Todo es historia. Los estruendos pasaron, el trofeo recorre el mundo y estará en Avellaneda por un año. Este periodista frente a la página en blanco, el televisor apagado y el cosquilleo que me da la certeza de que el fútbol argentino nos distingue, guerrero, atrevido, cultural y ganador. Una definición más ante los brasileños, no es poco. Como tampoco lo es otro fin de año en la cumbre.
Una llamarada de fuego celeste provocada por el sentido de pertenencia. Empezó el 17 de noviembre, antes de descorchar en Asunción, ya lo habían hecho en La Plata, bebiendo de las copas y atronando los bombos en el Círculo Italiano: ¡los 50 años de la Filial Oscar Bertolini, recordado hincha, que fue empleado bancario y entre cliente y cancha, fue juntando a los primeros afiliados. Pasó por la fiesta el intendente Julio César Alak, recibiendo un mate y alguna cosita más de Racing. Y estuvo el gigante de corazón humilde Juan Carlos Rulli, con su mujer, elegantísimos, etiquetao del mejor Racing de la historia, donde fue el «Coco» fue 8.
Pucha, hay que pellizarse cuando lo vemos de nuevo a Rulli entrando al campo de juego, en la previa de la final con Cruzeiro. Sabiendo qué debe hacer, como cuando “cortaba” balones en un equipo donde se mandaban todos al ataque en 1967, cuando Gustavo Costas, que ahora es el director técnico, era un niño que deseaba entrar con sus ídolos y Rulli lo sostuvo para una foto.
Las circunstancias del tiempo hoy aparecen como guionadas por un director celestial. Rulli, 87 años, Costas, 61, dos símbolos y muy bien estuvo la Prensa de la institucional para armar el flyer que envió en forma masiva a los suscriptos al canal de wathsapp.
¡Dios mío, qué alineación de planetas!
El tesonero “doctor” Rulli jugó para Racing 201 partidos (sin contar amistosos), cinco años, 9 goles, y fue DT en 1973. Se crió en Estudiantes, pasó a Boca y se laureó en Avellaneda.
El sacrificado “Flaco” Costas jugó para Racing 264 partidos, con 5 goles, arrancó en divisiones juveniles y se retiró en Gimnasia de Jujuy.
Dos ídolos, sí, pero tipos comunes; sonrisa fluida, emoción sana, de recordar anécdotas de «Tita» Matiuzzi (la emblemática casera del Estadio, madre para los jugadores y dirigentes de viejas épocas). ¡Se acuerda Rulli de una broma cuando le metió un caballito en la casa! Era la fe y las ganas de llegar a algo. Juan Carlos y Gustavo llevan el idioma del amor: de alma son de «La Academia”, ese mítico sobrenombre prexistente a ellos, de los años 20 del siglo pasado, del amateurismo, cuando fueron el primer club criollo que le bajó el copete a los equipos de ingleses puros que venían a trabajar con los ferrocarriles.
Las emotivas imágenes en Paraguay realmente son de película. La primera, cuando la Copa Sudamericana es llevada hasta la mitad del campo, donde esperará por un capitán campeón. Rulli lo apoyó y al instante levantó los brazos, con un saludo que devuelve gratitud a un gentío, y tal vez, en su gesto con los dedos al cielo, haya una invovaciópn del amigo que costó despedir, Humberto Dionisio Maschio, que hasta los 91 años estuvo con él, con un cafecito o una comida en la casa que el “Bocha” habitó en Avellaneda.
A su lado, otra leyenda invitada por Conmebol, es el brasileño Ricardinho, con quince títulos, es el más ganador del Cruzeiro. La ceremonia los ve pasar con sus calvicies a quienes también les tocó defender a sus seleccionados. Rulli habrá recordado la anécdota de un Hexagonal donde enfrentó a Garrincha, en Botafogo”, jugando para Boca. O quizás más sonriente pudo decir para sus adentros que trató a Clodoaldo, ya de veteranísimo, cuando salían de La Plata a San Pablo con el equipo de amigos que integró hasta la pandemia (achicando a Juan Ramón Verón, sobre la raya de esa cancha grande del Prado Español en Villa Elisa).
Gustavo Adolfo Costas es todo un personaje, y fue talismán del club en los inolvidables años de fines de los ’60. Rulli tuvo a “upa” a sus 7 años al actual DT, que es de emocionarse, de vivir como un hincha más el vaivén de un partido, descargando las tensiones, arengando con los puños apretados. Cuando era jugador, lo coreaban en el anillo de cemento: “Y chupe, chupe, chupe, no deje de chupar… Que Costas es lo más grande del fútbol nacional”. Cuando Racing fue el segundo grande en irse a la B (después de San Lorenzo; mucho antes que le pasara a Independiente y River), no pudieron en la final del Octogonal con Gimnasia (hace 40 años), pero lograron subir en el año 1985 vía Octogonal, siendo campeón Central. Fue Costas un símbolo, y lo será también al ganar la Supercopa Sudamericana de 1988 (hace 36 primaveras) en la final con Cruzeiro.
Rulli, residente en Villa Elisa, vecino a la “Ferretería José”, de un fana de Racing, José Martins Goncalves, que el próximo jueves 28 cumplirá 76 años y tiene varios posters a la vista de los clientes; una tapa con Rulli, Maschio, Basile, Perfumo. “Coco” es muy querido por su forma de ser, más que por sus títulos. Vive con su compaññera de siempre. El Rulli que salvó una vez a Estudiantes de caer a la B, con un gol agónico en cancha de Lanús (el 1-1 que condenó al “Granate”). El preciso instante se hizo fotografía y enmarcada, supo estar en las paredes de la Sede albirroja durante un tiempo.
Ese Rulli que se formó en Catriló, La Pampa, y por el trabajo de su padre en el Correo Argentino, llegó a La Plata; los dos hijos varones ficharon en Estudiantes. Juan llegó por constancia, y Néstor Rulli no insistió «porque tenía pasta para triunfar”.
Contra los Pincharratas siempre salieron desafíos espectaculares. Los conducidos por José «Tito» Pizzuti no perdían en el Cilindro desde el 13 de junio de 1966 (con Huracán) hasta que el 13 de abril de 1967 llegó un duro equipo de Osvaldo Zubeldía y les paró el invicto en el cotejo 32 (1-2).
Dos meses después, los Pincharratas recordarán para siempre la final del Metropolitano, en Boedo, la vuelta olímpica, primera en el profesionalismo. El domingo que en el rectángulo de juego hizo falta Rulli (había estado en los diecinueve partidos anteriores, pero en la semi con Independiente se agredieron con “Pipo” Ferreiro y vieron la roja).
Ese Racing quería más la Copa Libertadores. Después de salvarse de un accidente viajando en avión a Medellín, el Equipo de José tomó esa “suerte” como una señal: “Ahora vamos a ser campeones, dijimos en una mini pretemporada en Córdoba”. El doctor Rulli llevó también un cuadrito con una estampa de la Virgen, en cada batalla deportiva; dice que la tiene guardada, ¿la habrá llevado a Paraguay?
Llegó a la cúspide del mundo con esa camiseta pesada y después la Intercontinental, la tarde en el Centenario, donde “expulsado sobre el final, no me quedé en el túnel, cuando pitó el referí yo estaba desvistiéndome, en el vestuario… ahí viene el periodista uruguayo Laferranderie (de El Gráfico) a darme la noticia, ¡llorando!”. Rulli no tomaba dimensión.
Con esa gracia infaltable en cada diálogo, toda una autoridad para hablar de fútbol sin caer en la arrogancia, don Rulli saca una vivencia que invita a reír. “Fuimos en vuelo de Londres a Glasgow y se hizo hincha nuestro Sean Connery, que hacía la serie del Agente 007; era del Rangers, el cásico rival del Celtic”. Rulli sonríe, siempre elige ese lado de la vida.
Costas, que comparte el cuerpo técnico con sus hijos, también le encanta mostrar su lado alegre. El sábado lo vimos en la conferencia cuando un hombre de rasgos orientales se acercó a entregarle un premio, pero se negó a tomarlo. “Agárrenlo ustedes”, le dijo a los dos futbolistas que lo escoltaban. Es que el bondadoso personaje tenía puesta una camiseta color roja.
Locos, de felicidad, como era el inolvidable Omar Oreste Corbatta, un wing que se mostró en las juveniles de Estudiantes, pasó por Chascomús y ahí lo vieron de Racing, mientras el “Cusa” gambeteaba para Juverlandia, club que integraron todos jugadores platenses. Cuando Rulli llegó a Racing ya Corbatta había sido ídolo y no jugaron juntos, pero la relación estuvo hasta la muerte del exquisito crack que llegó a ganar con el seleccionado. Rulli, clase 37, y Corbatta de la 36, hermanos, donde quedaron secretos de la misma vida… ¿Se acuerda doctor cuando le aconsejó al Loco que invierta el dinero en una casa? Había convencerlo, que si usted pudo, él también podía tenerla.
Juan Carlos Rulli llegó en 1966 a este Club que hoy respira con el pecho inflado. Otras circunstancias. El mismo meditaba retirarse para entrar de lleno a la odontología, cuando Boca lo llevó más tardes a la reserva que la primera, y por ahí andaba Racing, que nació grande pero no siempre vivió como tal. En ese momento no tenía un peso, ni ropa de entrenamiento, pero lo convencieron.
En éstas horas vuelve Rulli en otro avión triunfal, cuando la vida en familia todavía disfrutaba del diciembre de 2022 en Qatar, con el nieto, gritando “muchacho, ahora nos volvimo’ a ilusionar”… La canción que ahora sigue con la versión remasterizada de la hinchada. Tan ganador ese Rulli chico, como aquel pibe Costas que tenía en brazos su abuelo.