Los Profesores.
“Nadie le daba bola a la Tercera, ningún club. Ya había traído a Aguirre Suárez de Tucumán. Y cuando le dijo que habían que traerme a mí, y a Manera, el presidente Mariano Mangano le dijo ‘basta de jugadores juveniles don Miguel que nos vamos al descenso, ¿otro más para Tercera? Andá a verlo a Mario Martínez«.
“Cuando aparezco en La Plata hacía 2 o 3 meses que laburaba en una casa de electricidad. Un viernes me agujereo una mano con un destornillador por cambiar un portalámparas. Se me hinchó la mano, y ya me habían preseleccionado para un Juvenil (era el tercer arquero detrás de Agustín Cejas y Miguel Marin, de Racing y Vélez, respectivamente), cuando llegué con la mano vendada a la práctica me echaron. Juego en la Tercera contra Banfield y se me cae la pelota de la mano».
Poletti ganaba un viático en Estudiantes, y a ese dinero le sumaba otro puñado del negocio ubicado en Palermo. Una hermana ocho años mayor le propuso una idea: probar ese año solamente con el fútbol… «Le decís al dueño que te espere un año, en casa nos apretamos y vemos cómo nos sale. El año que viene vemos… si no, volvés a trabajar».
Poletti dice: «¡No fui a trabajar más!, de los 16 a los 17 fue todo el sacrificio que hice»

Antes de vivir en una casa de la calle 20 entre 60 y 61, siguió viajando de Buenos Aires todos los días. El periplo era: colectivo en la esquina de su casa, Subte en Pacífico, combinación de otro subte hasta Constitución y tren a La Plata. Con Manera, el compañero que tuvo en aquel Sacachispas. “Si con Eduardo llegábamos tarde, Miguel (Ignomiriello) nos ponía un preparador físico hasta volver de noche, era Mendoza Pintos y después vino Carlos Cancela”.
«Ese primer torneo salimos segundos. Perdemos en la cancha de Estudiantes con Central, que sale campeón, cuando nos ganan 1 a 0, gol en contra de Aguirre Suárez, en la última fecha. Hicimos el empate, pero con el tiempo me entero que al Negro Oviedo, el referí, le habían dado unos dólares para tirar al bombo a Estudiantes y que gane Rosario. Arreglaba los partidos, en Primera duró dos minutos. Cuando empecé a vender jugadores, me lo encuentro un día y me la cuenta él”.
Fue La Tercera Que Mata, aunque una sonrisa que busca la complicidad, otra frase de Poletti termina a las risas: “¡La que Mata, le dijeron, pero no matamos a nadie, perdimos el campeonato del 64!”.
En 1965 Sacachispas accedió a vender a Poletti y Manera después de una temporada a préstamo. “Se ve que se pusieron en buenos y empezaron a liquidar jugadores”, sigue Alberto. Había un tercer muchacho de Sacachispas, pero que se volvió: Ruffolo.
Al siguiente torneo de Tercera, el temperamental arquero sólo jugó el primer partido, contra Central al que golearon 5 a 1, tomándose un desquite. Ese año Estudiantes sí llegará a dar la vuelta en Tercera.
Osvaldo Zubeldía era el nuevo DT. Empezó con dudas en el arco, pidió a varios y ninguno llegó. Para la segunda fecha, en el estadio de Banfield, puso a Poletti. De ese debut profesional se acaban de cumplir 58 años.
«Se la jugó conmigo El Huevo (así lo nombra a OZ), me puso con 18 años» (en tres meses cumplió 19). Banfield ganó 3 a 2 en una tarde plomiza, con lluvia en el primer tiempo y paragüas en las tribunas. La primera pelota que fue al arco de Poletti pegó en el travesaño.
Los goles de Estudiantes trajeron novedad, los dos de Juan Ramón Verón, el 1-0, a los 9 minutos, y el que descontó 2-3, a un minuto del final que anunció Goycoechea. El visitante formó con Poletti; Barale y Cheves; Miguel López y Raúl Madero; Bilardo, Santiago, Conigliaro, Flores y Verón. El Taladro alistó a Edilberto Righi; Calics, Nelson López; Vazquez, Peano y Villano; Chaldú, Maidana, San Lorenzo, Raffo y Zárate. Dos veces Zárate y el tercero del “Toro” Raffo hicieron sufrir al “Flaco”.

“La pelota llega más rápido cuando estás en Primera. Hasta que vos te acostumbras a la rapidez con que llega la pelota, por ahí pasan tres partidos y ya te echaron a la mie…. Las condiciones las tenía, pero no las podía demostrar. ¡A mí Osvaldo me sacó porque me iban a matar! Catrasca me pusieron… cagada tras cagada…”, sacó el bocadillo en un santiamén.
Trascartón, se entusiasma hablando del puesto. “Para cortar una pelota cruzada tenés un punto, tenes que tener tiempo y distancia, y si no tenes eso en el cerebro sonaste…. En Primera no es un tema de si sos mas alto, más gordo, más flaco, la agarra el que tiene el cálculo exacto para salir a cortar”.
“Cuando empecé en Primera partidos que jugué muy bien, pero en otros fui un desastre. De local, contra Boca, el Tanque Rojas que pesaba 90 kilos hizo un gol metiéndola en el arco conmigo y todo. No salgo, quiero rechazar con los puños y me tiró adentro del arco. Terminamos 2 a 2″. (N. de la R: cuarta fecha del Torneo de 1965, goles de Conigliaro y Verón; Alfredo Rojas y Angel Rojas).
Otra vez termina una oración sonriente. Tiene viva su carrera, es solo cuestión de preguntarle. “Contra Newell’s (todo en aquel torneo de 1965), vamos ganando 1 a 0, saco yo en el minuto 80, pifio y se la pongo al 9 de ellos, Joao Cardoso, que erró el gol hecho, ¡uuuhhhh! hicieron afuera. Se viene otra vez Joao Cardoso, me tiro a los pies, se la saqué esta vez, pase mío y gol de Conigliaro, 2 a 0, minuto 90. De ahí en más ya no me equivoqué”, asegura el ídolo. Se disputó esa tarde la 10ª fecha, el 29 de mayo de 1965, triunfo 2-0 (Flores Conigliaro).
“¿Sabes con quién me abracé. Me doy vuelta y estaba Oleynicki (arquero berissense al que Alberto le ganará la titularidad). Como ya estaba terminando el partido, se iba al vestuario, vio el gol y se dio vuelta para abrazarme”.

“Viajábamos en el tren, en el coche comedor. Esto es un trabajo, tenés 19 o 20 años y te pagan más que los demás pibes de tu edad, que salen a buscar laburo o capaz que si tienen uno no les alcanza para independizarse. En el fútbol argentino, en ese momento, los que sobresalían se podían comprar un auto o un departamento”. Cada día lo esperaban en el Estadio “Jorge Luis Hirschi” tres horas de práctica.
De a poco, en los medios de comunicación se empezó a hablar de aquel grupo. En especial,desde aquella semana insólita, donde el Estudiantes de OZ en siete días ganó tres partidos que lo encaminaron hacia la eternidad: 3-0 a Gimnasia (última fecha de la zona clasificatoria), 4-3 a Platense (semifinal) y 3-0 a Racing (la final).
—Se encontraron en la final, ¿qué pensaron?
—A Racing le ganamos porque estaba jugando las copas, Basile a los 30 minutos se desgarra y quedan con diez. No había cambios. Pienso que el campeón tiene que tener suerte a favor, porque esto es un juego y el juego tiene azar, por más que al azar lo quieras controlar.
—El azar fue Platense…
—Sí, porque si nos emboca el cuarto, nos liquida. La sacó Pachamé en la línea, después tuvieron otras dos, una Mullone y otra Bulla, se la sacó con los pies adentro del área chica.
—Perdían 1-3 y con uno menos, ¿imaginó que podían darlo vuelta?
—(Se emociona, se dirige a un momento puntual). Le digo a Pacha que estaba jugando de 3 y tenía encima a Lavezzi que tenía un cohete en el culo… ‘No te vayas más al ataque que sos mas lento que una tortuga’… ¡Andate a cagar, le vamos a ganar a estos h de puta! Nos pusimos 3 a 2 y Pacha me grita: les vamos a hacer dos goles más. Cuando metemos el cuarto me pega una piña en la boca del estómago que casi me deja sin aire. ¡Te dije que le ibamos a ganar! Pacha adentro de la cancha era tremendo.
La foto a continuación fue en el viejo estadio de tablones, durante aquel año 1967 donde son campeones y subcampeones, éste ultimo logro le posibilitó entrar por primera vez a la Copa Libertadores. Posaban, de pie: Pachamé, Poletti, Manera, Aguirre Suárez, Malbernat y Barale. Agachados: Bedogni, Bilardo, Conigliaro, Echecopar y Verón.

Y vinieron las Copas, los dolores de cadera que lo amenazaban con quedarse afuera contra los ingleses del Manchester United. ¿Pensó que se perdía la revancha?
—Cuando venían las finales me infiltraba, eh, silocaina con corticoides. Para hacer esas travesuras, como la final en Manchester, viajó un médico, el Chueco Barbieri; el club le pagó los pasajes a él y a la mujer. A 48 horas del partido me pusieron en la cadera un pomo de silocaina en jalea. ‘No te muevas mucho, pasado mañana no te va a doler nada’. Así fue, no sentí ningún dolor. Allá, ellos se creían que nos iban a hacer la boleta, que nos metían cinco goles.
Cuatro años después de aquella Tercera que Mata, su arribo a un club que peleaba por el descenso, el mismo Estudiantes fue campeón Intercontinental, en Inglaterra.
En el campo, aquel 16/10/1968 hubo una mixtura muy rica, de seis de los refuerzos que eligió don Osvaldo (Togneri, Bilardo, Ribaudo y Conigliaro), un experimentado Madero que era el que más había jugado con esa camiseta, y siete pibes (Poletti, Malbernat, Aguirre Suárez, Medina, Pachamé y Verón, más Echecopar que ingresó en el segundo tiempo).

Como un soldado que atravesó campos de batallas, se fue sin despedida en esos días que Zubeldía también marchó y se fueron a Huracán, en marzo de 1971. Otra paradoja del destino fue la primera fecha de ese torneo, ante Estudiantes y en 1 y 57.
La nota que Poletti concedió a este periodista fue el pasado 14 de abril, cuando las redes publicaban saludos por el «Día Internacional del Arquero». A primera hora recibió en su celular una foto enviada por su hija, que había publicado el twitter oficial del Club Estudiantes, con el «Flaco» en una postal junto a Andujar (otro campeón de América).
“¿¡Pero el día del arquero no era el día del cumpleaños de Amadeo Carrizo!?», se sobresaltó, y con buena memoria, puso la otra fecha (la del Día del Arquero que se declaró en Argentina): «Es el 12 de junio, por Amadeo… Al lado de él, todos los demás éramos un mamarracho”.
Añade al paso, analizando el puesto: “Andujar es el mejor arquero que tuvo Estudiantes, lejos”. Que Ezequiel Martínez, «El Dibu”: “es cuatro veces Poletti! ¿¡Viste cómo usa el cuerpo!?”. De la vieja guardia destacó a Néstor Martín Errea, otro que apodaron “El Flaco”. “Era de 1939. También salió de Sacachispas. Murió joven”.

No guardó nada Alberto, salvo aquel cuadro con fotos que le hizo su hija, que acompaña sus días en el living comedor de su casa, en el Parque Sarmiento.
No guardó nada, ni la bronca eterna contra la política que lo llevó preso y retrasó a los argentinos una evolución que no puede ver.
“Con el Milan nos hace equivocar el gobierno militar que nos mandó al vestuario a un monseñor, fue el que nos dijo que teníamos que ganar o matar. Monseñor Moramiggi, que era de las Fuerzas Armadas. Nosotros salimos y dijimos ‘bueno, vamos a matar a un tano’ y después fuimos en cana. ¡Que el cura se vaya a dar misa al ejército! Yo fui preso por correr a un tano que me dijo que era guapo y se metió en el túnel; no lo alcancé, se cruzó uno y le tiré una patada. Estuve 30 días en Devoto con dos compañeros y 9 meses suspendido. Me levantaron la sanción cuando cayó el gobierno de Onganía”.
No se guardó nada, tampoco el afecto, que le dispensa al hincha albirrojo que le agradece.
No se guardó nada, al igual que un socio e investigador de la historia pincharrata, Darío Cáceres, que sacó una batería de datos de Poletti: Estuvo en 186 partidos, totalizando 16.757 minutos en cancha, ya que una sola vez no completó los 90 reglamentarios (19ª fecha del Metro 1969, de local con Newell’s, reemplazado por Errea) y dos veces jugó tiempos suplementarios (Semifinal de Libertadores 1968 con Racing y final del Metro 68 frente a San Lorenzo).
Mantuvo el arco en cero durante 70 partidos, 58 por torneos de AFA y 12 internacionales. Otra racha  fue la de presencias ininterrumpidas, 85 partidos, la más larga de la historia, sobre los 82 partidos en continuado de Pezzano (otro “Flaco”) entre 1973 y 1975. Lo de Alberto fue posible entre la novena fecha del Torneo de Primera de 1966 (contra San Lorenzo, 0 a 0 en el Viejo Gasómetro, 1ro de mayo de 1966) y la sexta fecha del Metro de 1968 (frente a Platense, en la visita a Saavedra, el 11 de abril de 1968). Dicha marca es récord en el Club Estudiantes,
Los rivales con los que más veces mantuvo la valla invicta fueron Independiente y Vélez (5 veces con cada uno), seguidos por Atlanta, Newell’s, Rosario Central y Racing (4 veces cada uno).
Hablar de fútbol con «El Flaco» es acercarse a un fogón caluroso de momentos. Cada vez que hay un llamado, su voz enérgica arrasa las rutinas y despierta asombro, ironías, tonos altos, broncas y sonrisas. Lo vivimos en la intimidad de su hogar, donde siempre piensa en volver a UNO. El héroe ante los ingleses, el que espantaba las moscas del vestuario de Sacachispas, el que un día salió de aquel conventillo para tomarse el tren hacia el sueño, el que fue recibido por Ignomiriello y llevado a la gloria por Zubeldía.

Nada peor que un León herido

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Desde sus propias cenizas, luego de su autodestrucción en las primeras fechas, aparece un horizonte claro Estudiantes. Triunfó “afuera”, con Independiente, al que si algún custodio experto del fútbol de la eternidad nos pudiese dedicar un párrafo (un «Colorado» Giúdice, un «Pato» Pastoriza) diría “gracias, desconozco qué pasa en mi club, no creo que eso que pasa entre los mortales obedezca a la historia de Independiente).
Un estadio con tantos claros (tribunas y plateas raleadas) denotan que hay muchos oscuros temas por resolver. Si faltó mucha gente no fue por la Pascua, sino por las campañas… La del equipo y, especialmente, la política que siempre está jugando su campaña con diablura…

ncharrata: “Rollheiser hizo una de Messi, pero después hizo una de mi amigo Elicabe cuando juega después de un asado con amigos”.
En el estadio Libertadores de América – Ricardo Bochini la bronca de los socios del Rojo empezó a caminar por el cemento como un fantasma. Al volver del entretiempo, en 4 minutos, en un tiro de esquina la pelota no se despejó y por allí se mandó una cabriola “El Corcho” Rodríguez para sellar el 1-0.

El equipo de Don Eduardo lo tenía controlado y cuando aceleraba podía marcar la diferencia.
La Semana Santa con fútbol, en varios escenarios, tuvo algunas agresiones cobardes: tiraron un celular antes de empezar el ST en San Lorenzo; y en el clásico de Rosario (chocolate por la noticia) los de Newell’s estrellaron piedrazos en el micro de Central.
“Jugadores… a ver si ponen huevo” (no los de Pascuas) fue el grito que entró a tensar más la frágil cabecita de los que hoy visten de rojo. Los adultos mayores, los de más de setenta, no entienden más nada, pero las nuevas generaciones se han acostumbrado al caos. En el momento de mayor confusión llegó un insólito gol en contra de Zaid Romero, quien cabeceó solo hacia su propio arco y desconcertó a Andújar, la bola pegó en la punta de su botín y se metió como una serpiente. Minuto 80. Ya no estaban Rolleheiser (la mejor figura) y Boselli, reemplazados. Y el premio era injusto para el pobre, que lograba su sexto empate consecutivo.

Fue el sexto jugador Pincharrata en el profesionalismo que pasó por esta situación curiosa de meterla en el arco propio y en el ajeno, en una misma tarde. Vayamos de adelante hacia atrás. Antes de Zaid fue Pablo Quatrocchi (14/8/1999, de local con Vélez, un gol al minuto y a los 34’ lo empató el Flaco para Vélez, 1-1. ¿A ver si recordás? Quatrocchi cerró la cuenta, 4-2, con el último gol del partido a los 23 minutos del segundo tiempo.
Otro caso fue el de Abel Herrera (24/3/1985, de local con Talleres de Córdoba, ronda de ganadores del torneo Nacional). El»Toti» Iglesias puso el 1-0 y Gugnali amplió al 2-0, y sobre los 30 del segunto tiempo “Titi” Herrera hizo el 3-0 (aseguraba la clasificación a la próxima fase de la ronda de ganadores), pero el mismo defensor tuvo el infortunio de «descontar» para los cordobeses, solo seis minutos después de festejar con la hinchada su propio grito. Lo curioso es que el enano jugó 481 partidos en Estudiantes y metió solo 4 goles.

Jorge Solari Gil protagonizó otro caso curioso (17/4/1977, de local con Chacarita). Esa tarde ganó el León 4 a 2 con tantos de Pagnanini de penal, Letanú, Solari Gil y Gottardi; y los tantos tricolores llegaron  gracias a dos jugadores albirrojos: Solari Gil y Horacio Rodríguez.
El recordado Néstor Togneri (tricampeón americano y titular en las dos finales del mundo) pasó por algo parecido. Un miércoles (27/6/1973, ante Newell’s, en Rosario). La derrota 0-2 golpeó a la puerta a los 8 minutos cuando «Cucurucho» Santamaría pareció liquidarlo, y mucho más cuando a los 11 minutos el «Polaco» Togneri la metió en contra y estaban 0-3. Sin embargo, Togneri a los 31 convirtió de penal, 1-3, y Camilo Aguilar a los 34 acortó a 2-3, el resultado final.
El primer caso de Estudiantes, que hizo la de Zaid ayer, fue Juan Eulogio Urriolabeitia (23/9/1956, de local con Lanús). El «Vasco» anotó de penal, y por la misma vía festejó Lanús. Hasta que el hombre albirrojo (luego será DT) la metió en contra y se fueron sin puntos, 1-2.
El gol en contra no es nada extraño en el fútbol, y le puede pasar a cualquiera, el mismo Juan Sebastián Verón también se equivocó (11/11/2009 —antes del Mundial de Clubes—) una noche en que, a los 6 minutos, abrió la cuenta para Rosario Central en una acción rápida donde abrió sus piernas y la acomodó adentro del arco. El mismo día Alayes también la metió en contra. Gritaron los Canallas, 3-0.

Sin embargo, la tarde pascual tendrá una pelota parada y en eso Estudiantes hace escuela. Minuto 84. Goooool de Estudiaaa… de Estudiaaannn, “¿saben quién?… ¿saben quién…? ¡Zaid Romerooo!, de cabeza, abajo y a la derecha del indefenso Rey”, gritaba Arcapalo en radio Provincia.
Dirá Zaid: «Sensaciones raras, pero al fin y al cabo estoy feliz. No me comuniqué bien con Mariano en el gol en contra y el sol me incomodó un poco. Fue cuestión de levantarse y mirar para adelante”.
Mastrangelo lo terminó. El CAI no gana a domicilio desde que empezó 2023. Que no subestime, porque cuando empiecen a pesar los puntos en tramos decisivos, podría caer al último puesto (el vigesimoctavo, que llevará a uno directo a la B Nacional). La jugada que hizo la CD salió pésima: sacaron a Falcioni (con contrato hasta junio) que “la remaba” sin ocasionar papelones, tratando de salvarse con el estilo de “ir para adelante”. Por ahora, en la posición vigesimocuarta, esta historia va a ser harto difícil.
Todo lo contrario resultó el trueque de técnico en Estudiantes. La versión Domínguez (siempre de negro en su atuendo) acabó con la medianía del breve ciclo Balbo. ¡Ahora cuenta tres triunfos al hilo! El nuevo DT lleva 12 de los 15 puntos en la Liga y el equipo subió a la mitad de la tabla (puesto 14, con 14 puntos).

El ánimo también ha resucitado. Al bueno de Rollheiser le preguntaron en la TV, ¿se abrió de nuevo el campeonato? “Sí, estamos preparados para todas las competencias, enfocados porque el club lo demanda”, enfatizó, con besos a la familia y los amigos.
En conferencia, cuando se hizo la luz apareció para hablar Zaid (nombre masculino de origen árabe; traducido, significa “el que crece”). Le sirvieron agua y bebió contento. Solo faltaba, junto al micrófono, algún huevo que atestigue su propia resurrección.

Gimnasia es de película, como las de Terminator

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Terminator: metáfora que usó el recordado Roberto Perfumo para demostrar que un equipo se puede reinventar. Salió en una nota de la revista El Gráfico cuando el gran ídolo de Racing asumía como DT de Gimnasia.

Sábado con cielo despejado, de un celeste con la gama exacta de la que luce Racing. Sus enamorados dirían “lindo cielo, para ver caer de nuevo el pelotazo del Chango Cardenas cuando fuimos campeones del mundo”. Otro, que vive el ahora, dirá que “desde el cielo entró la pelota del paraguayo Matías Rojas el miércoles en Chile” (le pegó de atrás de la mitad de la cancha).
Los de Gimnasia en su ritual, jugar en casa, con sus sabores únicos y las personalidades que no “chamuyan los diarios”. Un colombiano loco por el Independiente Medellín llegó a las 9 y el partido empezaba a las 18, y tenía su razón de ser porque iba a ver un partido en Argentina, la tierra del campeón del mundo (hinchó por nosotros). De acá me voy a Uruguay porque jugamos con Nacional. Nuestro amor es parecido al de Gimnasia, somos sufridos, no venimos por las copas, sino por el sentimiento que nuestros padres nos enseñaron”, le dice a Sebastián Petricca, tripero que a su vez ya está organizando una salida al exterior para alentar a Gimnasia por la Copa Sudamericana. Saca un Flecha Bus para sesenta y ya está la mistad cubierto de azul y blanco. ¿Qué más decir de esta pasión? Que lo diga una bandera.

Mariano Cowen, el Presidente, se abraza a un relator histórico, don Daniel Angel Barinaga, el que popularizó en su grito radiofónico una frase que esperaron miles de oyentes al mismo tiempo en las transmisiones de fútbol platense en las décadas del 80 y 90, el «final-final-finaaalll del partido», era de Barinaga, a quien le pregunto por un comentarista y dice Néstor Basile. Le piden que elija el mejor gol en esta cancha y de inmediato se acordó “el del Mellizo Guillermo a Banfield, en el arco del Bosque, cuando entra gambeteando y se la pasa por arriba de la cabeza al arquero”.
¿Dónde ve ahora el fútbol cuando hace tiempo que no trabaja en la radio? “Veo al Lobo con lo mejor que tengo, los cinco que venimos siempre, arriba del túnel…” Ese equipo es su hijo Facundo, los nietos Juan Pedro, Valentina Camilo, y tiene dos hijas y tres nietas más, Inti, Juana y Ema. Le hago la última, ¿se ve bien la cancha desde la cabecera? No es lo mismo que desde la cabina de la techada. «Sí, veo, pero ahora hasta la mitad de la cancha (buen humor, placa, homenaje y gran momento).

Pita Nicolás Lamolina, ¡todos en sus lugares!, comienza otra de acción, a lo Terminator. La versión donde Arnold Schawarzenegger (Gimnasia y Esgrima) está hecho como el soldado del filme de ciencia ficción, de un metal líquido capaz de cambiar de formas y sobrevivir. «Con esfuerzos propios», como le dijo Coco Sánchez, ex presidente de 1980 y 1984, «hasta los huesos», le respondió el actual. La Liga Profesional 2023 ya vio transformaciones deportivas. Terminator 1 fue debutar con Vélez 1-3, caer adentro con Defensa 0-2, aguantar en Banfield 0-0, y recuperarse contra Instituto 2-0. Terminator 2 fue un dolor en Barracas 0-1, una maldición con Excursionistas, el creer contra Colón 0-0 y el infierno en San Lorenzo 0-4, hasta volver a armarse ante Estudiantes 2-1. Terminator 3 fueron otras dos caídas al hilo con Central 1-3 y Universitario de Lima 0-1, y este salir a todo o nada frente a Racing.
(Nota del redactor: entiéndase la comparación, el fútbol no es ninguna guerra, aunque las emociones, las tácticas y estrategias de supervivencia —adentro y afuera del rectángulo— son semejantes. La guerra infame y verdadera fue la de Malvinas. Y ayer se hizo un justo homenaje.
Memoria. La máxima goleada de Gimnasia en la historia del profesionalismo fue a un Racing campeón, 8 a 1, en este Bosque. Los visitantes habían dado la vuelta la fecha anterior ante San Lorenzo y el miércoles 22 de noviembre de 1961 se presentó en La Plata. Tal vez hayan ido nuestros abuelos o los viejos de uno, vaya a saber, el asunto es que al minuto empezó el baile (foto), gol de Hugo Carro.

No es casualidad citar este gol, porque en ese arco, el tanto de Tarragona será tempranero (minuto 8) y de factura similar. En 1961, al minuto Diego Bayo se la bajó de cabeza para que Carro la conecte de derecha, lejos de Osvaldo Negri, el 1 visitante. Después vinieron siete goles más del Tripero (todavía no era El Lobo). Ayer, Soldano le metió pase de cabeza a Tarragona que sacó el remate a un rincón, a la ratonera, porque “a los ángulos rectos los arqueros no llegan”.
El trámite del primer tiempo fue digno de la lucha diaria de los argentinos, a nadie le sobra nada, todos ponen y pelean: salió lesionado Cardona (adentro el fenómeno de Matías Rojas). A un hincha impaciente le explotan las cuerdas vocales: “Dale Durso, con la rodilla y a la cabeza”. Racing se quedó con diez por expulsión de Gabriel Rojas. Puede ser que sea una tarde a pedir de los pibes… El «Colo» Omar Bastía en la popular de 60 tiene la fe intacta.

iva que desdibujó a un rival dormido en los laureles. El juego nos va a deparar las emociones que hacen del fútbol algo tan hermoso, pero además se jugó mucho más.
Pinta la nostalgia, no se puede olvidar nunca aquellas finales del Octogonal de la Primera B en 1984, cuando los pibes del club eran Castagneto, Tempesta, Kuzemka, Ferrer, Pedrazzi, por citar cinco de aquellos tiempos de resurrección; ahora, esos cinco pibes que batallan son Durso, Bauti Barros Schelotto, Sánchez Astrolog, Miramón, Muro… por citar otros cinco que meten contra un rival que tiene el doble de los puntos.
Ya que lo vimos al «Colo» Bastía, acá lo vamos a sorprender con esta foto, un gol que le hizo a Racing jugando para su club de origen, Argentino de Rosario, en el Gigante de Arroyito (1983, primer año de los de Avellaneda en la B).

La noche y la nueva iluminación, junto a un aire verniego que se prestó para ver fútbol, nos lleva a ver un gol de película. Cabezazo del capitán Leo Morales (minuto 55) y el «Yacaré» enloquece a la multitud. Este Gimnasia está mostrando una versión de Terminator más avanzada. Quiere el tercer triunfo de local en el año. Y pensar que muchos qunieleros lo condenaban a la B cuando los pibes recién se estaban vistiendo… El trabajo es la verdad y si se trabaja bien se llama a la buena suerte. Si se trabaja de manera superficial, se está menos preparado para aprovechar lo que la fortuna ofrece.
Los otros pibes (los niños que van con sus padres y algún amiguito del colegio) disfrutan de la película. Piden garrapiñada y algunos maíz inflado.

Se viene Racing, que siempre será Racing. Una rápida acción deriva en el 1-2 de Jonathan Gómez (minuto 67).
Aún en ganancia y faltando veinte largos minutos, dos jugadores de recambio: Comba por Steimbach y Enrique por Muro (y se terminaron las variantes). Había una bandera pequeña en el alambrado que era un pedido de vaya a saber cuántos fanáticos: “Titularidad para Ivo Mammini yaaa”. Democracia.
El sufrimiento se cuela en las butacas, las ochavas, los palcos bajos y altos, hasta los paravalanchas. Es producto de la tensión del que pelea para no sufrir un descenso (este año se va el último de la tabla de posiciones y dos más por la de promedios).
Justo se me viene a la memoria un equipo de La Academia donde jugaron “Chirola” Romero y “El Cholo” Simeone.

Hay suspenso en el filme, un penal para Racing que el árbitro marcó como si estuviese más seguro de eso que de su apellido. Pero el VAR lo llama. Es dudosa. Lamolina va a la ceremonia de la TV y lo anula. Los pibes del Lobo aprenden una materia: cómo estar arriba por dos y que se te pongan de nuevo a nada para el empate…
Fue Franco Soldano el héroe (minuto 99, con tiempo agregado). Debajo de este cronista, Julio Ramírez (Julito) y Fernando Nuñez (Torugo) se abrazan. Es el fútbol como la vida misma… No hay crecimiento sin dolor. “No hay Lobo sin bosque”, acotaría Fabián Ambroggi en El Mondongo de sus amores.
“Final, finaaal, finaaallll del partido… ¡ha ganado Gimnasiaaa!”
Puedo oírlo aunque no tenga la radio y él ya esté en otra cosa, lejos de una transmisión. Don Daniel Barinaga (el relator que la comisión directiva homenajeó en esta ocasión) debe estar de la mano con un nieto, allá entre la copa de los árboles cercanos a la avenida 60.
Puedo imaginar al Topo Del Rivero informándole desde los estudios centrales que “el elenco mens sana se está haciendo fuerte en casa. Suma 10 puntos de los 11 que tiene en la tabla; y San Lorenzo y Rosario Central son los que más sumaron de local, con 13 unidades”.
Estoy seguro que en el más allá, pero siempre acá, en el Bosque, Néstor Basile, es el que me comenta lo que siento de esta victoria, con alguna de sus metáforas arrabaleras: “No tiene una chirola en los bolsillos, pero va al frente como quien va a confesar un amor”, en su voz ronca de tangos y comentarios viscerales en la histórica AM 1270.
Nos vamos a casa. En la soledad de la noche encuentro una razón más del corazón que tiene este Lobo hambriento. Lo puedo entender en los pasos del rusito Felipe Sánchez Astrolog, que se dispone a disfrutar de la cancha como quien caminara por un salón de fiestas después del baile. El día anterior cumplió 19, pudiendo ver solo a sus compañeros y prometiéndose un triunfo. Lo acompañaban ahora sus dos hermanos y un amigo, hasta que aparecieron dos hinchas y le pidieron una selfie. Felipe ahí ya es uno más, su personalidad vuelve a un estado normal, el joven que con timidez vuelve a casa con su mochila después de sacarse los botines y la 37 del guerrero, otro gran actor de este Gimnasia de película.

“¿Quiénes son esos hombres?”, se preguntó el hincha de Estudiantes

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La respuesta debería llevar un capítulo largo en la vida del fútbol de la institución. Son ex jugadores, pero mejor cabe el de compañeros de un tiempo divino. Varios de ellos caminaron por el césped del estadio durante el entretiempo de Estudiantes-Sarmiento; con 40 mil personas que se habían tomado un descanso, y de pronto volvieron a mirar al rectángulo verde, donde se anunció de forma imprevista (a esa hora) un homenaje. Sencillo pero gigante para quienes son parte de una identidad. Una de las camadas de jugadores que ayer fue la más numerosa de todas las que el Club recordó hasta aquí. Lo que iba a hacerse en la previa, lo corrió una tormenta y al decir de los sabios “no hay mal que por bien no venga”, le bastó otra prueba. Como había ex jugadores y familiares que recorrieron muchos kilómetros (uno llegó en avión desde el sur), el reconocimiento se pudo hacer a cancha llena, apenas finalizado el primer tiempo. Entonces el cielo, el aire, el clima futbolero, fue pasando la historia de la categoría 1976, que allá lejos en el tiempo representó al Club Estudiantes de La Plata en campeonatos de LISFI, de AFA y de una Liga Wildense. Tenía que ser sábado, che, el día que jugaban siempre.

Cristian Ubaldi y Cristian Pejcich. Los dos eran delanteros y volvieron a 1 y 57 después de veinticinco años. Ubaldi vino desde Puerto Deseado y Pejcich desde Comodoro

Con humildad, disciplina y sin alardes, el grupo bordeó el campo por la línea del “outbol”, sobre la 115, ese costado donde antes existía una señorial platea techada, donde jugaban a las escondidas; tenían poco tiempo, para tanta vida transcurrida, y pertenencia a ese sitio donde amaron una pelota y las cosas simples, la colonia de vacaciones, la pileta, el restaurante, todo aquello que ya no está.
Tenían cinco años de edad cuando empezaron a conocerse. Sebastián Landro lo describía con su memoria afectiva: “A mí me trajo mi mamá cuando Estudiantes tenía la escuelita en 7 y 528 que dirigía Casanueva. Llegué a firmar primer contrato con el profe Córdoba, y después, tal como es el fútbol, seguí en otro lugar, dos años en Suiza y diez años en Italia. Hoy comparto la camiseta en el Senior +45, y los torneos que hacemos entre todas las categoría con esta 76 espectacular”.
Desde las cabeceras o las plateas laterales era difícil verles el rostro, pero se escucharon sus nombres y la pantalla LED pasó algunas fotografías del equipo. Pablo Valenzuela estaba en el aire a la vez que pisaba la tierra de campeones, “entrar con mi nena (Miranda, de 6, y Ambar, de 12) es revivir un montón de cosas, yo a la edad de ellas estaba en el club y tengo amigos desde esa época”. Corría 1982, La Plata cumplía cien años y recién habían creado a LISFI, —la segunda Liga de fútbol infantil platense—. Los entrenaba Daniel Epeloa, un ex jugador que tuvo un solo partido en Primera, la misma tarde que debutaban Bocha Flores y Bruja Verón, en La Boca.

El fútbol infanril en LISFI. Parados: Roberto Stringa, Leonel Spirito, Pablo Cabanillas, Pablo Valenzuela, Gabriel Pregal. En cuclillas: Lautaro Trullet, Maxi Pasternak, Pablo Francesetti, José Martegani

“Continuamos con el reconocimiento a las diferentes camadas, ¡esta es la setenta y seis!”. A grito pelado, el locutor, Carlos Gabriel Pregal, dejó el protocolo de lado para ser envuelto por el calor humano de los abrazos del grupo donde jugó. “Estos fueron mis compañeros, mis hermanos, mis amigos”. La gente empezó a aplaudir mientras el contingente se sacaba fotos.
Se suele decir con la boca que el amor es más fuerte y el corazón lo asiente. Algo reaparece cuando no lo buscás. Son momentos, son personas. “Si estoy acá, si jugué a la pelota en Estudiantes, fue por mi padre que ahora está en el cielo”, dijo Leonel Spirito, uno de los primeros arqueritos en cancha de 7, dirigido por Roberto Zuccheri y Angel Di Cianni.
Si la jornada fue especial para unos treinta ex jugadores (cuatro jugaron en la Primera del Club), una familia lo sintió de manera muy significativa. Eran los padres, hermanos y sobrinos de Mariano Bidondo, quien nos dejó repentinamente en su juventud, por causas naturales. Justo tenía que ser 25 de febrero, el día en que había nacido Mariano.

“La familia de la categoría 1976”. Jugadores con sus hijos. Y padres que llegan a pisar el cèsped, como los Bidondo, en honor a su recordado hijo Mariano

Acuñaron apodos, se descubrieron a ellos mismos en el esfuerzo, crecieron jugando. “Hacíamos fútbol en el bosque, o entrenábamos en las grutas donde llegué a subir y bajar los escalones con una pelota de básquet rellena de arena”, rememoró Marcelo Miceli, hoy profesor de educación física y dueño de una memoria detectivesca, que se le animaba a decirle a Lucas Castelli que el origen de su apodo “El Tío” era porque “cuando viniste no sabíamos tu nombre, te pusimos así porque venías siempre con el mismo hombre, tu tío”. El “Petiso” Miceli es capaz de enumerar la llegada de cada compañero al fútbol infantil: Sebastián Mestre, Matías Godoy, Julio Ferrer, Ezequiel Formoso, Víctor Bianchi, Sebastián Valverde, José Martegani, Roberto Stringa, Leandro Cortizo, Néstor MoraLautaro Trullet (hijo del ex futbolista de Estudiantes y Colón, Carlos Trullet).

El ayer y el presente, la emoción de la familia Miceli, con Eduardo (ex colaborador del fútbol amateur), su hijo Marcelo Miceli y Lucas Castelli (abraza al periodista de este medio)

La ciencia dice que de los 10 a los 14 años se da el mayor crecimiento de la pubertad. Pues bien, ellos crecían al mismo tiempo que el Fútbol Argentino en esa etapa. Tenían diez cuando vieron por TV a la Selección campeona del mundo en México. Y andaban en los catorce, ya en Novena, cuando vieron otra final del Mundial de Italia, agitando sus cuerpos diminutos con el “Borombombón… Borobombón… es el equipo… del Narigón”, ese cantito que anoche volvió a escucharse, pero con la bronca del empate.
“Alcancé a jugar dos años”, afirma Marcos Collazo, tolosano que saca una joya: “En Prenovena tuvimos a Santiago Solari, cuando el padre (Eduardo Solari) dirigía a la Primera de Estudiantes; también hicimos un viaje a la provincia de Córdoba, dirigidos por Juan Ramón Verón“.
La categoría se nutrió de otros pibes al pasar a Juveniles. Recitan una formación de Octava, 1 Marcelo De Luca; 4 Leandro Veiga, 2 Eduardo Beroy, 6 Gabriel Pregal, 3 Sebastián Landro; 8 Sebastián Salguero, 5 Gustavo Zuleta, 10 Roberto Stringa; 7 Ezequiel De Paz, 9 Luis Seillant, 11 Martín Fúriga.

Edad de “Inferiores”. Parados: Sergio Clemente (PF), Zuleta, Pregal, Salguero, Infante, Testa y De Luca. Agachados: García, Juarez, Dominé, De Paz y Barreto

Cuando la lluvia pretendía amargarles la tarde fue cuando más se rieron, yendo a un pasillo con techito que parece un vestigio del Complejo Habitacional “Dr. Héctor Demo”. Allí se protegieron del aguacero un dueto llegado de Chascomús, Eduardo Beroy y Luis Seillant, para evocar en una nota hecha en el momento “al técnico Omar Bermudez, era un docente del fútbol, de entrada se parecía a un ogro, pero era un tipazo, de esos que te marcan para la vida” (Beroy). “Había deficiencias, no había ropa y hasta faltaba una buena cancha para entrenar, de hecho el club terminó en un descenso, pero un día, hablando casualmente con Bermudez, coincidíamos en que fue la época que más jugadores salían” (Seillant). El apodo “Potro” lo trajo de su pueblo, pero en La Plata lo perdió porque así le decían a Fúriga.
Los que no jugaban en AFA, lo hacían en una liga alternativa, la Liga Wildense. Los padres ayudaban, rifas, comidas, los viajes de visitante. Pero los chicos fueron notando el recambio, que sucedió año tras año, especialmente en Juveniles, algo que sucedió en todas las épocas y camadas. “Lo mismo pasa hoy, tenés una base de infantiles que sigue y otros que van entrando según las necesidades del técnico de las Juveniles”, opinó Salguero, actual DT de la Octava. A la conversa se sumó Santiago Jaidar, que reconoció haberse ido a los catorce años, “porque me enojé… cosas de chico”. Hoy es empresario de turismo, y a su lado, tenía un ángel, su hijo Leo, que inocente le preguntaba si al entrar al campo de juego podría patearle un tiro a Andújar.
En Séptima se sumó Leandro Testa, “El Pato”, un crack de General Belgrano, por la cualidad técnica y la humana. Contento por el reencuentro, otro entrenador del presente en el fútbol amateur, rescató que “hay chicos, como Damián Infante, que hacía 30 años no veía”. No se veía uno con el otro pero parecían entenderse desde el fondo del alma. Pasaban la película, incluso en esas partes que no salen bien, y Beroy cantó la justa: “llegó Testa y fui al banco, al poco tiempo me volví a Chascomús”, donde formó una familia con dos hijas Agustina y Catalina que ayer lo escoltaron en todo momento.

Quinta, año 1994. En el Country. Parados: Martín García, Leandro Cortizo, Pregal, Turchi, Furiga, Landro. Agachados: Dominé, Ubaldi, Salguero, Eijo y Juárez

Contrariamente a lo que mucha gente piensa acerca del éxito, el mismo no consiste en ser famoso sino en saber vivir a pesar de las dificultades. Llegaron a forjarse un camino, algunos en otros clubes, llevando el legado de la garra pincha y la unidad, defendiendo camisetas en otros campeonatos, incluso el no rentado.
“Nadie sabe quién va a llegar, solamente un mago”, me asalta una voz de sabiduría y alegría, la de Bedogni, asistente y maestro del fútbol para jovenes, aquel goleador del Estudiantes campeón de 1967..
La pensión del Estadio. “¿No está más el árbol con el teléfono?”, pregunta un 10 que vivió tres años allí, en “el Demo”. Daniel Barreto llegó de la ciudad de Colón, Entre Ríos, por el contacto de un hincha fanático de Estudiantes que vive en aquel pueblo. “Acá me decían La Hormiga, bien negrito y me comía todo, leche, pan y pastel de papa, no había una milanesa, pero bancábamos, ¡yo quería llegar! Cuando Estudiantes se fue a la B, nos dicen ‘muchachos, si tienen para comer, se quedan, sino, cada uno para su casa”. Lo del árbol que mencionaba era por el pino y el teléfono era uno que estaba pegado a la intendencia, en ese entonces un objeto sagrado (sin celulares) gracias al que podía el chico del interior podía dialogar con sus padres y fijar fecha de la llegada de la encomienda. “Soy hincha de Estudiantes, y al final queda esto, el encontrarse con relaciones sanas, de tipo macanudos”, definió Barreto.

El que tiene gorrita y la sonrisa denota su estado espiritual es Daniel Barreto, “La Hormiga” que vivió en el Demo con pibes mayores que él: París, Pezoa, Zapiola, Zapata, Azconzabal…

Gastón De la Canal también lleva la marca de esos días difíciles, mucho más cuando Cecilio Galeano (un juvenil que llegó a préstamo de Vélez) se le cayó encima en una práctica y lo paró en un momento decisivo. Sabe que estuvo cerca: “Siendo suplente en Quinta, un día le hicimos de sparring a la primera; y Trobbiani y Gottardi (técnicos ayudantes de Russo y Manera) me dicen ¿cómo estás para jugar de titular en reserva el sábado?’. La verdad que esa 76 era un grupo de pibes buenos, que queríamos jugar a la pelota”. Gastón hizo su bolso y se fue a jugar y a laburar a los Estados Unidos, Carolina del Norte.
En el renacer pincha tras la vuelta a la A, se había conformado un “grupo especial”, donde había dos berissenses de gran nivel, Ezequiel De Paz y Gustavo Zuleta. El “Luly” De Paz tenía una gambeta picante, para adelante, de los que llevaban el cartel de “éste llega”, cosa que anoche repitió entre risas y señalando a a Furiga como culpable de su infortunio en el fútbol (el centro delantero se destacó en 1996, con goles en Primera —entre ellos, una apilada tremenda ante el Boca de Bilardo, en Vélez—).
Furiga fue la figurita con un físico que aún conserva. El 7 de octubre de 1995, en la auxiliar de calle 54 (hoy Estacionamiento) le ganó con un doblete el clásico (2-1). Gimnasia tenía a “El Pampa” Sosa, pero “El Potro” estuvo indomable. “Volví a entrar a la cancha con público y en lo personal me emocionó tanto que, por momentos, me quedé sin voz… Capaz que quería decir muchas cosas y se me quedaron atragantadas”, confesó Fúriga anoche, con la tierna compañía de su hija Tiziana.

Martín Furiga, a los 47 años, aquel delantero que hizo de su físico y su cabezazo un fuerte. Con su hija Tiziana, volvió a emocionarse al entrar a UNO

Como una máquina que pasaba una cinta, Claudio Ubaldi miraba el travesaño del arco de 57 y aún está viendo rebotar un pelotazo de mediacancha, de un preliminar contra Ferro. “Si hubiera entrado”, se lamenta el marplatense, como si aquel remate podía haber modificado su carrera, llegando al debut en la Primera como le pasó a su hermano Martín Félix Ubaldi (delantero de Independiente).
Según los datos de un periódico amarillento, la última vez que jugaron en esta cancha fue en septiembre de 1996, en Gimnasia, clásico de Quinta. Salieron por el viejo túnel de 55 con Adrián Herrera; Juárez, Martín García, Pregal, Landro; Salguero, De la Canal, Zuleta; Fúriga, Turchi y Ubaldi. Fue derrota por dos goles, pero Herrera salvó la goleada al atajarle un penal a Kostenwein. Los dos terminaron con nueve, por expulsión de Pregal y Salguero (EDLP), Molina y Rolla (GELP).
Después de la foto inolvidable, la grupal, volvieron a subir en una especie de rodeo las escaleras empinadas que los dejó nuevamente en el palco, para ver un segundo tiempo movido, con goles, cheques de VAR, sal y pimienta. En ese entretiempo capturé con el alma una escena que ni la mejor cámara podría devolver tal como la vieron los ojos de este periodista deportivo: padre e hijo abrazados, Leandro Veiga (aquel rubio que jugó diez años, desde infantiles a la Cuarta) y Augusto, quien tiene una estatura que al padre le hubiera significado el “bonus” para ser tenido en cuenta. Veiga, o “Vega”, como lo bautizaron cuando una mala pronunciación de don Higinio, en charla de vestuario, los dejó descostillados. Tres pibes, porque también es padre de Josefina y Catalina.

Parece que arman una barrera, pero tendieron un puente feliz con la historia. De Luca, Valenzuela, Landro, Furiga, Veiga, Salguero, Pregal, “Luly” De Paz, papá de De Paz y Golia

Pasaban los torneos y llegaban más jugadores. Marcelo Alegre desde Rosario (tuvo un puñado de partidos profesionales), Juan Bragaioli desde Florencio Varela, acercado por Alas (una vieja gloria de Boca, mismo representante que acercó a José Sosa), que dejó su reflexión pasado el tiempo: “Es verdad que hay una escuela y mucho sentido común; jugué en Independiente y es otro estilo de juego. Me dirigió Conigliaro, de pocas palabras, pero muy directo; igual, pienso que cada DT te deja una enseñanza de vida”.
Desde Comodoro Rivadavia llegó Cristian Pejcich, quien a los 16 años vino a jugarse con sus ilusiones de nueve de área. “No me olvido de los chicos del interior, me apoyé mucho en ellos. Fue una gran familia y está muy bueno que Estudiantes nos haya llamado y no solo a los que jugaron varios años en Juveniles, sino a los que estuvieron en Infantiles”.
Damián Infante llegó desde Barracas Central a los 17; Norberto “Beto” Dominé repitió el caminito de su padre cuando en los sesenta vino de Arrecifes (lo dirigió en Tercera Urriolabeitia y en Primera Zubeldía). Y si hacía falta calidad, apareció Jorge Eijó, “El Piru”, con su zurda inquietante, de los campitos de General Belgrano, distrito bonaerense donde fue Intendente.
Esteban Golia, de Chacabuco, fue “El Loco” desde el primer día. Llegó un lunes al Country, con 350 jugadores a prueba, mostró técnica, marca, salto, llegada y debutó con Gimnasia, de tres.
Cuando pasó la prueba, se encontró con un administrativo, Eduardo Pueblas, “Cacho”, con el que intercambió algunas palaras.
-¿A usted lo mandan Conigliaro y Agüero?
-Sí, sí.
-Tiene que firmar acá.
(Al mirar la lista, él era el último, el número 42. El anteúltimo era Juan Sebastián Verón).

Así vive el fútbol Esteban Golia, “El Loco”, chacabuquense. No es que el gol haya sido ante los vecinos de Junín, sino es por Estudiantes, que le marcó la vida

En Quinta que se sumaron tres adolescentes de la Liga local, Carlos Vilardo (se escribe con v corta) y dos delanteros de Alianza, Bernardo Palazzo y Juan Turchi, “El Turco”, quien en su primer año en AFA fue segundo goleador detrás de Luciano Bergonzi, de Newell’s.
Ya en el mes de enero de 1996 quedaban pocos de “la 76 original”. La Cuarta era un concierto donde trataban de convivir tres años, los nacidos en 1974, 1975, 1976, entre otros. Mientras el plantel superior estaba con una “constelación” de figuras, ese verano llegó otro chico de Rosario, sin cabida en Newell’s: Lionel Scaloni. Eran tiempos de Daniel Córdoba, DT de Primera, y de Ruben Agüero, ayudante y encargado de Reserva, que llevaron a la pretemporada de Necochea a once juveniles de Cuarta a Sexta, entre ellos, cuatro de la 76: Cortizo, Testa, Alegre y Turchi. “Testa es un líbero muy rápido, que no necesita hacer foules para ganar la pelota”, consignaba Agüero en diálogo con un medio escrito que juntó a los chicos en una producción a orillas del mar.

Pretemporada, en Necochea. Parados: Tauber, Gonzalo Pavone, Cortizo, “Bolita” Sánchez, Lezica, Turchi. Sentados: Alegre, Liendro, Testa, Gómez, Temporini y Maxi Benítez

Entre las figuritas clase 1976 del universo de clubes de Primera ya pintaban cosas distintas Marcelo Gallardo (River), Francisco Guerrero (Independiente), Federico Domínguez y Martín Posse (Vélez).
El Pincha no podrá sostener el empate, y las influencias juninenses que siempre saben a “inteligencia”, con Damonte (otro hijo del club formado en este estadio) dará un nudo en la garganta. Se le notó en el rostro a Esteban Trebucq (el Pelado de Crónica, hoy en América, fue integrante de las infantiles pincharratas).
Hubo ausencias, con aviso: Pablo Sánchez de Alcázar, Adrián Darío Herrera, Daniel Besada, Matías GodoyLaureano FerreyraLeandro Rinaldi y el “Negro” Juárez, pero se sumó un 77, Ignacio Vaccarini, quien el año pasado no pudo estar con los de su clase.

Todos y todas. La cancha se vistió de familia en el entretiempo. En ese arco, al poco tiempo llegó el golazo de Santiago Ascacibar

A ésta camada no le faltaron padres en la cancha, una dupla que ahora vive en los mundos sutiles, Higinio Restelli y Roberto Avalos, “Cucaracha” y “Beto”; en Cuarta los tuvo al mando Marcos Conigliaro, leyenda goleadora en los 60 (un cabezazo letal a los ingleses), y Carlos Roca, defensor de los 70.
“En todas las categorías siempre hubo alguien que marcó algo”, comentaba Landro, una de las figuras desde que hace una década se enfrentan en el “inter-camadas”, cada mes de diciembre, con asados en el Country Club Mariano Mangano, siendo la 76 dueña del honor futbolístico en 2015. De esos encuentros nació la idea de Juan Sebastián Verón, en su rol dirigencial, de organizar este tipo de reconocimientos que tienen de cuerpo y alma a Aldo PodestáFernando Díaz SevignePregal y encargados de la logística del club.
Terminó el partido, 1 a 1. El fútbol… Lo más importante de las cosas menos importantes…
Estudiantes, al que identifican como cultor del resultado, también empieza a marcar una conducta no tiene antecedentes: recordar al jugador, recibirlo, mimarlo, mostrarle la casa que un día dejó, con o sin expectativas satisfechas. “Ningún club en el mundo hace esto, tanto como los torneos de fin de año”, afirmó Podestá, aquel de la categoría 1974.
Se levantan. Se vuelven a abrazar. “¿Te quedás a comer?”. “Seguro que ahora viene Leandro Horacio Cortizo” (se referían al actual entrenador de arqueros del plantel profesional), “El Flaco” o “Condorito”, como le dijeron en la edad donde abunda el humor cuando te sacan “la ficha”. El Uno tenía (tiene) un físico estilizado y se desenvolvía con reflejos, al igual que el otro cuidapalos, “El Tano” Marcelo De Luca, quien viene desempeñando el cargo de gerente del Club. La 76, su gente, su buena relación social y hasta laboral. Pregal, además, es la Voz del Estadio; Testa y Salguero, hoy trabajan en la dirección técnica de los pibes.
Parece que fue ayer cuando sus padres los llevaban.
Se sientan en una mesa larga del Mercado 55 y piden una copa.
Para la categoría 1976 (que no fue campeona) la copa que brinda por la vida, que no quede duda, es la más valiosa de todas las copas.

Fin del sábado. Ubaldi, Leandro Cortizo (cuerpo técnico de Primera, entrenador de arqueros), Salguero, Landro y Pejcich

La trayectoria del profe Luis Martín debe tomarse como un legado

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Esta nota que usted decidió empezar tiene el sabor a 2022 FIFA World Cup, pero también a “rioba”. Es una semblanza biográfica, de una personalidad destacada en el país del fútbol más importante del mundo, pero también es un espejo en el que pueden mirarse aquellos pibes que están en una liga amateur. Al hoy preparador físico de la Selección, Luis Martín, lo respalda un pergamino de la UNLP y muchos años de crecimiento en clubes que lo formaron como persona y deportista. Es el rubio que encabezaba los movimientos pre competitivos del equipo nacional en Qatar durante las siete jornadas.
Solo le pido que acompañe la lectura sin expectativa de encontrar famosos, solo aparecen algunos pocos en la vida de Luis. Acompáñenos hasta la calle 19 entre 528 y 529, el sector conocido como La Plata Quinta, o mas populoso como “La Favela”, tal como la bautizó la calle. En el monoblock 13, departamento 2º D, se crió Luisito, nacido en 1967. Propongo empezar por la infancia, repensar al soñador Martín en las distintas etapas de crecimiento, un incansable futbolero. A la par de su de los cambios trascedentales de nuestra Selección y sus ídolos. .

1982. Mundial de España, el último de la era Menotti y el primero de Maradona como jugador.

Luis la pisa, la toca y la mete en “El Nápoli”, el equipo del barrio, que sin afiliación a liga de chicos se organiza con Eduardo Llaller, “El Panza” —fallecido—, camiseta, gaseosa y pelota de cuero engrasada.
Darío Britos y Walter Muñoz juegan al lado de Luis. Dos amigos que perduraron hasta estos días donde el orgullo roza las nubes; los tres por igual se sienten campeones del mundo.
El “Yanqui” Britos sale por el fondo: “Yo tenía diez años y Luis doce. Nos llamamos El Nápoli porque veíamos al Diego en la tele los domingos a la mañana (1986-1987, el club italiano ganó su primer Scudetto). Gracias al fútbol agarramos un camino correcto en un barrio muy difícil”, dice el actual entrenador del fútbol infantil en Gimnasia.
Esos caminos de la vida fueron equipos chicos, pueblerinos y alguno de gran ciudad. Britos y Martín fueron inseparables en El Cruce, Nueva Unión de La Plata, Villa San Carlos, Huracán de Ingeniero White, Peñarol de Pigüe y Atalaya. En cambio, Walter Muñoz solamente los siguió a El Cruce, jugando él en la reserva, aunque la relación sentimental estuvo siempre. “Jugábamos en los baldíos que había en cada manzana, o sea, cada monoblock tenía su propio equipo. Luis era el más habilidoso, era el 10, no el 9 que después jugó en muchos lados”, manifiesta Walter, dueño de una cerrajería en 12 y 47, sobrino de un ex presidente de Gimnasia, Juan José Muñoz. Evocar la niñez y se eleva como cuando vio a Messi con la copa: “Me acuerdo que en los picados del barrio también estaba José Luis Calderón, otro pibe divino, a veces se quedaba afuera porque era tres o cinco años menor que nosotros”. Calderón era el hijo de un verdulero del barrio, “Carozo”, hincha de Gimnasia, pero José tendría escrito un porvenir de campeonatos en Estudiantes.
El potrero extendíó sus fronteras por el interés común de hacer frente a otros barrios, La Favela con El Churrasco, con El Paligüe ó con Los Hornos. Había escenario disponible en una de las dieciséis canchas del Provincial (actual Estadio “Unico Diego Armando Maradona”), cuando los arcos de madera evocaban al viejo fútbol argentino de los años cincuenta, o a los postes del viejo estadio de Ferro.
El trío de Luis, Darío y Walter siempre estuvieron pegados, pendientes unos de otros, hasta para planear unas vacaciones de verano, incluidas las mujeres y los hijos.

El Nápoli. Luis, con la cinta de capitán y la pelota. Dos amigos hasta la actualidad desde aquellos días. Britos (al lado, corte Balá) y Muñoz (el alto, a la izquierda del arquero).

1986. Mundial de MéxicoLa Selección sella su prestigio con su segundo campeonato mundial de la mano de Bilardo y con la figura extraterrestre de Maradona.

Luis se ficha en la Liga Amateur Platense de Fútbol para INDECO (Industria de Cojinetes, según sus siglas). Cuentan que lo llevó José María Sánchez, “El Zorro”, un señor vinculado a la fábrica ubicada enfrente a la “República de los Niños”. La cúpula directiva de INDECO fundó un club y la cancha de once se erigió en calle 511 entre 21 y 22, Ringuelet. Fue el lugar donde Luis Martín firmó por primera vez una planilla oficial como jugador.
La camiseta blanca con puños rojos. Y el grupo de jugadores con cuatro referentes, los hermanos Cora (Lalo y Pacha, zagueros; Juan, mediocampista, y Ruben, puntero derecho).
Héctor Cora, “El Lalo”, era un 2 algo flaco pero muy valiente. “Cuando Luis llegó a jugar, creo que ya le gustaba ser profe, porque el técnico le decía ‘¡vamos, hacelos correr a estos vagos!’ y nos llevaba a un lugar del predio donde había un tanque australiano”. El DT era Valentín Sánchez, recordado delantero profesional ex Gimnasia y aclamado en All Boys con el que ascendió a Primera siendo goleador allá por 1974. “En esa época de la Liga te pegaban con la cara (parafrasea Cora), había tipos de treinta para arriba, imaginate lo que fue para Luis, que con 18 años era chico pero con cuerpo grande… Nosotros le hablábamos porque los rivales lo querían asustar dándole trompadas en las costillas. ‘Luis, vos encaralos, si tenes un problema te vamos a defender. Gran pibe, amable, se hacía querer. A veces lo volvíamos loco, por un tema de edad, pero él era muy educado”, rememora Lalo, que a sus 66 años sigue jugando al fútbol.

“El club fue fundado el 31 de agosto de 1974 y se afilió a la Liga Amateur Platense en 1975”, confirmó el historiador y actual empleado de la Liga Platense, Eduardo “Tucu” Morales.

En 1989 Luis viste una camiseta que amó con locura, la amarilla del Centro Fomento El Cruce, con arrastre de una hinchada de cuarenta que no paraban de cantar y tocar un bombo. Un equipo que hacía méritos para ser primero pero se quedaba en los últimos tramos. Formó una dupla de ataque con Hugo Ruíz, un wing izquierdo con pasado fugaz en Estudiantes (fue titular en 1981 los dos partidos contra el Boca de Maradona y en los dos fue expulsado).
Vicente Bifano, “El Chicho”, era el arquero, volador de palo a palo, que ya conocía a Luis del año anterior en INDECO. “Cuando voy a El Cruce yo tenía 35 años y él nos siguió haciendo la parte física y jugaba. El técnico era el recordado Santos Florín. Podría hablar mil cosas de mi amigo, nuestro representante amateur que es campeón mundial. ¿Qué decir ahora? Cuando lo veo a Julián Alvarez es como verlo jugar otra vez a él”, sonríe desde Mar del Plata, donde se radicó hace veintidós años y hace mantenimiento en el balneario de Punta Mogotes.

El Cruce, los “Canarios” de Ringuelet, con Luis Martín (abajo, el primero de la izquierda). El arquero es Vicente Bifano. El capitán Hugo Ruíz.

1990. Mundial de ItaliaHeroico arribo de la Selección a la final, derrota ante los alemanes y lágrimas de Maradona

A los 23 años Luis tiene una chance en AFA, ficha para Villa San Carlos en Primera D. En quince partidos convierte dos veces en dos derrotas, con Deportivo Paraguayo (1-2, visitante) y Brown de Adrogué (1-2, en Berisso), se detalla en el reciente libro de estadísticas que publicó Daniel Alvarez, un hincha de la Villa.
Sergio Daher, “El Gallo”, era el 4 y capitán, envía las fotos de un álbum con la melancolía de aquel equipo de Carlos Balicchia. Con Luis fuimos compañeros en la Villa y cursamos algunas materias de Educación Física, excelente persona. Conocí a la mujer que también estudió la carrera”.

Primera D. El lungo de es Luis Martín, siempre con la “9”. A su lado, Carlos “Cuca” Figueroa, “Cacho” Tirao y el capitán Sergio “Gallo” Daher.

1991. Copa América de Chile.La Selección levanta el trofeo luego de 37 años. Batistuta se destapa con seis goles

No se dudaba que el tranco de Luis tenía aires al “Batigol”, con potencia, buen cuerpo y cabezazo. Llega una chance grande, en una categoría con enorme roce, la B Metropolitana, pero juega en reserva. Los Andes había descendido y Luis escuchó esa oportunidad. No tendrá fortuna en Lomas de Zamora.
Pero la suerte mejorará al irse a Bahía Blanca. Juega en Huracán de Ingeniero White, un club con historia en la Liga del Sur. En la década del sesenta había llegado a Primera A, en los torneos Nacionales. Luis viajó con su amigo de la infancia, Darío Britos, se convencían mutuamente que podían y la base estaba en el amor que le habían jurado al fútbol desde muy pequeños. Allá van otros dos pibes de nuestra región, Mario Fernández (“Monito”, sin chances en Cambaceres) y Gustavo Heredia (libre de Gimnasia), pero para Luis va a ser extraordinario el clásico con Puerto Comercial, donde enfrentaron a un trío conocido de La Plata: Alcaraz, Gremillón y Vidal.
“Luis era una excelente persona, vivía en el Bule (así le dicen al barrio portuario) y era el tipo más feliz del mundo con el trato que recibía en el club”, recordó Pino Alonso, dirigente del Globito bahiense. Queda hoy un amigo de fierro de Luis, Adrián Esteban, “El Negro”, quien junto a su padre “nos ayudó mucho haciéndonos compañía, charlas, mates, era una época sin teléfonos celulares y extrañábamos mucho”, dice Britos. Huracán logró el subcampeonato tras jugar las finales con Villa Mitre.

Huracán de Ingeniero White, “El Globo”, ubicado en el barrio portuario que se conoce como “El Bule”. Martín, abajo, el último a la derecha. (foto: Huracán de Ingeniero White).

1993. Copa América de Ecuador. La Selección de Basile retiene la Copa y el DT está invicto desde que asumió: dos años y cinco meses.

Luis rumbeó solitario hacia la ciudad de Coronel Suárez y se vestirá con la 9 de Peñarol de Pigüé, casaca similar a la de San Lorenzo de Almagro. “Tremendo delantero Luis Martín”. Así lo definen los que lo vieron con la azulgrana.
Jorge Vidal, “El Goma”, tuvo un paso previo a Luis por Huracán y fue el propio jugador que recomendó a Luis: “Yo fui a Puerto Comercial, y lo tuve de rival. Un ser extraordinario, daba placer compartir la cancha con él en función de su sacrificio, y en el club que ha estado siempre se ha realzado su hombría. Esto que logró fue por sus respetos, que se ganó el respeto de jugadores que son monstruos y se refleja en los abrazos”.

Liga Suarense. Con campera blanca, Luis Martín (foto: Facebook del Club Atlético Peñarol de Pigüé).

Actitud, guapeza, juego aéreo, y manejo de los dos perfiles, porque puede salir para cualquier lado y romperte el arco. Virtudes que también se le vieron de joven en Atalaya, club con la camiseta de Vélez (la alternativa). La gente del pequeño pueblo celebró una gran campaña en la Liga Magdalenense (ya extinguida). Pelearon palmo a palmo con Unión y Fuerza de Magdalena, que contaba con uno de los grandes cracks, Raúl “El Gato” Sánchez (recordado en Cambaceres por el ascenso a la Primera C en 1976).
En esa Liga cada equipo tenía permitidos tres “foráneos” (así le decían a los refuerzos). Atalaya tuvo a Carlos Figueroa, “El Cuca”, y a los casi hermanos de La Favela, Britos y Martín.

Luis con el buzo de la Escuela de Fútbol de Carlos Salvador Bilardo, acompañado como tantas veces por Darío “El Yanqui” Britos, amigo del barrio.

Se vinieron las fiestas de 1992, últimos días de diciembre. En una casa de Berisso un asado seduce a Luis, y sobre todo a un director técnico que preparaba a For Ever para presentarse por primera vez en un Torneo del Interior. Don José María Talone quiere a Luis. Y en la mesa está sentado con los dos preparadores físicos que acaban de confirmar su primer trabajo en fútbol, Carlos Nuñez y Marcelo Marquihossi. Quien abrió las puertas de casa es Christian Rey, que ayudó para “cocinar” al refuerzo que prometía los goles. Cuenta Núñez que esa noche se habló de entrenamiento y preparación física y que Luis habría visto una profesión para seguir, despertando el deseo de inscribirse en esta carrera universitaria.
En noviembre de 1993, se libró una batalla muy triste de la que Luis no se olvidó nunca. Visitó For Ever el difícil estadio municipal donde era local el Club Mercedes. For Ever iba ganando con gol de Diego Rodríguez pero no aguantó, cayó 1-3. Durante toda la jornada hubo escenas de extrema violencia para con los visitantes. Les dejaron inundado el banco de suplentes visitante. La seguridad brillaba por su ausencia, o lo que es peor, amenazaba con dar paliza. Hasta que el “9” visitante Luis Martín cayó al piso y terminó en el hospital Municipal con un golpe en la cabeza. Este periodista aguardó junto a la delegación que el rubio de pelo largo se recuperara y eso fue entrada la madrugada, cuando le dieron al alta, tras el parte médico: “traumatismo craneano por pérdida del conocimiento”.
Hugo Capel, “El Mago”, llevó la capitanía y rescata hoy la esencia de haber transitado ese fútbol liguista mientras no “cae” por la conquista de la Copa del Mundo con su viejo compañero: “Con Luisito hemos pasado por distintas circunstancias, distintas canchas en las cuales había vestuarios donde se cambiaba una mitad del equipo y cuando terminaba ya podía entrar la otra mitad. Hemos jugado ese regional donde tuvo conmoción cerebral y a mí casi me sacan un ojo. Pero la familia siempre estuvo. Valorabas la familia y cada vez que te das vuelta ellos están. Este momento, siendo campeón mundial, es el del famoso recreo como cuando éramos chicos, hoy se vuelve a dar, aprovechalo, porque una vez que termina suena otra vez el timbre y tenemos que volver a clase”.

El equipo de “El Mondongo” jugó de local en Gimnasia. Aquí, logró tomarse “desquite” del Club Mercedes tras un accidentado partido de visitante. Talone y Martín, pelotas en mano.

1995. Luego del Mundial de Estados Unidos y el fin para Maradona (dóping), la Selección inicia el ciclo Passarella con la Copa América de Uruguay. Eliminados en Cuartos por Brasil con “la mano de Tulio”. Ya no hay “mano de Dios”.

Luis arranca su historia más larga en el Club AtléticoFuerte Barragán. El equipo afiliado a la Liga Platense recibe el apoyo de la empresa Propulsora Siderúrgica. Tiene predio deportivo propio en Punta Lara, avenida Almirante Brown y Arroyo El Zanjón. Se acoplan jugadores de calidad y un entrenador que había sido parte de Estudiantes en fútbol amateur durante uno de los períodos de Bilardo, Oscar Barroso.
Fabián Haramboure, “El Flaco”, es el 6 que ya gozaba de fama de bueno por un ascenso con Cambaceres a la B Metro. “Cuando el presidente me vino a preguntar por un 9 que quería traer, me dijo el nombre y no dudé: ‘Con Luis Martín le garantizo que vamos a ser campeones, tráigalo porque es una bestia. Fue el capitán. Todo lo que luchó y que lo llevó a la Selección como profe en realidad se lo ha ganado”.
Ese equipo Fuerte, sin embargo, se quedó en las Semifinales, con Unidos de Olmos. La tarde de la eliminación a Luis lo marcó un defensor de los más ásperos de la Liga, Sergio Correa, “El Locuá”. “Ganarles fue muy lindo, pero fui a saludar a todos (antes y después de jugar), al técnico Barroso, al profe Pallanza y a los jugadores que habían sido compañeros en ese club. Los eliminamos por penales en cancha de ellos. Luis Martín fue un digno rival, no era difícil marcarlo, porque no era mañero, era más bien sutil y legal porque le gustaba jugar y desmarcarse, no era agresivo”.

Primera fecha de 1995 en la Liga Amateur Platense. Luis Martín, de Fuerte Barragán, se escapa a un defensor histórico de Everton, Marcelo Mazzacane, en el futuro presidente de la propìa Liga.

1996. La Selección Sub 23 llega invicta a la final de los Juegos Olímpicos de Atlanta y cae ante Nigeria.

El césped del viejo estadio de Estudiantes se iluminó como los ojos de Luis la noche del jueves 12 de diciembre de 1996. El mítico “Jorge Luis Hirschi” se lo prestaron a la Liga para definir la tercera final entre Fuerte Barragán y Sport Club de Magdalena. Una serie muy chica, cuyo primer partido ganó el Sport 1-0 que así accedió a otros dos partidos; vino un 0-0 en Cambaceres y éste en 57 y 1, con arbitraje de primer nivel, Hugo Cordero. Martín enganchó dos veces y remató a un palo del arquero anotando el decisivo 1 a 0. Fue el desahogo del club de Ensenada, campeón por única vez en Primera. Luis, con 20, fue el máximo artillero.
Nicolás Regina su principal “socio”, con 16 tantos, en esta hora gloriosa del entrañable amigo se despacha con estas palabras: “Fue un terrible ganador dentro de la cancha y un gran líder para el grupo. No se olvida de donde viene y la palabra que a él lo define es humildad. Lo admiro por eso y por su compromiso social, pase lo que pase lo vas a tener, en fútbol o en otro ambito”.
La previa a aquella finalísima la palpitó con Mauricio Perotti. Ese día se conocieron en la rambla de 32, donde se hizo la producción para el diario Hoy.

Mauricio Perotti (fallecido en pandemia, siendo DT de juveniles en Estudiantes) y Luis Martin (el profe actual de la Selección). Se habían conocido durante esa producción periodistica.

Daniel Resiga, “El Cañito”, fue otro goleador del Fuerte Barragán imparable, que además de la Liga cumplió un papel digno en el Argentino B. Pasadas unas pocas horas de la imagen de Luis besando la Copa del Mundo, lo definió como “un tipo de barrio que sabía caminar la calle y la cancha, guapo, que pedía todas, necesario en todo equipo y más de la Liga. En mi familia somos muy pincharratas, la escuela que mamé por mi padre y hoy tengo la satisfacción de decir que tenemos dos mundiales, con el Narigón Bilardo y con mi amigo Luis, el segundo Narigón (risas). Le digo a mi hijo que desde el amateurismo se pueden lograr cosas importantes si uno se las propone”.
Para la estadística, hacia ese fin de año de 1996 llegaba a La Plata un joven de 18 años, Lionel Scaloni, nuevo futbolista de Estudiantes.

Fuerte Barragán durante el Torneo Clasificación de 1996, que ganó y le dio el pasaporte a las finales. Luis Martín, abajo a la derecha. Con la pelota, Daniel Resiga.

1997. Copa América en Bolivia. La Selección queda afuera en Cuartos. Una figura asoma: Gallardo.

Luis en su realidad amateur de otro seleccionado, respetado por su liderazgo positivo y reuniéndose con colegas para que al jugador liguista le reconozcan derechos, como a una cobertura médica obligatoria previa a las competiciones. Se había vuelto a organizar el combinado mayor de la Liga, porque el doctor Costoya (el presidente de entonces) se interesó con otros pares en la competencia que organizaron en el Consejo Federal, en el quinto piso de la AFA. Se hizo el sorteo y La Plata enfrentó a Balcarce, Rauch, Madariaga. La “9” es de Luis. Lograron avanzar de fase y levantar la “Copa Federación del Este” en gran final con Ayacucho. El ímpetu del grupo logró pasar otro desafío, venciendo al mejor del Oeste, General Alvear. Luis es recibido por el intendente doctor Julio Alak en el Salón Dorado de la Municipalidad.
Daniel Georgieff, “El Búlgaro”, fue el arquero, una especie de “Dibu” por ser clave en varios penales. “A Luis lo padecí como rival por la categoría de goleador pero lo disfruté mucho como compañero de la Selección mayor de la Liga. Orgulloso por lo que le pasa porque de alguna manera estamos todos nosotros representados por él, excelente persona, querible y respetuoso”, dice con la piel de gallina en un barrio de leyendas en todo tipo de lenguas, “la Nueva York”, en Berisso, donde atiende su panadería.

La Selección de la Liga Amateur Platense, posando en cancha de Sport de Magdalena, para jugar la final de ida ante General Alvear.

Luis siembra y sus sueños no se detienen. A los 29 años aparenta ser más joven. Estudiantes de La Plata tiene graves problemas financieros. Y un técnico como Daniel Córdoba, “El Profe”, que era capaz de jugarse por algún jugador tapado, libre, del ascenso o de liga del interior. Hoy recuerda: “Estábamos mal económicamente, no teníamos nada. Pero llegaban jugadores de todos lados. Es más, le propuse  a Daniel De la Fuente (presidente) que de esos muchachos, a tres se le hiciera una especie de precontrato. Fue cuando vinieron Priotti, Biazzotti…”
El preparador físico era Carlos Nuñez, que en For Ever conoció a Luis Martín en 1993. De hecho, Núñez también se animó a sugerirle que podía tener un 9 en Huracán de Tres Arroyos, Claudio García, “El Novillo”.
No está claro el día ni el lugar de la prueba que pasó Luis Martín, pero haría sido en la cancha auxiliar de avenida 1 y bajo la supervisación de dos grandes maestros que trabajaban en Inferiores, Higinio Restelli y Roberto Avalos. “Lo que sí recuerdo es que Martín ya era mayores y había que hacerles contrato, por eso se complicó”, explica Nuñez. Según Córdoba, “esas pruebas de los libres se hacían normalmente los lunes, y puede que el día que vino Luisito yo no haya estado porque jugaríamos por Supercopa o un partido entre semana”.
En ese momento había un zurdo, Leonardo Gómez, firme promesa de las inferiores del Pincha, clase 75 (jugó con Verón) y recuerda una mañana con Luis, en el predio de City Bell, donde el delantero le pidió un favor para que pudiera ver el entrenamiento de la Primera. “Como él había jugado en clubes de mi pueblo (Magdalena) ya nos conocíamos, y al verme en el Country me preguntó si le conseguía una autorización, quedó como una anécdota”, expresa el ahora abogado Gómez, quien en 1996 estuvo a punto de dar al salto a Primera (hizo la pretemporada en Necochea, pero no pudo jugar oficialmente). Destinos: Gómez y Martín llegarán a jugar juntos en Sport de Magdalena.

La marca contra Luis Martín, en cancha de San Martín de Los Hornos. Tal como se lee en el periódico, su entrenador era Claudio Gugnali, aquel ayudante de Sabella en el Mundial 2014.

1998. Mundial de Francia. “Le Bleu” se adueña de la Copa. La Selección eliminada en Cuartos; primera vez sin Maradona.

Luis es referente en una barra ya de amigos del Fuerte Barragán, que son dirigidos por Claudio Gugnani, un ex defensor de Estudiantes (campeón 1982-1983). Uno de los que se inspiraba con Luis es Rodrigo Mongilardi, “El Tato”, compañero de ataque, que recuerda haber festejado una noche larga la recibida de Luis en el profesorado de Educación Física. Hoy puede ver todo en perspectiva y se emociona por “el gran capitán que cuidaba de los demás, que tenía generosidad y es el mismo de siempre. Después de los partidos salíamos a tomar algo, él tenía auto y hasta nos llevaba a cada uno a la casa, sea en Berisso o en Ensenada”.
Son esos mismos amigos del Fuerte que en un futuro irán a alentarlo ante la reciente designación en la Selección Argentina.
Facundo Massa rescata que “este grupo del Fuerte nunca dejó de hacer juntadas. Cuando fuimos a la Copa América de Brasil de 2019 fue algo muy especial para nosotros, pero apenas nos vio dijo que también le hacía muy bien a él que estuvieramos presentes. Nos hizo pasar al hotel y comimos con los jugadores”.

“La Banda de Fuerte Barragán”. La camiseta que llevaron a Brasil en 2019. De izquierda a derecha: Tato Mongilardi y su hijo, Lucas Langone, Luis, Nico Langone, Facundo Massa y Diego Tarquini.

En 1998 Luis también le dijo sí a Unión y Fuerza de Magdalena, y allá iba los domingos. La Liga Magdalenense no estaba adherida al Consejo de AFA y por eso podía jugar pese al doble fichaje. En el arco tendrá al custodio y amigo Christian Rey, “El Gordo”, aquel de San Carlos y For Ever. “Puedo hablarte de lo que viví con él… Nada lo hace cambiar, ni estando con el mejor jugador del mundo en este momento. La solidaridad de Luis en todos los comedores o eventos que se lo requirió. Nos tocó jugar en cuatro clubes y un millón de torneos libres por plata en Racing de Bavio o Capital Chica. Pero además, hay un plus en nuestra relación, porque empecé a cursar Educación Física y conocí a Anahí, la que hoy es su señora. Eso fue el mismo año 1990 cuando compartimos equipo en Villa San Carlos”.

Luis Martín y Christian Rey compartieron equipo en cuatro clubes distintos y afrontaron muchos torneos nocturnos por dinero.

El año ’98 tendría un broche, cuando Everton lo llamó para afrontar con su experiencia el torneo Argentino B, el cuarto nivel del ascenso de AFA. Carlos Sparvieri fue el DT que ya lo había tenido en la Selección de La Plata el año anterior. Soñaron a lo grande. “Luiggi tenía gran despliegue, movilidad y gol, lo conocía desde que él jugaba para El Cruce. Quedamos en cuarta fase, en una zona de cuatro equipos (Huracán de Tres Arroyos, Rosamonte de Misiones y 13 de Junio de Pirané), de los cuales el ganador pasaba al Reducido para ascender al Nacional B. Seguimos escribiéndonos. Después del partido con Arabia le mandé este mensaje. ‘Después de las noches más tormentosas, llegan los amaneceres más luminosos’, y hoy podemos decir decir que fue una premonición”.

Everton en el Argentino B. Fue local en las canchas principales de la región: Gimnasia, Estudiantes, Cambaceres y Villa San Carlos. Alcanzaron las etapas finales (Síntesis, diario El Día).

2000. Luis quere operarse de un tobill que está maltrecho, pero duda y pide consejo en un gimnasio de alto rendimiento (“Crear”, calle 10 entre 497 y 498 de Gonnet), donde la voz del profesor Nuñez es palabra santa. “Con la edad que tenes, yo ni loco me operaría. Hacete una rehabilitación acá”, le propone. Decide no operarse. “Luis otro día viene a pregutarme sobre planificación, quiere aprender, y le digo que estoy dando un curso de capacitación con duración de un año, para estudiantes o recién recibidos en Educación Física. Se enganchó con el curso y además empezó a trabajar acá”.

De aquel gimnasio nace otro amigo, un profe que jugaba de defensor en Atlético Chascomús. Luis vistió la rojiblanca a rayas en el torneo Clausura de la Liga Chascomunense, año 2000. Ese colega es Martín Bona, “El Gaucho”, quien se enorgullece de la trayectoria de Luis. “Todo el esfuerzo que hizo con su trayectoria personal es un resumen de lo que fue esta Selección que fue de menor a mayor. En la pandemia nos dio una charla por zoom para todos los jugadores de Atlético”.
De Atlético Chascomús pasó a otro club de la misma Liga, Sport Club de Magdalena, clasificado para el Argentino B. En el grupo les tocará un grande del interior, Alvarado de Mar del Plata, que se reforzó con Carlos Enrique, “El Loco”, aquel 3 que fue campeón con Independiente y River. Ahora lo dirigía Omar Ale, quien tenía que pensar bien a quién poner o sacar ante tantos cracks: Borja, Alcaraz, Sivetti, Spotti, Leo Gómez y Luis Martín. Casi un seleccionado.
Carlos Alcaraz, “El Ata”, padre de la actual figura de Racing, evoca la tarde en el Estadio Mundialista “José María Minella” cuando “le empatamos a Alvarado 1 a 1. Cuando volvimos al vestuario Luis tiró un cohete y la explosión fue terrible, estábamos todos contentos, ¡sabes que lindo fue empatarles allá! Luis es un fenómeno de persona. Siempre hizo las cosas bien y laburó. Me emocioné en su abrazo con Messi”.
Juan José Nievas, “El Coni”, busca en su memoria y encuentra un reto de Luis: “Con Sport hacíamos de local en Berisso, y un día me caga a pedo porque yo él sabía que yo podía marcar a un delantero, pero la madrugada de ese domingo tuve que trabajar y de ahí fui a jugar cansado. Las últimas veces que lo crucé fue en dos homenajes a amigos, Mauricio Perotti Lolo Regueiro”.
Mauricio Scuppa, “El Colo”, lleva a flor de piel “las 10 o 15 mil personas de Alvarado, cuando estalló una bomba de estruendo, pensábamos que era la gente de ellos, pero fue Luis cuando festejábamos. Era una banda de gente jodona, Alcaraz, Nievas, Cantarutti, Luis… Como rivales, yo 6 y él 9 nos sacamos chispas siempre”.

Estadio Mundialista. Alvarado 1 Sport de Magdalena 1. Ledesma y Scuppa (en el césped) marcan, mientras en mitad de cancha está Martín (foto: Historia del fútbol marplatense)

2001. La Selección Juvenil campeón Sub 20 en Argentina. La continuidad de un proyecto. Se suma al éxito de Qatar ’95 y Malasia ’97. Maradona dice adiós como jugador.

Luis continúa en su segunda casa, Fuerte Barragán, con una anécdota de las que dejan marcan cuando son dichas por un maestro. Es que el sábado 23 de noviembre de 2001 había que jugar y el mismo día estaba la despedida de Maradona. Entonces, con Luis y otros, le fueron a pedir al DT Barroso que no los citara por esta única vez. “Muchachos, decidan lo que van a hacer, pero piénsenlo bien porque a lo mejor la camiseta después se pierde”.

2004. Copa América en Perú. Con Bielsa se llega a la final con Brasil, que nos empata en la hora y nos goza en los penales.

Las vueltas de la vida. Luis participa de un torneo en la cancha de Estudiantes y disfrutó a otro ex crack albirrojo, Alejandro Russo, “Poroto”, un ex 9 de la Selección Argentina en las Olimpíadas de Seúl 1988. Entre ellos había algo más que la pelota, ya que sus mujeres formaron una relación familiar. Anahí Moreno de Martín y Alejandra Varela de Russo eran muy jovencitas cuando se conocieron en el despegue del hockey femenino del Club Estudiantes de La Plata. Eran entonces las novias y ellos alentaban en el Country.
De no creer, pero los goles en aquella final no fueron de Russo ni de Luis sino de Guillermo Lazarte, “El Flaco”, un conocido empleado del Club Estudiantes sin trayectoria futbolística. En la tribuna de tablones, entre el puñado de espectadores, Anahí y Alejandra devolvieron aquellos gritos de aliento. El torneo se prestaba.
“Poroto”, hoy ayudante técnico de Darío Franco en Gimnasia y Esgrima de Jujuy, analiza al querido amigo: “Tanto él como todo el cuerpo técnico de la Selección, cuando los vemos en la tele, ya transmiten el perfil bajo; creo que fue el secreto de haber sacado el rendimiento de los jugadores”.

La botella de “champán” y el grupo de aficionados que festeja en la vieja cancha Pincharrata. De fondo, la platea que anuncia la remodelación. A la derecha, Luis, botines en mano.

2005. Debuta Messi en la Selección. Con 18 años “La Pulga” venía de ser campeón mundial Sub 20 con el DT Ferraro.

A los 38 pirulos Luis festeja su gol 200 en la anteúltima fecha de la Liga Amateur. Antes de que se terminara la temporada y su trayectoria, le quiso regalar ese momento a su hijo. Everton venció a Unión Vecinal de Etcheverry por 3 a 1 y su doblete lo llevó a superar la cifra. “Ahora ya tengo 201”, decía el cañonero. “Habíamos preparado un festejo especial con una remera para mí y otra para Tomy, y cuando hacía el gol 200 nos ibamos a juntar para mostrar la inscripción los dos, pero él no pudo venir porque tuvo un cumpleaños”. El chiquito de 4 años ya le pedía un poco más de tiempo, y papá iba largando, mientras sus pasos se dirigían a 57 y 1 para enseñarle ese fervor que nace de la tribuna. Entonces, Luis entrenaba y su empleo en un gimnasio absorbían sus horas.

La torta tiene su nombre: Luis Martín. Las tres velitas que celebran los 200 goles en distintos torneos oficiales. La sorpresa fue preparada por el periodista Martín Postiglione

2006. Se fue el Mundial de Alemania, elliminados por el local en Cuartos. Se va Pekerman y vuelve Basile.

Luis se retira en Everton, el club Decano del fútbol amateur platense le preparó un modesto homenaje en su predio recién inaugurado en Avenida 7 y 630. Hasta el barrio Aeropuerto se acercaron amigos, rivales y el equipo esencial: Anahí, Delfina y Tomás, su familia. Había contado 215 goles en su carrera amateur.
Gustavo Bianco, “El Chaucha”, desliza su admiración en unas líneas. “Vestimos la misma camiseta de Everton, y ante este logro del Mundial, mi más profundo agradecimiento y admiración. Llevó su espíritu amateur a lo más alto del profesionalismo con los mismos valores, es un ejemplo de humildad, responsabilidad y tuvo una enorme capacidad para regalarnos esta hermosa alegría”.

Una de las últimas como jugador, en el predio de Everton. Año 2005, con su hijo Tomás Martín

Se terminaba una parte donde no había lugar para quejas. La admiración es otro galardón que se cuelga en el pecho, ya que aquellos que nunca se cambiaron en el mismo vestuario reflexionan en vos alta sobre Luis al ser consultados por este medio.
Marcos Rojo, “El Titi”, de El Cruce. “Es una persona fantástica, con una entereza de persona, y ni hablar el buen jugador que era. Tuve la suerte de compartir la Selección de la Liga con él, y verlo que logró esto…”
Carlos Girardengo, “El Sapo”: “Me voy del Fuerte y llega él, pero al pensar en Luis lo primero que se me viene a la cabeza es una visión pop de la vida, el gusto por la diversión, la búsqueda de la brillantez, un lado ingenuo, juvenil, un jugador que se vincula al estudio y hasta hoy, ejerciendo su función en la Selección, lo veo como ese preparador físico que supo entablar una relación con su capacidad y manteniendo esa versión pop… entiéndase el término… Un profe vinculado a lo creativo y a lo humano”.
Pablo Ipoutcha, “El Pancho”: “Empezó siendo un pibito en la primera de la Liga. Cuando jugó en Bahía Blanca, cada vez que volvía jugamos en un equipo que armó el comisario Oscar Justo López, que buscaba jugadores en actividad. Recuerdo los miércoles en una cancha de nueve que era un billar, donde está Arquitectura de Policía en el camino a Ensenada. Luis es más bueno que el agua, humilde como pocos, salió campeón de América y a los tres días me manda un mensaje. Es así con todos”.
Miguel Rodríguez, “El Tucumano Beto”: “Un flaco que salió de la Liga Amateur y hoy donde te encuentra te reconoce, te da un abrazo, un tipazo con esos códigos que te da jugar a la pelota”.
Daniel Vallejos, “El Caña”. “Recuerdo esos partidos contra el Fuerte, en la cancha inmensa de Propulsora, yo tenía 36 y él 30, se notaba la diferencia entre los dos por su buen físico, polenta y cabezazo, completo, como en lo personal. La última vez que nos vimos fue en la cancha de La Plata Fútbol Club, en un partido solidario por un ex jugador de la Liga (Ezequiel Sosa), lo tuve a diez metros y lo iba a ir a saludar, pero me anticipa de lejos ‘¡Hola, Caña!’. Luis, gracias a vos por acordarte”.
Pablo Pace: “No era lo mismo enfrentar a Luis que a cualquier otro, por la gambeta, por cómo jugaba de espalda y porque no le podías dejar medio metro ya que si tenía una oportunidad de gol te iba a hacer dos. Uno tenía todas las precauciones y a veces tampoco alcanzaba. Aparte era rubio, facherito, era una invitación a pegarle (risas). Uno sentía más sabor al ganarle a un equipo con Luis, uno de esos jugadores que uno se pregunta qué le faltó para llegar a jugar en el profesionalismo”.

La noche del 12 de diciembre de 1996, posando en el círculo central del viejo estadio de Estudiantes, antes de jugar la final, con el arquero Christian Rey

2009. Estudiantes levanta la Copa Libertadores con Sabella. La Selección padece la sombra de Brasil, que viene de ganarle la final de la Copa América en Venezuela.

Luis ingresa a un nuevo trabajo en el A.Pre.Vi.De. (Agencia de Prevención de la Violencia en el Deporte). Le confían el control del Fútbol del Interior en lo relativo a la habilitación de estadios. Marcelo Mazzacane, que había dejado de jugar en Everton y pasó a ser Presidente de la Liga Platense, se vuelve a encontrar con Luis en estas luchas. “Fuimos rivales y compañeros en fútbol. Después soy el dirigente y nos tratamos en el Aprevide, donde demostró la mejor predisposición con todos los clubes. Después nos cruzamos en el Country cuando mi hijo Matías jugó en Estudiantes al mismo tiempo que él era técnico. Un ser humano humilde”.

Una histroia del corazón. Luis en un ámbito que disfrutó mucho, la etapa de inculación de valores y conceptos en Estudiantes, el club del que es hincha.

2011. Copa América en Argentinacon sede principal en La Plata, Estadio muy cercano al barrio donde vivió Luis. Messi y Di María en el once de Batista. Afuera en Cuartos ante Uruguay

Luis recién asumía uno de sus placeres mayores, trabajar con los chicos y en el club del que fue socio de niño: Estudiantes de La Plata. Se desempeña en la Escuela de fútbol. En el ámbito del Country se encuentra con entrenadores que supieron ser compañeros de pantalones cortos, Mauricio Perotti, Sebastián Salguero y los hermanos Gustavo y Marcelo Salinas.
Alejandro Saggese, DT de la Novena División, debe buscar un preparador físico ante la ida de uno. “Al abocarme a la búsqueda de un reemplazante, pido referencias, lo veo a Luis Martín y propuse su nombre. Arrancamos con la categoría 98, la de Juan Foyth. Forjamos un cuerpo técnico paternalista, donde se conjuga lo deportivo con lo afectivo, la empatía de ponerse en el lugar del que juega y el que no. Ser honesto y frontal son particularidades de la forma de ser de Luis. Desde el trabajo forjamos una amistad”, define Saggese, quien compartió torneos internacionales con Luis, como una Copa Dallas en Estados Unidos, con la categoría 2000 de Estudiantes.

Una categoría juvenil Pincha compitió en la Dallas Cup de Estados Unidos y no faltó el disfrute de un partido de basquet. Nico Patrault (cat. 2000), Saggese, Chino Benítez y Martín

2017. Jorge Sampaoli asume en la Selección Mayor. En los combinados menores de AFA hay renovación. Quien participa en el armado de dicha estructura es el presidente de Estudiantes, Juan Sebastián Verón.

El nuevo orden quedó con la coordinación de Hermes Desio; el Sub 20 con Lionel Scaloni, el Sub 17 con Pablo Aimar, y el Sub 15 con Diego Placente. En la categoría más benjamín habrá una sorpresa pincharrata: Saggese es asistente técnico y Martín preparador físico, los dos platenses lo viven como un salto inmenso en sus carreras. Debutaron en un torneo Sub 15 en San Juan y Mendoza.
En 2018, el Sub 20 de Scaloni viaja a un torneo de L’Alcudia, municipio valenciano de España. Una oportunidad golpea a la puerta del profesor Luis Martín, que viaja y celebra el título con aquel plantel. Detalle: recién habían pasado unas semanas de la eliminación de la Selección en el Mundial de Rusia 2018.
Con Sampaoli fuera de la Mayor, la decisión de Claudio Tapia (presidente de la AFA) fue brindarle la confianza y una oportunidad al cuerpo técnico de juveniles. Llegaba la Copa América de Brasil 2019.

Lujo de Martín. Se metió en la práctica informal de la Selección y demostró su experiencia para cubrir la pelota

2022. Mundial de Qatar. Se anuncia como el último de Messi. La Selección consigue el título mundial.

Días antes de la final, en plena concentración de la Copa, Luis recibió el mensaje de su hijo Tomás que dice: Polideportivo Gonnet ascendió a la Primera A de la Liga. Luis manda otro mensaje a Marcelo Lulkin, presidente de la institución.
“Tuvo varios gestos desde que Tomy está con nosotros. Vino a dar una charla para los jugadores y los profes. Acá se manejó como el papá de Tomy, venía con la reposera, con el mate, siempre cálido, acercándose a tirar buena onda y felicitar por lo que venimos haciendo en Gonnet”, explica Lulkin, ex “8” de Cambaceres en los años noventa. “Tres cortitas más: nos consiguió la camiseta de Cuti Romero para sortear, él ya se iba a Qatar y se acordó de lo que le habíamos pedido, dejándole la bolsita a la mujer. El año pasado, durante un suceso de violencia, a un chico nuestro le partieron el maxilar y Luis se hizo presente con un buzo de la Selección. Y una más que me sacude todavía cuando la pienso: El sábado pasado nos jugamos el ascenso con el club, el partido terminó a las siete y a la media hora ya tenía un mensaje de Luis, felicitándome por lo que significaba Gonnet para su familia, fue a doce horas de jugar la final del Mundo”.

La familia, la selección del corazón. Anahi, Julieta, Luis y Tomás.
La leyenda viva de Lionel Messi se abraza con Luis Martín, el preparador físico de la Selección. Fue una de las postales del Mundial de Qatar, con gloria deportiva para los argentinos

Por Gabriel Alejandro López
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